Doctrinas de la Gracia

5 may 2019

Remplazo de las Escrituras por psicología y sociología. Cargo No. 9. Paul Washer



Cargo No. 9. contra la iglesia moderna
Cuando de la familia se trata “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8). Este noveno cargo es muy importante para mí como un hombre mayor con hijos pequeños. No me casé hasta los 30 años. Los primeros ocho años, mi esposa tenía un pequeño tumor en el cerebro. No podíamos tener hijos, pero después, alabado sea Dios, nació un hijo y después otro y después, quién sabe.
Mis queridos amigos, pastores y líderes, piensen en esto. Nuestros cultos el domingo por la mañana son tan cosméticos. Solo porque parece que hubo un hermoso culto, que el sermón salió bien y que la gente pareció conmovida, no es evidencia de una espiritualidad verdadera. La evidencia se encuentra en el hogar, los matrimonios y las familias. “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jue. 17:6). Cuando viajo y tengo oportunidad de conocer a todo tipo de personas, trato de encontrar a un hombre consagrado que ha criado hijos consagrados, y no lo suelto. Pero en la mayoría de los casos, ¿saben qué descubro? La mayoría de la gente con quien converso en la iglesia quiere hablar de supersticiones o leyendas y sociología o de cualquier otro tema. Todo se trata de lo que a ellos les parece bien, y no pueden citarme ni un versículo bíblico. Pero muy de vez en cuando me encuentro con un hombre y una mujer decididos a criar a sus hijos de acuerdo con las Escrituras, ¡y la diferencia es increíble!
Cuando viajo por avión me gusta hacer esto: Si se me sienta un hombre al lado y pregunta: “¿A qué se dedica?”. Le respondo: “Bueno pues, soy un esposo”.
Entonces preguntan: “¿A qué más se dedica?”. Les digo: “Bueno pues, soy padre de familia”.
“¿A qué más se dedica?” “Pues, cuando me sobra tiempo, predico un poco”.
¿De qué vale que el hombre gane el mundo entero y pierda a su propia familia? Lo diré de esta manera: ¿En qué se basan para educar a sus hijos y amar a su esposa? Si no pueden abrir las Escrituras en ese mismo momento y mostrarme de qué manera su familia usa la Biblia como fundamento, les puedo asegurar que son cautivos de la psicología, sociología y las ocurrencias y mentiras de esta época. No tienen el derecho de ser seguidores de todas estas otras cosas. No tienen ninguna autoridad que no sea la Palabra de Dios.
Veamos Génesis 18:19. “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”. ¡Qué camino hermoso es este!
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2). El versículo 2 nos dice que la voluntad de Dios es perfecta. Si alguna vez piensan ustedes, como siervos de Dios: “Estoy sacrificando a mi familia en bien del ministerio”, les diré que mienten descaradamente. Están sacrificando a su familia en bien del pequeño reino que están tratando de formar. Puedo afirmarles esto porque la voluntad de Dios es perfecta lo cual significa que no tenemos que violar la voluntad de Dios con respecto a nuestra familia a fin de cumplir la voluntad de Dios con respecto a nuestro ministerio. ¡Dios no nos necesita! Pero sí requiere que seamos obedientes.
Una vez alguien me preguntó: “Hermano, ¿está usted en contra de la evangelización?” Le respondí: “Sí y no. No estoy en contra de la evangelización bíblica, pero estoy en contra de la manera como la están llevando a cabo”. “¿Está usted en contra de la escuela dominical y los grupos juveniles?” “Sí y no”. Voy a darles dos ejemplos para explicarles. Para algunos de ustedes lo que voy a decir no será suficientemente fuerte, y para otros será demasiado fuerte. Quiero usar estos dos ejemplos para señalar en qué andamos mal.
Escuela dominical. Sea cual fuere la denominación a la que pertenecen, si es parte de una que está más o menos organizada, les aseguro que su denominación gasta miles de millones de dólares en materiales para la escuela dominical, en conferencias, en capacitar a los maestros para enseñar una clase y en hacer todo lo requerido para promoverla.
Ahora les pregunto: ¿Cuánto dinero gasta su denominación, y cuántas conferencias y horas dedica para capacitar a los padres de familia para enseñar a sus hijos? Dios no tiene un plan B, solo tiene un plan A. Cuando uno ignora el plan A, ¡descubre que cualquier plan B que tengan, no da resultado!
No estoy diciendo que los chicos no se pueden reunir en grupos para ser catequizados o enseñados, pero si eso comienza a suplantar el ministerio del padre de familia en el hogar, ¡hay que descartarlo!
¿Comprenden lo que estoy diciendo? Piensen en este pequeño ejemplo. Tenemos todo tipo de materiales para la escuela dominical. Pero casi no existen conferencias para enseñar a los hombres cómo enseñar a sus hijos. Y la mayor parte del tiempo que pasan en la escuela dominical no es más que puro entretenimiento, porque el maestro de escuela dominical no tiene la autoridad para disciplinar a los hijos de ustedes. Y si la tuviera, la mayoría no lo haría porque no cree en la disciplina. Este es apenas un pequeño ejemplo.
Ahora consideremos los grupos juveniles. “Pero, los jovencitos deben estar juntos. Es lógico, es necesario que estén juntos”. ¿De veras? ¿Dónde dice eso en las Escrituras? “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Prov. 13:20). ¿Quién dice que tienen que estar juntos? Les diré quiénes lo dijeron: los psicólogos de la década de los 60 que crearon la “brecha generacional”. ¡No! Los jóvenes necesitan estar con los adultos para que se dejen de portar como tontos ingenuos, se vayan haciendo adultos y dejen atrás las tonterías que los lleva a la destrucción. Ahora bien, no estoy diciendo que los jóvenes no se pueden reunir, pero les propongo que cuando lo hagan, allí también tienen que estar todos los padres.
“¿Y qué de los jovencitos inconversos que vienen a nuestra iglesia?” Pues bien, ¿qué es lo que ellos ven? Los jovencitos inconversos se suman a los jovencitos creyentes en la iglesia y ven casi lo mismo que ven en sus propios hogares: padres ausentes y chicos enseñando a chicos. O un muchacho un poco mayor con el cabello peinado con mousse enseñando a los chicos. Pero, ¿qué sucedería si llegaran jovencitos inconversos a la iglesia y vieran a los otros jóvenes en una relación cariñosa y maravillosa con sus padres?” Dirían: “¡Nunca he visto algo como esto! Aquel papá, ¡mírenlo! ¡Ama a su hijo! Y el hijo ¡ama a su papá! ¡Cuánto cariño! ¿Así que de esto se trata el cristianismo?”
Nuestra situación en las iglesias está llena de necesidades, pero las ignoramos. Es como la situación de un hombre que se me acerca con la frente sangrando, y dice: “Hermano, he consultado a muchas personas. Nadie puede diagnosticar mi problema”. Y yo le digo: “Bueno, yo no soy ningún médico, pero puedo acompañarlo durante 24 horas para ver qué descubro”. Y noto que cada vez que el reloj anuncia la hora, se pega la frente con un ladrillo. Si la campana suena una vez, se pega una vez. Si suena dos, se pega dos veces. Si suena doce, se pega doce veces. Después de observar esto y habiendo tomado notas cautelosa y cuidadosamente durante 24 horas, me acerco a él y le digo: “¿Sabe? No soy ningún médico pero creo que sé cuál es su problema”.
¡Es así de patético entre nosotros, los que asistimos a la iglesia! ¿Por qué hacen nuestros hijos lo que hacen? ¿Por qué todo está boca abajo? Es como un querido santo que no dejaba que su hijo adolescente saliera con una chica a un lugar donde estarían solos. Cierta vez, alguien le preguntó: “¿No confía en su hijo?” “No, no confío en mi hijo. ¿Por qué pensaría usted eso? ¡Ni siquiera confío en su papá! No pondría a su papá solo con una mujer que no es su esposa, y sin embargo tengo mucho más que perder a causa de un desliz. Y yo tengo mucho más control sobre mi voluntad que un adolescente con sus hormonas en todo su apogeo. Así qué, ¿por qué pensaría usted que confiaría en mi hijo?”
Violamos un principio bíblico tras otro, y después nos preguntamos por qué todo anda tan mal.
Si desea leer o estudiar los 10 cargos completos vaya al siguiente enlace:
Autor: Paul Washer
Fuente: Chapel Library
Transcripción y edición para Blogger de Cesar Ángel. Evangelio primitivo



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