Por Alejandro David Riff
En primer lugar vamos a definir
que ser un “Bautista Reformado” no se refiere a pertenecer a una denominación
sino a una asumir una posición teológica como iglesia.
Si bien pudiera parecer que el
término “bautista” lo identificara con una denominación, no obstante el
principio bíblico de los bautistas reformados es la iglesia independiente y
autónoma.
Muchas veces estas iglesias
independientes se manifiestan con distintos nombres, siendo el término “Iglesia
Bíblica” un común denominador (aunque no siempre).
La identificación teológica de
los Bautistas Reformados es con las “doctrinas de la gracia”, es decir una
postura “calvinista” de soteriología (ciencia de la salvación), con una visión
en cuanto a los eventos bíblicos históricos y su relación con Cristo denominado
“Teología del Pacto”.
Esta fe reformada descansa en una
confesión histórica conocida como la “Confesión Bautista de 1689”.
Su predecesora es la famosa
“Confesión de Westminster” (Inglaterra) realizada en el año 1647,
donde se reunieron 121 teólogos (mayormente pastores puritanos) y 40
laicos en una asamblea que duró 1.163 sesiones entre el 1ro de julio
de 1643 al 22 de febrero de 1649.
Luego, en 1677, los grupos que
abogaban por el bautismo de inmersión de creyentes (bautistas) hicieron un
llamado convocatorio a las iglesias de Gales e Inglaterra para tratar de dejar
en claro por medio de un manifiesto que, si bien adoptarían la confesión de fe
de Westminster, no obstante diferían en la postura del bautismo de infantes y
de la forma de gobierno presbiteriano (ya tratado en una confesión de “los
congregacionalistas” en el año 1658 en el palacio de Savoy), expresando de
manera cándida estas diferencias y reescribiendo estos dos puntos en una
confesión de fe modificada.
En 1689 esta declaración contó
con un apoyo mayor, ya que en Inglaterra se promulgó una ley de tolerancia
religiosa, por lo que pudieron participar las iglesias de manera más libre
llegando a enviar representantes de 107 congregaciones.
Con el pasar del tiempo, a
mediados del siglo IXX, el predicador y pastor del Tabernáculo Metropolitano de
Londres, Charles Spurgeon, revalorizó nuevamente esta confesión de fe dando un
énfasis al estudio de la misma a través de la reedición del “Catecismo
Bautista”.
Este catecismo es un estudio
práctico, en 82 puntos, de la confesión bautista de 1689.
Muchos bautistas (del tipo no
reformado) simpatizan con C. H. Spurgeon “el príncipe de los predicadores”, no
obstante hacen omisión de su teología calvinista queriendo separar el éxito de
su predicación de su teología base. Spurgeon expresa el calvinismo de la
siguiente manera:
Yo tengo mi propia opinión
particular que no hay tal cosa como predicar a Cristo y a Él crucificado, a
menos que prediquemos lo que hoy en día se llama la doctrina calvinista. El
calvinismo no es otra cosa que el Evangelio. No creo que podamos predicar el
Evangelio si no predicamos la justificación por la fe, sin obras; ni a menos
que prediquemos la soberanía de Dios en Su dispensación de la Gracia; ni a
menos que exaltemos el amor que elige y que no se puede cambiar, eterno,
inmutable y conquistador de Jehová. Tampoco pienso que podamos predicar el
Evangelio a menos que lo basemos sobre la redención especial y particular de Su
pueblo escogido y elegido, que Cristo llevó a cabo en la cruz.
Muchos piensan que las doctrinas
reformadas como la predestinación, redención particular o llamamiento eficaz,
son propia de gente fatalista que no evangeliza, pero esto no es así. Por el
contrario se demuestra un mayor celo en la evangelización cuando se predica un
mensaje centrado en la soberanía de Dios.
El padre de las misiones
modernas, William Carey, era un bautista “calvinista”, viajó a la India
donde fundó 26 iglesias y 126 escuelas, y tradujo la Biblia a 44 idiomas.
La corriente fatalista que no evangeliza
es el “hipercalvinismo”, pero los bautistas reformados han demostrado
históricamente que son pioneros en evangelizar y también denuncia el
hipercalvinismo como erróneo respecto a su entendimiento.
Un pastor bautista reformado
de Louisville (EE.UU), Jim Savastio, da una muy buena definición acerca de
la iglesia local y el cumplimiento de la “Gran Comisión”:
Los Bautistas Reformados se
distinguen por su convicción de que la iglesia local es central para los
propósitos de Dios en la tierra. El tiempo presente es el tiempo para las
organizaciones para-eclesiásticas. Es el tiempo de cristianos con una
mentalidad independiente que flotan de lugar en lugar sin comprometerse nunca a
una iglesia. Esta actitud no es solamente espiritualmente peligrosa, sino que
es contrario a la revelación de Dios. Mientras que muchos han diagnosticado
correctamente la falla de la iglesia en realizar su misión, la respuesta no es
abandonar la iglesia, sino por el contrario buscar su reforma y su restauración
bíblica. Sólo la iglesia es el lugar especial donde Dios habita sobre la
tierra. La gran comisión de la iglesia se cumple mientras los predicadores del
evangelio son enviados por iglesias locales a plantar nuevas iglesias por medio
de la conversión, bautismo, y el discipulado. Muchas organizaciones
bien-intencionadas están buscando tomar sobre ellas el trabajo que el Dios
viviente le ha confiado a Su iglesia. A quién le ha confiado Dios el mandato
misionero? A quién le dio instrucciones Dios para el discipulado y la motivación
y la formación de creyentes? A quién le confió Dios el equipamiento de los
santos y el
entrenamiento de hombres para liderar a la siguiente generación? Si la toda
suficiente Biblia responde que todas estas son las responsabilidades de la iglesia
local, no estamos en la libertad de ignorarla a la luz del status quo.
En breves ejemplos vemos que los
bautistas reformados siempre han abogado por la evangelización.
A continuación, y a manera
práctica, damos una lista de doctrinas básicas de lo que creemos los bautistas
reformados. Por conclusión sacaremos qué es no ser un bautista reformado. Los
puntos están basados en la declaración bautista de 1689.
- La Biblia es la única fuente escrita de la
revelación de Dios y autoridad para la iglesia. Se rechaza cualquier
revelación de nuevas profecías o el moderno movimiento apostólico. Citando
textualmente la declaración de 1689: ” Lo cual hace a las Santas
Escrituras muy necesarias, habiendo cesado ya las maneras
anteriores por las cuales Dios revelaba su voluntad a su
pueblo”.
- Reconoce a la doctrina de la trinidad como: el
fundamento de toda nuestra comunión con Dios y nuestra consoladora
dependencia de él.
- Respecto a la doctrina de la predestinación y
la elección se dice en el capítulo 3, punto 7: ” La
doctrina del profundo misterio de la predestinación debe tratarse con
especial prudencia y cuidado,1 para que los hombres, al ocuparse de
la voluntad de Dios revelada en su Palabra y, al obedecerla, puedan, por
la certidumbre de su llamamiento eficaz, estar seguros de su elección
eterna; de este modo, esta doctrina proporcionará motivo de alabanza,
reverencia y admiración a Dios, y de humildad, diligencia y abundante
consuelo a todos los que sinceramente obedecen al evangelio.
- Creemos en la depravación total del
ser humano, impedido de tomar “una decisión por Cristo” en sí mismo:
De esta corrupción original, por la cual estamos completamente
indispuestos, incapacitados y opuestos a todo bien y
enteramente inclinados a todo mal, proceden en sí todas las
transgresiones. (Capítulo 4, punto 4). El hombre, por su Caída
en un estado de pecado, ha perdido completamente toda capacidad para
querer cualquier bien espiritual que acompañe a la salvación. (Capítulo
9, punto 3)
- Creemos en el llamamiento eficaz para
salvación: A aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida,
tiene a bien en su tiempo señalado y aceptable, llamar eficazmente
por su Palabra y Espíritu, sacándolos del estado de pecado y muerte
en que están por naturaleza y llevándolos a la gracia y la
salvación por Jesucristo… Este llamamiento eficaz proviene
exclusivamente de la gracia libre y especial de Dios, no de ninguna cosa
prevista en el hombre, ni por ningún poder o instrumentalidad en la
criatura. (Capítulo 10, punto 1 y 2).
- Creemos en la redención particular, es
decir la aplicada a sus escogidos: Desde la eternidad, Dios
decretó justificar a todos los escogidos;1 y en el cumplimiento del
tiempo, Cristo murió por los pecados de ellos, y resucitó para su
justificación;2 sin embargo, no son justificados personalmente hasta que,
a su debido tiempo, Cristo les es realmente aplicado por el Espíritu
Santo. (Capítulo 11, punto 4).
- Con respecto a la doctrina de la
santificación creemos que : Esta santificación se efectúa
en el hombre en su totalidad, aunque es incompleta en esta vida; todavía
quedan algunos remanentes de corrupción en cada parte,1 de donde
surge una continua e irreconciliable guerra:2 la carne lucha contra el
Espíritu, y el Espíritu contra la carne. (Capítulo 13, punto 2).
- Creemos que la salvación no puede perderse, es
decir en la perseverancia de los santos: Esta
perseverancia de los santos depende no de su propio libre albedrío, sino
de la inmutabilidad del decreto de elección, que fluye del amor libre
e inmutable de Dios el Padre, sobre la base de la eficacia de los méritos
y la intercesión de Jesucristo y la unión con él, del juramento de
Dios, de la morada de su Espíritu, de la simiente de Dios que está en los
santos y de la naturaleza del pacto de gracia, de todo lo cual surgen
también la certeza y la infalibilidad de la perseverancia. (Capítulo
17, punto 2).
- La ley moral del Antiguo Testamento es vigente en
sus principios (no a ley ceremonial o civil dada a Israel en su tiempo) no
como un medio de salvación, desde luego, sino como la voluntad de Dios que
requiere obediencia de parte nuestra: La ley moral obliga
para siempre a todos, tanto a los justificados como a los demás, a que se
la obedezca;1 y esto no sólo en consideración a su contenido, sino
también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, quien la dio.2
Tampoco Cristo, en el evangelio, en ninguna manera cancela esta
obligación sino que la refuerza considerablemente.
- Creemos en la iglesia universal y local bajo
estos aspectos: La iglesia católica o universal, que
(con respecto a la obra interna del Espíritu y la verdad de la gracia)
puede llamarse invisible, se compone del número completo de los
electos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza;
y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de aquel que llena todo en
todos ..//.. Una iglesia local, reunida y completamente
organizada de acuerdo con la voluntad de Cristo, está compuesta por
oficiales y miembros; y los oficiales designados por Cristo para ser
escogidos y apartados por la iglesia (así llamada y reunida), para la
particular administración de las ordenanzas y el ejercicio del poder
o el deber, que él les confía o a los que los llama, para que
continúen hasta el fin del mundo, son los obispos o ancianos, y los
diáconos.
El BAUTISMO
Creemos en el bautismo de
creyentes por inmersión. La declaración de Westminster cree en la
administración del bautismo de los hijos de creyentes como una “señal del
pacto”. Es decir que para ellos el bautismo de párvulos por aspersión es
el equivalente novotestamentario de la circuncisión dada en el Antiguo
Testamento para Israel. Los bautistas reformados respetamos a nuestros hermanos
presbiterianos en su punto de vista, pero creemos respecto al bautismo de niños
que, si bien pudo darse en casos aislados como el “carcelero de filipos” que se
bautizó con todos los suyos (Hechos 16:33), es más bien la excepción antes que
la regla del Nuevo Testamento.
Juan el bautista y los discípulos
del Señor bautizaban en el río Jordán a adultos por inmersión. Así lo hizo el
mismo Señor (Mateo 3:6-13 – Marcos 1:9 – Lucas 3:3 – Juan 10:40)
Creemos que los niños pequeños no
pueden dar ningún consentimiento ni evidencia de conversión por eso se expresa
que: Los que realmente profesan arrepentimiento para con Dios y fe en
Nuestro Señor Jesucristo y obediencia a él son los únicos adecuados para
recibir esta ordenanza (Capítulo 29, punto 2).
EL CONCEPTO DE IGLESIA
Los pastores o ancianos son un
mismo oficio espiritual y estos no surgen de la nada, sino que tienen que ser
elegidos por la congregación. Aquellos pastores que se auto-proclaman como
tales, sin un proceso congregacional (tiene que contar grupo de creyentes para
elegirlo, aunque este sea pequeño, tiene que existir), no estarían dentro
del concepto bíblico que creemos bautistas reformados: La manera
designada por Cristo para el llamamiento de cualquier persona que ha sido
calificada y dotada por el Espíritu Santo para el oficio de obispo
o anciano en una iglesia, es que sea escogido para el mismo por la
votación común de la iglesia misma, y solemnemente apartado mediante ayuno
y oración con la imposición de manos de los ancianos de la iglesia, si es que
hay algunos constituidos anteriormente en ella; y para el oficio
de diácono, que sea escogido por la misma votación y apartado mediante
oración y la misma imposición de manos (Capítulo 26, punto 9).
Creemos también que todo creyente
está obligado a unirse a iglesias locales cuando tengan oportunidad (Capítulo
26, punto 12). Quedarse en estado de aislamiento, sin disciplina ni
comunión, es una actitud contraria al modelo de iglesia del Nuevo Testamento.
En cuanto a la comunión
inter-iglesias, creemos que debe haber compañerismo y ayuda mutua. Siempre en
el marco de una sana doctrina bíblica. Un bautista reformado no mantiene
relaciones ecuménicas (con católicos, judíos etc.), ni comunión con la
falsa doctrinas y grupos que, aunque se profesen evangélicos, niegan alguna
doctrina cardinal de la fe. Tampoco nos jactamos de ser el legado
ininterrumpido de la transmisión apostólica como alguna corriente bautista
denominacional, pues esa sería una posición sectaria que nos aislaría de
hermanos en Cristo que no siempre comparten nuestro punto de vista en doctrinas
periféricas.
CONFESIÓN DE FE DE LONDRES DE
1689
Esta es básicamente la confesión
de fe a la cual adhieren los bautistas reformados alrededor del mundo.
Como decía el pastor C.H.
Spurgeon en el siglo XIX, adoptamos esta confesión de fe “no como regla
autoritativa ni como un código de fe, sino como una ayuda en casos de
controversia”.
Artículo extraído
originalmente de PalabraFiel.org (pastor Alejandro David Riff)
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