Hoy la práctica de la llamada y famosa “oración del pecador” es muy común. Estamos en el derecho de preguntarnos, ¿Dónde inició esta práctica? ¿De dónde surge? Pero, podemos estar seguros que no viene de Cristo ni los apóstoles. Los fundadores de la famosa “Oración del pecador” son John Wesley, Charles Finney, Billy Sunday y Billy Graham. Ni Jesús ni Pablo la utilizaron. ¿Podríamos imaginar a Jesús diciendo en el Sermón del monte: “El reino de los cielos se ha acercado por favor “repitan después de mí esta oración”? Claro que no. Hasta suena chistoso. Pero lamentablemente es la práctica más común en medio de la iglesia moderna.
“Si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Él le resucitó de los muertos,
serás salvo”. (Romanos 10:9)
Muchos utilizan este versículo
para justificar sus prácticas de hacer llamados después de un sermón para que
repitan la famosa oración del pecador.
Creo que el problema de muchos
es que no han comprendido del todo lo que significa “si confiesas con tu boca”.
El confiesa con tu boca hoy día se ha reducido a una oración de 30 segundos que
incluye la frase “te confieso como mi Señor”. Lo cual es anti bíblico.
¿Qué significaba para los
destinatarios de Pablo eso de “confesar con la boca que Jesús es el Señor”? Eso
implicaba primeramente ir en contra de la corriente, ponerse en contra del
culto al Emperador Romano, y estar dispuesto a morir. En otras palabras, no se
podía decir “Jesús es el Señor” de la boca para afuera, porque se estaba
jugando con la vida. Quien confesaba esa declaración, estaba realmente
convencido de que era Jesús el que gobernaba su vida. Era decir: César no es
señor. Les podía costar la vida si confesaban “Solo Cristo es Señor”. Esta
famosa oración tal vez (para ponernos en contexto), es como si estuviéramos en
el Estado Islámico bajo el régimen de los ISIS y confesáramos Jesús es el rey de
mi vida. Esta declaración nos costaría la vida. Es precisamente eso mismo lo
que significa esta declaración que Jesús es toda nuestra vida. Es imposible
decir que tengo a Jesús en mi corazón y no tenerlo en mis labios, mi mente, mi
conducta y toda nuestra vida.
Nunca se ve en la palabra que Pedro o los demás discípulos de Jesús hayan hecho
una “oración de fe para ser salvo”.
Si recibimos la salvación
cuando hacemos esa oración, déjenme decirles que ni Pedro, ni Juan, ni Pablo,
ni Santiago, ni Timoteo, ni ningún otro personaje del Nuevo Testamento son
salvos. Ellos jamás hicieron la oración de fe. Entonces, ¿qué hicieron? Se
arrepintieron, entregaron el mando de sus vidas a Cristo, por el poder del
evangelio de gracia en sus vidas fueron controlados por Espíritu Santo hasta
dar su vida por El.
¿Por qué siguen llamándome
‘¡Señor, Señor!’ cuando no hacen lo que digo? (Lucas 6:46)
No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos (Mateo 7:21)
Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor… (Mateo 7:22)
Estas declaraciones de parte
de Cristo son las palabras más estremecedoras de todas las escrituras. Estas
personas llegarán al día del Juicio confiando en una profesión del Señorío de
Cristo sobre su vida, pero negando con sus vidas esta profesión. De manera que
no importa cuántas veces has “pasado al frente”, no importa “cuánto llores”, no
importa cuántas tarjetas de “recibir a Cristo” hayas llenado. Si en realidad Él
no es tu Dueño y Salvador, Tu profesión no tiene ningún valor. ¿Por qué lo llamas
Señor, Señor si a la hora de tomar tus decisiones no consultas con Él? ¿Por qué
lo llamas Señor, Señor y haces lo quien te parezca? ¿Por qué lo llamas Señor,
Señor y con tus actos niegas lo que confiesan tus labio?. Dios no está buscando
de ti una sola decisión temporal sino más bien que todas tus decisiones estén
sometidas a su voluntad y señorío. Una decisión es asunto de una profesión de
un día, tus decisiones bajo su voluntad es toda una vida.
El Infierno estará lleno de
personas que un día hicieron la “oración del pecador” pero nunca fueron salvos.
Si eres salvo no fue porque dijiste una oración, sino porque Dios te concedió
verle como tu sustituto en la cruz llevando la ira que estaba sobre nosotros y
por tanto te arrepentiste de tus pecados y has puesto tus ojos en la obra
consumada de Cristo esto por la pura gracia de Dios en ti, dando fruto digno de
arrepentimiento en tu vida. Es de crucial importancia que no bases tu salvación
en decir una oración.
¡El recitar una oración no
puede salvarte!
No se trata de una simple
oración mágica. Se trata de ser salvo a través de Jesús, poniendo tu fe en Él,
confiado plenamente en Su muerte como el sacrificio suficiente por tus pecados
convirtiéndose dependiente total y únicamente de Cristo para ser salvo viviendo
para su gloria. Dios no te invita ni está interesado en que lo dejes entrar a
su corazón repitiendo una oración. Dios ordena y demanda a todo hombre y en
todo lugar que se arrepientan y pongan sus ojos en Cristo toda una vida. No
encontrarás un versículo en la Escritura en el que se le diga a la gente:
“Inclina la cabeza, cierra los ojos y repite después de mí para ser salvo”.
Pero si podemos ver en la escritura, levanta tu cabeza mira a Cristo y síguele.
uis Soto-Soldados de
Jesucristo
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