5 may 2019
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10 cargos contra la iglesia moderna
Cargo No. 8. Silencio en cuanto a la Santidad
Paul Washer
Silencio en cuanto a la Santidad
Silencio en cuanto a la Santidad. Cargo No. 8. Paul Washer
Silencio en cuanto a la Santidad. Cargo No. 8. Paul Washer
Cargo No. 8. contra la iglesia moderna
“No os unáis en yugo desigual con los
incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?” (2
Corintios 6:14)
En la actualidad existe un vacío en la enseñanza formal acerca de la
santidad en la vida. Existe, por supuesto, una enseñanza general sobre la
santidad con la que todos concuerdan. “Seamos santos”, dicen. “Necesitamos ser
más santos. Tengamos una conferencia sobre la santidad”. Pero cuando somos
específicos acerca de lo que esto significa, todo se diluye.
“Seguid la paz con todos,” nos dice el escritor de Hebreos, “y la
santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb. 12:14). ¿Hay alguien que crea
esto? Me dice un pastor: “Pero hermano, me han acusado tantas veces por enseñar
una religión de ‘obras’”. Préstenme atención. Escuchen. Tenemos que volver a la
regeneración y la providencia de Dios. Si Dios de veras convierte a una
persona, seguirá obrando en esa persona por medio de la enseñanza, las
bendiciones, reprensiones y disciplinas. Se ocupará de que la obra que inició
se complete. Es por eso que el escritor dice: “santidad, sin la cual nadie verá
a Dios”. ¿Por qué? Porque si no hay crecimiento en santidad, es que Dios no
está obrando en la persona. ¡Y si no está obrando en ella, es porque no es su
hijo!
Observen la diferencia entre Jacob y Esaú. “A Jacob amé… a Esaú
aborrecí” (Rom. 9:13). No obstante, Dios cumplió sus promesas en ambos. Jacob
fue bendecido, Esaú fue bendecido. ¿Cómo demostró Dios sus juicios e ira contra
Esaú y su amor hacia Jacob? Primero, no los reprendió, dejó que hicieran lo que
querían, su propia voluntad. Entonces, en Esaú no hubo una obra de disciplina,
ninguna obra de corrección divina, nada. ¡Esa era la ira de Dios sobre él! En
cambio, Dios disciplinó a Jacob casi todos los días de su vida. ¡Eso era el
amor de Dios sobre él! Era la disciplina cariñosa, la corrección de Dios, para
llevarlo a la santidad. Sucede lo mismo hoy con todos los verdaderos creyentes.
“Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”
(Romanos 12:1-2).
¿Por qué dice “presentéis vuestros cuerpos”? Creo que la razón es
evitar toda esta “súper espiritualidad” de hoy. Podríamos decir: “He entregado
mi corazón a Jesús, y no se puede juzgar un libro por su tapa. Nadie puede
juzgar mi condición interior por mi exterior”. Pero el hecho es que sí se puede
juzgar a un libro por su tapa. Jesús nunca dijo que no se pudiera; en cambio,
dijo específicamente que sí se podía: “Por el fruto se conoce el árbol” (Mat.
12:33).
Ahora bien, si ustedes creen que le han dado su corazón a Jesús,
entonces él quiere su cuerpo también. Les diré por qué. En este sentido, el
corazón no es un músculo que bombea sangre ni producto de la imaginación del
poeta. En la Biblia, corazón se refiere a la esencia misma, el centro mismo de
nuestro ser. No podemos decir que Jesús posee la esencia misma y el centro de
nuestro ser y que esto no afecta todo nuestro cuerpo y vida. ¡Las cosas no
funcionan de esa manera!
Por eso, necesitamos escudriñar las Escrituras, no de un modo
legalista ni por medio de valernos de inferencias. No, en cambio escudriñamos
las Escrituras para atenernos a sus clarísimos mandatos. ¿Mandatos de qué? ¿Qué
tipo de mandatos nos guían en nuestra familia? No coincido con todo lo que
dijeron los puritanos, pero sí amo a los puritanos, y una de las razones es
porque creo que hicieron un intento sincero por sujetar todo en sus vidas al
señorío de Jesucristo. ¡Todo!
Todo, como por ejemplo ¡sus mentes! Escribieron libros de 800 páginas
sobre lo que debiéramos pensar según las Escrituras. Y lo que no debiéramos
dejar que entre en nuestra mente según las Escrituras. Lo que debiéramos hacer
con nuestros ojos. Lo que no debiéramos hacer con nuestros ojos. Lo que
debiéramos hacer con nuestros oídos y lo que no debiera entrar por nuestros
oídos. Cómo debiéramos gobernar la lengua. Cuál debiera ser la dirección de
nuestra vida.
Y sí, ahora los voy a asustar con lo que digo: También ¡cómo
debiéramos vestirnos! Tendré cuidado con esto, no quiero simplemente especular.
Mis queridos amigos, mi esposa lo expresa así: Si tu ropa es un marco para tu
rostro del cual emana la gloria de Cristo, complace a Dios. Pero si tu ropa es
un marco para tu cuerpo, es sensual, Dios lo aborrece. La naturaleza de Dios
guía nuestras decisiones en cada detalle de nuestra conducta.
Ahora bien, no puedo tocar todos los puntos acerca de la santidad, y
santidad no es meramente una expresión externa, pero hemos conocido a personas
que usan la obra interior del Espíritu como una excusa para decir que nada
tiene que ver con lo que sucede en el exterior. ¡Eso no es así! Algunos de
ustedes, jóvenes amigos, probablemente claman más que yo pidiendo que el
Espíritu de Dios los llene y obre en ustedes, pero solo necesitan mirar media
hora de televisión para entristecerlo y hacer que se aparte de ustedes. Si el
agua es pura en un 99% y el 1% viene del resumidero, ¡no la voy a tomar!
En cierta oportunidad luchaba con algunos problemas, y Leonard
Ravenhill, enterándose de mi situación, me envió un tratado. Todavía lo tengo.
Nunca, nunca me desprenderé de él. Dice: “Otros pueden, tú no”. Jóvenes, denme
su atención: Yo no voy a los centros comerciales. No lo hago no porque soy más
santo que ustedes. ¡Es porque sé lo que soy!
Se cuenta que uno de los violinistas más grandes de Europa, ya
anciano, dio un concierto final. Cuando terminó, se le acercó un joven
violinista y le dijo: “Señor, yo daría mi vida por tocar como usted”. A esto,
el anciano respondió: “Hijo, yo he dado mi vida por tocar como yo”.
Dicen ustedes: “Quiero el poder de Dios en mi vida”. Pues entonces
algo tienen que descartar. “Quiero conocerle”. ¡Entonces tienen que separarse
del mundo!
Les diré algo más, jóvenes. Todos los demás andan ocupados asistiendo
a sus pequeños retiros y conferencias, y reuniéndose, dándose abrazos grupales
y cantando Kumbayá (27) y todo lo demás. Quizá lo que necesitan es irse al
desierto, estar a solas con Dios y ayunar por siete días de rodillas estudiando
el libro de los Salmos, estar simplemente a solas con Dios, siendo solo de él.
Para ser un hombre de Dios tiene que existir un sentido en que aun
cuando su esposa, que es su propia carne, una con usted, lo mira a los ojos,
sabe que no puede compartir con usted el momento.
Hoy, nuestras iglesias guardan silencio en lo que a separación del
mundo se refiere. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia?” (2 Cor. 6:14). ¡Nada! “¿Y
qué comunión la luz con las tinieblas?” (v. 14). ¡Ninguna! Las tinieblas son lo
opuesto a la revelación de Dios. “¿Y qué concordia Cristo con Belial?” (v. 15)
¡Ninguna!
“¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” (v. 15) ¡Ninguna! Dice el
Señor: “Salid de en medio de ellos” (v. 17). ¿Salir de en medio de qué? Salir
de en medio de la anarquía, de las tinieblas, de las trampas satánicas y del
vivir y mundanalidad del incrédulo. ¡Salir de todo eso!
(27) Kumbaya – canto espiritual africano de la década de 1930, popular
entre la música folclórica, y más adelante en campamentos juveniles; término
usado aquí para representar a la religión superficial y al sentimentalismo.
Si desea leer o estudiar los 10 cargos completos vaya al siguiente enlace:
Autor: Paul Washer
Fuente: Chapel Library
Transcripción y edición para Blogger de Cesar
Ángel. Evangelio primitivo
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