Compilado, redactado y comentado por Gabriel E. LLugdar
Su abuelo paterno, Michel, era un médico famoso y entre sus pacientes se encontraban los gobernantes de la Corte de Ferrara; pero al mismo tiempo atendía desinteresadamente a los pobres indigentes. De costumbres sencillas y de corazón profundamente religioso fue sin duda quién más influenció tempranamente en la conciencia de su nieto.
“Cuando aún era niño, tenía la costumbre de orar, y a medida que fue creciendo, su fervor en la oración y el ayuno fue en aumento. Pasaba muchas horas seguidas orando. La decadencia de la iglesia, llena de toda clase de vicios y pecados, el lujo y la ostentación de los ricos en contraste con la profunda pobreza de los pobres, le afligían el corazón. Pasaba mucho tiempo solo en los campos y a orillas del río Po, meditando y en contemplación en la presencia de Dios, ya cantando, ya llorando, conforme a los sentimientos que le ardían en el pecho. Siendo él aún muy joven, Dios comenzó a hablarle en visiones. La oración era su mayor consuelo; las gradas del altar, donde permanecía postrado horas enteras, quedaban a menudo mojadas con sus lágrimas.” (Biografía de grandes cristianos, Orlando Boyer)
Girolamo paso una niñez sin estrecheces económicas, en el seno de una familia culta y con un prometedor futuro que de seguro sería el de ocupar el puesto de su abuelo en la corte de Ferrara, pero su abuelo murió sin poder completar la educación de Girolamo para médico.
Mientras tanto, una familia de apellido Strozzi perteneciente a la nobleza de Florencia, debido a los cambios políticos que allí ocurrían se refugia en Ferrara, trayendo consigo a su hija.
“Se enamoró de ella Savonarola; y en este instante crítico de su existencia, pudo cambiarse por completo su vocación y su destino: correspondido, amado, perteneciendo a familia rica y noble; con opulencia en la vida, con poder en el mundo, con hijos que le obligasen a calcular lo porvenir, con el corazón sereno, con la conciencia tranquila, querido por los suyos, respetado y puesto sobre el pavés de la fortuna….Así son siempre los redentores en el mundo. Para llegar a la veneración de las generaciones venideras; para subir a los altares de la historia; para obtener la apoteosis de la inmortalidad, tienen que sudar sangre en el huerto de los Olivos, devorar injurias en los tribunales del pretorio, recibir de los verdugos la alevosa bofetada de la ignominia (afrenta pública), apurar hasta las heces el cáliz rebosante de hiel y vinagre, ceñirse una corona de espinas y tenderse en el patíbulo de la cruz. Imaginaos a Savonarola feliz, y hubiera indudablemente sido un buen esposo, un buen padre, ignorado de la historia y sin poder alguno para dejar en el espacio, en el tiempo, en el alma humana la hondísima huella que ha dejado. Pero vino la desgracia a visitarle, a herirle, a romperle en mil pedazos el corazón….y el dolor que le ciñó las sienes con una corona de espinas, también se la ciñó con el resplandor de la inmortalidad. Había puesto sus esperanzas en una mujer amada, concentrado su vida en lograrla, y cuando le rechazó la familia con suprema negativa, en parte a causa de su profesión, y en parte a causa de su figura, creyó que venía sobre él la muerte, cuando realmente venía sobre él la inmortalidad.” (La revolución Religiosa, Emilio Castelar)
No esta claro el motivo por el cual la familia Strozzi rechazó al joven, si por su apariencia poco agraciada, por no tener un apellido más noble, o por luchas políticas entre familias; lo cierto que es que con frecuencia lo despreciado del mundo viene a convertirse en lo apreciado de Dios.
Un día asistió a una celebración religiosa en la ciudad de Faenza, se sintió conmovido por la predicación de un monje agustino y decidió allí consagrar su vida a Dios. Luchó interiormente contra el dolor del amor imposible, el dolor de un mundo que le parecía vano y el dolor de tener que dejar a su familia para seguir el camino de la Cruz.
A los 22 años de edad, un 23 de abril de 1475 y sin el consentimiento de sus padres abandona el hogar e ingresa en el convento de los domínicos de Bolonia, para realizar los trabajos más humildes y pesados del convento. Días después le escribe una carta a su padre donde le explica el porqué de su determinación
“El motivo que me ha determinado es ante todo la gran miseria del mundo, la iniquidad de los hombres, las violaciones, los adulterios, los latrocinios, el orgullo, la idolatría, las blasfemias crueles que deshonran el siglo… Era el más grande sentimiento que yo podía sentir en este mundo. Por esto pedía todos los días a mi Señor Jesucristo que me sacara de este fango… Cuando plugó a la infinita misericordia de Dios, me enseñó esta vía, y yo he entrado aunque indigno de esta merced. Decidme ¿no es una gran virtud en el hombre huir de las iniquidades de este miserable mundo, para vivir como un ser razonable y no como una bestia entre los puercos?
…Así, amado padre mío, lejos de derramar lágrimas debéis dar gracias a Jesús…”
“No volvería la mundo aunque creyese llegar a hacerme más grande que César Augusto; pero al fin yo soy de carne como vos y mis sentidos combaten mi corazón. Yo necesito sostener crueles combates, para impedir que el diablo me salte sobre la espalda, sobre todo cuando oigo hablar de vos… Solo me resta suplicaros que como hombre de energía que sois, consoléis a mi madre….Concededme ambos vuestra bendición. Yo rogaré siempre por vuestras almas con fervor.”
Girolamo era de estatura media, nariz aguileña, labios gruesos y sonrisa melancólica, arrugas profundas en su frente a pesar se su juventud. Su espíritu aborrecía la tiranía, el despotismo que gobernaba en las ciudades de Italia; gobernantes y nobles plagados de lujos pagados con el sudor de los pobres. Los bienes materiales consagrados a la ostentación, el cuerpo consagrado a la vanidad, el arte consagrado a la sensualidad, el poder consagrado a la egolatría; en fin, el paganismo disfrazado de cristianismo, la hipocresía de una sociedad que se decía cristiana pero ignoraba el Evangelio. Savonarola no odiaba la sociedad, ni odiaba al arte, ni la ciencia, ni la vida, odiaba la hipocresía. La odiaba con todo el fervor de la juventud; aquella juventud que una vez agotadas las utopías y los ideales termina siendo arrastrada por esa misma resignación que tanto odiaban, pero a diferencia de ellos Savonarola no será doblegado jamás por la hipocresía. Por eso creo que debemos dar a conocer la vida de este extraordinario joven de Dios, para animar a muchos a luchar contra la hipocresía religiosa, contra el conformismo ministerial, contra la mediocridad espiritual.
Muerto Pio II, asume la tiara papal Pedro Barbo, cardenal de Venecia, con el nombre de Paulo II desde 1464 hasta 1471, al principio se comprometió ante los cardenales a llevar una reforma de la iglesia, fue solo habilidad política para obtener el pontificado pues una vez en el poder no solo no acometió la tan necesitada reforma sino que acrecentó su absolutismo, sus fastos y vicios; pues era amante de las fiestas, de las joyas y las diversiones hasta el exceso, sobre todo de los carnavales tan típicos de su Venecia natal.
“Paulo II vistió de rojo a los cardenales para que semejasen reyes en torno a un César, él invento toda suerte de uniformes y vestimentas para que la corte pontificia fingiese el aspecto de una corte de sátrapas babilónicos; él bebía como los romanos de la decadencia, vinos carísimos en copas hechas de piedras preciosas; él, por último gastó mas de dos millones de reales en aquel tiempo tan solo para fabricarse una tiara, en la cual pesaban con tanta pesadumbre los brillantes, rubíes, zafiros y piedras preciosas que el día que llegó a probarse aquella corona, estuvo a punto de sentir aplastada la frente” (La revolución Religiosa, Emilio Castelar)
A la muerte de Paulo II le sucede Sixto IV, del 1471 al 1484, los mismos
historiadores católicos concuerdan que una vez hecho papa se convirtió en un déspota cínico y violento, usando el nepotismo para tener el control religioso, político y militar absoluto, colocando en los puestos principales a familiares suyos. Famoso es el caso de uno de sus sobrinos, el cardenal Pedro Riario, quien a la edad de veinte años fue nombrado por su tío como Obispo de Tréveris, arzobispo de Sevilla y Florencia y Patriarca de Constantinopla, puestos por los cuales recaudaba una fortuna, la cual gastaba en banquetes en Roma que ni el mismo Nerón los hubiese soñado
“Comparad el cardenal Riario en su palacio y el monje Savonarola en su convento; ved el sayal de éste y la púrpura de aquel; oíd las palabras parecidas al divino verbo con que el uno eleva las conciencias al ideal, y los versos sensuales y carnavalescos con que el otro lanza las almas a la corrupción; asistid a ese banquete de ideas en que se habla como hablaba Platón a sus discípulos y Cristo a sus apóstoles, y al otro banquete, el de la gula, de la lujuria, del vicio; comparad vida con vida, la riqueza de uno con la miseria del otro, los excesos de uno con la austeridad del otro; y decid luego si cabía dudar de que la reforma verdadera, la reforma ortodoxa, la reforma saludable estaba en la mente del predicador, del fraile, mientras el poder destinado a reformarse, si no quería morir de muerte gangrenosa, era aquel Pontificado convertido en una verdadera tiranía y que, a manera de todas las tiranías, solamente daba de si corrupción y podredumbre” (La revolución Religiosa, Emilio Castelar)
Sixto IV construyó la Capilla Sixtina (de allí su nombre) y fue uno de los que más potenció la devoción a la Virgen María, a pesar de pertenecer a la orden franciscana y de haber hecho voto de pobreza este Papa convirtió la sede apostólica en un bacanal.
Mientras la Iglesia de Roma se debatía entre ser gobernada por una monarquía papal o una oligarquía de cardenales; Savonarola se dedica al estudio de la Lógica, la filosofía de Platón, luego Aristóteles, pero con lo que realmente se apasiona es con los escritos del célebre Santo Tomás de Aquino y con el estudio de las Escrituras de las cuales llega a tener un gran conocimiento y dominio de los pasajes bíblicos. Por su disciplina, perseverancia e inteligencia alcanza el título de Maestro de novicios y es designado para enseñar filosofía, pero no está satisfecho con esto pues lo que él verdaderamente ama es el estudio de la Biblia y se esfuerza por enseñar, no filosofía sino el Evangelio. Profundiza su conocimiento de la Teología, lo que le abre los ojos para ver la ruina moral en la que se hallan inmersos la civilización, la cristiandad y por sobre todo la jerarquía eclesiástica.
El joven Savonarola destaca por su fervor religioso, su práctica de la sencillez del Evangelio y su irrefutable testimonio personal. Girolamo creía firmemente que una vida transformada por Dios no debía quedarse aislada en un convento, sino que debía transformar la sociedad, la reforma interior debe producir una reforma exterior.
En 1486 se celebró una reunión de los de la orden de los domínicos, orden a la que pertenecían los más destacados predicadores de esa época. Entre ellos se encontraba el erudito Pico de la Mirándola que quedó impactado por el fuego de Savonarola. Unos dicen que Pico lo recomendó al prior del convento de San Marcos en Florencia, otros que se lo recomendó al mismísimo Lorenzo de Médicis, gobernante de esa ciudad, lo cierto es que luego de unos años como predicador itinerante se trasladó allí.
de Fray Girolamo
En la ciudad de Florencia la aristocracia feudal y guerrera fue vencida por el levantamiento del pueblo con el apoyo de la clase media, mas luego la clase media se eleva por sobre todos; y su máximo representante son los Médicis enriquecidos por el comercio y la banca. El Papa Sixto IV era enemigo acérrimo de los Médicis, en ese entonces Julián y Lorenzo; por lo cual dio su aprobación a una conspiración para derrocarlos, asesinaron a Julián pero Lorenzo pudo escapar y luego vengarse de sus conspiradores acrecentando aún más su poder en Florencia.
Girolamo entra a vivir en el convento de San Marcos de Florencia y al año es nombrado Instructor de Novicios. Este convento tenía gran reputación, tanto en lo espiritual como en lo artístico; personalidades como el pintor Fra Angélico, o Fra Bartolomé (pintó el famoso retrato de Savonarola), o Fra Benedicto, poeta, pintor miniaturista amigo y defensor de Savonarola, plasmaron su arte en este convento.
Mientras tanto el joven Girolamo, en tanto crece su conocimiento de las Escrituras más crece su celo por una reforma eclesiástica; necesidad más que evidente cuando puede comprobar de primera mano en Florencia la degradación moral imperante. Se dedica con esmero al estudio, la oración, el ayuno, y aumenta en intensidad el fuego de su predicación. Aunque en sus primeros sermones no destacaba en absoluto, llegando a renunciar a la idea de predicar pues se veía poco dotado para ello. Pero ante la retórica de algunos que predicaban con grandes palabras sin decir absolutamente nada provechoso, contestaba:
la verdadera doctrina”
Le conmovía profundamente la corrupción de la sociedad:
Es nombrado predicador y entre 1485 y 1489 recorre las ciudades trastornándolas con un mensaje directo, sin ambigüedades, llamando al arrepentimiento tanto a gobernantes, aristócratas, personas del vulgo y aún
al mismo Papa de Roma. Su alma gemía al ver Italia volviendo al paganismo, a la superstición o a la astrología.
En 1491, de regreso al convento San Marcos de Florencia, es nombrado Lector y Teólogo del Convento, las clases que daba a los novicios eran tan notables que atraía a todos los frailes del convento, como también a todo tipo de personas de tal manera que la sala quedaba pequeña. Luego en el 1492 es designado Prior de San Marcos, a los 34 años de edad. Intenta retornar al cumplimiento de la Regla que por la decadencia moral de los conventos había quedado relegada; no logra el apoyo de la Congregación Lombarda por lo cual decide la separación del convento de San Marcos con aquella congregación, aplicando en San Marcos una vida conforme al ideal evangélico. Soñaba que desde Florencia la reforma espiritual alcanzara a toda Italia.
La idea fundamental de Girolamo era la Renovación de la Iglesia básicamente en dos procesos, una reforma del clero mediante la obra de un reformador, y la reforma de los fieles mediante la obra del clero reformado.
A la muerte del papa Sixto IV le sucede Inocencio VIII (del 1484 al 1492) Bajo este papa la decadencia de la curia romana se precipitó vertiginosamente, y para sufragar los suntuosos gastos incrementó la simonía, aumentando y vendiendo los cargos curiales al mejor postor. Motivado por fines económicos buscó restablecer las relaciones con los Médicis, casando a su hijo (el hijo del papa) con la hija de Lorenzo. También con el objeto de congraciarse con los Médicis nombró cardenal al hijo de Lorenzo, de nombre Juan y de tan solo trece años de edad; este más tarde llegaría a ser Papa con el nombre de León X, y pasaría a la historia como el Papa que fue vencido por Lutero.
Mientras tanto, en el convento San Marcos de Florencia, Girolamo Savonarola es nombrado Lector y Teólogo, las clases que daba a los novicios eran tan notables que atraía a todos los frailes, como también a todo tipo de personas, de tal manera que la sala quedaba pequeña, así que debió salir al jardín para enseñar, pero al quedar pequeño el jardín debió hacerlo en la iglesia de San Marcos, y cuando esta quedó pequeña fue menester darle la Catedral de Florencia.
En el 1494 es designado Prior de San Marcos, a los 40 años de edad. Intenta retornar al cumplimiento de la Regla que por la decadencia moral de los conventos había quedado relegada; no logra el apoyo de la Congregación Lombarda por lo cual decide la separación del convento de San Marcos con aquella congregación, aplicando en San Marcos una vida conforme al ideal evangélico. Soñaba que desde Florencia la reforma espiritual alcanzara a toda Italia.
Les enseñaba a los novicios que no pusiesen sus ojos en las imperfecciones de sus hermanos pues si entraban al convento esperando encontrar el paraíso en la tierra pronto abandonarían el llamado sintiéndose frustrados
Dispuso que en el convento las tareas llamadas viles como por ejemplo la limpieza, huerto, cocina, etc. no fuera trabajo exclusivo de los novicios sino que todos debían realizar estas tareas sin distinción de rangos.
Si las palabras de Savonarola eran poderosas, su ejemplo lo era aún más, nunca mandaba hacer algo a otro que el mismo no estuviese dispuesto a hacer; y en cuanto a las tareas del convento se reservaba para sí la limpieza de los sitios más repugnantes. Dormía solo cuatro horas al día, y llevó adelante una reforma tal que el convento de San Marcos pronto creció en número debido a su fama de pureza de vida evangélica. Tenía el sueño de convertir al convento de San Marcos en centro misionero por lo cual dispuso que allí se estudiase además del latín, el hebreo, el griego, el árabe y el caldeo.
No dejaba Savonarola de predicar contra los vicios del papado, y la hipócrita democracia de Florencia, solo República de nombre, pues al fin y al cabo todo pasaba por la voluntad de una sola persona, la de Lorenzo el Magnífico. Por cierto el convento de San Marcos debía su esplendor a la ofrenda de los Médicis, pero Girolamo no doblaba sus rodillas por dinero, así que no le daba ninguna adulación a Lorenzo, ante el asombro de este. Cuando fue elegido prior, no cumplió con la costumbre de sus antecesores de rendirle pleitesía al mecenas de Lorenzo; su respuesta ante los que le insistían en agradecer al poderoso Médicis fue que, como solo a Dios le debía su elección como prior, solo a Dios le rendía gratitud y obediencia.
Solía Lorenzo visitar el convento para ver si Savonarola le dedicaba algún tiempo, pero el monje no dejaba ni sus estudios, ni su trabajo, ni su oración por atender a algún poderoso, esto desquiciaba al gobernante de Florencia. Ante visita tan ilustre siempre algún monje corría hasta la celda del prior para avisarle que Lorenzo estaba allí, < ¿Me ha llamado?> Preguntaba Girolamo, <No, pero….> le respondían, <Entonces dejadle pasear solo, hasta que se canse > respondía un inmutable Savonarola. Algunas veces enviaba Lorenzo a alguno de sus amigos para tratar de seducir la voluntad del monje, pero este le respondía: <Id, y responded de mi parte a Lorenzo de Médicis, que haga penitencia por sus pecados> En ese entonces sus conciudadanos no comprendían el porqué de su reacción. Pero cual profeta que extiende su mensaje a los tiempos, su actitud nos ilumina hoy cinco siglos después, al ver a muchos ministros del Evangelio correr presurosos a rendir pleitesía a los poderosos de la tierra; ya sea por motivo de obtener favores o recibir alguna ofrenda generosa. Los tales predicadores, por miedo de ofender “al mecenas” no son capaces de llamarle al arrepentimiento; ni de recordarle que el dinero no puede cubrir los pecados, ni se paga con diezmos la entrada al cielo.
Savonarola con su ejemplo, sigue hoy golpeando el rostro desvergonzado de los ministros que han cedido al soborno del poderoso; de los que han dejado de oír la voz de Dios por oír el sonido de las monedas cayendo en el cofre de las ofrendas; de los que conocen bien el rostro de los billetes pero han olvidado el rostro de Aquel que los llamó por su Gracia.
Era aquella, una época en la que florecía el arte, florecía la ciencia, florecían los descubrimientos, pero la Iglesia se marchitaba con la corrupción de sus líderes.
Allí es levantado Savonarola, y su predicación resuena como la del profeta invitando al arrepentimiento, llamando al pecado por su nombre y predicando sin tapujos sobre el juicio terrible que conlleva el desobedecer el llamado del Evangelio. Algunos acusan a Savonarola de místico exaltado, de haberse creído verdaderamente iluminado por Dios en sus profecías, de confundir sus deseos con visiones celestiales, pero lo cierto es que si tomamos en cuenta la situación político religiosa que le rodeaba descubriremos que lo que decía no era producto del fanatismo, sino de una gran carga por las almas perdidas ante tanto desenfreno. Y a la luz de esta verdadera vocación y pasión ministerial, sus errores que como todo ser humano los tuvo, resultan muy pequeños ante su titánica obra.
“El Señor no excusa a nadie de su justicia, y no le teme a los príncipes de la tierra” fue su respuesta a la recomendación, por parte de Lorenzo, a que se moderase en su predicación.
El pueblo acudía en multitud a escuchar sus sermones, les predicaba acerca de la humildad, de que el verdadero tesoro era la vida espiritual y no las riquezas que nunca terminaban de saciar al alma. Se identificaba con los pobres viviendo de forma austera, sin ostentación ni codiciando nada material, esto era inédito en aquella época en que los líderes religiosos se aprovechaban de sus cargos para entregarse sin freno a la vida mundanal. El alma del joven Savonarola se quebraba en llantos al ver las multitudes en absoluta ignorancia de las verdades eternas, verdaderamente como ovejas sin pastor.
“Bajo una nueva unción del Espíritu Santo, sus sermones en que condenaba al pecado eran tan impetuosos, que muchos de los oyentes se quedaban por algún tiempo aturdidos y sin deseos de hablar en las calles. Era común, durante sus sermones, que se oyesen resonar los sollozos y el llanto de la gente en la iglesia. En otras ocasiones, tanto hombres como mujeres, de todas las edades y de todas las clases sociales, rompían en vehemente llanto” (Biografía de grandes cristianos, Orlando Boyer)
También alzaba la voz contra los gobernantes tiranos que oprimían al pueblo y vivían de forma licenciosa con los impuestos de los que menos tenían. Denunciaba la perversidad de los Médicis, en vano intentó Lorenzo acallar la voz de Savonarola ya sea mediante amenazas o mediante donaciones de dinero, el fraile no se doblegaba ante los poderosos del mundo.
Jerónimo profetizó que Lorenzo Médicis, el Papa Inocencio VIII y el rey de Nápoles morirían en un año y así ocurrió.
Lorenzo de Médicis, en su lecho de muerte, mandó llamar a Girolamo, de quien decía que era el único verdadero religioso que había conocido, para que le confesara, a lo que el monje como siempre permaneció impasible. Le rogaron mucho sus hermanos del convento que fuera a ver al moribundo, hasta que por fin aceptó. Lo que sucedió en ese encuentro es motivo de divergencias entre biógrafos e historiadores, pero básicamente lo que sucedió fue lo siguiente. Una vez frente al lecho de Lorenzo, le hablo de la misericordia de Dios que podía perdonar sus pecados, más tres cosas, dijo, le era necesario hacer si quería morir en completa paz: En primer lugar debía tener “una completa confianza en la misericordia de Dios”, Lorenzo le respondió que la tenía. En segundo lugar “debía restituir a los pobres de todo aquello que les hubiese despojado”, Lorenzo no tuvo mas remedio que aceptar, pues el temor de la muerte le apremiaba. Entonces el monje le mira fijamente, la solemnidad de su rostro y de su hábito se agiganta en aquella habitación cargada de lujo, y su boca como siempre se abre para decir la verdad sin acepción de personas. En tercer lugar, dijo: “Devuelve la libertad a Florencia” y esas palabras rompieron la máscara carnavalesca de hipocresía con que Lorenzo pretendía conseguir las gracias del paraíso, y afloró de su ser el verdadero déspota que siempre había sido, por toda respuesta dio la espalda al monje y no pronunció palabra.
Girolamo no era insensible ante el lecho del dolor de un moribundo, pero si Lorenzo pretendía su bendición sin un verdadero arrepentimiento, se había equivocado de confesor. Savonarola se fue por donde había venido y condenado quedó Lorenzo en su obstinado despotismo, y condenada quedaba Florencia, pues a los 43 años de edad moría el Magnífico Médicis, para gobernar en su lugar su hijo Pedro, peor tirano y mediocre en todo.
Contra los líderes de la Iglesia Romana también alzó su voz denunciando que los sacerdotes descuidaban la eternidad de las almas de los fieles y solo se concentraban en los bienes y el poder de este mundo, sin poner en práctica lo que predicaban desde sus púlpitos. Savonarola estaba consciente de que la corrupción de la cristiandad se debía a la corrupción del clero, y que era allí donde se debía comenzar la reforma.
¡Mirad a ese sacerdote que se va muy alegre luciendo su hermosa cabellera, su bolsa y sus perfumes! Id a su casa, encontraréis sus mesas cargadas de platería, sus salas adornadas con tapices y blandos sillones. Encontrareis perros, mulas, caballos y tantos ornamentos, abundancia de sedas y sirvientes. ¿Creéis que estos buenos señores puedan abriros la Iglesia de Dios?” (Girolamo Savonarola)
Su predicación estaba fundamentada en las Escrituras, e instaba a todos a volver a ellas:
Las Dos Sicilias y la Cerdeña estaban en posesión de los españoles, simpatizando con ellos Pedro de Médicis, regente de Florencia, mas los florentinos no pensaban lo mismo, prefiriendo a los franceses.
En 1494 Carlos VIII rey de Francia conquistó el reino de Nápoles, Savonarola vio esto como parte del juicio de Dios. Cuando el 28 de octubre de 1494 Carlos VIII penetra en los territorios florentinos, Pedro de Médicis trata de pactar con el rey francés para evitar el saqueo de Florencia y le entrega las fortalezas vecinas, pero los florentinos vieron esto como una traición cobarde y como una oportunidad de liberarse del opresor y déspota Pedro de Médicis; quien ante una revuelta popular debe huir el 9 de noviembre. Savonarola impide el derramamiento de sangre predicando desde su púlpito que la solución a los males de Florencia no vendría por la lucha armada, sino por medio de un verdadero arrepentimiento y penitencia.
Girolamo encabeza una delegación de embajadores y se entrevista con el rey de Francia Carlos VIII a las puertas de Florencia. Ante la mediación exitosa del monje, el rey entra a la ciudad sin saquearla ni causarle daño alguno, esto eleva al máximo la figura de Savonarola.
El rey de Francia se instala en el palacio de los Médicis sin intención de abandonarlo, ante esto Savonarola se entrevista con él y logra que se aleje de Florencia.
Pero la ciudad había quedado en una situación delicada, por un lado al quedar sumisa al rey de Francia quedaba mal parada ante los demás príncipes italianos que estaban en contra del francés. En cuanto a lo económico, la fuerte suma de dinero que Pedro de Médicis antes de ser derrocado se había comprometido a darle al rey de Francia para su campaña militar dejo a Florencia en grave crisis económica.
Savonarola propone las siguientes medidas para paliar la situación: Abolir el parlamento oligárquico de los Médicis y establecer un gobierno republicano con asambleas democráticas, además dispone:
-Que se levantase limosnas para suplir las necesidades de los pobres tanto de la ciudad como del campo, y si no fuese suficiente la limosna se vendiesen las alhajas y tesoros de las iglesias.
-Abrir las tiendas y talleres de inmediato para dar trabajo a los artesanos.
-Suprimir los impuestos que ahogaban a las clases más desfavorecidas, reemplazándolos por un tributo sobre la renta.
-Velar porque la justicia realmente dicte sentencias justas.
Desde siempre Savonarola había luchado contra la tiranía y el absolutismo, sea en el plano del Estado como en el de la Iglesia.
Expulsados los Médicis, Savonarola queda como el personaje más influyente de Florencia, participa en el liderazgo político de la ciudad formando la República democrática de Florencia donde las leyes se dictarían a partir de los preceptos bíblicos.
Defendía Savonarola que se debían reformar las costumbres y las instituciones políticas, la reforma de las costumbres era obra de la religión, la reforma de las instituciones era obra de la libertad. Veamos algunos de sus pensamientos políticos
Todas estas ideas fueron aceptadas por el pueblo y los gobernantes, llevando adelante una verdadera revolución pacífica sin derramar una gota de sangre, ¿en donde queda el juicio imparcial de los que condenan al monje por su obra política? Eran tiempos donde una vida valía unas pocas monedas, y la ambición justificaba los medios más atroces, por ejemplo uno de los hijos del Papa, llamado César Borgia, mató a su hermano Juan Borgia (también hijo del Papa) para obtener mayores privilegios, ademas de matar luego a su cuñado (el esposo de Lucrecia Borgia), todo esto con el conocimiento y el silencio cómplice de la curia de Roma. Pero sin embargo Savonarola combatía con la palabra, con el ejemplo, con la fe, sin derramar sangre, sin fomentar la venganza, sin dejarse corromper por el poder.
No es cierto como algunos afirman que Savonarola quiso establecer una teocracia intolerante en Florencia. Aunque no la consideraba como el el estado de gobierno más perfecto, deseaba una República democrática, ya que por lo general el gobierno de uno solo (monarquía) terminaba casi siempre en tiranía.
Mas en cuanto a la reforma de las costumbres estaba convencido que era misión de la Iglesia, y que era imposible tener paz por fuera, si no se tenía paz en el corazón con Dios. La corrupción de la sociedad solo podía traer juicio y males mayores, era necesario afirmar la República en valores cristianos.
En uno de sus sermones dijo:
No olvidemos que hasta entonces Florencia venía siendo gobernada por príncipes tiranos, así que ante esta nueva libertad los ánimos estaban exaltados. Y aunque Savonarola no era el gobernante de Florencia, ni estaba en su ánimo serlo, era muy difícil que no participase de las decisiones que se tomasen, pues los mismos gobernantes iban al convento continuamente para consultarle. Fue difícil separar política de religión y de esto se le acusa a fray Jerónimo, pero más bien ¿los culpables no eran los propios gobernantes a quienes Savonarola les entregó la forma de la República y ellos fueron incapaces de llevarla adelante con eficacia? Savonarola era un hombre espiritual y todo su pensamiento, conducta e ideales eran espirituales, así como su conducta era irreprochable, pero él era pastor de almas no gobernante; el fracaso de la República no fue culpa de Savonarola, sino de que la ausencia de un político capaz de tomar el relevo en las cuestiones de gobierno, hacía que todo el peso de la responsabilidad recayese sobre Girolamo.
Mal asunto es mezclar religión con Estado, mal asunto es que quien tiene la responsabilidad de salvar almas tenga también la responsabilidad de salvar las políticas de gobierno, esto no podía terminar bien de ninguna manera, pero al culpar a Girolamo se exculpa a los malos gobernantes que no supieron llevar adelante las reformas que exigía el momento histórico, fueron ellos los que no estuvieron a la altura. Savonarola poseía el intelecto, la voluntad, la visión y la amplitud de los típicos genios del Renacimiento, pero a diferencia de aquellos, Savonarola no trabajaba sobre lienzos y frescos, sobre granito, mármol o metales preciosos, sino sobre las almas. Las obras de arte de aquellos genios duermen hoy en los museos, y aunque su valor económico es inestimable, las reproducciones baratas llenan el planeta. Pero la obra de Girolamo, obra espiritual incalculable, sigue reproduciéndose valiosísima en los corazones de aquellos que son alcanzados con el fuego del Evangelio, del cual él fue una antorcha encendida.
La obra de Savonarola fue incomprendida en su tiempo, pero aunque él no pudo comer de los frutos del árbol que plantó, las generaciones venideras si pudieron. Como dijo el catedrático de filosofía Emilio Castelar, acerca de Savonarola en su obra publicada entre el 1880 y 18882, La Revolución Religiosa:
- – Historia de las persecuciones políticas y religiosas en Europa D. Alfonso Torres de Castilla Tomo II
- – Biografía de grandes cristianos, Orlando Boyer,
- – J. L. González Historia del Cristianismo
- La Revolución Religiosa Emilio Castelar
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