Doctrinas de la Gracia

11 dic 2019

FE O FICCIÓN. Capitulo 2. Los neo-carismáticos



CAPÍTULO 2 DEL LIBRO “LOS NEO-CARISMATICOS”
El movimiento de prosperidad
Por Rev. Roger L. Smalling, D.Min.

Cerca de mi casa hay un gimnasio en el que los entrenadores personales enseñan fisicoculturismo. Al igual que esos entrenadores, los maestros de la prosperidad consideran que su misión es ayudar a los cristianos en el desarrollo de músculos de fe fuertes, para controlar la realidad.

La fe en Dios constituye el punto central de la Biblia. ¿Cómo podría tal énfasis estar equivocado? “De ninguna manera”, piensan muchos… asumiendo que esos maestros se refieran a lo mismo que la Biblia, respecto a lo de las palabras “fe” y “Dios.”

Veneno en una botella de leche
Llenar una botella de leche con veneno no es necesariamente malo. Pero sí lo sería si le damos esta botella a alguien, diciéndole que contiene leche.

Algo semejante sucede en la teología, cuando los maestros toman palabras de la Biblia, las vacían de su contenido, añaden sus propios significados y las hacen pasar como legítimas. Sus seguidores terminan aceptando ideas que rechazarían normalmente.
Es decir que, aun cuando un maestro utilice palabras tales como Dios, fe, Jesús, esto no garantiza que esté enseñando la Palabra de Dios. Puede tratarse de veneno en una botella de leche.

¿Cuál fe?
Kenneth Copeland afirma: La fe es una fuerza poderosa. Es una fuerza tangible. Es una fuerza conductora.

Copeland sostiene: La fe es una fuerza espiritual… es una sustancia. La fe puede afectar la sustancia natural.

Estos maestros ven la fe como una fuerza mística que manipulamos para nuestra propia ventaja. Si se combina la fe con nuestras propias palabras, se convierte en una catálisis para crear nuestra propia realidad.

Dichos maestros no ven la fe como la sola confianza en Dios, sino como un poder místico con su propio derecho. Para ellos, es casi una ley natural como la gravedad o el electromagnetismo. Aunque no sea una ley física, es tan poderosa como para afectar a la materia.

No nos preocuparía eso si pensáramos que hablan en sentido figurado o  si únicamente fuera un punto de vista de Copeland, podríamos ignorar la anomalía. Sin embargo, es lo que tipifica al movimiento. Charles Capps manifiesta:

La fe es la sustancia o materia prima… La fe es la sustancia que Dios utilizó para crear el universo y transportó esa fe por medio de sus palabras… La fe es la sustancia de las cosas, pero no es visible. La fe es una fuerza espiritual.

En caso de suponer que Capps hable en sentido figurado, nótese lo siguiente:

He aquí lo que Dios hizo: Dios llenó Sus palabras con fe. Dios usó Sus palabras como contenedoras y transportadoras de esa fuerza espiritual hacia la oscuridad, pronunciando: ¡Sea la luz! Esa es la manera en que Dios transportó su fe, generando la creación y la transformación.

Copeland hace eco de las palabras de Capp acerca del poder de esta fuerza-sustancia en el escenario de la creación.

Dios usó las palabras para crear los cielos y la tierra… Cada vez que Dios hablaba, liberaba su fe: el poder creativo que hacía cumplir su palabra.

Estos maestros sostienen que Dios tiene fe y que depende de ella por su poder creativo. El Movimiento de la prosperidad considera esto un hecho auto-evidenciable. Al discutir sobre el potencial de la fe en la vida de los cristianos, Copeland se refiere a…
La misma fe que Dios usó al crear…

Pero, ¿quién creó esta fe-sustancia de la que depende el poder creador de Dios? Si Dios la creó, ¿por qué tendría Él que depender de ella?

¿Y nosotros los humanos?
De acuerdo con la doctrina de la prosperidad, el creyente tiene acceso a la misma fuerza empleada por Dios al crear el mundo. Como pequeños dioses, podemos servirnos a voluntad de esta fe-fuerza y crear la realidad que deseemos. Si carecemos de prosperidad material o buena salud, el problema está en nuestra ignorancia sobre cómo controlar la “fuerza” de la fe.

A través de los siglos, la teología cristiana ha comprendido el significado de la “fe” como la confianza o la creencia en Dios. Cualquiera que sea el significado que los del Movimiento de la prosperidad hayan dado al término, se ve claramente que no concuerda con aquel.

Efecto de choque
A veces me gusta captar la atención de mis estudiantes de teología diciendo: “La fe, en sí misma, no tiene ningún valor, poder o mérito propio. No es una buena obra y no merece recompensa alguna. En ciertos casos, ni siquiera es una virtud.”

El tono radical de mi observación se atenúa cuando explico que la fe es como una caja vacía. El contenido es lo que le da su valor. Si Cristo es el contenido de la caja, su valor es inconmensurable. Pero, ¿qué si el contenido de la caja es el diablo?

La fe en sí misma es moralmente neutral. Adquiere su valor del objeto al cual se la asocia. Viéndola de esta manera, la fe puede ni siquiera ser una virtud, si no está dirigida a Cristo. En efecto, puede incluso tratarse de un vicio si está puesta en un dios falso o dirigida a nuestra auto-aprobación.

La fe es el vehículo en el que Cristo se aproxima a nosotros. Cuando un amigo llega en su auto a nuestra casa, pensamos en el amigo, no en el vehículo. Lo que importa es la relación, pero la cercanía no hubiera sido posible sin el transporte. A esto es a lo que me refiero cuando digo que la fe no tiene valor “en sí misma.”

Entonces, si la fe no tiene un valor o virtud inherente, ¿cómo podría ser una fuerza creadora? Cristo es el poseedor de todo aquello. La fe es meramente el vehículo que acerca a Cristo a nosotros.

¿Es la fe una “ley”?
En su libro, Las leyes de la prosperidad, Copeland define la fe como una ley indispensable. Sembramos semillas de fe como un agricultor siembra su cultivo, esperando la cosecha.

Esto es cierto, siempre que lo entendamos como una metáfora acerca de la confianza llana en las promesas de Dios. Si vamos más allá, considerándola una “ley” en el sentido de una fuerza mística, caemos en un grave error.

Solo en una ocasión se refiere la Biblia a la fe como una “ley.”

¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe (Romanos 3:27).

En el contexto, Pablo contrasta la fe con las obras como el principio por el cual Dios comunica su don de la justicia. Esto no tiene nada que ver con ninguna fuerza mística. La NVI traduce el término griego “ley” como principio, posiblemente para evitar tal confusión. Las Escrituras nunca definen la fe como una “ley” en otro sentido que este.

¿Fe en la fe?
El folleto de Hagin titulado: Tenga fe en su fe, fue un elemento importante en el desarrollo del Movimiento Palabra de fe. Allí se cristalizó el concepto central de que la fe es una ley manipulable.

Para Hagin, tiene perfecto sentido tener fe en nuestra fe. Si la fe es una fuerza que controlamos, deberíamos obtener más fe a medida que crece nuestra capacidad de manipularla. Hagin veía este proceso como una espiral ascendente hacia un poder cada vez mayor.

Hagin estaba en lo correcto si la fe fuera una sustancia mística que manipulamos. De lo contrario, es auto-dependencia carnal.

¿Y dónde queda la gracia?
El evangelio es un movimiento de la “gracia,” no un movimiento de la “fe.” Cuando Pablo dice: Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe… dejó en claro de una vez y por todas la respuesta a la pregunta sobre qué nos salva. La fe NO salva. La gracia es la que salva. La fe es meramente el vehículo que transporta la gracia de Dios.

Gracia significa inmerecido favor de Dios. Si la fe fuera una fuerza o sustancia que podemos manipular, entonces la salvación podría ser una obra que merece recompensa. En ese caso, la fe estaría excluida, por la misma causa que las obras son excluidas… precisamente porque merecería una recompensa.

El apóstol Pablo clarifica
Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda (Romanos 4:4).

Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia… (Romanos 4:16).
¿Por qué dice a fin de que? Porque él entiende que la fe no merece recompensa. Por lo tanto es el único vehículo apropiado de la gracia. ¿Cómo podría entonces ser la fe una ley, sustancia o fuerza que nosotros controlamos para obtener bendición? ¿Dónde quedaría la gracia?

A los maestros de la prosperidad se les escapa esta paradoja. Precisamente, debido a que la fe bíblica NO es una ley, fuerza o sustancia, es que puede ser el vehículo de la gracia.

¿Dónde se origina la fe?
En el pensamiento de la Palabra de fe, esta última no es un don de gracia. La gracia contradice el concepto de una fuerza-sustancia mística manipulable a discreción nuestra.

La Biblia enseña claramente que la fe es un don de gracia. Aun cuando la gracia salvadora viene por medio de la fe, esta fe es generada por la misma gracia. Esto no es un razonamiento circular, porque Dios es el origen del proceso.

… [Apolos] ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído (Hechos 18:27).
La gracia de nuestro Señor se derramó sobre mí en abundancia, junto con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús (1 Timoteo 1:14).

En resumen
Frecuentemente los cristianos decimos que somos salvos por fe. ¿Acaso queremos decir que es la fe en sí misma la que nos salva? No. Se trata de una forma breve y bíblica de expresar que la fe es un instrumento vital para aproximar a Cristo, que es el que salva.

Una buena ilustración que viene al caso es cuando Jesús le dijo a una mujer arrepentida: Tu fe te ha salvado (Lucas 7:50). Lo que expresó es que la fe de la mujer abrió la puerta a Aquel que salva. Él nunca implicaría que la fe de la mujer por sí sola le daba la salvación. Si fuera así, no hubiera sido para nada necesario el que ella fuera a Jesús.

A veces la Escritura asocia dos cosas tan cercanamente que una se vuelve metáfora de la otra. Ejemplo: En Juan 17:3 y 12:50, la obediencia a los mandatos de Dios es llamada “vida eterna”. La obediencia en sí no es la vida eterna, pero lleva a ella. Sería absurdo llamar a la obediencia una sustancia mística que podemos manipular para generar vida eterna.

Asimismo, en la Escritura, la fe es tan vitalmente asociada a la obtención de bendiciones, que podría parecer que la fe por sí misma genera las bendiciones. Es una forma breve de mostrar la importancia de la fe, no para demostrar que la fe sea una fuerza mística que, manipulada apropiadamente, produce lo que nosotros queramos.

¿Resulta denigrante a la fe bíblica este cuestionamiento al así llamado Movimiento de la fe? No. Nuestra intención es que la fe esté en su posición correcta, no en una mayor ni menor a la correcta. Cristo, a su vez, recibe la gloria que merece.

El así llamado Movimiento de la fe, lleva un nombre equivocado. Estos maestros no ejercitan la fe en sentido bíblico alguno. Se trata de un movimiento pseudocristiano de idolatría, egotismo y narcicismo. ¿Idolatría? Sí. ¿Cuál es el ídolo? Ellos mismos.

En este capítulo aprendimos que…
1. El Movimiento de la prosperidad enseña que:
·      La fe es una fuerza mística y una sustancia espiritual.
·      Dios mismo dependía de la fe al crear al universo.
·      Como dioses creados, los seres humanos tienen la capacidad de crear su propia realidad, manipulando la ley de la fe.
·      Debemos tener fe en nuestra propia fe.
2. El Movimiento de la prosperidad no enseña la fe bajo ninguna definición bíblica.
3. La fe bíblica no es ni ley, ni fuerza, ni sustancia mística.
·      La fe es una confianza sencilla en Dios.
·      La fe es moralmente neutral, pues su valor depende del objeto al que se la asocie.
·      El evangelio es un movimiento de la gracia, no un Movimiento de la fe.
·      La fe es un don de la gracia de Dios.

©Miami, septiembre, 2004. Todos los derechos reservados por Roger L. Smalling. Permiso concedido para copiar y distribuir con fines educativos solamente, sin fines lucrativos.



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