Benjamin B. Warfield
(1851-1921)
1. Yo creo que mi único fin tanto
en la vida como en la muerte debe ser glorificar a Dios y disfrutar de él para
siempre; y que Dios me enseña cómo glorificarle en su santa Palabra, es decir,
la Biblia, la cual él había dado por inspiración infalible de su Espíritu Santo
a fin de que yo ciertamente pueda conocer lo que debo creer concerniente a él y
los deberes que él requiere de mí.
2. Yo creo que Dios es un
Espíritu, infinito, eterno e incomparable en todo lo que él es; un solo Dios
pero en tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, mi Creador, mi
Redentor y mi Santificador; en cuyo poder y sabiduría, justicia, bondad y
verdad yo puedo poner con seguridad mi confianza.
3. Yo creo que los cielos y la
tierra, y todo lo que en ellos hay, son la obra de las manos de Dios; y que
todo lo que él ha hecho lo dirige y gobierna en todas sus acciones; de tal
manera que ellas cumplan el fin para el cual fueron creadas, y yo que confío en
él no seré avergonzado sino podré con seguridad descansar en la protección de
su amor todopoderoso.
4. Yo creo que Dios creó al
hombre a su imagen, en conocimiento, justicia y santidad, y entró en un pacto
de vida con él sobre la única condición de la obediencia como deber del hombre;
de tal manera que por pecar deliberadamente en contra de Dios ese hombre cayó
en pecado y miseria en la cual yo he nacido.
5. Yo creo, que, estando caído en
Adán, mi primer padre, soy por naturaleza un hijo de ira, bajo la
condenación de Dios y estoy corrompido en cuerpo y alma, inclinado al mal y
merecedor de la muerte eterna; del cual espantoso estado no puedo ser liberado
salvo a través de la gracia inmerecida de Dios mi Salvador.
6. Yo creo que Dios no ha dejado
al mundo perecer en su pecado, sino por un gran amor con el que lo amó, desde
toda la eternidad de pura gracia ha escogido para sí mismo una multitud que
ningún hombre puede contar, para liberarlos de su pecado y miseria, y de ellos
edificar nuevamente en el mundo su reino de justicia; en cuyo reino yo puedo
estar asegurado de tener parte si me afianzo en Cristo el Señor.
7. Yo creo que Dios ha redimido a
su pueblo para sí mismo a través de Jesucristo nuestro Señor; quien, aunque era
y por siempre continúa siendo el Hijo eterno de Dios, sin embargo nació de
mujer, bajo la ley, para que pudiera redimir a los que están bajo la ley: creo
que él cargó la pena debida a mis pecados en su propio cuerpo sobre el madero,
y cumplió en su propia persona la obediencia que le debo a la justicia de Dios,
y ahora me presenta ante su Padre como su posesión adquirida, para la alabanza
de la gloria de su gracia para siempre; por lo cual renunciando a todo mérito
mío, pongo toda mi confianza solamente en la sangre y justicia de Cristo Jesús
mi redentor.
8. Yo creo que Jesucristo mi
redentor, quien murió por mis ofensas fue resucitado para mi justificación, y
ascendió a los cielos, donde está sentado a la diestra del Padre Todopoderoso,
continuamente intercediendo por su pueblo, y gobernando todo el mundo como la
cabeza sobre todas las cosas para su Iglesia; de tal manera que no necesito
temer de ningún mal y puedo con seguridad saber que nada me puede arrebatar de
sus manos y nada me puede separar de su amor.
9. Yo creo que la redención
obtenida por el Señor Jesucristo se aplica eficazmente a todo su pueblo por el
Espíritu Santo, quien obra la fe en mí y de ese modo me une a Cristo, me
renueva a la entera imagen de Dios, y me capacita más y más para morir al
pecado y vivir a la justicia; hasta que, esta obra de gracia habiendo sido
completada en mí, yo seré recibido en gloria; en cuya gran esperanza
permaneciendo, tengo siempre que luchar para la santidad perfecta en el temor
de Dios.
10. Yo creo que Dios requiere de
mí, bajo el evangelio, primero que todo, que, por un verdadero sentir de mi
pecado y miseria y una aprehensión de su misericordia en Cristo, deba alejarme
con dolor y odio del pecado y recibir y descansar en Jesucristo solamente para
salvación; de tal manera, que estando así unido a él, yo pueda recibir perdón
por todos mis pecados y ser aceptado como justo ante los ojos de Dios solamente
por la justicia de Cristo imputada a mí y recibida por fe solamente; y
únicamente de esta manera y nada más yo creo en verdad poder ser recibido
dentro del número y tener derecho a todos los privilegios de los hijos de Dios.
11. Yo creo que, habiendo sido
perdonado y aceptado en nombre de Cristo, se requiere de mí también que camine
en el Espíritu que él ha adquirido para mí, y por quien el amor es derramado
ampliamente en mi corazón; cumpliendo la obediencia que debo a Cristo mi Rey;
fielmente llevando a cabo todos los deberes puestos sobre mí por la santa ley
de Dios mi Padre celestial; y siempre reflejando en mi vida y conducta, el
ejemplo perfecto que ha sido establecido para mí por Jesucristo mi Líder, quien
ha muerto por mí y me ha concedido su Santo Espíritu para que yo pueda hacer
las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que anduviese en ellas.
12. Yo creo que Dios ha
establecido su Iglesia en el mundo y le ha dotado con el ministerio de la
Palabra y las santas ordenanzas del Bautismo, la Cena y la Oración del Señor; a
fin de que a través de éstos como medios, las riquezas de su gracia en el
evangelio puedan darse a conocer al mundo, y, por la bendición de Cristo y la
obra de su Espíritu en ellos que por la fe las reciben, los beneficios de la
redención puedan ser comunicados a su pueblo; por lo cual también se requiere
de mí que atienda a estos medios de gracia con diligencia, preparación y
oración, de tal manera que a través de ellos yo pueda ser instruido y
fortalecido en la fe, y en la santidad de vida y en el amor; y que yo use de
mis mejores esfuerzos para llevar este evangelio y comunicar estos medios de
gracia a todo el mundo.
13. Yo creo que así como
Jesucristo ha venido una vez en gracia, así también él vendrá por segunda vez
en gloria, para juzgar al mundo en justicia y asignarle a cada uno su
recompensa eterna; y creo que si muero en Cristo, mi alma será en la muerte
hecha perfecta en santidad e irá a casa con el Señor; y cuando él regrese con
su majestad, yo seré levantado en gloria y hecho perfectamente bendito en el
pleno goce de Dios por toda la eternidad: alentado por tal esperanza bendita se
requiere de mí voluntariamente participar en sufrir privaciones aquí como buen
soldado de Cristo Jesús, siendo asegurado de que si muero con él también viviré
con él, si persevero, también reinaré con él.
Y a Él, mi Redentor,
junto con el Padre,
y el Espíritu Santo,
Tres Personas, un solo Dios,
sea la gloria para siempre, hasta el fin del mundo,
Amén, y Amén.
Traducido por Valentín Alpuche.
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