Hay una gran diferencia entre el cristianismo nominal y el cristianismo real, y esto generalmente se puede comprobar en el fracaso de uno y en la perseverancia del otro. Ahora, la declaración del texto es que el hombre verdaderamente justo proseguirá su camino; no regresará, no saltará los vallados ni se desviará a la derecha ni a la izquierda, no descansará quedándose sin hacer nada, ni tampoco desmayará ni dejará de andar su camino; sino que él "proseguirá su camino." Frecuentemente le resultará muy difícil hacerlo, pero él tendrá tal resolución, tal poder de gracia interna que le ha sido otorgado, que él "proseguirá su camino," con firme determinación, como si se sostuviera con sus dientes y no esté dispuesto a soltarse.
Es posible que no siempre viaje a la misma velocidad; no se dice que mantendrá su paso, sino que él proseguirá su camino. Hay momentos en los que corremos sin cansarnos, pero a menudo simplemente caminamos y estamos muy agradecidos porque no nos desmayamos; ay, y hay períodos cuando estamos contentos con gatear como un bebé y arrastrarnos hacia arriba con dolor; pero aun así demostramos que "proseguirá el justo su camino." Bajo toda clase de dificultades el rostro del hombre a quien Dios ha justificado, está firmemente orientado hacia Jerusalén; y él no se desviará hasta que sus ojos hayan visto al Rey en Su belleza.
Esta es una gran maravilla. Es algo maravilloso simplemente que un hombre sea cristiano, y una maravilla aun mayor que continúe siéndolo. Consideren la debilidad de la carne, la fuerza de la corrupción interna, la furia de la tentación satánica, las seducciones de las riquezas y el orgullo de la vida, el mundo y sus caminos: todas estas cosas están en contra nuestra, y sin embargo, he aquí, "es más grande Quien está a favor nuestro que todos los que están en contra," y desafiando al pecado, y a Satanás, y a la muerte, y al infierno, el justo prosigue su camino.
Yo interpreto que nuestro texto declara con precisión la doctrina de la perseverancia final de los santos. "No obstante, proseguirá el justo su camino." Hace años, cuando hubo una encendida y amarga controversia entre calvinistas y arminianos, cada uno de los bandos tenía la costumbre de caricaturizar al otro bando. Mucho del peso de los argumentos no estaba orientado en contra del sentir real del bando opuesto, sino más bien en contra de lo que se le atribuía. Hicieron un muñeco de paja, y luego lo quemaron, cosa muy fácil de hacer, pero yo confío que este tipo de cosas ha quedado completamente atrás.
La gloriosa verdad de la perseverancia final de los santos ha sobrevivido la controversia, y de una forma u otra es una apreciada creencia de los hijos de Dios. Sin embargo, pongan mucho interés en entender en qué consiste. La Escritura no enseña que un hombre llegará al final de su jornada sin que continúe viajando a lo largo del camino; no es cierto que un acto de fe sea todo, y que no se requiera de fe, de oración, y de vigilancia cada día. Nuestra doctrina es exactamente lo opuesto a eso, es decir, que el justo proseguirá su camino; o, en otras palabras, continuará en fe, en arrepentimiento, en oración, y bajo la influencia de la gracia de Dios.
Nunca hemos pensado, ni mucho menos hemos soñado, que simplemente porque un hombre supone que ha entrado alguna vez en este camino puede consecuentemente concluir que él tiene certeza de la salvación, aunque deje el camino inmediatamente después. No, sino que nosotros afirmamos que quien verdaderamente recibe el Espíritu Santo, de tal forma que cree en el Señor Jesucristo, no regresará, sino que perseverará en el camino de la fe.
Está escrito: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo," y no podría ser salvo si se le permitiera que regresara y se deleitara en el pecado como lo hacía antes; y, por tanto, él será guardado por el poder de Dios a través de la fe para salvación. Aunque el creyente cometerá todavía muchos pecados, para su congoja, sin embargo el tenor de su vida será la santidad para Dios, y proseguirá en el camino de obediencia.
Si le preguntaras, después que ha creído, si podría vivir como él quisiera, él respondería: "Quiera Dios que yo pudiera vivir como yo quisiera, pues deseo vivir completamente sin pecado. Quisiera ser perfecto, así como mi Padre celestial es perfecto." Esta doctrina no es la idea licenciosa que un creyente puede vivir en pecado, sino que no puede ni quiere hacerlo.
I. DEMOSTREMOS ENTONCES LA DOCTRINA. Por favor sigan mi argumento con sus Biblias abiertas. La mayoría de ustedes, queridos amigos, han recibido como materia de fe las doctrinas de la gracia, y por tanto para ustedes la doctrina de la perseverancia final no requiere ninguna demostración, porque se deduce de todas las otras doctrinas. Nosotros creemos que Dios tiene un pueblo elegido al que Él ha escogido para vida eterna, y esa verdad necesariamente implica la perseverancia en la gracia.
Nosotros creemos en la redención especial, y esto asegura la salvación y la consiguiente perseverancia de los redimidos. Nosotros creemos en el llamamiento eficaz, que está ligado a la justificación, una justificación que asegura la glorificación. Las doctrinas de la gracia son como una cadena: si tú crees en una de ellas entonces debes creer la siguiente, pues cada una implica a las demás; por tanto, yo digo que, quienes aceptan cualquiera de las doctrinas de la gracia, deben recibir esta doctrina también, como inherente a ellas.
Pero voy a intentar demostrar esta doctrina para aquellos que no aceptan las doctrinas de la gracia; no quisiera argumentar en un círculo, demostrando algo que ustedes dudan por medio de otra cosa que ustedes también dudan, sino que "¡A la ley y al testimonio!" Vamos a remitir este asunto a las palabras reales de la Escritura.
Aquel memorable pasaje en el Evangelio de Juan es igualmente aplicable, donde nuestro Salvador habla de los pámpanos de la vid que no permanecen en ella, que son echados fuera y arrojados al fuego: estos son descritos como pámpanos en Cristo que no llevan fruto. ¿Son ellos verdaderos cristianos? ¿Cómo pueden serlo si no llevan fruto? "Por sus frutos los conoceréis." El pámpano que lleva fruto es limpiado, pero nunca es echado fuera. Quienes no llevan fruto no son figuras de verdaderos cristianos, sino que representan adecuadamente a simples profesantes. Nuestro Señor, en Mateo 7:22, nos habla en relación a muchos que en ese día dirán: "Señor, Señor," y que Él responderá: "Nunca os conocí." No les dirá: "Os he olvidado," sino más bien: "Nunca os conocí": nunca fueron realmente Sus discípulos.
La nueva vida que es plantada en nosotros cuando nacemos de nuevo, no es como el fruto de nuestro primer nacimiento, pues ese está sujeto a la mortalidad, sino que es un principio divino, que no puede morir ni puede corromperse; y, si es así, entonces quien lo posee debe vivir para siempre, ciertamente debe ser para siempre aquello en lo que el Espíritu de Dios lo ha convertido.
Y en 1 Juan 3: 9 tenemos el mismo pensamiento planteado de otra forma: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios." Es decir, la inclinación de la vida del cristiano no es hacia el pecado. No sería una descripción justa de su vida decir que vive en pecado; por el contrario, lucha y contiende contra el pecado, porque posee un principio interno que no puede pecar. La nueva vida no peca; es nacida de Dios, y no puede transgredir; y aunque la vieja naturaleza está en guerra contra ella, sin embargo la nueva vida prevalece de tal manera en el cristiano, que es guardado de vivir en pecado.
Todos nosotros sabemos que la vida que es dada en el nuevo nacimiento está íntimamente conectada con la fe. Ahora, la fe es en sí misma un principio conquistador. En la Primera Epístola de Juan, que es un gran tesoro de argumentación (1 Juan 5: 4) se nos dice: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" Vean, entonces, que lo que es nacido de Dios en nosotros, es decir, la nueva vida, es un principio conquistador; no se sugiere para nada que puede ser derrotada alguna vez: y la fe, que es un signo exterior, es en sí misma una eterna triunfadora.
Por lo tanto, necesariamente, porque Dios ha implantado una vida tan maravillosa en nosotros, sacándonos de las tinieblas y llevándonos a Su luz admirable, porque nos ha engendrado nuevamente a una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos, porque el eterno y siempre bendito Espíritu ha venido para habitar en nosotros, nosotros concluimos que la vida divina en nosotros, nunca morirá. "Proseguirá el justo su camino."
Por lo tanto, ¿acaso creen en Él los hombres y sin embargo perecen? ¿Acaso creen en Él y reciben una vida espiritual que llega a un final? No puede ser, pues "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda": pero él se perdería si no perseverara hasta el fin; y por lo tanto debe perseverar hasta el fin. El creyente tiene vida eterna, ¿cómo entonces puede morir, y dejar de ser un creyente? Si no permanece en Cristo, evidentemente él no tiene vida eterna, por lo tanto permanecerá en Cristo hasta el fin. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
No necesito leer todos los pasajes en los que se enseña la misma verdad; pero más adelante, en Juan 6: 47, nuestro Señor le dijo a los judíos: "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna." No una vida temporal, sino "vida eterna." Y en el versículo 51 dijo: "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre." Y luego viene esa famosa declaración del Señor Jesucristo, que, si no existiera ninguna otra, sería más que suficiente para demostrar nuestro punto. Juan 10: 28: "Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie (la palabra "hombre" no está en el original) las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. ¿Qué significado tiene sino éste: que Él ha agarrado a Su pueblo, y que tiene la intención de sostenerlo muy seguramente en Su poderosa mano?
Otro pasaje afirma también lo mismo, y es Mateo 24: 24, donde el Señor Jesús ha estado hablando de los falsos profetas que van a engañar a muchos. "Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos." Y esto demuestra que es imposible que los escogidos sean engañados por ellos. De las ovejas de Cristo se dice: "Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños," sino que por instinto divino ellos conocen la voz del Buen Pastor, y lo siguen.
De esta manera nuestro Salvador ha declarado, tan sencillamente como las palabras pueden expresarlo, que aquellas personas que son Su pueblo, poseen la vida eterna en ellos, y no perecerán, sino que entrarán en la felicidad eterna. "Proseguirá el justo su camino."
Nuestro Señor Jesús no está muerto; Él ha resucitado, se ha elevado a la gloria y ahora intercede sobre la base del mérito de Su obra perfecta ante el eterno trono, y conforme intercede allí por todo Su pueblo, cuyos nombres están escritos en Su corazón, como los nombres de Israel estaban escritos en el pectoral del sumo sacerdote, Su intercesión salva a Su pueblo hasta lo sumo.
Si quisieran un ejemplo de esto, deben ver el caso de Pedro que está registrado en Lucas 22: 31, donde nuestro Señor dice: "Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos." La intercesión de Cristo no salva a Su pueblo de las pruebas, ni de las tentaciones, ni de ser sacudido hacia arriba y hacia abajo como el trigo en la criba, ni tampoco lo salva de una cierta medida de pecado y de dolor, pero sí lo salva de la apostasía total. Pedro fue conservado, y aunque él negó a su Señor, esto fue sólo una excepción a la grandiosa regla de su vida. Por gracia prosiguió en su camino, porque no sólo en ese momento, sino muchas otras veces, aunque pecó, tenía un abogado ante el Padre, Jesucristo el justo.
Si desean saber cómo intercede Jesús, lean con calma en sus respectivas casas ese maravilloso capítulo 17 de Juan, la oración del Señor. ¡Qué oración es esa! "Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese." Judas se perdió, pero Judas fue dado a Cristo como un apóstol y no como una de Sus ovejas. Él tenía una fe temporal, y mantuvo una profesión temporal, pero nunca tuvo vida eterna, pues de lo contrario hubiera vivido.
Esos gemidos y esos clamores del Salvador que acompañaron sus súplicas en Getsemaní, fueron escuchados en el cielo, y fueron respondidos. "Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre"; el Señor los guarda por medio de Su palabra y Su Espíritu, y los guardará. Si la oración de Cristo en Getsemaní fue respondida, con cuánta más razón es escuchada la que se eleva ahora desde el propio trono eterno.
Su humilde súplica desde la tierra;
Pero con autoridad solicita ahora,
Entronado en Su gloria.
Para quienes vienen a Dios por Él,
Salvación Él demanda;
Señala sus nombres grabados en Su pecho,
Y extiende sus manos traspasadas."
Ah, si mi Señor Jesús intercede por mí, no puedo tener temor ni de la tierra ni del infierno: Esa voz que vive y que intercede tiene poder para guardar a los santos, y también lo tiene el propio Señor viviente, pues Él ha dicho: "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Juan 14:19).
Mi Señor es tan excelente en todas las cosas que sólo necesito darles un vislumbre de su carácter y ustedes verán lo que fue mientras habitó aquí entre los hombres. Al comienzo de Juan capítulo 13 leemos: "Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin." Si no hubiera amado a Sus discípulos hasta el fin cuando estaba aquí, podríamos concluir que es cambiante ahora como lo fue entonces; pero si amó a Sus elegidos hasta el fin cuando todavía estaba en Su humillación aquí abajo, esto nos trae la dulce y bendita confianza que ahora que Él está en el cielo, Él amará hasta el fin a quienes confían en Él.
La idea de apartarse totalmente de la gracia es una reliquia del viejo espíritu legal, es una separación de la gracia para caer nuevamente bajo la ley, y yo les exhorto a ustedes que alguna vez que han sido esclavos emancipados, y han logrado que las cadenas de la servidumbre legal hayan sido soltadas de sus manos, nunca consientan llevar esas ataduras de nuevo. Cristo los ha salvado si en verdad ustedes creen el Él, y no los ha salvado por una semana, o un mes, o un trimestre, o un año, o veinte años, sino que Él les ha dado vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie los arrebatará de Su mano. Gócense en este bendito pacto de gracia.
El apóstol argumenta de manera muy elaborada en romanos 5: 9, 10: "Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliado con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida." No puedo detenerme para mostrarles cuán enfática es cada palabra en estos versículos, pero así es: si Dios nos reconcilió cuando éramos enemigos, Él ciertamente nos salvará ahora que somos Sus amigos, y si nuestro Señor Jesús nos ha reconciliado por Su muerte, mucho más nos salvará por Su vida; así que podemos estar seguros de que Él no dejará ni abandonará a quienes ha llamado.
¿Necesitan que traiga a sus mentes ese capítulo dorado, el octavo de romanos, el más noble de cualquier lengua que jamás haya sido escrito por la pluma de un hombre? "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó." No hay ningún rompimiento en la cadena entre justificación y glorificación: y ningún rompimiento que podamos suponer que puede ocurrir, pues el apóstol lo coloca fuera de cualquier peligro, cuando dice: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió: más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo?" Luego él nos presenta todas las cosas que podrían suponerse que separan, y dice: "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Un maravilloso privilegio que nos ha sido otorgado es de especial significación: somos uno con Cristo por una unión íntima, vital, espiritual. El Espíritu nos enseña que gozamos de una unión de matrimonio con Cristo Jesús nuestro Señor. ¿Se disolverá esa unión? Estamos casados con Él. ¿Acaso ha dado Él alguna vez carta de divorcio? Nunca se ha dado el caso que el novio celestial haya divorciado de Su corazón a un alma elegida con quien se ha unido con los lazos de gracia.
Escuchen estas palabras del profeta Oseas 2: 19, 20. "Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová."
El Señor ha hecho otra grandiosa obra en nosotros, pues nos ha sellado con el Espíritu Santo. La posesión del Espíritu Santo es el sello divino que tarde o temprano es colocado en todos los elegidos. Hay muchos pasajes en los que se habla de ese sello, y es descrito como una prenda, una prenda de la herencia. Pero ¿cómo una prenda si después de recibirla, no alcanzamos la posesión adquirida?
Reflexionen en las palabras del apóstol en 1 Corintios 1: 21, 22: "Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría."(1) Con el mismo objeto, el Espíritu Santo habla en Efesios 1: 13, 14: "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria."
El tiempo es lluvioso, húmedo, muy ventoso, pero debemos proseguir, pues el fin está garantizado. El camino es muy difícil, y corre por colinas y valles; respiramos agitadamente y nuestras piernas nos duelen; pero como vamos a llegar al fin de nuestro camino, proseguimos a la meta. Estamos a punto de arrastrarnos a cualquier casa y acostarnos para morir de cansancio, diciendo: "Nunca voy a completar mi tarea;" pero la confianza que hemos recibido nos pone de pie nuevamente, y proseguimos.
Para el hombre de corazón recto, la garantía de éxito es el mejor estímulo para trabajar. Si así es, que voy a vencer al mundo, que voy a conquistar el pecado, que no voy a ser un apóstata, que no voy a abandonar mi fe, que no voy a arrojar mi escudo, que voy a llegar a casa siendo un conquistador, entonces voy a actuar como un hombre y voy luchar como un héroe. Esta es la razón por la que las tropas británicas han ganado la batalla a menudo, porque los jóvenes que tocan los tambores no saben cómo llamar a retirada, y las tropas no creen en la posibilidad de la derrota. Muchas veces fueron derrotados por los franceses, eso dicen los franceses, pero ellos no querían creerlo, y por lo tanto no huían. Ellos sentían que ganaban, y por tanto permanecían como rocas sólidas en medio de la terrible artillería del enemigo hasta que se declaraba la victoria a su favor.
Hermanos, nosotros haremos lo mismo si nos damos cuenta que somos preservados en Cristo Jesús, guardados por el poder de Dios por medio de la fe para salvación. Cada creyente verdadero será un conquistador, y esta es la razón para pelear una buena guerra. Está preparada para nosotros una corona de vida en el cielo que no perderá su color. La corona está preparada para nosotros, y no para quienes vienen de manera imprevista. La corona reservada para mí es tal que nadie más puede usarla; y si es así, entonces voy a combatir y voy a esforzarme hasta el fin, hasta que el último enemigo sea vencido, y la muerte misma esté muerta.
Otra aplicación es esta: qué estímulo es este para los pecadores que desean la salvación. Debe guiarlos a venir y recibir esto con un deleite agradecido. Quienes niegan esta doctrina ofrecen a los pecadores una pobre salvación devaluada, que no vale la pena, y no es sorprendente que los pecadores no se queden con ella. Así como el Papa dio Inglaterra al rey de España (si hubiera podido obtener ese país) así ellos ofrecen la salvación de Cristo si un hombre puede merecerla por medio de su propia fidelidad.
De conformidad con algunas personas, la vida eterna es dada a ustedes, pero puede ser que no sea eterna; puedes perderla, puede durar sólo un poco de tiempo. Cuando yo no era más que niño, me preocupaba porque veía a algunos de mis jóvenes compañeros, que eran un poco mayores que yo, cuando se convertían en aprendices y llegaban a Londres, que se convertían en personas viciosas; he escuchado los lamentos de sus madres, y he visto sus lágrimas por sus hijos; he escuchado a sus padres que expresaban su amarga pena por esos muchachos, a quienes yo había conocido en mi clase, como muy buenas personas, como yo no hubiera podido serlo jamás, y me inquietaba con horror la idea que yo tal vez podría pecar como ellos. Ellos no guardaban el día del Señor; hubo un caso de un robo de una caja fuerte para irse de farra el domingo. Simplemente pensar en eso me aterraba; yo anhelaba mantener un carácter sin mancha y cuando escuché que si yo entregaba mi corazón a Cristo, Él me guardaría, eso fue precisamente lo que me conquistó; parecía un seguro de vida celestial para mi carácter, que si yo me entregaba verdaderamente a Cristo, Él me salvaría de los errores de la juventud, me preservaría en medio de la tentaciones de la edad adulta, y me guardaría hasta el fin. Me agradaba el pensamiento que si yo era hecho justo por la fe en Cristo Jesús, proseguiría mi camino por el poder del Espíritu Santo. Eso que me agradó en mi niñez es aún más atractivo para mí en mi edad adulta: yo estoy feliz de predicarles una salvación cierta y eterna.
Pero yo tengo un diamante aquí, ¡vida eterna, vida para siempre! Me parece que se darán prisa para tomarlo de inmediato, para que sean salvos ahora, para ser salvados en la vida, para ser salvados en la muerte, para ser salvados en la resurrección, para siempre, por el poder eterno y el amor infinito de Dios. ¿Acaso no vale la pena tener esto? Pobre alma, agárralo; tú puedes tenerlo simplemente creyendo en Jesucristo, o, en otras palabras, confía tu alma a Él. Deposita tu eterno destino en este banco divino, y luego puedes decir, "Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día." Que el Señor los bendiga, por Cristo nuestro Señor. Amén.
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