Federalismo. Segunda parte
B. Pacto de Obras
Cuando Dios creó el universo lo hizo pensando en el bien
del hombre. A él le dio tres ordenanzas: el día de reposo, el trabajo, y el
matrimonio. Y con Adán Dios hizo un pacto inicial de obras.
Adán siendo perfecto, sin necesidad de ser redimido, pero
mutable, es decir, con la capacidad de pecar, estaba en un pacto de obras
(méritos) en donde se le exigía cuidar del huerto y no comer del árbol de la
ciencia del bien y del mal. Además, él sería la cabeza federal o el
representante de toda su descendencia, es decir, de toda la raza humana.
Si Adán obedecía hubiera ganado la vida eterna para él y
esta descendencia que él representaba, pero si desobedecía lo haría bajo pena
de muerte para él y sus representados (Génesis 2: 7-17).
Y lo que Génesis 2 y 3 nos muestran es que Adán falló y
rompió ese pacto inicial. El hombre desobedeció y la maldición del pacto vino
sobre él y su posteridad, y como afirma Pablo en Romanos 5: 12, “así la muerte pasó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron.” [90] Esta es la doctrina del
pecado original; es la realidad de que por causa de nuestra relación con Adán
todos los hombres nacemos bajo el pacto de obras y bajo su condenación. Como
dijo el profeta Oseas,
“Más ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí.”
[91]
Cada persona que nace, por su relación con Adán, es un
pecador, un criminal, pues en él ha violado en pacto de obras. Por lo tanto,
cada hombre está aún, por nacimiento, o como dice Pablo, “por naturaleza,” [92] bajo las obligaciones y
maldiciones del mismo.
El hombre, ahora, estaba en la necesidad de un Salvador, de
otro que le sirviera de representante.
C.
Pacto de Gracia
El pacto de gracia es el desarrollo histórico o temporal
del pacto de la redención.
A diferencia de los paidobautistas, como vimos antes,
nuestra teología federal ve este pacto de gracia desarrollándose en el tiempo
por medio de diferentes pactos, distintos entre sí, pero que juntos van
revelando progresivamente el trato de Dios con pecadores, preparando el camino
para el cumplimiento del pacto de gracia en el Nuevo Pacto.
Nuestra confesión dice,
“Este pacto se revela en el evangelio; en primer lugar a Adán en la
promesa de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego mediante
pasos adicionales hasta completarse su plena revelación en el Nuevo
Testamento...”[93]
Estos diferentes pactos en el Antiguo Testamento, entonces,
no son diferentes administraciones del mismo pacto de gracia -ciertamente hay
gracia de parte de Dios involucrados en cada uno de ellos- sino que son
diferentes arreglos que son revelados progresivamente con el fin de servir como
sombras hasta el cumplimiento y establecimiento del pacto de gracia en el Nuevo
Pacto.
La unidad que vemos en ellos es que cada uno de estos
diferentes pactos forman parte de la revelación del plan divino de redención.
Ahora, este pacto de gracia fue hecho, entonces, entre Dios
y Cristo y los elegidos en Él.
Pero, ¿cuáles son, entonces, estos diferentes pactos que
revelaban progresivamente este pacto de gracia?
1. El Pacto Adánico o
Edénico
Luego de la caída de Adán en Génesis 3, Dios va a su
encuentro con el fin de confrontarlos por su desobediencia.
Lo primero que hace Dios es maldecir a la serpiente, pero
en medio de esa maldición, Dios manifiesta Su gracia hacia Adán y Eva. Y lo
hace prometiendo una simiente, un varón que vendría de la mujer, que destruiría
a la serpiente, pero que experimentaría el castigo en sustitución de Adán y
Eva. Dios, predicando el evangelio en Edén dijo,
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.”
[94]
Y luego Dios sacrifica un animal para expiar el pecado de
Adán y Eva. Pero, ¿qué requería Dios del hombre en este pacto? Fe. Adán y Eva
debían creer esa promesa hecha por Dios de un Redentor que saldría de la
mujer.
Esta simiente prometida es, entonces, el inicio en esa
progresión del pacto de gracia.
2. Pacto Noéico
El libro de Génesis nos muestra
que muy pronto la humanidad se iba haciendo cada vez más perversa. Génesis 6:5
dice, “Y vio Jehová que la maldad de los
hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal.”
Dios, entonces, hace un pacto con Noé en el cual Dios
promete, después de haber matado a toda la humanidad por causa de su maldad, no
exterminar más a la humanidad ni al resto de la creación por medio de un
diluvio. [95]
¿Cuál era el fin de este pacto? La promesa de Dios a Noé
era que Él mantendría un mundo estable, con el propósito de que el plan de
redención progresara, teniendo un lugar para la venida de la simiente prometida
a Adán y Eva.
¿Qué se requería de Noé? Fe. Él debía creer esta promesa de
Dios para ser salvo.
¿Cuál fue el signo del pacto? El arco iris. Ese signo en el
cielo nos recuerda a los creyentes la fidelidad de Dios de que Él no volvió a
destruir el mundo a pesar de nuestra creciente maldad, con el fin de traer a
Cristo para cumplir el pacto eterno de redención.
El mundo, entonces, permanecerá hasta la consumación del
Nuevo Pacto en nuestra glorificación y en la de toda la creación.
3. Pacto Abrahámico
Progresando en la revelación del pacto de gracia Dios hace
otro pacto. Este no es el pacto de gracia, como creen los presbiterianos, sino
un pacto dentro de la progresión del pacto de Gracia.
Dios, con el fin de salvar pecadores por gracia, le
prometió a Adán y a Eva una simiente, luego prometió mantener un mundo estable
para que esa simiente pudiera venir, y más adelante en la historia de la
humanidad llamó a un pagano, un idólatra cananeo llamado Abram, y hace un pacto
con él [96] en donde le prometió por
gracia:
a. Una
gran descendencia (Génesis 17:2-6)
b. Un
linaje de reyes (Génesis 17:6)
c. Ser
su Dios y el de su descendencia (Génesis 17:7)
d. La
tierra de Canaán (Génesis 17:8)
e. Una
simiente particular por medio de la cual Dios bendeciría a las naciones
(Gálatas 3:16)
¿Cuál era el signo de ese pacto? La circuncisión. ¿Qué
requería Dios de Abraham? Fe. Abraham debía creer en esa promesa divina para
apropiarse de las bendiciones del pacto.
Y lo que la Biblia nos muestra es que Abraham creyó las
promesas del evangelio encontradas en ese pacto. Y él como cabeza federal de su
descendencia por su fe obtuvo las bendiciones prometidas por Dios para
ellos.
Sin embargo, el Nuevo Testamento nos muestra que los santos
del Antiguo Testamento, incluyendo a Abraham, entendieron esas promesas como
algo mucho mayor.
Hebreos 11: 10 afirma que la promesa de una tierra a
Abraham era algo mucho mayor que la tierra de Palestina. Abraham no esperaba
una tierra física, sino, “la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”
Además, Gálatas 3: 8 nos muestra que la promesa que creyó
Abraham fue el evangelio. Él creyó, afirma Pablo, las buenas nuevas de la
justificación por medio de la fe en Jesucristo, esa simiente particular que
descendería de él, de su pueblo, para bendecir a las naciones.
4. Pacto Mosaico
El próximo paso en la progresión de la revelación del pacto
de Gracia ocurre en el monte Sinaí, en donde Dios le da Su ley al pueblo de
Israel con el fin de establecerlo como una nación de la cual provendría el
Mesías prometido. Fue, entonces, un pacto hecho por Dios con Israel.
Esta ley incluía más que los diez mandamientos. Lo que Dios
le da a Moisés es una lista completa de preceptos y prohibiciones que formaban
las leyes morales, ceremoniales, y civiles de Israel, y que encontramos en el
Pentateuco.
Este es un pacto basado en el principio de mérito. Es
decir, el pueblo de Israel debía obedecer para obtener las bendiciones, y si
desobedecían serían castigados. Y lo que Dios le prometía al pueblo era
mantenerse en la tierra prometida si obedecían, de lo contrario serían expulsados.
Israel, entonces, estaba bajo el pacto Abrahámico y el
pacto Mosaico al mismo tiempo. Es decir, un principio de mérito es impuesto
sobre un principio de gracia.
¿Cómo funciona esto? Bueno, un israelita descendiente de
Abraham tenía el derecho a la tierra prometida y a ser gobernado por su rey,
pero por estar en el pacto Mosaico, ese israelita debía merecerlo; es decir,
debía obedecer para mantenerse en la tierra. Israel estaba en la tierra por
gracia, pero se mantenían ahí por obras.
¿No es esto lo que vemos en el libro de los jueces? Ellos
desobedecían y eran derrotados o sometidos por sus enemigos. Pero, cuando
obedecían eran libertados de sus opresores y se mantenían en la tierra, gozando
de las bendiciones del pacto Abrahámico.
Sin embargo, Dios también hizo este pacto con el fin de
restringir la maldad, condenar el pecado, y mostrarle a Israel su necesidad de
la fe de Abraham en la promesa específica de Dios, que estaba tipificada en el
sistema sacrificial dado a Israel.
Este pacto serviría, además, para mantener una simiente o
un remanente con una religión pura hasta la venida del Mesías prometido.
Sin embargo, fue por causa de la violación por parte de
Israel del pacto Mosaico que fueron expulsados y estuvieron en cautiverio, sino
que también fue la razón por la cual como nación fueron destruidos por Dios en
el año 70 d.C. Ellos rechazaron al Mesías y Dios los rechazó a ellos.
5. Pacto Davídico
De nuevo, este es un paso más en la progresión de la
revelación del pacto de gracia. Dios prometió un varón que vendría de la mujer;
un mundo estable para que se encarnara; escogió a un hombre para ser el padre
de una nación de la cual vendría el Mesías, pero le prometió también un linaje
de reyes.
Por medio de Jacob, Dios le reveló a Su pueblo que ese
linaje de reyes vendría de Judá,
“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies,
hasta que venga Siloh; y a Él se congregarán los pueblos.” 125
Y este pacto es el cumplimiento de esa promesa hecha año
atrás a Abraham. Y se trata de un pacto hecho por Dios con David –él es la
cabeza federal de este pacto- en el cual Dios le promete establecer su reino y
el de su descendencia para siempre. 126
Sin embargo, este pacto enfocaba el pacto Mosaico sobre una
persona: el rey. Es decir, las bendiciones o maldiciones de Dios vendrían al
pueblo de Israel dependiendo de la obediencia o desobediencia del rey de
Israel.
Esto lo vemos, por ejemplo, cuando David censa al pueblo,
pecando contra
(125 Génesis 49:
10
126 2 Samuel 7:
1-29; 1 Crónicas 17: 1-27)
Jehová. Y Dios castiga el pecado del rey enviando una peste
y matando a setenta mil hombres. David le pregunta a Dios,
“¿no soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y
ciertamente he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová Dios mío,
sea ahora tu mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste
sobre tu pueblo.” 127
Dios le ordena a David construirle un
altar y por su obediencia Dios se vuelve de su castigo y retira la peste de
mortandad que estaba afectando a
Israel.
Es por eso que leemos también
en los cronistas, “Y tal rey hizo lo
bueno o lo malo delante de los ojos de Jehová...”
Israel o Judá eran bendecidos o castigados
dependiendo de la obediencia o desobediencia de su rey. A él se le requería
cuidad la tierra de los paganos, proteger la adoración a Dios. Pero, si no lo
hacían eran castigados, él y su pueblo.
Ahora, ¿cuál era el fin de este pacto? ¿Cuál era el fin del
rey como cabeza federal de su pueblo? Bueno, que viendo Israel la maldad de sus
reyes y el castigo que recibían de parte de Dios por ello, esperaran un rey que
los gobernara en justicia, que los libertara de sus enemigos y que cumpliera la
ley perfectamente, pues sólo así no serían castigados.
El pacto Davídico, como progresión en la revelación del pacto
de gracia, volvía los ojos del pueblo hacia el futuro. Ellos habían sido
entregados por Dios al cautiverio por causa del pecado de sus reyes, sus
representantes. Luego, volvieron a su tierra, pero ya no eran gobernados por
uno de sus reyes, sino que eran gobernados por paganos. ¡Todo estaba mal! ¿Qué
había pasado con el pacto hecho por Dios a David? ¿Dónde estaba ese rey que se
sentaría en el trono de David por la eternidad?
(127 1 Crónicas 21: 17)
Bueno, es esa misma progresión la que nos lleva a responder
esa pregunta. ¿Cómo? Por la revelación del cumplimiento del pacto de gracia en
el Nuevo Pacto.
6. Nuevo Pacto
Este es el cumplimiento del pacto de Gracia que había sido
revelado progresivamente por Dios por medio de otros pactos. Se trata de un
pacto hecho por Dios con Cristo y los elegidos en Él. Y, además, se trata de un
nuevo pacto, es decir, de uno
diferente en sustancia y circunstancia.
Dios, por medio del profeta Jeremías le dijo lo siguiente a
Su pueblo,
“31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los
cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No
como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de
la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido
para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa
de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano,
diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de
ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y
no me acordaré más de su pecado.”
Por causa del pecado de Su pueblo, Dios había invalidado el
pacto hecho con ellos previamente. Y en ese momento estaba profetizando acerca
de un pacto diferente, un nuevo pacto,
como lo deja claro el autor de los hebreos cuando dice,
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por
viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.” [97]
Y este pacto consistía en darle a Su pueblo Su ley en sus
corazones; ser su Dios; cada uno le conocería personalmente a Él; y todos serán
perdonados por Dios.
Y ese pacto fue firmado con la sangre de Cristo en favor de
Su pueblo, los elegidos en Él. El Señor Jesús dijo, “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada
para remisión de los pecados.”
Pero, debemos entender que se trataba de un pacto nuevo, distinto al antiguo. Y aquí es
donde nuestro federalismo ve una discontinuidad con el pacto antiguo.
El Nuevo Pacto era nuevo, primero, en su administración. Es
decir, la manera en la que Dios se relacionaría con los hombres no tenía que
ver con sus padres o con lo que ellos hicieran (Jeremías 31: 29). Cada uno
sería tratado por Dios individualmente.
Segundo, era nuevo en el sentido de que la ley de Dios
estaría escrita en los corazones de todos los miembros de ese pacto, es decir,
de todos los elegidos en Cristo. Y esto se refiere a la regeneración.
A pesar de que en el Antiguo Pacto esta era una realidad de
algunos, no lo era para todos los que pertenecían a Israel. Es decir, a pesar
de que Dios había hecho un pacto con Israel, no todos dentro de ese pacto eran
regenerados.
Pues, bien, Dios prometió que en ese nuevo pacto todos sus
miembros serían regenerados.
Tercero, este Nuevo Pacto es inquebrantable. Es decir, bajo
el pacto antiguo los miembros del pacto podían apostatar, sin embargo, en el
Nuevo Pacto Dios promete que los miembros verdaderos tendrán Su temor en sus
corazones “para que no se aparten de Mí.”
[98]
Cuarto, todos los miembros de ese pacto conocerán de manera
salvadora a
Dios. Y esto fue lo que dijo
Jesús cuando en su oración sacerdotal dijo, “como le has dado potestad sobre toda carne para que dé vida eterna a
todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” [99]
La segunda persona de la Trinidad, entonces, se encarnó,
habitó entre los hombres naciendo como judío, sujeto al pacto Abrahámico,
Mosaico y Davídico, y mantuvo la ley de Dios a la perfección, tanto externa
como internamente, con el fin de representar a Su pueblo como cabeza federal
para darles vida eterna.
En Su sangre compró un reino y un pueblo para ese reino. Y
por Su sangre el Padre aceptó Su sacrificio, lo resucitó y lo exaltó a Su
diestra, como fue acordado en el Salmo 2 en el Pacto de la redención.
Este pacto, entonces, es el cumplimiento del pacto de
Gracia en toda su extensión, pero que había sido revelado progresivamente por
medio de promesas en el Antiguo Testamento.
Y al ser Cristo la cabeza federal del Nuevo Pacto, entonces
sólo aquellos que fueron representados por Él pertenecen a ese pacto. ¿Y
quiénes son aquellos a los que Cristo representó? Bueno, los elegidos; los que
el Padre le entregó en Sus manos para dar Su vida por ellos.
Por lo tanto, sólo los creyentes pertenecen al Nuevo Pacto,
pues sólo ellos tienen a Cristo como su cabeza federal. Y para esto se requiere
estar unidos a Él por medio de la fe. [100]
Por lo tanto, sólo por medio de la fe puede ser una persona receptora de las
bendiciones que vienen adjuntadas al Nuevo Pacto (justificación, santificación,
adopción, reconciliación, etc.).
¿Deben ser los hijos de creyentes considerados miembros de
la Iglesia, la comunidad del Nuevo Pacto? El argumento paidobautista es que,
así como en el pacto Abrahámico se incluían a los hijos de los descendientes de
Abraham dentro del pacto, entonces así mismo deben ser incluidos los hijos de
los creyentes.
En el Nuevo Pacto no se entra por un nacimiento físico, ni
por tener padres creyentes, pues como afirmó Jeremías, cada persona será
tratada por Dios individualmente, es decir, que la fe de los padres no ayudará
en nada. Al Nuevo Pacto se entra por nacimiento espiritual, es decir, habiendo
nacido de nuevo por medio de la fe.
Es la regeneración y la justificación lo que hace a una
persona un miembro del Nuevo Pacto. Es por eso que consideramos un grave pecado
de nuestros hermanos presbiterianos incluir dentro de la membresía de la
Iglesia a los hijos de creyentes, pues la Iglesia es el pueblo de Dios, el cual
Él compró con Su sangre, a los que pertenecen todas las promesas y bendiciones
de Dios.
Conclusión
Todos los hombres, entonces, nacen bajo el pacto de obras y
por lo tanto al tener como su representante a Adán, todos están bajo pecado,
condenados y por naturaleza son hijos de ira.
Sin embargo, en Cristo entra un pecador en el Nuevo Pacto,
pues lo tiene a Él como su cabeza federal, Aquel que cumplió perfectamente el
pacto de obras, y así se apropia de las bendiciones de Dios, incluyendo la
tierra prometida a Abraham –no Palestina, sino los nuevos cielos y nueva
tierra, la ciudad cuyo arquitecto es Dios.
Son, entonces, solamente los creyentes del Antiguo y del
Nuevo testamento, el verdadero pueblo de Dios. Ni los judíos lo son por
descendencia física, como lo quieren hacer pensar los dispensacionalistas, ni
los hijos de creyentes, como lo enseñan los presbiterianos. Sólo los creyentes
son miembros del Nuevo Pacto al tener a Cristo como su representante federal
por medio de la fe.
Escribió Jeffrey D. Johnson,
“Solamente Cristo es el cumplimiento de la simiente prometida de la
mujer. Solamente Cristo es el cumplimiento del pacto Abrahámico. Solamente
Cristo es el cumplimiento del pacto Mosaico. Solamente Cristo es el
cumplimiento del pacto Davídico. Por lo tanto, sólo estando espiritualmente
unido a Cristo por fe puede una persona (judío, Gentil, o hijo de ambos)
convertirse en un verdadero miembro de la familia espiritual de Abraham, un
heredero de la herencia prometida, y por lo tanto miembro del pacto de gracia.”
[101]
Soy, entonces, Bautista Reformado, por la consistencia
bíblica que existe en el federalismo que profesamos.
Autor: Pastor Eduardo Flores
Redactado y editado por Cesar Ángel. Evangelio primitivo
Puede hacer uso de este estudio sin animo de lucro y citando al autor, al redactor y la pagina fuente.
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