Christian: Varios años atrás, cuando aun no era “cristiano”, alguien me preguntó si quería aceptar a Cristo en mi corazón. Sinceramente acepté por compromiso. No logro recordar con exactitud cómo fue la oración, pues no sabía lo que estaba diciendo en ese momento, pero fue algo como “me arrepiento de mis pecados, te acepto como mi Señor y salvador, etcétera”. Un par de años mas tarde, en la iglesia, me hicieron otra pregunta pero con referencia al mismo tema, “¿En qué fecha aceptaste a Cristo en tu corazón?” Lamentablemente no pude responder a esta pregunta, pues no recordaba la fecha y ni aún hoy la recuerdo, pues no fue trascendental.
Con el pasar del tiempo, he podido ver cómo en las iglesias que he visitado, hasta las que he podido ver por televisión e incluso en Internet, que se utiliza mucho la llamada “oración de fe”, la cual se hace repetir a quienes están interesados en entregar su vida a Dios. Esta oración se ha vuelto tan utilizada, que inclusive cuando se hacen salidas evangelísticas, la meta es que las personas puedan repetir dicha oración, aunque no hayamos logrado invitarlos a la iglesia o que se interesen en nuestro testimonio. Quiero aclarar que esto no es una crítica en contra de quienes utilizan esta “oración de fe”, porque a la verdad, no son ellos quienes lo inventaron, sino que lo aprendieron de alguien más, quienes a su vez aprendieron de alguien más. Esa es la razón por la cual ha nacido en nosotros escribir acerca de este tema, del cual debemos tomar conciencia, por el altísimo riesgo que es, en primer lugar ser juzgado por Dios por ser unos falsos maestros, y por el gran daño que se le hace a quienes aprenden de nosotros, que la salvación o que Dios se alcanza a través de una simple oración. Déjenme decirles que no hay nada más alejado de la verdad que encontramos en la Biblia, a decir verdad, no existe texto alguno que la sustente.
Mariqui: Hace un tiempo el Señor me inquietó a buscar en Su Palabra lo que realmente significa ser salvos. Comencé con pasajes conocidos en Romanos y el evangelio de Juan, y mi investigación me llevó a otros textos en los evangelios y en Hechos. Quiero compartir con ustedes lo que descubrí al indagar el texto bíblico, y me gustaría comenzar con Romanos 10:9, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Él le resucitó de los muertos, serás salvo”. Creo que nuestro problema es que no hemos comprendido del todo lo que significa “si confiesas con tu boca”. Lamentablemente, esto se ha reducido a una oración de 30 segundos que incluye la frase “te confieso como mi Señor”, o “confieso que eres el Señor”. Hace un par de años, cuando estudiaba en Guatemala, salí a la calle con algunos compañeros y comenzamos a preguntar a la gente si creía que Jesús es Señor. Todos dijeron que sí, el 100%. Algunos eran evangélicos, otros eran católicos, pero todos los que detuvimos en la calle ese día nos dijeron claramente que creían que Jesús es el Señor. ¿Son todos salvos? ¡Dios lo sabe! Leí en un diario de Guatemala un artículo tristemente titulado “Ateísmo, quizá sean los ateos los buenos”, que en las penitenciarías de Estados Unidos, el 95% de los presos confiesa ser adepto a una religión cristiana y se dice creyente en Jesucristo. ¿Qué sucede, entonces? Bueno, Santiago 2:19 dice que hasta los demonios creen y tiemblan. Creer de una manera intelectual, no es suficiente. ¿Qué significaba para los destinatarios de Pablo eso de “confesar con la boca que Jesús es el Señor”? Eso implicaba ir en contra de la corriente, ponerse en contra del culto al Emperador Romano, y estar dispuesto a morir. En otras palabras, no se podía decir “Jesús es el Señor” de la boca para afuera, porque se estaba jugando con la vida. Quien confesaba esa declaración, estaba realmente convencido de que era Jesús el que gobernaba su vida.
También me puse a analizar en los evangelios la predicación de Juan el Bautista y de Jesús. El mensaje era el siguiente: “Arrepiéntanse porque el Reino de Dios está cerca”. Me gusta esa palabra, “arrepiéntanse”, es un imperativo, una orden, es algo que debemos hacer. Bueno, con esa idea en mente, me puse a leer los discursos evangelísticos de Pedro y Pablo en el libro de Hechos. Mi intención era buscar una manera bíblica de realizar la “invitación” al final de una prédica evangelística. Para mi sorpresa, jamás encontré un llamado a pasar al frente, ni se habla de “recibir a Cristo”, ni mucho menos se hace que la audiencia repita una “oración de fe”. Encontré la misma palabra antes mencionada por el Bautista y por nuestro Señor: “Arrepiéntanse”. ¿Qué significa el arrepentimiento? La palabra en griego literalmente significa “cambio de mente”, y nos da la idea de una persona que estaba caminando hacia el norte, y, de repente, se da la vuelta y comienza a caminar hacia el sur. Esto es lo que sucede (o debería suceder) con una persona que conoce a Cristo. Está caminando en su egoísmo, es dueña de su vida, toma sus decisiones y está dominada por el pecado. De repente, escucha el mensaje del evangelio, su mente cambia, y decide entregar el timón de su vida a Jesucristo. Ya no quiere caminar en el pecado, ahora quiere agradar a Dios y buscar la santidad. Ya no quiere vivir en su egoísmo, sino que abraza el mandato divino de amar a Dios con toda el alma, la mente, las fuerzas y el corazón, y al prójimo como a uno mismo. El arrepentimiento, entonces, debería ser la señal del creyente auténtico.
¿Qué sucede con una persona que ha pasado al frente y ha repetido la oración de fe (algunos hasta lo han hecho varias veces), pero su vida no evidencia cambio alguno? ¿Hubo arrepentimiento? Es cierto que, al convertirse al cristianismo, muchos dejan de fumar e ingerir bebidas alcohólicas, y esto es muy bueno. Sin embargo, continúan siendo egoístas, no dejan de mentir, inventan chismes de otros, siguen amando el dinero, maltratan a sus empleados o compañeros de trabajo, etcétera. Esto a mí me dice que han cambiado de hábitos, pero no de corazón. Cualquier no creyente puede también dejar de fumar y de tomar, pero el cambio de vida que se produce por el arrepentimiento es exclusiva obra del Espíritu Santo en quienes han decidido entregar sus vidas a Cristo de manera genuina. Esto lo experimentaron los apóstoles y los creyentes de la iglesia primitiva. Leí los evangelios insistentemente, y nunca vi que Pedro o los demás discípulos de Jesús hayan hecho una oración de fe. Leí Hechos repetidas veces, me concentré especialmente en la conversión de Saulo o Pablo, y él no hizo ninguna oración de fe. Si recibimos la salvación cuando hacemos esa oración, déjenme decirles que ni Pedro, ni Juan, ni Pablo, ni Santiago, ni Timoteo, ni ningún otro personaje del Nuevo Testamento son salvos. Ellos jamás hicieron la oración de fe. Entonces, ¿qué hicieron? Se arrepintieron, entregaron el mando de sus vidas a Cristo, se dejaron controlar por el Espíritu Santo, nacieron de nuevo.
Ah… esto de “nacer de nuevo” me gusta mucho. Jesús usó esta expresión al hablar con Nicodemo en Juan 3. Al decir eso, lo que el Señor decía era Nicodemo tenía que librarse de todos sus paradigmas (cambiar de mente, arrepentirse), y cambiar su vida por completo.
Christian: Sin duda este tema nos lleva a reflexionar acerca de lo que es realmente la salvación y si somos o no salvos, pues si a continuación de leer este artículo y después de que lo compruebes a la luz de la Palabra, déjame decirte que el único que realmente sabe si eres o no salvo, es Dios, aunque se hará visible ante el ojo humano a través de tus frutos como lo dice Mateo 7:16, el cual es la evidencia del Espíritu Santo teniendo el control sobre tu vida.
Esperamos de todo corazón que este artículo sea un llamado de atención a tu vida y te mueva a examinar tu corazón, te lleve al verdadero arrepentimiento, al cambio de mente que resultará en un cambio de vida. Oramos para que Jesucristo realmente sea tu Señor y que lo confieses con tu boca porque también lo manifiestas con tu vida, con tus acciones, con tus frutos. Y si es que tienes la certeza de tu salvación, no porque dijiste una oración, sino porque tu vida evidencia los frutos del arrepentimiento, este mensaje es una confirmación de lo que Dios ya te ha estado hablando. Te animamos a que sigas en el camino de la justicia y que enseñes a otros la verdad, de modo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9), eso es lo que Dios quiere.
Tomado del blog: quepiensadios.blogspot.com
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