A través de la historia, hombres llamados por
Dios se han levantado para proclamar el evangelio y guiar a la iglesia. En cada
generación el Señor llama siervos para el ministerio pastoral y la predicación
de su Palabra. Hoy en día vemos cómo hombres hispanohablantes alrededor del
mundo están siendo llamados y comisionados por Dios como nunca antes en la
historia. En lo personal me emociona mucho ver cómo Dios está levantando una
ola de pastores e iglesias en Iberoamérica que toman con seriedad el estudio de
la Biblia.
Reconocer el llamado al ministerio incluye un
ardiente deseo por estudiar y conocer la Palabra de Dios, una pasión por la
proclamación del evangelio alrededor del mundo y una incesante inquietud por
conocer más y más acerca de Dios. Tales aspectos demuestran características del
llamado al ministerio.
Aquí hay cinco preguntas que se debería hacer
para saber si Dios le está llamando al ministerio pastoral:
1. ¿Tengo el deseo y la pasión por la labor del
ministerio?
Cuando Pablo instruyó a Timoteo en qué es lo
primordial en el llamado al ministerio, le habló acerca de un deseo interno:
“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Timoteo 3:1).
Este anhelo es un sentir interno el cual nace por el Espíritu Santo a medida
que el hombre de Dios crece en conocimiento de la Palabra.
Un deseo marcado por la humildad, piedad, amor
y compromiso con la proclamación del evangelio
No estoy hablando de una emoción que debe
sentir, pues debemos reconocer que nuestro corazón es engañoso y perverso
(Jeremías 17:9) y por lo tanto no debemos guiarnos por nuestras emociones
momentáneas. Estoy hablando de un deseo que esté constantemente presente en su
mente que lo lleve a desear la labor pastoral. Si tiene tal deseo, entonces
recurra a la oración. Ayune, vaya a su habitación y doble sus rodillas delante
de Dios. Lea la Biblia y examine la raíz de tal deseo. Hermano, no entre al
ministerio para buscar reconocimiento o un lugar donde pueda liderar a
personas. Tal deseo es un sentir marcado por la humildad, piedad, amor y
compromiso con la proclamación del evangelio.
2. ¿Estoy calificado bíblicamente?
Así como un trabajo requiere de ciertas calificaciones,
de la misma manera el ministerio pastoral demanda una lista de calificaciones
bíblicas. Pablo lista estas calificaciones en 1 Timoteo 3:2-7 y Tito 1:5-9.
Debe ser un hombre:
“irreprensible, marido de una sola mujer,
sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no
pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no
avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda
honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la
iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la
condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los
de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Timoteo
3:2-7)
Si lee esta lista y ve que su vida no refleja
un patrón de cumplimiento a estas calificaciones, entonces debe considerar
seriamente si es tiempo de entrar al ministerio en este momento. Muchas veces
ciertos hombres requieren de más tiempo para poder crecer en santificación y
madurez, para entonces sí poder decir con una limpia conciencia que poseen las
calificaciones necesarias. Por otra parte, debe recordar que la labor de
predicar y liderar una iglesia requiere de santidad y madurez. Si ve que su
vida no demuestra estas calificaciones, bíblicamente no está calificado para el
ministerio, y por lo tanto haría mal en postularse al liderazgo.
Una nota de exhortación: hermanos, nosotros no
somos perfectos. El ministro de la Palabra no es una persona que nunca peque o
que sea completamente piadoso en toda palabra y acción, pues la Biblia misma
nos enseña que todos continuamos pecando (1 Juan 1:8). Si lucha contra algún
pecado, arrepiéntase, busque la santidad y pida que le mantengan a cuentas.
Recuerde que un hombre de Dios es un hombre que reconoce sus debilidades y vive
de rodillas buscando la divina ayuda de Dios para llevar a cabo el ministerio
pastoral, a pesar de sus errores.
3. ¿Poseo los dones necesarios para cumplir con
las funciones del ministerio?
Una de las características que distinguen a un
anciano de un diácono es que un anciano, o pastor, debe ser “apto para enseñar”
(1 Timoteo 3:2). Dios dio a cada miembro de la iglesia diferentes dones, entre
estos dio el de la enseñanza:
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos
muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así
nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos
de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos
es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de
servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la
exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el
que hace misericordia, con alegría (Romanos 12:4-8).
Un ministro debe ser un hombre que posee la
capacidad mental para poder tomar un texto bíblico y explicarlo en su contexto
gramatical, histórico, literario y cultural (por mencionar algunos). Esto
requiere de habilidades que Dios otorga a hombres para que puedan exponer y
predicar la Biblia.
Así que pregunte: ¿Poseo las capacidades
necesarias para predicar con fidelidad y eficacia? Esto no quiere decir que
debe hablar como Charles Spurgeon o elaborar sermones como John MacArthur. Pero
sí quiere decir que ve en su vida los dones necesarios para la predicación de
la Palabra.
4. ¿Creen mi iglesia y mis ancianos que estoy
dotado y moralmente calificado para este llamado?
Uno puede llegar a creer que es la persona más
piadosa y moralmente calificada sobre la faz de la tierra, hasta que habla con
las personas a su alrededor. Proverbios 17:24 nos recuerda: “En el rostro del
entendido aparece la sabiduría; Mas los ojos del necio vagan hasta el extremo
de la tierra.” Un hombre que está siendo llamado por Dios para cumplir con el
ministerio de la Palabra es alguien el cual su iglesia y ancianos, al
observarle, confirman su moralidad en cumplimiento a las calificaciones de un
hombre de Dios y le exhortan a buscar el ministerio pastoral.
Las calificaciones de 1 Timoteo 3 y Tito 2
deben ser afirmadas por la iglesia local, no por uno mismo. Pablo, cuando habló
de su ministerio en Éfeso, les recordó: “vosotros sabéis cómo me he comportado
entre vosotros todo el tiempo” (Hechos 20:18). Él no tuvo que defenderse o dar
información de su vida privada o calificaciones morales con el fin de que le
tuviesen por ministro de la Palabra, pues la iglesia local podía testificar de
su piedad ya que le habían visto ministrar de cerca.
Hermano, ¿qué tan bien le conoce su iglesia?
¿Permite que sus ancianos le ayuden a crecer espiritualmente? ¿Cuánto tiempo
pasa con otros miembros de su congregación? ¿Existen personas en su iglesia las
cuales puedan testificar que le conocen bien?
5. ¿Veo en mí la necesidad de crecer en el
conocimiento de la sana doctrina?
Si usted está siendo llamado por Dios para el
ministerio, entonces es sumamente importante que se capacite para tal labor.
Ore que Dios abra las puertas para poder ser entrenado en la predicación y el
ministerio pastoral en un lugar comprometido con la gloria de Dios en la
proclamación de la Palabra. Prepárese tanto mentalmente como espiritualmente.
Lea libros, escuche sermones y hable con hombres más maduros que usted.
Finalmente, busque un seminario o una escuela a donde ir para que le ayude a
crecer en su conocimiento de la Palabra.
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Autor: Alberto Solano, es instructor adjunto de griego
en The Master’s Seminary, misma institución donde estudió una Maestría en
Divinidades (M. Div.) y actualmente cursa una Maestría en Teología (Th.M.).
Aparte de formar parte de la iglesia Grace Community Church donde sirve en el
ministerio hispano junto con su esposa Kathy, Alberto trabaja en el
departamento de admisiones del seminario.
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