Cargo No. 7 contra la Iglesia moderna
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en
alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de
mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”
(Gálatas 6:1).
La mayoría de los pastores en muchos lugares debieran tomar la página
de Mateo 18 y arrancarla de su Biblia (26). Pero eso no se puede hacer; uno
tiene que aceptar toda la Biblia… ¡o nada! Muchos pastores dejan a un lado su
teología cuando salen de su despacho. Son teológicos en sus conversaciones; son
teológicos en su despacho, pero fuera de él, manejan la iglesia con medios
carnales.
No soy un anciano de mi iglesia, así que puedo decir lo siguiente sin
alardear. Nuestra iglesia practica la disciplina. Es una iglesia muy grande,
con una asistencia de alrededor de mil. Los pastores calculan que han salvado a
treinta matrimonios en los últimos años por medio de una disciplina cariñosa y
compasiva por parte de la iglesia, una disciplina que no comienza con
excomulgar a nadie. Comienza con: “Vosotros que sois espirituales,
restauradle…”
Dicen ustedes: “No podemos practicar la disciplina, amamos demasiado a
los hermanos”. ¿Los aman más que Jesús? ¡Él fue quien la ordenó!
“Pero esto causaría muchos problemas”. Sí, así es. Quizá sea por eso
que en la actualidad no hay muchos problemas entre la iglesia y la cultura
mundana: no estamos confrontado la cultura a nuestro alrededor. Y no
confrontamos la cultura con simplemente salir y armar una manifestación en
Hollywood. ¡La confrontamos obedeciendo a Dios! Noé construyó un arca y condenó
al mundo. No tenemos que andar con una pancarta de protesta. Tenemos que andar
en obediencia, por lo que el mundo nos aborrecerá.
26 “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando
tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma
aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda
palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la
iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mat. 18:15-17).
“Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos;
si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mat. 18:15). ¡Qué cosa
maravillosa! “Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en
boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mat. 18:16). Amigos, los
testigos no son para que estén de parte de ustedes. No, son para escuchar
objetivamente y para emitir un juicio. Quizá sean ustedes los que no tienen la
razón, quizá su hermano no esté pecando, quizá sean ustedes demasiado críticos y
legalistas. Solo Dios lo sabe.
“Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la
iglesia, tenle por gentil y publicano”, es decir, como un extraño y cobrador de
impuestos. Mis queridos amigos: O empezamos a obedecer a Dios y a disciplinarnos
a nosotros mismos, o esperemos que Dios nos discipline. ¡Quizá ha llegado la
hora y ahora sea el momento cuando lo hará!
Ahora bien, no me estoy refiriendo a personas críticas, legalistas y
antipáticas, que sí las hay. Estoy hablando del pastor, del grupo de ancianos,
de líderes que aman lo suficiente como para comprometerse porque saben que esto
no es un juego. Esto no es algo que hacemos solo para esta vida, sino que de
esto depende la eternidad y la salvación de las almas. Vean los viejos libros
de Spurgeon y de Whitefield, de los puritanos y de la Reforma. La mayoría de
esos libros se concentraban en lo que es el evangelio, cómo predicarlo
predicamos, cómo llevar a alguien a Cristo, cómo discernir una conversión
auténtica y cómo ser médicos de las almas.
Nos hemos sumado a Roma en este sentido. En la Iglesia Católica Romana
el infante es bautizado y declarado “cristiano”. Desde ese momento, el infante
es de Roma. Ya no se vuelve a hablar de la conversión. ¡Simplemente se crean
todo tipo de medios mundanos para tratar de mantenerlos en la iglesia!
Pero presten atención: ¡Los evangélicos han hecho lo mismo! Oran con
ellos una oracioncita después de dos o tres minutos de consejería, después de
media hora de predicación, de la cual veinticinco minutos son historias muy
divertidas, y al final, recogen la red durante cinco minutos. Les aconsejan un
poquito y los declaran “salvos”. ¡Luego se pasan el resto de la vida
discipulándolos y preguntándose por qué no crecen!
Creo en el discipulado personal, uno a uno. Pero la iglesia se las
arregló durante más de dos mil años sin hacerlo, sin lo que ahora conocemos
como discipulado personal con sus correspondientes libros y ayudas a nuestra
disposición. Quiero que piensen en esto. Discipular uno a uno fue algo gigantesco
al final de la década de los 70 y lo sigue siendo. ¿Qué es lo que estamos
proclamando? “Igual número de personas se está yendo por la puerta de atrás que
la que está entrando por la puerta de adelante, y la razón es que no estamos
discipulando a la gente”. ¡No! La razón por la que esto sucede es porque las
gentes no se están convirtiendo. Demuestran ser inconversas, porque si fueran
ovejas de Cristo oirían su voz y le seguirían (Juan 10:3), sea que las
discipulemos o no.
Es cierto que debemos discipular, pero esa no es la razón por la que
se están yendo. “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros” (1 Juan 2:19).
La triste realidad es que casi ni tuvieron oportunidad de ser “uno de nosotros”
porque nunca escucharon el verdadero evangelio, nadie se ocupó de sus almas.
Entonces gastamos una fortuna discipulando cabras, con la esperanza de que se
transformen en ovejas. No se enseña a una cabra a ser una oveja. Una cabra solo
se puede convertir en una oveja por la obra sobrenatural del Espíritu del Dios
todopoderoso.
Cambié a mi familia a nuestra iglesia actual porque en ella se
practica la disciplina y porque yo necesito estar bajo la disciplina de la
iglesia, el cuidado atento de los ancianos y otros miembros que toman esto en
serio. Si mis hijos, que todavía son chiquitos, hacen una profesión de fe y
luego se desvían, quiero saber que, de ser necesario, serán llevados ante la
iglesia para la salvación de sus almas.
Algunos se enojarían si el pastor se les acercara y dijera: “Le digo
sinceramente que he estado orando por su hijo y me temo que es inconverso”. Se
enojarían tanto que organizarían un grupo para despedir al pastor, en lugar de
sentir que “Oh, alabado sea Dios, tenemos aquí a un hombre de Dios”.
(26) “Por tanto, si tu hermano
peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado
a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en
boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo
a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mat.
18:15-17).
Si desea leer o estudiar los 10 cargos completos vaya al siguiente enlace:
Autor: Paul Washer
Fuente: Chapel Library
Transcripción y edición para Blogger
de Cesar Ángel. Evangelio primitivo
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