22 oct 2018
Que significa "somos sacerdotes"?
Los escritores del Nuevo
Testamento usaron varias palabras para describir nuestra nueva naturaleza como
creyentes. Leemos que somos siervos, ovejas, santos y desde luego, la realidad
más prominente tiene que ver con nuestra identidad como ‘hijos de Dios’.
Cada una de estas figuras comunican las distintas realidades y cada una apunta
a diferentes aspectos de nuestra salvación.
Pero el apóstol Pedro
también describió a los cristianos como sacerdotes. En su primera epístola dijo
que somos real sacerdocio (1
Pedro 2:9) y sacerdocio santo (1
Pedro 2:5) y el mismo apóstol Juan decía que el Señor “nos hizo reyes y
sacerdotes para Dios, (Apocalipsis
1:6)
Pero ¿qué quiere decir que
somos sacerdotes? Para responder a esta interrogante es necesaria una mirada al
sistema de sacrificios, a la estructura del tabernáculo y la naturaleza, los
requisitos y el propósito del oficio sacerdotal:
El tabernáculo era el
santuario que Israel edificó en el desierto para la adoración a Dios. Moisés
recibió las instrucciones en cuanto a su diseño y las dimensiones del mismo.
Este santuario estaba dividido en tres partes: El atrio, que era un patio
grande, el Lugar santo y el Lugar santísimo. Estos dos últimos eran una especie
de tienda que estaba dividida por una gruesa tela llamada el velo. Nadie,
excepto el sumo sacerdotes podía cruzar el velo para entrar al Lugar Santísimo.
Esto era permitido solo una vez al año para hacer expiación por los pecados del
pueblo (Hebreos 9:6-7). Además, el Señor estableció el sistema de
sacrificios, con sus rituales y ordenanzas y designó únicamente a la tribu de
Leví para servir como sacerdotes, en particular a la familia de Aarón.
Ahora bien, todo este
sistema de sacrificios, el tabernáculo y el oficio sacerdotal apuntaban a una
realidad mayor: la persona y la obra de Cristo. En palabras del apóstol Pablo
todo era “una sombra” (Colosenses
2:16) que ilustraba y anticipaba, el más grande sacrificio, es decir la
cruz de nuestro Señor Jesucristo.
A la luz de esto debemos
considerar un hecho de crucial importancia que Mateo registra cuando Jesús
murió en la cruz: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos” (Mateo
27:51). Este evento, representa una verdad espiritual de gran valor para el
creyente y fue explicado por el escritor de hebreos de esta manera:
“Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el
camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (Hebreos
10:19-20). Esto quiere decir, que el cuerpo golpeado y lacerado de Jesús es
ese velo que se rasgó para darnos acceso a Dios. A diferencia de los
israelitas, ahora tenemos esa libertad de acercarnos a Dios.
Por lo tanto, estamos en
condiciones de considerar no solo nuestra nueva posición como sacerdotes sino
también la función que se desprende de ella. Sabemos que somos sacerdotes.
Sabemos que el velo se rasgó y que hay un camino nuevo que nos lleva a Dios. Por
eso se nos invita a acercarnos “para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo” ( 1
Pedro 2:4-5) y también se nos anima a acercarnos confiadamente “para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos
4:16).
A esta realidad y a este
aspecto de la vida cristiana los reformadores del siglo XVI le llamaron el
“sacerdocio universal de todos los creyentes”. Ellos enseñaban que la vida que
agrada a Dios se debe expresar en todas y en cada una de las áreas de nuestras
vidas.
Entonces ¿qué significa que
somos sacerdotes? O ¿qué es el sacerdocio del creyente?
El sacerdocio del creyente
hace referencia a la nueva posición de los cristianos para la tarea de la
adoración. En virtud de esto, todo creyente tiene el privilegio y la
responsabilidad de acercarse y presentarse ante Dios como un sacrificio (Romanos
12:1) y a su vez para ofrecerle sacrificios espirituales (1
Pedro 2:4-5). Ahora podemos adorarle en todo lugar. Podemos orar, pedirle y
recibir de Él. Podemos servirle, buscar su rostro, y más glorioso aún, ser
aceptados por él.
El sacerdocio del creyente
se ejerce en todas y cada una de las esferas de la vida, desde las
responsabilidades individuales en el hogar, en el trabajo y en la iglesia hasta
en las relaciones interpersonales. Todo lo que hacemos es adoración espiritual.
Todo es sagrado. Nuestra labor como trabajadores, nuestro desempeño como
estudiantes, nuestra dedicación como esposos, padres e hijos son formas
legítimas a través de las cuales ejercemos nuestro sacerdocio.
El velo se rasgó y el camino
se abrió. Somos sacerdotes y podemos acercarnos. Vivamos para adorar a Dios.
Vivamos para Su gloria.
Autor: Gerson Morey
Fuente: Coalición por el evangelio
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