Nuestra doctrina del Bautismo
Otra de las doctrinas que nos caracteriza como Bautistas
Reformados y nos separa de nuestros hermanos reformados presbiterianos es lo
que creemos con respecto al bautismo.
Nuestra confesión dice,
“El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento instituida por
Jesucristo, con el fin de ser para la persona bautizada una señal de su
comunión con él en su muerte y resurrección, de estar injertado en Él, de la
remisión de pecados y de su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y
andar en novedad de vida.” [102]
Como Bautistas Reformados creemos en el credobautismo, es decir, en el bautismo
de creyentes. Esta ordenanza, como afirma nuestra confesión, debe ser recibida
únicamente por aquellos que son verdaderos discípulos de Cristo, solis disciupulis, [103]
habiéndose arrepentido de sus pecados y habiendo creído en el Señor Jesucristo.
135
Definición
¿Cómo es que definimos, entonces, el bautismo? Bueno,
Thomas Nettles lo define de la siguiente manera,
“El bautismo es la inmersión en agua de un creyente en Jesucristo
realizado una sola vez como la iniciación de tal creyente dentro de una
comunidad de creyentes, la iglesia.” [104]
Y somos Bautistas Reformados precisamente porque vemos este
argumento enseñado consistentemente en la Escritura. Pero, ¿cuáles son estos
argumentos?
I. Argumento Lingüístico
El término bautismo proviene de la palabra griega baptizŌ que significa, “hundir o sumergir” algo
en agua. Este es el uso más reconocido tanto en la literatura griega clásica,
la Septuaginta LXX, [105] y como veremos, el Nuevo
Testamento. Y este es el entendimiento de la gran mayoría de léxicos
Algunos teólogos como Berkhof, un presbiteriano, han
objetado este entendimiento queriendo defender la aspersión o el rociamiento
con agua, usando pasajes como Marcos 7:4, afirmando que el uso de ese término
se daba también en la antigüedad para bañarse o lavarse.
Sin embargo, si leemos bien estos
pasajes en su contexto histórico, podemos entender que el uso del término
involucra cubrir un objeto o un cuerpo con agua. [107], Si algún escritor del Nuevo Testamento hubiera querido
indicar que las personas eran rociadas con agua, como desea argumentar Berkhof,
ellos hubieran podido utilizar un término bastante conocido en el griego, rhantizŌ.
[108]Sin embargo, no fue este el
término que utilizaron.
El mismo Calvino dijo en su Institución de la Religión
Cristiana,
“Aunque la palabra misma “bautizar” significa sumergir; y consta que la
iglesia primitiva usó este rito.” [109]
Entonces, debido a que el uso de ese
término en la Escritura es para denotar la inmersión de una persona bajo el
agua, nosotros como Bautistas Reformados lo hacemos así, y es lo que afirmamos en nuestra
confesión. [110]
II. Argumento
Contextual
No sólo apoya el lenguaje el bautismo por inmersión, sino
que también lo hace el contexto en que se usa el término en el Nuevo
Testamento.
Por ejemplo, en Marcos 1:10
leemos lo siguiente, “Y luego, cuando
subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu Santo como paloma que
descendía sobre Él.” [111]
El término utilizado por Marcos, anabainŌ,
no da a entender que Jesús vio al Espíritu Santo cuando salió del agua como
quien camina del mar a la playa, sino da a entender que Jesús lo vio
inmediatamente después de haber ascendido de debajo del agua.
Lo mismo debemos entender de la narración de Felipe y el
eunuco en Hechos 8: 38-39 en donde se nos dice que ambos descendieron primero
al agua y luego subieron de ella, con el propósito de que Felipe le
bautizara.
Si Felipe hubiera tan sólo rociado al eunuco hubiera sido
necesario tan sólo acercarse a la orilla del río o del cuerpo de agua. Con qué
motivo, entonces, descendieron ambos
al agua, ¿si no para bautizar o sumergir al eunuco bajo el agua?
Sólo
los discípulos son sujetos del bautismo
Ahora, la pregunta que debemos hacernos es: ¿de qué
discípulos estamos hablando? ¿De aquellos que se han arrepentido y han
profesado fe en el Señor Jesucristo, o también de los hijos de los creyentes? ¿Son
estos últimos sujetos al bautismo por ser discípulos de sus padres?
El Nuevo Testamento registra una de las órdenes más claras
del Señor Jesucristo a Sus discípulos,
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado.” [112]
Gramaticalmente el mandamiento del Señor Jesucristo para Su
iglesia es hacer discípulos. Ese es
el único imperativo en ese pasaje. Y podríamos entender las palabras del Señor
así,
“Por tanto, yendo a todas las naciones, [113] hagan discípulos,
bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y
enséñenles que obedezcan todo lo que les he ordenado a ustedes.”
Entonces, de nuevo, debemos preguntarnos: ¿a quien se
refiere el Señor Jesús que debemos bautizar?
Algunos presbiterianos han llegado a afirmar que algunos
hombres “llegan a ser discípulos por conversión y otros por nacimiento.” [114] La idea es que los niños de
los creyentes nacen a una vida de discipulado que los hace sujetos al bautismo
que le ordenó el Señor a Sus discípulos en Mateo 28, no porque sean
regenerados, sino porque son instruidos por sus padres en el evangelio.
¿Pero, es a ese tipo de discípulos a los que se refería el
Señor? Bueno, lo primero que debemos comprender es que a pesar de que el Señor
Jesús llamó a muchos “Sus discípulos”
[115] (i.e. Judas Iscariote), no
todos eran los discípulos a los que se refería Jesucristo en Mateo 28.
La palabra discípulo viene del griego mathetes, que significa “estudiante,
pupilo, o seguidor.” ¿Quienes eran los discípulos del Señor?
En Juan 8: 31-32 le dijo el
Señor al algunos que habían creído en Él, “Si
vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Los verdaderos y únicos discípulos del Señor Jesucristo son
aquellos que reciben y permanecen o perseveran en Su palabra. Y quiénes son
estos sis no sólo los creyentes, quienes han sido regenerados y ahora aman,
¿atesoran y viven de acuerdo a ella?
Los verdaderos discípulos del Señor son aquellos, que como
escribió el apóstol Pablo a los Efesios han aprendido así a Cristo, le han
oído, y han sido por Él enseñados. 149
Sin embargo, si esto no convence a nuestros hermanos
presbiterianos, entonces, debemos preguntarnos: ¿cómo entendieron Sus
discípulos las palabras del Señor Jesús en Mateo 28?
Y esto es importante, porque el Nuevo
Testamento apoya consistentemente el bautismo de creyentes como los verdaderos
y únicos discípulos de Jesucristo.
La gran comisión le ordena a la iglesia a hacer discípulos
de Cristo, mientras van predicando el evangelio en todas las naciones. A
aquellas personas que Dios salva mediante esa predicación, la iglesia debe
bautizarlos y luego ellos deben unirse a la iglesia para continuar su vida
aprendiendo todo lo que el Señor ha ordenado en Su palabra.
¿No es esto lo que entendieron los discípulos de Cristo y
que hicieron en el libro de los Hechos de los Apóstoles?
1. Hechos 2: 37-42: “37 Al
oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros
apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? 38 Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Porque
para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 40 Y con otras muchas
palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa
generación. 41 Así que, los que recibieron su palabra
fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. 42 Y
perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en
el partimiento del pan y en las oraciones.”
El contexto en el que ocurre este pasaje es el del Espíritu
Santo, la promesa, viniendo sobre los discípulos de Señor y dándoles poder para
dar testimonio de Cristo hasta lo último de la tierra. [116]
Pedro, lleno del Espíritu Santo, se levanta y predica el
evangelio a lo que parecen ser miles de personas de por lo menos 15
nacionalidades diferentes. Cuando termina su sermón unos “se compungieron de corazón,” y le preguntaron a Pedro y a los demás
apóstoles, “Varones, hermanos, ¿qué
haremos?”
Pedro, procede a indicarles lo que deben
hacer para ser salvos: arrepiéntanse, crean, y luego bautícense en el nombre de
Jesucristo para perdón de pecados y para recibir la promesa del Espíritu
Santo.
Y esa promesa que según el resto del Nuevo Testamento y
según la promesa del nuevo pacto en el Antiguo Testamento viene con la
regeneración le es prometida no sólo a ellos que habían creído, sino también a
sus “hijos y para todos los que están
lejos.”
Esa promesa de la que habla Pedro no es el bautismo, sino
el don del Espíritu Santo, que le fue prometido a Israel no sólo por medio del
profeta Joel, como lo dijo Pedro en su sermón, sino también como el mismo Señor
lo prometió a los Suyos antes de ascender a los cielos.
Y era, no sólo para ellos, sino también para sus hijos. ¿No
está, entonces, diciendo que debemos bautizar a los hijos de creyentes? No.
Primero, porque la promesa no es el bautismo, sino el Espíritu Santo, y Él le
es dado únicamente a los creyentes.
Segundo, porque es únicamente para “cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” Ellos, que habían creído, y
habían, según el versículo 41, recibido la palabra predicada por Pedro, fueron
bautizados.
¿Y qué más? Bueno, luego hicieron lo que el Señor les había
ordenado en Mateo 28, y fueron añadidos a la iglesia para ser enseñados en toda
la Palabra de Dios,
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con
otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hechos 2: 42
Este es el más claro ejemplo de cómo fue que los discípulos
de Cristo entendieron Sus palabras en Mateo 28. Y es la razón por la cual
entendemos que los sujetos del bautismo son únicamente los discípulos de
Cristo, entendiéndose por ellos, aquellos que reciben la Palabra de Dios,
creen, se arrepienten y perseveran en ella.
2. Hechos 9: 17-18: “17 Fue entonces Ananías y
entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor
Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que
recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18 Y al momento le
cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y
levantándose, fue bautizado.”
3. Hechos 10:47-48: “47 Entonces respondió
Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos
que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? 48 Y
mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se
quedase por algunos días.”
4. Hechos 16:14-15: “14 Entonces una mujer
llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a
Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese
atenta a lo que Pablo decía. 15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos
rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y
posad. Y nos obligó a quedarnos.”
5. Hechos 16: 32-34: “32 Y le hablaron la
palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 Y
él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en
seguida se bautizó él con todos los suyos. 34 Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.”
[117]
6. Hechos 18: 8: “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su
casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.”
La práctica, entonces, de la iglesia primitiva, establecida
por los apóstoles, discípulos de Cristo, era bautizar a aquellos que habiendo
escuchado la predicación del evangelio se habían arrepentido y creído en el
Señor Jesucristo. Sólo estos eran bautizados y luego admitidos dentro de una
iglesia local en donde persistían en la doctrina de los apóstoles.
Ausencia
de evidencia de bautismo de incrédulos en el Nuevo Testamento
El otro punto importante es que el Nuevo Testamento carece
de pruebas para el bautismo de incrédulos, sean estos adultos o infantes, sin
importar si tienen alguna relación de consanguinidad con creyentes.
Se ha dicho muy acertadamente que una persona puede nacer
Católico Romana, presbiteriana, luterana, episcopal, pero nunca bautista. Los
bautistas no nacemos, sino que llegamos a serlo después de haber creído en el
Señor Jesucristo.
Y como Bautistas Reformados negamos que exista alguna
evidencia escritural de que la iglesia deba bautizar infantes o niños que no
han creído antes en el Señor. Benjamín B. Warfield, un teólogo presbiteriano,
escribió diciendo,
“Es cierto que no hay una orden expresa para bautizar infantes en el
Nuevo Testamento, ningún registro expreso de bautizar infantes, y ningún pasaje
implicándolo rigurosamente que nosotros debamos inferir que los infantes eran bautizados.”
[118]
Para defender el pedobautismo muchos
presbiterianos citan aquellos pasajes en donde se narran bautismos de familias
enteras. Por ejemplo, Hechos 16: 32-34,
“32 Y le hablaron la
palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 Y
él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en
seguida se bautizó él con todos los suyos. 34 Y llevándolos a su
casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.”
Sin embargo, es claro que Pablo y Silas habían predicado el
evangelio al carcelero y a todos los que estaban en su casa. Debemos asumir que
todos los que estaban escuchando tenían la capacidad de entender lo que se les
estaba diciendo, por lo tanto, se excluyen los infantes.
Luego, Pablo y Silas bautizan al carcelero y a su familia,
¿por qué? Bueno, porque según el versículo 34, ellos habían creído en
Dios.
El resto de pasaje en el libro de los Hechos que narran
este tipo de bautismos, como el de Cornelio (Hechos 10:48); Lidia (Hechos
16:15); Crispo (Hechos 18:8); Estéfanas (1 Corintios 1:16), etc., nunca afirman
que entre esas personas bautizadas haya habido infantes.
Sin embargo, muchos presbiterianos y/o pedobautistas, los
citan para apoyar su práctica, claramente añadiéndole al texto. Sin embargo,
como bien afirma Warfield, usar el Nuevo Testamento para apoyar el bautismo de
infantes es inútil.
El otro pasaje usado por los
pedobautistas es 1 Corintios 7:14, que dice, “Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer
incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos,
mientras que ahora son santos.”
El argumento es que los hijos de un creyente son santos,
por lo tanto, deben ser bautizados, pues guardan una relación especial con el
Señor. ¿Pero, es esto lo que está enseñando el pasaje?
Cuando estudiamos el contexto nos damos cuenta que este
nunca es una defensa del pedobautismo. Si así lo fuera, entonces tendríamos que
argumentar que hasta el marido o a la esposa incrédula, por su relación con el
creyente, deben ser bautizados y admitidos dentro de la membresía de la
iglesia. Pero, esto no es algo que practicarían los que usan este texto para
justificar el bautismo de niños.
Lo que Pablo está argumentando es que tanto el cónyuge
incrédulo como los hijos, por razón de tener un creyente en su hogar, tienen
una ventaja espiritual que no la tienen aquellos cuyos dos padres son
incrédulos.
Cuando hay un creyente en el hogar hay un testimonio de la
verdad de Cristo, hay lectura de la Palabra de Dios, hay oraciones, hay
meditaciones, etc., que van a influir en las vidas de las personas que habitan
el hogar. Pero, argumentar que debemos bautizar a los niños de creyentes es un
grave error hermenéutico.
La
Teología detrás del Credobautismo
El mismo Warfield continúa diciendo en su libro,
“Si tal garantía como esta fuera necesaria para justificar el uso que
debemos tener deberíamos dejarla incompletamente justificada. Pero la carencia
de este expreso mandamiento es algo tan lejano para prohibir el rito; y si la
continuidad de la Iglesia a lo largo de los siglos puede ser hecha buena, la
orden para el bautismo de infantes no debe ser buscado en el Nuevo Testamento
sino en el Antiguo Testamento cuando la iglesia fue instituida, y nada menos
que una prohibición real de esto en el Nuevo Testamento nos obligaría a
omitirlo ahora.” [119]
Entonces, Warfield, al no poder encontrar una base
neotestamentaria que justifique el bautismo de infantes, tiene que ir al
Antiguo Testamento, lo cual, como veremos, es un grave error hermenéutico.
Otros, como Charles Hodge, uno de los grandes teólogos
presbiterianos del pasado, cometen otro grave error. No sólo admiten que los
infantes no pueden ejercer fe y por lo tanto no pueden ser sujetos para el
bautismo. Pero, como admiten que el bautismo es la entrada de los hombres a la
iglesia, entonces redefinen el concepto de la iglesia para que incluya a los
hijos de los creyentes, y eso les provee el argumento para bautizar a los hijos
de los creyentes.
Hodge escribió,
“La dificultad en este tema es que el bautismo por naturaleza involucra
una profesión de fe; es la manera en la que, por la ordenanza de Cristo, Él
debe ser confesado delante de los hombres; pero los infantes son incapaces de
hacer tal profesión; por lo tanto, ellos no son sujetos apropiados para el
bautismo. O, para decirlo de otra manera: los sacramentos les pertenecen a los
miembros de la Iglesia; pero la Iglesia es la compañía de creyentes; los
infantes no pueden ejercer fe, por lo tanto, no son miembros de la Iglesia, y
consecuentemente no deberían ser bautizados. En orden para justificar el
bautismo de infantes, debemos lograr y autenticar tal idea de Iglesia que
incluya a los hijos de padres creyentes.” [120]
Vemos, entonces, en estos dos ejemplos la diversidad de
justificaciones entre pedobautistas para favorecer el bautismo de infantes. En
su gran mayoría lo que hacen es asumir una continuidad entre el pacto
Abrahámico y el Nuevo Pacto; argumentar que el primero es el mismo pacto de
gracia hecho entre Dios y Su Hijo.
Sin embargo, como hemos visto, la manera más consistente de
entender los pactos en la Escritura es viéndolos como la revelación progresiva
de Dios del pacto de gracia, que culmina en el establecimiento del Nuevo Pacto,
el cual sí es el Pacto de Gracia en todo su esplendor.
En nuestra teología federal asumimos que Cristo, como la
cabeza del Nuevo Pacto ganó con Su sangre todas las bendiciones para aquellos
que por fe estuvieran relacionados con Él.
Y este Nuevo Pacto no era el mismo pacto Abrahámico, como
suponen los presbiterianos, sino que como su nombre lo dice, era un nuevo
pacto, una nueva manera en la que Dios trataría con Su pueblo.
Ese pacto Abrahámico tenía que ver con el pueblo de Israel,
una nación física tan numerosa como la arena del mar, que heredaría la tierra
de Palestina, de la cual vendrían reyes que la gobernarían, y de la cual
vendría el Mesías, la simiente prometida en el protoevangelio. [121]
Sin embargo, el Nuevo Testamento presenta a ese pacto
siendo transformado en el Nuevo Pacto. ¿Cómo así? El siguiente cuadro nos
muestra esta realidad,
Pacto Abrahámico
|
Nuevo Pacto
|
Tierra
física (Génesis 12:1)
|
Tierra espiritual (Hebreos 11:10-16)
|
Nación
física (Génesis 12:2)
|
Nación espiritual (1 Pedro 2:9)
|
Signo
físico, la circuncisión (Génesis 17:11)
|
Signo espiritual, la circuncisión espiritual (Colosenses
2:11)
|
Simiente
física (Génesis 17:7)
|
Simiente espiritual
(Gálatas 3:7,16,29)
|
El Nuevo Testamento no está preocupado por los aspectos
físicos de las promesas hechas a Abraham, y es ahí donde debemos entender la
discontinuidad entre las promesas hechas al patriarca y las del Nuevo Pacto.
La nación física de Israel era una sombra de la nación
espiritual del Nuevo Pacto, el pueblo de Dios, la Iglesia, la cual es hecha
santa por el Señor Jesucristo.
No se trata de heredar una tierra física, sino de una que
es celestial, cuyo arquitecto es Dios. No se trata de un signo físico que
caracteriza a aquellos que pertenecen a esa nación, sino de un signo
espiritual, la circuncisión no hecha con manos, sino la que es hecha en el
corazón por Dios en la regeneración.
No se trata de que los hijos de los miembros de esa nación
pertenezcan a ella automáticamente simplemente por el hecho de ser
descendientes físicos, sino de los hijos espirituales que entran por fe a esa
nación, la Iglesia.
Y los presbiterianos admiten esas realidades espirituales
del pacto Abrahámico transformadas en el Nuevo Pacto, excepto por una, la
descendencia física de los miembros del Nuevo Pacto.
Pero, todo el Nuevo Testamento y especialmente los
Evangelios nos muestran que la verdadera descendencia de Abraham, no eran los
que lo eran físicamente, sino los que lo eran espiritualmente; es decir,
aquellos que tuvieran la misma fe de Abraham. [122]
Cómo dijo Pablo a los Gálatas,
“Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.”
[123]
Segundo, el bautismo es un signo del Nuevo Pacto. Reconocer
esto es importante porque debemos preguntarnos porque muchos buscan justificar
sus prácticas de bautismo basándose en principios del Antiguo Pacto, del cual
el Nuevo Testamento es claro, quedó invalidado.
Nosotros somos Bautistas Reformados porque entendemos que
la señal del Nuevo Pacto es el bautismo, instituida por la cabeza federal de
ese pacto, la cual es Cristo, y dado exclusivamente para aquellos que se han
arrepentido y han creído en Él.
¿Reemplaza
el Bautismo a la Circuncisión?
Otro de los argumentos de los pedobautistas es que el
bautismo reemplaza en el Nuevo Pacto a la señal física del Pacto Abrahámico. ¿Pero,
es esto así?
Como vimos antes, la señal física del pacto con Abraham no
es reemplazada en el Pacto hecho con Cristo por el bautismo, sino por la señal
espiritual, aquella que tipificaba lo que Dios haría por Su pueblo, esto es, la
regeneración.
En Colosenses 2:11-13, Pablo escribió lo siguiente,
“11 En él también fuisteis
circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo
pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 12 sepultados con él en
el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en
el poder de Dios que le levantó de los muertos. 13 Y a vosotros, estando
muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados”
De acuerdo a este pasaje, la circuncisión y el bautismo
tienen una relación, pero no una analogía, es decir, el bautismo no es el
reemplazo del signo externo de la circuncisión.
Esta tipifica o era la sombra en el Antiguo Testamento de la regeneración,
no del bautismo.
El bautismo testifica de esa obra poderosa en el corazón de
un pecador por el Espíritu Santo por medio de la cual da vida espiritual a los
muertos, uniéndolos espiritualmente a la muerte y resurrección de Cristo. [124]
El pueblo del Nuevo Pacto está compuesto, entonces, de
hombres y mujeres, niños y niñas, de toda tribu, nación y lengua, quienes
comparten su fe en Jesucristo, sean judíos o gentiles.
En el Nuevo Pacto ya no hay límites étnicos. Cuando Dios
destruyó a la nación de Israel en el año 70 d.C por medio del Imperio Romano,
lo hizo para demostrar que esas fronteras étnicas ya no existirían más. El
pueblo de Dios no dependía de una descendencia física, sino de una espiritual.
Y entre estos estaban contados judíos y gentiles, “a cuantos Dios llamara.” [125]
Y esta ha fue la práctica y creencia de la Iglesia en los
primeros siglos después de Cristo. Hendrick Stander y Johannes Louw, dos
historiadores presbiterianos, hicieron un análisis histórico del bautismo de
infantes en la historia y concluyeron que en los primeros cuatro siglos de la
Iglesia se practicaba el credobautismo.
Y cuando se bautizaban infantes se hacía pensando que este
rito quitaba el pecado original o tenía una capacidad regeneradora. David
Wright, otro historiador concluye lo siguiente en su libro,
“La experiencia bautismal de la iglesia de los Padres primitivos era en
gran medida de bautismo de creyentes, o quizás mejor dicho bautismo de
conversión. Estudios históricos están consolidando la conclusión que el bautismo
de infantes no vino a ser, como práctica común, hasta después de Agustín,
probablemente en el siglo sexto.” 161
Tertuliano, Ireneo, Hipólito, Justino Mártir, todos ellos y
más, se opusieron al bautismo de infantes y abogaron siempre por el credobautismo.
Conclusión
Es claro, entonces, que debe ser el Nuevo Pacto el que nos
guíe a interpretar correctamente la doctrina del bautismo. Este es un signo
dado por Cristo, la cabeza federal y Señor del Nuevo Pacto, a Su pueblo, la
Iglesia. Y es nuestra responsabilidad aplicarlo a aquellos para quienes fue
dado.
La iglesia es el pueblo de Dios, conformado por todos
aquellos que han sido regenerados por el Espíritu Santo habiendo escuchado el
evangelio de Cristo, arrepintiéndose y habiendo creído en Cristo. Es a ellos,
los descendientes verdaderos de Abraham, los que comparten su fe, a los que
debemos bautizar.
Bautizar incrédulos, sean estos hijos o no de creyentes, es
un pecado, pues no sólo es ir en contra del mandamiento del Señor, sino que es
transgredir el Principio Regulador de la Adoración, el cual regula tanto el
bautismo como la Cena del Señor, dentro de la adoración pública del pueblo de
Dios.
161 David F. Wright. Recovering
Baptism for a New Age Mission. Página 57
Autor: Pastor Eduardo Flores
Redactado y editado por Cesar Ángel. Evangelio primitivo
Puede hacer uso de este estudio sin animo de lucro y citando al autor, al redactor y la pagina fuente.
me gustaria ayudar en solo en algo, subir del agua no significa que estaba sumergido sino que como el agua estaba en una parte baja evidentemente se desendia a ella, por el terreno,
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMuy buen artículo, te falto john owen, con una teología pactual mas butista que presbiteriana.
ResponderBorrarInvito a ver el estudio..... El bautismo de Jesús y de juan púlpito reformado
ResponderBorrar