Capitulo 1 del libro
LOS NEO-CARISMÁTICOS:
El movimiento de prosperidad
Por Rev. Roger L. Smalling, D.Min.
CAPÍTULO
1
El “Dios” en el espejo
Las religiones paganas tienen una forma típica de
aproximar al hombre a Dios. Lo hacen reduciendo a Dios a un nivel casi humano
y, por otro lado, exaltan al hombre a una condición divina. La mitología,
antigua o moderna, invariablemente rebaja a Dios a menos de lo que es y eleva
al hombre a más de lo que es.
Para griegos y romanos, Zeus era el rey de los
dioses. Era similar a un hombre grande y poderoso, sin ser infinito ni
omnisciente. Zeus podía ser engañado. Estos dioses desplegaban todas las
flaquezas de la naturaleza humana: celos, codicia y riñas entre ellos.
En la típica mitología pagana, algunos dioses
previamente fueron humanos que lograron su deificación gracias al favor de un
dios o luego de haber bebido la ambrosía, el elixir divino. Algunos humanos
fueron inmortalizados al ser transformados en constelaciones estelares, luego
de su muerte.
El apóstol Pablo se refiere a este proceso de
reducción-exaltación en romanos 1:22-23:
Profesando ser sabios, se hicieron necios, y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
En la revelación cristiana, al contrario de la
pagana, Dios y el hombre se acercan en una relación que los deja intactos a
ambos. En la doctrina cristiana, el punto de encuentro entre Dios y el hombre
es una justicia mutua, la de Cristo, acreditada al creyente por medio de la fe
en Jesús (romanos 3 y 4). No se da ningún cambio en la calidad existencial ni
en la esencia de Dios o del hombre.
En el evangelio, Dios es siempre el ser soberano,
infinito y todopoderoso, como lo describen las Escrituras. Y el hombre
permanece como el ser creado y dependiente.
En el capítulo anterior, vimos cómo los maestros de
la Palabra de fe carecen de un concepto claro acerca de la soberanía de Dios.
Esto por sí solo no es letal. Después de todo, la soberanía de Dios y la
voluntad del hombre son temas que han intrigado a los teólogos a través
de los siglos. Sin embargo, el error va mucho más allá, como se revela en lo
que sigue.
Kenneth Copeland describe a Dios como:
Un ser que mide alrededor de un metro noventa o uno
noventa y cinco, y pesa unos cien kilogramos o algo más, con un palmo de unos
veintitrés centímetros.
No es de admirarse que Copeland y sus seguidores
tengan dificultad con la soberanía de Dios. Su “dios” es demasiado pequeño para
ser soberano.
Copeland supera a los antiguos griegos, al igualar
al hombre con Dios. Al referirse a la creación del hombre, Copeland añade:
Dios y Adán eran exactamente iguales.
Ni siquiera Zeus era exacto al ser humano.
¿Tiene Dios un cuerpo?
En teología, se llama antropomorfismo a la noción de
que Dios posee cuerpo. Este vocablo proviene de dos términos griegos: antropos (hombre)
y morfos (forma). Existe una amplia gama de antropomorfismos que van desde la
idea de que Dios tiene un cuerpo espiritual con forma humana, hasta la creencia
mormona de un cuerpo material.
Todos los “maestros de la fe” se atienen a algún
tipo de antropomorfismo, aunque difieran entre ellos. Por ejemplo, Hinn no
endosa las perspectivas de Copeland, aunque su propio pensamiento es
fuertemente antropomórfico.
¿Saben ustedes que el Espíritu Santo tiene un alma y
un cuerpo aparte del cuerpo de Jesús y del Padre? … que Dios Padre es una
individualidad separada del Hijo y del Espíritu Santo y que Dios es Trino y
camina en un cuerpo espiritual que tiene cabello… ojos… boca… manos.
Aunque el concepto de Hinn sobre la Trinidad con
cuerpos espirituales se aleja de la doctrina bíblica, quizá se encuentre
progresando teológicamente a tropezones.
El peligro del antropomorfismo es que se dirige a la
negación de los tres principales atributos de Dios: Todopoderoso (Omnipotente),
Omnisciente e infinito (Omnipresente). Los eruditos llaman a estas
cualidades atributos incomunicables, porque siendo nosotros
criaturas finitas no las tenemos en común con Dios.
Sea cual fuere la naturaleza de un cuerpo, física o
espiritual, este no puede poseer ninguna de esas tres cualidades. El cuerpo,
por definición, es limitado. Si Dios tiene cuerpo no puede ser infinito. De no
ser infinito, tampoco es omnipresente, etc.
Si Dios posee un cuerpo, incluso uno espiritual de
gran tamaño, comparado con el infinito, sería infinitamente pequeño. Jamás he
conocido un antropomorfista que acepte que Dios sea infinitamente pequeño. No
se pronuncian sobre esta contradicción.
Pequeños dioses
Si reducir a Dios al tamaño de un ser humano grande
es un desastre teológico, igualmente serio es magnificar al hombre al nivel de
un pequeño dios.
Earl Paulk se une a Copeland y aclara:
Adán y Eva fueron puestos en el mundo como una
semilla de la expresión de Dios. Tal como los perros procrean perritos y los
gatos gatitos, así Dios tiene diosecitos y, hasta que comprendamos que somos
pequeños dioses, no podremos manifestar el Reino de Dios.
Es decir que en la línea conceptual de la Palabra de
fe, el haber sido creados a la imagen de Dios, implica que somos duplicados de
Dios. ¿Será que estos maestros también confunden la diferencia entre un espejo
y el hombre que en él se mira?
Cuando me afeito en la mañana, ¿miro en el espejo mi
piel con espuma de afeitar? No realmente. Lo que veo es vidrio pulido que me
refleja. El espejo no sangra si me corto con la navaja.
Esta noción de igualdad entre Dios y el hombre no se
origina en Copeland o Paulk. Su mentor, Kenneth Hagin, ya enseñaba que:
El hombre fue creado en términos de igualdad con
Dios, y es capaz de pararse en la presencia de Dios sin ninguna conciencia de
inferioridad. Dios nos ha hecho tan similares a Él como fue posible. Nos hizo
el mismo tipo de ser que Él es y el hombre vivía en Su reino. El hombre vivía
en los mismos términos que vive Dios. Se llama cristiano al creyente y eso es
lo que somos: ¡somos Cristo!
Aquí Hagin no se esfuerza en definir a Dios. Es
innecesario hacerlo. Si Adán entraba a la presencia divina en iguales términos,
sin ningún sentido de inferioridad, esto ya revela el concepto que Hagin tiene
sobre la esencia y ser de Dios.
La Biblia, por supuesto, no enseña nada de esto. En
el Génesis vemos que Dios caminaba en el jardín en comunión con Adán. ¿Es esto
suficiente para sugerir que Adán y Dios eran iguales? ¡Claro que no! Si Adán
hubiera sido igual, ¿por qué habría tratado de esconderse de Dios, luego de
haber pecado? Hubiera podido crear su propio universo y escaparse.
De vuelta al jardín
Volvamos al jardín de Edén y veamos dónde descansa
la verdad. Génesis nunca deifica a Adán. ¿Cómo se puede restaurar algo que
nunca existió primeramente? Si es que Adán tenía algún tipo de deidad, ¿por qué
se habría Satanás molestado en ofrecerles a Adán y Eva, que llegarían a ser
como “dioses”? Eva le habría replicado: “No, gracias, ya lo somos.”
Sí, existe una promesa en la Biblia de que podemos
llegar a “ser como dioses.” Pero, nótese quién hace dicha promesa: ¡el
mismo Satanás! Y continúa ofreciendo su vana promesa hoy en
día.
Pero el Señor Dios dice:
… antes de mí no fue formado dios, ni lo será
después de mí (Isaías
43:10).
Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera
de mí (Isaías 45:5).
En la mitología de la Palabra de fe, Adán perdió sus
privilegios y condición de dios. El hombre los recupera por medio de su
conversión a Cristo. Así lo explica Benny Hinn:
Los cristianos son pequeños mesías. Los cristianos son pequeños dioses.
En caso de asumir que Hinn habla figuradamente,
léanse con cuidado las siguientes citas:
¿Eres hijo de Dios? ¡Entonces eres divino!
¿Eres hijo de Dios? ¡Entonces no eres humano!
Yo soy un pequeño mesías caminando por la tierra… Tú eres un
pequeño dios sobre la tierra. Los cristianos son
pequeños mesías y pequeños dioses.
Parece que estos maestros no dicen que todos los
seres humanos son dioses. Solo los cristianos son dioses. Copeland
afirma:
Cada cristiano es un dios. No es que tengas a Dios
dentro de ti, tú eres uno.
Antes de Copeland, su mentor Kenneth Hagin enseñaba:
Tú eres tan encarnación de Dios como lo fue Jesucristo…
el creyente es tan encarnación como lo fue Jesús de Nazaret.
Copeland imita:
Jesús no es más el Unigénito Hijo de Dios.
Copeland le resta importancia al término “unigénito”
de Juan 3:16. Esta palabra hace una diferenciación entre la calidad de Hijo, de
Jesús, y la nuestra como hijos de Dios.
Somos hijos adoptivos (Romanos 8). Jesús no fue
nunca adoptado, porque Él es parte de la Trinidad desde la eternidad. Aplicar
la palabra “encarnación” a un mero ser humano, bordea la blasfemia.
Paul Crouch y Trinity
Broadcasting Network
El canal TBN es la mayor red religiosa de la
televisión, en la historia. Su fundador Paul Crouch es amigo cercano de Hagin,
Copeland, Hinn y los demás maestros de la Palabra de fe. Crouch exclama:
Los cristianos son pequeños dioses.
Dios no hace distinción entre Él y nosotros. Dios
abre la unión con la Deidad [con la Trinidad] y nos la trae a nosotros.
Declarar que no existe distinción entre Dios y
nosotros es sumamente radical. Si Crouch se refiere al Dios de la Biblia, su
conclusión debería ser que los cristianos son omnipresentes, omniscientes,
todopoderosos y perfectos. Eso, o se está refiriendo a algún otro dios.
En la Biblia, nuestra unión con Cristo es por medio
de la entrada del Espíritu Santo a morar en nosotros y por la imputación de la
Justicia de Cristo. “Unión” no significa “deificación.”
Podríamos pensar que Crouch y los suyos vacilarían
al hacer tales proclamas en un canal público de televisión. Deben haber sabido
que iban a levantar críticas. ¿Cuál fue su reacción a estas críticas?
¿Saben qué otra cosa queda asegurada esta noche? El
clamor, protesta y controversia, engendrada por el diablo, tratando de traer
disensión en el cuerpo de Cristo, acerca de que somos dioses. Yo soy un pequeño
dios. Llevo su nombre. Soy uno con Él. Estoy en una relación de pacto. Soy un
pequeño dios. ¡Fuera, críticos!
Crouch cree que el diablo está detrás de la crítica
que han levantado él y sus amigos al declararse dioses. Los críticos deben
callar. En la mente de Crouch, lo que él proclama es verdad obvia.
Su queja no silenció a los críticos. Cinco años más
tarde, Crouch nuevamente los ataca:
Creo que están condenados al infierno y no creo que
exista ninguna redención para ellos, los cazadores de herejías, que quieren
encontrar alguna pequeña paja de doctrina ilegal en el ojo de algunos
cristianos y sacarla de sus ojos, cuando tienen todo el bosque en sus
propias vidas y en sus propios ojos. Yo les digo: ¡Al diablo todo ustedes! …
¡Oh, aleluya! Fuera del camino de Dios, dejen de obstaculizar los puentes de
Dios. O Dios les destrozará a ustedes, si no ¡lo hago yo mismo!
Aparentemente es una “pequeña paja” aquello de redefinir
al Dios cristiano. Aquellos que no concuerdan son maldecidos, sin ninguna
esperanza de redención. Merecen que Dios los aniquile.
Defendiendo a sus amigos de la Palabra de fe, Crouch
continúa:
… si quieren criticar a Ken Copeland por su prédica
de la fe o a Papa Hagin, ¡Fuera de mi vida! ¡No quiero ni siquiera escucharles
o hablarles! ¡No quiero ver sus feas caras! ¡Fuera de mi vista, en el nombre de
Jesús!
Es comprensible que en un estallido de frustración,
digamos cosas de las que luego nos arrepentiremos. Todos ofendemos de muchas
maneras. A la fecha, no ha habido expresiones de arrepentimiento, ni de Crouch
ni de sus amigos, ni una mínima retractación de esas enseñanzas.
En el paganismo se da una progresión. Primero, el
humano es como dios. Segundo, parcialmente dios. Tercero, un dios. Al final del
proceso piensa que es Dios mismo.
Los maestros del Movimiento de la prosperidad no han
llegado a esta última fase. Ninguno de ellos ha sugerido nunca que ellos mismos
sean Dios. Han estado cerca, sin embargo, al pretender una unión tan íntima con
Cristo que la demarcación entre ellos y Cristo se borra.
Por unión con Cristo, ellos entienden una mezcla de
esencias divinas, no únicamente una relación personal. Benny Hinn declara:
Cuando estoy en Cristo, soy uno con Él, unido a Él;
un espíritu con Él. No soy, escúchenme bien, ¡NO SOY PARTE DE ÉL, SOY ÉL! ¡EL
VERBO SE HA HECHO CARNE EN MÍ! Cuando mi mano toca a alguien, es la mano de
Jesús tocando a ese alguien.
¡Yo [Jesús] les amé lo suficiente para hacerme uno
de ustedes! ¡Y les amé lo suficiente para hacerles Yo mismo!
Desearíamos que Hinn estuviera hablando de manera
figurada, pero no es así. Él confunde la relación con Cristo con una mezcla de
esencia divina. Hinn añade:
¿Están preparados para una verdadera revelación?
Ustedes son dios.
Tal vez, Hinn haya querido decir: “Ustedes son un dios.”
Ojalá que no hubiera estado en ese momento acercándose a la fase final del
paganismo.
¿Qué piensa Dios acerca de esto?
El primero de los Diez Mandamientos revela lo que el
verdadero Dios piensa acerca de su humanización:
Yo soy Jehová tu Dios… no tendrás dioses ajenos
delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba
en el cielo, ni abajo… (Éxodo 20:1-4).
En conjunto, estos dos mandamientos nos dicen que no
tenemos autoridad para definir a Dios en ningún otro término de los que
claramente se nos ha revelado. Hacerlo es idolatría.
¿Tenemos derecho a una propia opinión personal
acerca de lo que es Dios? NO. Por medio de la declaración Yo soy Jehová
tu Dios, el Señor se reserva el derecho de definirse a sí mismo y, al
hacerlo, anula las opiniones personales y definiciones humanas. Él se define
claramente a través de la creación, su Palabra y por medio de Cristo. Toda
opinión que contradiga esto, constituye idolatría.
La manera más fácil de inventar otro dios es con
nuestra imaginación. Moralmente hablando, poco importa si nos hacemos un ídolo
de madera, de piedra o dentro de la mente. Cuando suponemos que Dios es
cualquier cosa que deseamos que sea, somos idólatras.
La idolatría es algo tremendamente serio;
posiblemente por esa razón sea que estos mandamientos encabezan la lista. La
peor forma de idolatría es hacernos un dios a nuestra propia imagen y luego
adorarlo. Esto es exactamente lo que los maestros de la fe han hecho. Están
quebrantando los Diez Mandamientos.
Conclusiones
Parece ser que los maestros de la Palabra de fe han
tomado la ruta pagana, al acercar al hombre a Dios. Su dios no
es ni siquiera de la talla de Zeus.
A veces los niños o los recién convertidos tienen
una idea humanística de Dios. Pueden visualizarlo como un enorme abuelo
celestial sentado en su trono. Aunque esa imaginería no es la apropiada,
tampoco es peligrosa para esas personas inocentes y suele desaparecer a medida
que el cristiano madura.
Si pensáramos que estos maestros de la Palabra de fe
fueran meramente inmaduros en su doctrina de Dios, estaríamos menos alarmados.
Pero no es el caso. Por tres décadas han hecho desfilar sus enseñanzas a la
vista de todos.
Los eruditos en Biblia han tratado de razonar con
ellos. Se han escrito y editado libros que refutan sus doctrinas paganas. Pero
ellos han ignorado cada censura, han rechazado toda corrección, han
menospreciado la sana erudición y han maldecido a aquellos que han tratado de
ayudarles.
¿Hay algo peor que dar culto a un dios falso?
Posiblemente sí lo haya. Sería que la persona se imagine ella misma ser un
dios. Los maestros de la Palabra de fe hacen ambas cosas.
Así que, cuídense de beber de la fuente de esas
enseñanzas. La bebida que le ofrecen no es ambrosía. No les transformará
en Dios. Pero sí es un veneno mortal.
En este capítulo aprendimos que…
• Los maestros
del Movimiento de la prosperidad duplican el pensamiento pagano al redefinir al
Dios cristiano, rebajándolo de lo que revelan las Escrituras acerca de Él y
dándole condición divina al hombre.
• Este
movimiento enseña que los cristianos son pequeños dioses, de la misma esencia
de Dios.
• Estos maestros
confunden aquello de “a la imagen de Dios” con algo que sería un duplicado de
Dios.
• La Biblia
enseña que la unión con Cristo es a través del Espíritu. La doctrina de la
Palabra de fe enseña que la unión con Cristo es a través de una mezcla de
nuestra supuesta divinidad con la de Él.
• La doctrina de
la Palabra de fe iguala nuestra unión con Cristo con una mezcla mutua de
divinidades.
• Los maestros
de la Palabra de fe califican a sus críticos como ciegos y muertos
espiritualmente.
©Miami, septiembre, 2004. Todos los derechos reservados por Roger L. Smalling. Permiso concedido para copiar y distribuir con fines educativos solamente, sin fines lucrativos.
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