Perdonar
es una acción difícil de realizar para la mayoría de las personas. Está
intrínsecamente ligado al ego del ser humano. Y es que el gobierno que el ego
ejerce sobre el individuo, es directamente proporcional a la dureza de su
corazón. Y que produce el ego en nosotros? Veamos:
- * Nos
hace ser el centro y primero en todo.
- * Nos
hace tener la razón siempre.
- * Nos
hace desear ser amado aunque no amemos.
- * Nos
hace querer recibir sin dar.
- * Nos hace amarnos a nosotros mismos más de lo que debiéramos.
- * Nos
llena de orgullo y nos impide buscar, para una reconciliación, a la persona con
quien estamos disgustados.
- * Nos
hace ver la astilla en el ojo ajeno y no la viga que tenemos en el nuestro.
- * Nos
hace considerar las ofensas recibidas de otros como las heridas más graves y a
su vez nos hace ver pequeñas las ofensas que nosotros cometemos.
- * Nos
hace olvidar fácilmente las ofensas que cometemos a otros y en cambio nos hace
recordar, de forma permanente y detallada las ofensas recibidas.
- * Y también el que nos impide perdonar y desde luego, con mayor razón, pedir
perdón.
Hay
dos versículos en la Biblia, en los que parece que Jesús se contradijera:
- Mateo
22: 39 “………..Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”
- Mateo 16:24
“…..Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”
Pareciera
que Jesús en el primero nos mandara a amarnos mucho y en el segundo no.
Sin
embargo no es así. El primer versículo ha sido mal interpretado. Cuando Jesús
dijo “amaras a tu prójimo como a ti mismo”, lo hizo respondiendo a una pregunta
de uno de los fariseos, interprete de la ley. No se refería a que nos amaramos
mucho a nosotros mismos. Como lo están enseñando muchos pastores en sus púlpitos, sobre todo los que predican “evangelios de prosperidad”; Lo que quiso
decirles en realidad fue: Así como Uds. se aman tanto a sí mismos, de igual
manera deberían amar a su prójimo. O sea: niégate el amor a ti mismo y
entrégaselo a tu prójimo. Que viene siendo igual al segundo versículo.
Al
hombre natural, que no conoce el evangelio y al seguidor del evangelio no
convertido, dominados por el ego, les es
más difícil perdonar que al cristiano verdadero. Pues en este último el
Espíritu Santo ha realizado una obra regeneradora, que incluye un nuevo
corazón, blando por supuesto, que le permite recibir, a través de la palabra de
Dios la doctrina del perdón, aplicarla y practicarla con sus semejantes.
·
VEAMOS
QUE DICE LA BIBLIA SOBRE CÓMO SE DEBE PERDONAR A OTROS:
Mateo 18: 15-22
15 “Por tanto, si tu hermano peca contra
ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu
hermano.
16 Más
si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres
testigos conste toda palabra.
17 Si
no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por
gentil y publicano.
18 De
cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y
todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
19 Otra
vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de
cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los
cielos.
20 Porque
donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos.
21 Entonces
se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que
peque contra mí? ¿Hasta siete?
22 Jesús
le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
En
este último versículo, Jesús quiso decirle a Pedro que debía perdonar un número
ilimitado de veces.
Mateo
5: 39 “Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que
te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”
Mateo
5: 44 “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen”
Mateo
6: 12 “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores”. (Jesús enseñando a orar a sus discípulos).
Mateo
6:14 “Porque
si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial”.
Colosenses 3: 12-14 “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia; soportándoos
unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os
perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo
perfecto”.
Mateo
5: 23-24 “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí
tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y
entonces ven y presenta tu ofrenda”.
Efesios 4: 26 “Airaos,
pero no pequéis; no se ponga el
sol sobre vuestro enojo”.
En estos dos últimos
versículos, la palabra, nos enseña que no debemos permitir que un disgusto con
otra persona, se alargue en el tiempo. Debe ser diluido y conciliado con
inmediatez para que no se produzca una herida difícil de cura.
·
TAMBIÉN
OBSERVEMOS LO QUE HACE DIOS CON NUESTRAS FALTAS:
Miqueas
7: 19 “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”.
Isaías
43: 25 “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me
acordaré de tus pecados”.
(Dios
entierra nuestros pecados en el fondo del mar, o sea que los olvida por graves
que hayan sido y nosotros, muchas veces, recordamos la ofensa de otro con
detalles como la fecha y el lugar en que sucedió, por ejemplo.)
1
de Juan 1: 9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
Mateo
12: 31 “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los
hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada”.
Colosenses
1: 12-14 “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de
la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención
por su sangre, el perdón de pecados”.
2
Corintios 5: 17-19 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Y
todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y
nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.
Hechos
10: 39-43 “Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la
tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A éste
levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. Y nos mandó
que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto
por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas,
que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”.
Jesús,
siendo Dios mismo, dio su vida para el perdón de nuestros pecados. Y nosotros,
insignificantes criaturas, ni siquiera sacrificamos nuestro ego y orgullo para
perdonar o pedir perdón a otro con el que estamos disgustados. Que derroche de
soberbia.
El
rencor y el odio producen tristeza, enojo, amargura y enfermedades, y contristan
al Espíritu Santo. El resentimiento solo destruye al resentido. El rencoroso
vive una fatiga continua y desagradable.
La
doctrina del perdón, en cambio es liberadora y sanadora para el que la aplica. Produce
alivio, descanso y gozo en el corazón. Y la consecuencia del perdón, en muchos
casos, es la reconciliación con los deudores y el premio es sentirse en paz con
Dios.
La
práctica de la doctrina del perdón debe ser unilateral e incondicional. No debe
estar supeditada a nada que haga, deje de hacer, diga o no diga el deudor. Si
no hay reconciliación por que el deudor no quiso, o por otros motivos, se le
entrega la situación al Señor e igual se le perdona o se le pide perdón. Se
debe perdonar sin esperar nada a cambio, De manera clara. Que no deje duda al
deudor y a nuestro Señor. En algunos casos, una herida abierta nos trae de
vuelta los motivos de rencor hacia un deudor ya perdonado. En tal caso debemos
perdonar tantas veces como sea necesario hasta que la herida haya cicatrizado
por completo.
Un
principalísimo obstáculo para que el perdón realice una acción conciliadora, es
el hecho de que las personas, por lo general, siempre miden el grado de la
falta cometida y les parece más grave la de su deudor que la suya propia,
aunque en la realidad pueda ser al contrario. Por eso hay personas que se pasan
años o toda una vida esperando que su deudor sea quien los busque para una
reconciliación, porque el orgullo actúa en la persona y no le permite dar el
primer paso, pues piensa que quedará en situación de inferioridad. Sin embargo
demuestra grandeza y crece más como
persona a los ojos de Dios, quien rompe el hielo sin importarle quien tenía la
razón.
- Son
enemigos y obstáculos para el perdón: el ego, la dureza de corazón, el orgullo,
la alta autoestima, la altivez, la prepotencia, la soberbia, la arrogancia, el
desprecio, el complejo de superioridad,
el rencor, el odio, la ira, el enojo, la infalibilidad, la calumnia. La
mentira, la crítica, el chisme.
- Son
amigos y facilitadores del perdón: el amor, la humildad, la nobleza, la
mansedumbre, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad, la piedad, la
clemencia, la bondad, el sacrificio, el negarse a sí mismo.
REFLEXIÓN
A las congregaciones cristianas llegan muchos hombres y mujeres duros de corazón. Unos son tocados por el espíritu santo, quien se los ablanda. Otros pasan años sin cambiar, e inclusive llegan a ser líderes o hasta pastores. Han escuchado predicas que les enseña sobre el perdón, pero no aplican a sus vidas la palabra recibida y son reacios a esta doctrina.
Como pueden ser luz para los demás y dar testimonio de fruto, creyentes que al hacer un balance de sus relaciones con su entorno, tienen motivos, odios y rencores con sus padres, hijos, hermanos u otros familiares; con amigos, vecinos, compañeros de trabajo e inclusive, hermanos de la congregación. Disgustos, que en algunos de estos casos, tienen varios o muchos años de haberse iniciado.
Que tan nacidos de nuevo son o que tan regenerados por el Espíritu Santo están?
MENSAJE FINAL:
Oremos siempre pidiendo bendiciones a nuestro Señor por quienes no nos han perdonado y por quienes no hemos perdonado; por quienes nos han perdonado y por quienes hemos perdonado; por quienes, suponemos, nos odian; por quienes no logramos evitar sentir antipatía. Por esto ultimo pidamos perdón a nuestro Padre.
Cesar Ángel 20-oct-14
Puede hacer uso del presente mensaje. Tómese la molestia de dar los créditos al autor y la página. Gracias
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