28 oct 2017
Disputa de Marburo entre Lutero y Zwinglio
Los “reformadores” no se ponen de acuerdo sobre
la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
Planes
del landgrave de Hessen
El 22 de abril de 1529, al clausurarse la Dieta
de Spira, el landgrave (principe soberano) Felipe de Hessen, presintiendo las graves consecuencias
que del decreto de la Dieta podrían seguirse a los protestantes, firmó una
alianza secreta con Juan de Sajonia y con las ciudades de Nuremberg, Ulm y
Estrasburgo, comprometiéndose todos a defenderse mancomunadamente contra
cualquiera que por motivos religiosos les atacase.
No le atalantó mucho a Melanthon este pacto de
guerra dentro del Imperio, y, cuando regresó de Spira a Wittenberg, se lo
comunicó a Lutero, el cual, arrugando la frente, aseguró que se opondría con
todas sus fuerzas. Con este objeto escribió el 22 de mayo al elector,
diciéndole que le traía muy inquieto el pacto de Spira. «Guárdese Vuestra
Alteza de semejantes alianzas, y, si el landgrave persiste en sus planes, no se
deje Vuestra Alteza envolver de sus maquinaciones, porque las consecuencias
serán muy perniciosas. Tal pacto no se funda en la confianza en Dios, sino en
maniobras humanas, y no hará sino provocar otros pactos y uniones de los
papistas. No se deje arrastrar del landgrave, que es un joven y turbulento
príncipe» 1. Lo peor -añade- es que los aliados sostienen doctrinas «contra
Dios y contra el sacramento»; la unión con ellos sería contra el Evangelio.
Esta y no otra era la razón última de la
repugnancia de Lutero a los planes de Felipe de Hessen. Y no se puede negar que
su mirada clarividente llegaba a fondo de aquel plan al parecer grandioso.
Porque es lo cierto que el ambicioso landgrave, más político que religioso,
aspiraba a construir un fuerte bloque evangélico -sin distinción de matices
dogmáticos- que se extendiese desde Dinamarca hasta Venecia y contra el cual
nada pudiesen los Habsburgos. Como el de Hessen llegase a la persuasión de que
no podrían unirse jamás política y militarmente mientras no conviniesen en los
fundamentos dogmáticos, ideó una conferencia de las diversas confesiones
evangélicas a fin de que sus teólogos se pusiesen de acuerdo.
Dirigióse primeramente a Ulrico Zwingli,
reformador de Zurich; porque era el personaje de mayor categoría e influjo
entre los evangélicos no luteranos: «Estamos trabajando -le decía desde Spira
el 22 de abril de 1529 -por que Melanthon, Lutero y los que siguen tu opinión
en lo relativo al sacramento se junten en lugar oportuno para que Dios,
misericordioso y omnipotente, conceda la gracia de concordar en dicho artículo,
y sobre el fundamento de la Sagrada Escritura vivan unánimes con espíritu
cristiano... Pues en esta Dieta los papistas, para sostén de su perversa vida y
conducta, no han sabido hallar otro medio que procurar que no estemos unidos en
la fe los que seguimos la pura y limpia palabra de Dios» 2. Esto lo decía un
príncipe que desde 1525 vivía en adulterio, y así viviría muchos años, sin
poder acercarse a la sagrada mesa.
Zwingli responde: «Estoy a tus órdenes; señala
el lugar y tiempo» 3
El 1 de julio vuelve a escribirle el landgrave,
comunicándole que ha avisado a Lutero y Melanthon dónde y cuándo se deben
reunir: en nuestra ciudad de Marburg el día de San Miguel (29 de septiembre);
le ruega venga acompañado de Ecolampadio 4.
Pero Lutero no cede en su resistencia; «Para el
día de San Miguel nos ha llamado a Marburg el landgrave de Hessen para intentar
la concordia entre los sacramentarios 5 y nosotros. Felipe (Melanthon) y yo,
después de recusar y resistir por largo tiempo, finalmente nos hemos visto
forzados, por su importunidad, a prometer nuestra asistencia... No esperamos
nada bueno de tales coloquios..., que siempre fueron más perjudiciales que
provechosos... Han sido llamados también Osiander de Nuremberg, Juan Brenz y
otros, pero se niegan a venir... Ese joven de Hessen es un inquieto, rebosante
de fantasías» 6.
Y un mes más tarde: «De la conferencia de
Hessen... juzgas rectamente que nada bueno resulta a las iglesias de Dios de
tales conferencias súbdolas. Por eso te ruego que, si puedes, no asistas...
Nosotros desde el principio nos opusimos decididamente; pero como ese Macedón
de Hessen importunase a nuestro príncipe, coaccionados, dimos nuestra palabra»
7
El coloquio de Marburg
En el viaje a Marburg, los sacramentarios se
anticiparon a los luteranos. De Zurich vino Zwingli acompañado de Rudolf
Collin, que nos dejó un relato muy detallado y exacto de las conferencias; de
Basilea, Ecolampadio. De paso por Estrasburgo (8-19 de septiembre) recogieron a
Martín Bucer, Gaspar Hedio y Jacobo Sturm. El 27 de septiembre llegaban a
Marburg, siendo recibidos con suma afabilidad y esplendidez por el landgrave en
su castillo. Antes de la llegada de Lutero tuvo tiempo el reformador de Zurich
para captarse la simpatía de Felipe de Hessen y hablar con él de posibles
pactos de amistad política. 8
Hasta el 30 de septiembre no asomaron los
luteranos. Venían de Wittenberg, acompañando al Dr. Martín, Felipe Melanthon,
Justo Jonas, Gaspar Oruciger y Jorge Rörer; en Gotha se les había juntado
Federico Mycomus, y en Eisenach, Justo Menius. Aquella misma tarde se acordó
celebrar una conferencia previa, al día siguiente, entre los cuatro que habían
de ser casi los únicos interlocutores: Lutero, Zwingli, Melanthon y Ecolampadio
9.
Túvose efectivamente el viernes 1 de octubre;
y, a fin de que no se enfrentasen desde el principio los dos corifeos,
dispuestos ambos a no ceder lo más mínimo, ordenó el landgrave que Lutero
disputase separadamente con Ecolampadio, y Zwingli discutiese con Melanthon
aparte. De los dos primeros no tenemos noticias ciertas, sólo que disputaron
durante tres horas; de los otros sabemos que discutieron durante seis horas,
comenzando a las seis de la mañana; Melanthon propuso a Zwingli, además de la
cuestión eucarística, otros dogmas, como del pecado original, de la divinidad
de Cristo, de la Trinidad, de la justificación por la fe, de la palabra de
Dios como medio de gracia, etc., que, en opinión de los wittenbergenses, no
entendían rectamente los zuinglianos. Parece que en todo se pusieron de
acuerdo, menos en lo de la eucaristía. Melanthon declaró poco después al
elector de Sajonia que había notado en Zwingli poca formación teológica y
opiniones erróneas en la cuestión del pecado original, de la justificación y
otras 10.
Al día siguiente, sábado, 2 de octubre, se tuvo
el gran coloquio en una sala privada próxima a la cámara del landgrave. Quería
Zwingli que fuesen admitidos todos los que deseasen presenciar la discusión;
replicaba Lutero que eso no estaba bien ni era de utilidad. Decidió el
landgrave que entrasen los teólogos y varones doctos, los de la corte y los
embajadores extranjeros. Zwingli proponía que se hablase en latín; Lutero que
en alemán. Y en alemán se dialogó, no sin que el teólogo de Wittenberg
protestase con indignación cuando el de Zurich se ponía a hablar en griego 11.
Presidió las sesiones el príncipe, que prestó
suma atención a las palabras de los dialogantes, y a su lado el exiliado duque
Ulrico de Württemberg, que gozaba de la amistad de Felipe. En torno a una mesa
sentábanse los cuatro interlocutores. El resto del público seria poco más de 50
personas, según testimonio de Brenz, aunque Zwingli asegura que los «árbitros»
eran 24 a lo sumo.
No hubo notarios ni se levantaron actas
oficiales de aquellos coloquios, pero fueron no pocos los asistentes que
después escribieron de memoria cuanto se acordaban de lo sucedido. Y sus
testimonios concuerdan en lo sustancial, y muchas veces en lo accidental y
hasta en lo literal de las expresiones. La edición Weimar publica paralelamente
los tres relatos de Hedio, de un anónimo (quizá Rörer) y de Collin;
separadamente, el de Osiander, el de Brenz, unas breves rapsodias anónimas y
otro aún más breve sumario. Poseemos, además, una carta de Justo Jonas a
Reiffenstein sobre lo mismo.
Aquí transcribiremos sencillamente y sin
comentarios el relato del zuina guano Rodolfo Collin:
Coloquio
del día 2 de octubre
A las
seis de la mañana, el canciller Feige de Hessen abrió la conferencia con una
solemne alocución, exhortando a todos a la unidad en la verdad. Inmediatamente
tomó Lutero la palabra volviéndose a la presidencia: «Muy alto príncipe,
serenísimo señor: No dudo que con buena intención se ha instituido este
coloquio. Yo me resistía, porque harto se ha escrito sobre el asunto, y no
queda nada por decir. Mi sentencia está tomada, y mientras viva no cambiaré de
opinión. Más no he podido negarme a la piadosa voluntad de tan excelente
príncipe. Antes de discutir sobre la eucaristía convendría que los adversarios
expusiesen su sentir sobre otros capítulos de la doctrina cristiana, porque
parece que las iglesias de Zurich, de Basilea y de Estrasburgo sostienen
opiniones erróneas sobre la Trinidad, la persona de Cristo, el pecado
original, el purgatorio y la justificación por la fe». Al oír acusaciones tan
bruscas y poco irónicas, protestaron vivamente Zwingli y Ecolampadio,
asegurando que sus escritos daban fe de la verdad de sus doctrinas. Orientóse,
pues, la disputa al sacramento de la eucaristía 13.
«LUTERO, antes de comenzar el coloquio, había
escrito en su mesa (con tiza) para disputar contra Zwingli y Ecolampadio: Esto
es mi cuerpo, con el fin de no permitir le apartasen de estas palabras.
Después, en largo discurso, declaró que él disentía de la parte contraria, y
disentirá perpetuamente, porque Cristo dijo clarísimamente: Tomad, comed; esto
es mi cuerpo. Habrá que probar que este cuerpo no es cuerpo. Adujo las teorías
de sus adversarios. Pero él no admite disputa alguna sobre tan claras palabras;
rechaza los argumentos de razón o de sentido común. Y, juntamente con los
argumentos de la carne, rechaza los argumentos matemáticos, diciendo que Dios
está por encima de las matemáticas, y las palabras de Dios hay que adorarlas y
cumplirlas con estupor. Ahora bien, Dios manda: Tomad, comed; esto es mi
cuerpo.
ECOLAMPADIO,
respondiendo a los argumentos de Lutero, piensa que hay que estudiar el
capítulo 6 de San Juan para poder explicar los otros pasajes. Al texto Esto es
mi cuerpo opone este otro: Yo soy la vid verdadera. No se opone al poder de
Dios. De la manducación carnal hay que pasar a la espiritual; estima que su
opinión no es vana ni impía; se apoya en la fe y en la Escritura.
LUTERO
reconoce que hay metáforas (en la Escritura). Un término genérico puede
admitir sentido metafórico; pero Esto es mi cuerpo es una frase demostrativa.
Pregunta cómo la manducación corporal excluye la espiritual. Confiesa que hay
Padres de la parte contraria si se admite la interpretación (metafórica).
ECOLAMPADIO:
‘También es demostrativa la frase Yo soy la vid verdadera. De hecho pueden
darse figuras (retóricas)’.
LUTERO no niega las figuras; sólo quiere que se
pruebe, sin petición de principio, que aquí se habla en sentido figurado.
Cuando Cristo dijo: Esto es, hay que admitirlo necesariamente.
ECOLAMPADIO lee el capítulo 6 de San Juan, y
demuestra que Cristo trata de la manducación espiritual, excluyendo la
corporal; luego no hay manducación del cuerpo.
LUTERO repite la cita de San Juan, y dice: ‘Tu
opinión es que por la manducación espiritual se excluye la corporal. Los
judíos pensaron que tenían que comer a Cristo, igual que el pan y la carne se
come en el plato, o como un lechoncillo asado’.
ECOLAMPADIO responde que ese modo de
interpretar es grosero. Y sobre ello entablan larga contienda y discusión.
ECOLAMPADIO: ‘Creer que Cristo está en el pan
es una opinión, no un artículo de fe. Es peligroso atribuir demasiada
importancia a los elementos’.
LUTERO: ‘Levantar una pajuela, por mandato del
Señor, es un acto espiritual’. Explica largamente el ejemplo de la herradura
14. ‘Cuando Dios habla, los hombrecillos deben escuchar; cuando Dios manda, el
mundo debe obedecer; y todos tenemos que besar su palabra sin vanas
curiosidades’.
Tras este debate, dijo Ecolampadio: ‘Teniendo
el nutrimento espiritual, ¿qué falta nos hace el corporal?’
LUTERO: ‘Si nos hace falta o no, ahora no me
interesa. Pero estando escrito: Tomad; etc., hay que hacerlo absolutamente y
creerlo’. Y repetía muchas veces: ‘Hay que hacerlo. Si me mandase comer fiemo,
yo lo comería, en la persuasión de que sería saludable’.
ECOLAMPADIO explica aquel lugar del capítulo 6
de San Juan: La carne no aprovecha para nada. ‘Si la carne comida no aprovecha,
sino el espíritu, debemos esperar a saber lo que aprovecha y mirar a la
voluntad de Dios’, etc.
Por fin, los dos protestaron que perseveraban
en su propio parecer, puesto que ninguno había satisfecho al otro.
ZWINGLI interviene y acusa a Lutero de
prejuicios, ya que protesta que no abandonará su opinión... ‘Hay que confrontar
unos con otros los textos de la Escritura. Y así, aunque no tengamos la
expresión ‘Esto es la figura del cuerpo’, tenemos pruebas de que excluía la
manducación corporal; luego en la cena, no nos dio su cuerpo corporalmente’.
Los dos estaban de acuerdo en que lo principal
es la manducación espiritual.
ZWINGLI, tratando del capítulo 6 de San Juan,
insiste en estas palabras: La carne no aprovecha para nada, exceptuando la
humanidad de Cristo, que padeció para nuestra salvación. Y, por la lógica de
las palabras, demuestra con mucha fuerza que la carne comida no aprovecha para
nada... Cuando subiere al cielo, entonces veréis que no se me come
corporalmente, realmente, materialmente, etc. El espíritu y la carne son cosas
contrarias. Refregándole lo de la interpretación grosera, afirma que Lutero ha
dicho algunas cosas bien, otras, puerilmente; por ejemplo: ‘Si Dios mandase
comer fiemo’, etc. Porque lo que Dios manda, lo manda para nuestro bien y
salvación; Dios ilumina, no difunde tinieblas. Por tanto, no dice: ‘Esto es mi
cuerpo esencialmente, realmente, carnalmente’, porque sería contra la
Escritura. Los oráculos de los demonios son oscuros, no los de Cristo. El alma
come espíritu, no carne.
LUTERO: ‘... En nuestro caso, Esto es el cuerpo
no puede probarse que sea metafórico. Si Dios me ofreciese una manzana
silvestre, yo la comería espiritualmente; porque donde está la palabra de
Dios, allí hay manducación espiritual. Por consiguiente, cuando sobreañadió la
manducación corporal, diciendo: Esto es mi cuerpo, hay que creerlo. Comemos
por la fe este cuerpo que se entregó por nosotros. La boca recibe el cuerpo de
Cristo, y el alma cree a las palabras, porque come el cuerpo’.
ZWINGLI. ‘Por la Escritura se prueba que lo
significado se toma por el signo; como en Ezequiel (5,1), y phase en el Éxodo
(12,27). Por tanto, si en los textos dudosos de la Escritura hace falta una
confrontación, hemos de atenernos a los lugares semejantes’. Acusa a Lutero de retoricar y de traer
argumentos ficticios al decir: ‘Si Dios manda esto o lo otro’, pues bien
sabemos que Dios no manda esas cosas. ‘Usáis de la palabra en sentido equívoco.
Las palabras nos dan entender la voluntad de Dios. Dios no nos propone cosas
incomprensibles. Que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre, no es cosa
desconocida a los fieles. Ejemplo tenemos en María, que interroga: ¿Cómo puede
acontecer eso? Y, una vez asegurada, cree. Y en el capítulo 6 de San Juan, los
discípulos dudaron de la manducación carnal, por lo que Cristo les declaró la
espiritual. Que la palabra de Dios sea una manducación, no lo niego; pero la
palabra creída’.
LUTERO: ‘Los textos de Ezequiel y sobre la
phase son alegorías, cavilaciones sutiles sin significación alguna. En cuanto
a la palabra cuerpo, no decimos que depende de nuestro modo de expresarnos,
sino de la institución de Cristo. No son nuestras las palabras, sino de Cristo:
Haced, etc. Por esta palabra, Cristo hace que la mano del sacerdote sea la
suya. La boca no es mía, la lengua no es mía, es de Cristo, aunque yo sea un
pícaro o un bribón. Lo mismo sucede en el bautismo. Símil: Cuando el príncipe
derrota y pone en fuga al enemigo, todas las manos (de los soldados) se dicen
manos del príncipe. Si dijeres a un monte, etc., se hará (Mt 17,20). No disputo
ahora si el est equivale al significat; me basta que Cristo diga: Esto es mi
cuerpo. Contra esto no puede ni el demonio. Lo que yo quiero es no doblegar las
palabras a mi arbitrio, sino al arbitrio y mandato del Señor. El alma come
también la cosa corporal, porque el cuerpo está corporalmente en la palabra. Si
interrogo, pierdo la fe. Yo me vuelvo loco. ¿Por qué no entendéis también
metafóricamente lo de Subió a los cielos, etc.? Creed, pues, a las puras
palabras y dad gloria a Dios’.
ZWINGLI ‘También nosotros rogamos que deis
gloria a Dios y dejéis la petición de principio. Vuestra tesis, ¿cómo la
probáis? No dejaré sin examen y tan superficialmente tratado ese lugar
evangélico. Tendréis que cantarme en otro tono’.
LUTERO: ‘Hablas de una manera odiosa
(invidiose)’.
ZWINGLI le pregunta si cree que Cristo en el
capítulo 6 de San Juan quiso curar a los ignorantes.
LUTERO: ‘Queréis imponeros alborotadamente.
Duro de oír es tal lenguaje (Jn 6.60), decían los judíos teniéndolo por
imposible y absurdo’.
ZWINGLI: ‘No, no; este texto de San Juan os
retuerce el pescuezo’.
LUTERO: ‘No os ensoberbezcáis tanto; estáis en
Hessen y no en Suiza. Aquí el pescuezo no se retuerce así’. Y siguió lanzando
otras calumnias y alborotando muchísimo 15.
ZWINGLI se excusó, diciendo que esa frase es un
idiotismo de su país y que son diversas las formas de expresarse.
El príncipe (Felipe de Hessen), con un gesto y
unas palabras, dio por buena li excusa»
Sesión de la tarde. Era ya el mediodía cuando
se interrumpió la sesión para ir a comer.
A las dos de la tarde (hora secunda) se
hallaban de nuevo en la sala del castillo sentados en torno a la mesa. Prosigue
la narración de Collin:
«ZWINGLI empezó citando las apostillas de
Lutero, en las cuales había escrito que Cristo había dicho de sí: La carne no
aprovecha para nada. Y también las palabras de Melanthon a este propósito: que
el cuerpo sea comida corporalmente, es un discurso mal fundado; lo que decían
los antiguos, que el cuerpo de Cristo alimenta el alma, yo lo entiendo de la
resurrección.
LUTERO: ‘No me interesa lo que hemos escrito.
Pero probad que Esto es mi cuerpo no se refiere al cuerpo. El cuerpo (de
Cristo) alimenta al cuerpo del hombre para la eternidad. Cuando la boca recibe
el cuerpo (de Cristo), adquiere una cierta inmortalidad, pues la palabra, por
voluntad de Dios, infunde virtud. Dios dice: Tomad, haced, y se hace. Lo dijo y
se hizo. Nuestro decir es muy diferente del mandato de Dios. Si San Pedro
estuviese presente, no sabríamos lo que creía. Dios no funda el sacramento en
nuestra santidad, sino en su palabra. Por malo que sea un sacerdote, realiza el
sacramento’.
ZWINGLI: ‘Es absurdo que los impíos hagan una
cosa sacra’.
LUTERO: ‘Dé ningún modo es absurdo, porque aun
el malo bautiza. En la palabra de Dios administran los impíos, porque se
sientan en la cátedra de Moisés, etc. Dice San Agustín, contra los donatistas,
que no sólo a los probos y piadosos se debe confiar el ministerio, porque lo
que nosotros hacemos se funda en la palabra de Dios’.
ZWINGLI: ‘Una cosa es cuando se hace según
enseñan los fariseos, y otra cuando se hace según la palabra de Cristo. El
ministerio de predicar es mayor que el ministerio de bautizar. Y al ministerio
de predicar pertenecen estas palabras: Esto es mi cuerpo’.
ECOLAMPADIO resume el capítulo 6 de San Juan y
aduce el pasaje de Nicodemus (Jn 3,1) con una explicación.
LUTERO: `La fe se refiere a este cuerpo
presente, y también al que está en el cielo’.
ECOLAMPADIO: ‘Siempre Lutero vuelve a lo mismo,
como si nosotros retuviésemos el pan sin la palabra de Dios. La Iglesia está
fundada sobre esto: Tú eres Hijo de Dios, no sobre Esto es mi cuerpo’.
LUTERO: ‘Con dificultad lo acepto. A mí me
basta Esto es mi cuerpo. Confieso que el cuerpo está en el cielo, y confieso
que también está en el sacramento; si es o no contra la naturaleza, no me
interesa, con tal que no sea contra la fe’.
ECOLAMPADIO:
‘Se hizo semejante a nosotros en todo. Como es semejante al Padre en la
divinidad, lo es a nosotros en la humanidad’.
LUTERO: ‘Donec veniat, etc. Vosotros distinguís
entre la humanidad y la, divinidad; yo no me preocupo de eso. A los pobres
siempre tendréis con vosotros, a mí no (Mt 26,11). Muy bueno es el argumento
que hoy trajisteis: sustancialmente, como nació de la Virgen, así está en el
sacramento. Es preciso acudir a la analogía de la fe por la definición de la fe
según el capítulo 11 de la carta a los Hebreos’.
ECOLAMPADIO: ‘Nosotros no reconocemos a Cristo
según la carne’.
PELIPE (MELANTHON): ‘Es decir, según nuestra
carne’.
ECOLAMPADIO: ‘Vosotros nos queréis quitar la
metáfora, y, en cambio, empleáis la sinécdoque, contra la interpretación de
los católicos’.
LUTERO: ‘Eso se lo dejamos a Dios. Sinécdoque
es decir ‘espada’ por ‘vaina’, o `jarro’ por ‘cerveza’. La frase Esto es mi
cuerpo es frase inclusiva, porque el cuerpo está en el pan, como la espada en
la vaina. Esta figura retórica la exige el texto; pero la metáfora suprime
totalmente la realidad, como cuando decís: el cuerpo, esto es, la figura del
cuerpo. Ejemplo: Aquel sobre quien veáis la paloma; y en la paloma estaba el
Espíritu Santo’.
ECOLAMPADIO, muy hábilmente, se valió del mismo
ejemplo de la paloma en favor de su opinión.
ZWINGLI: ‘Dios envió a su Hijo en semejanza de
carne sujeta al pecado (Rom 8,3). Se anonadó a sí mismo y en la figura externa
(schémati), etc. (Flp 2,7). Asemejado a sus hermanos (Heb 2,17). Luego su
humanidad es limitada. Si el cuerpo está allá arriba, no está más que en un
solo lugar’. Y cita a Agustín, Fulgencio y otros. Conclusión: el cuerpo de
Cristo está en un solo lugar, luego no puede estar en muchos sitios’.
LUTERO, al repetir el argumento, en vez de schémati
eurezeis, dijo héxeis. ` ¿Semejante en todo? Luego tendría mujer y ojos negros.
En cuanto a que esté en un lugar, ya os dije antes y os lo íntimo: no quiero
nada de matemáticas; lo repito otra vez. No nos cuidemos de si está en la cena
como en un lugar’.
ZWINGLI aduce el texto griego de San Pablo.
LUTERO: ‘¡Habla en latín o en alemán, no en
griego!’ (Lest teusch oder latein, nit griechisch).
ZWINGLI se excusa en latín, diciendo que lleva
doce años usando el códice griego 16’’. Prosiguiendo, afirma: ‘Luego Cristo es
limitado, como nosotros somos limitados’.
LUTERO: ‘Concedo. Es como la nuez y la corteza.
Lo mismo se diga del cuerpo de Cristo. Dios puede hacer que no esté en un lugar
y también que esté’. Hubo largo debate sobre el predicamento de lugar. Y como
Lutero concediese que es limitado el cuerpo de Cristo, argüía Zwingli: ‘Luego
en un solo lugar; por lo tanto, si está en los cielos, no está en el pan’.
Lutero no quería oír hablar de lugar ni de ubicación, y repetía: ‘No quiero
tratar de esto, no quiero’.
ZWINGLI: ‘Entonces, ¿tenemos que hacer
solamente lo que vos queráis?’
Era ya casi la hora de la cena y se interrumpió
el debate».
Coloquio del día 3, domingo
Podemos
decir que la lucha cuerpo a cuerpo de los dos corifeos el día precedente había
sido fatigadora y casi extenuante, de tal forma que una vez Lutero, residido
de la disputa, dejó la palabra a Melanthon, y otra vez hizo otro tanto Zwingli
con Ecolampadio. En la mañanita del domingo ya estaban de nuevo afilando sus
aceros en la sala del castillo con la misma presidencia y el mismo público de
personas doctas. Sin ninguna frase introductoria, prosigue el zuingliano Collin
su relato:
ZWINGLI: ‘El cuerpo de Cristo es limitado,
luego está en un determinado lugar’.
LUTERO: ‘No está en lugar cuando está en el
sacramento; puede estar y también no estar en determinado lugar. Dios puede
poner mi cuerpo en tal manera que no esté en lugar. Los sofistas afirman que un
cuerpo puede estar en diversos lugares, lo cual yo no lo repruebo. Ejemplo: el
mundo es cuerpo, y, sin embargo, no está en un lugar’.
ZWINGLI: ‘Arguyes del poder al ser. Prueba que
el cuerpo de Cristo puede estar a la vez en diversos lugares’.
LUTERO: ‘Este es mi cuerpo’.
ZWINGLI lee un texto de Fulgencio según el cual
Cristo está en un solo lugar, y objeta a Lutero el haber escrito: ‘Allí está el
cuerpo entero de Cristo’. Y también: ‘Si la divinidad no hubiese padecido en
Cristo, no sería ése mi Cristo’.
LUTERO: ‘Fulgencio no habla de la cena, sino
contra los maniqueos’. Y cita un texto de Fulgencio sobre la cena del Señor
donde se hace mención de la oblación.
ZWINGLI:
‘Offertur quiere decir que se celebra la memoria de la oblación’.
LUTERO en este momento puso en duda el
sacrificio a fin de no renunciar a su opinión; pero, reconvenido por Zwingli,
revocó lo dicho. Y como de nuevo quisiese demostrar, por las palabras Esto es
mi cuerpo, que el cuerpo de Cristo está en muchos lugares, Zwingli lo envolvió
17. Lutero retractó lo que había dicho: ‘Que Dios quiera estar en un lugar o no
estar, dejémoslo a Él; a mí me basta Esto es mi cuerpo’.
ZWINGLI: ‘Incurres en petición de principio;
así un porfiador podría sostener que Juan era hijo de María, pues Cristo dijo:
He ahí a tu hijo, inculcando sin cesar: Cristo dijo: He ahí a tu hijo, he ahí
a tu hijo’.
LUTERO: ‘No hay petición de principio, porque
no se prueba un artículo de fe por el mismo artículo’.
ZWINGLI: ‘Hay que confrontar los textos de la
Escritura y discutirlos. Decidme si el cuerpo de Cristo está en un lugar’.
BRENZ: ‘Está sin lugar’.
ZWINGLI: ‘Dice Agustín que tiene que estar en
un solo lugar’.
LUTERO: ‘Agustín no habla de la cena’. Por fin
concede Lutero que no está en el sacramento como en lugar.
ECOLAMPADIO arguye de ahí, diciendo: ‘Luego no
está corporalmente (leyblich) con verdadero cuerpo’».
(Interrumpióse la discusión a la hora de
mediodía y reanudóse poco después de la comida.)
ECOLAMPADIO tomó de nuevo la palabra para decir
que, habiendo convenido en que el cuerpo de Cristo no está en el sacramento
como en lugar propone pacíficamente esta pregunta: ¿Cómo está allí el cuerpo?
Lee textos de Agustín y de Fulgencio.
LUTERO: ‘Tenéis en vuestro favor a Agustín y a
Fulgencio, pero los demás Padres están de nuestra parte’.
ECOLAMPADIO pide que sean presentados los
Padres de esa opinión, mas no lo recaba.
LUTERO admite que el sacramento es signo de una
cosa sagrada; concede que hay símbolos santos que significan alguna otra cosa
distinta y la representan a los ojos del entendimiento. Está de acuerdo en lo
de signos naturales y signos instituidos por Dios. Pero rechaza las palabras
citadas de Agustín, porque las escribió en su juventud y porque se trata de un
escritor antiguo y oscuro 18. Y con esto concluye.
ECOLAMPADIO dice que, si él cita a los Padres,
es para que no se piense que es nueva la sentencia por él defendida. Y también
da por acabado su discurso. Lo mismo hizo Zwingli. Bucer y Zwingli recitaron su
profesión de fe» 19.
Fin del
coloquio
Tomado
de “Martín Lutero”, Ricardo García Villoslada
Madrid
(1976), volúmen II, pág. 307-322.
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