27 sept 2018
Comprendiendo la gravedad del pecado. Paul Washer
PAUL WASHER
El centro del Evangelio es
la muerte de Cristo. Cristo murió por el pecado. Por lo tanto, no puede haber
una proclamación del Evangelio, sin un trato bíblico del pecado; esto incluye
explicar la horrible naturaleza del mismo y la presentación de los hombres como
“pecadores”.
Soy consciente de que el
tema del pecado no está de moda, incluso en algunos círculos evangélicos; sin
embargo, cualquier consideración honesta de cómo la Escritura presenta la
cultura contemporánea, demostrará que hay una necesidad de “comprender la
gravedad del pecado.”
La necesidad de hablar
claramente sobre el pecado es grande dado que vivimos en una generación que
nació en pecado y está cautivada por éste.1 Somos un pueblo que
bebe la iniquidad como agua2 y no puede discernir la condición
caída que tiene, más de lo que un pez puede saber que está mojado. Debido a
esto, debemos esforzarnos por redescubrir la visión bíblica del pecado y la
pecaminosidad del hombre. Nuestra comprensión de Dios y del Evangelio depende
de esto.
Como administradores del
Evangelio de Jesucristo, no servimos a los hombres, tratando ligeramente con el
pecado, tocando de lejos el tema, o evitándolo por completo. El hombre sólo
tiene un problema: Están bajo la ira de Dios a causa de su pecado.3 Negar
esto es negar una de las más fundamentales las doctrinas del cristianismo. ¡No
es falta de amor decirles a los hombres que son pecadores, pero es la forma más
grosera de la inmoralidad el no decírselos!
De hecho, Dios declara que
su sangre será sobre nuestras manos, si no les advertimos de su pecado y del
juicio venidero.4 Intentar predicar el Evangelio sin tratar el
tema del pecado es como intentar sanar superficialmente la herida de un pueblo,
diciendo: “Paz, paz,” cuando hay no es paz.5
El libro de romanos es lo más
parecido a una teología sistemática que tenemos en las Escrituras. En esta
carta, el Apóstol Pablo está estableciendo su doctrina ante la iglesia en Roma.
Él busca prepararlos para su próxima visita y espera que se unan a él en su
esfuerzo misionero en España.6 Es extremadamente importante
notar que los tres primeros capítulos de esta carta, con la excepción de una
breve introducción, están dedicado a la harmatología7 (la
doctrina del pecado). En tres capítulos, el apóstol trata con toda su capacidad
y bajo la guía del Espíritu Santo con un gran propósito: ¡Demostrar el pecado
del hombre y condenar al mundo entero!
Frecuentemente he oído a
cristianos declarar que Dios no nos ha dado un ministerio de condenación ni de
muerte, sino de justicia, reconciliación y vida8. Esto es muy
cierto, pero esto no significa que no vamos a hablar mucho sobre el pecado, o
usar las Escrituras para llevar a los hombres bajo la convicción del Espíritu
Santo sobre su pecado. Es cierto que ya no hay ninguna condena “en Cristo
Jesús” 9, pero no hay nada, sino condenación, fuera de Él.10
Las Escrituras nos dicen que
la Ley no se ha dado como un medio de salvación, sino como un instrumento para
exponer tanto la vileza del pecado (que el pecado es totalmente
pecaminoso) 11 y el pecado del hombre (que todo el mundo
será responsable de sus pecados cuando tenga que rendir cuentas a Dios). 12 Este
ministerio de la Ley debe seguir siendo una parte esencial de nuestra
proclamación del Evangelio. Los “viejos” predicadores lo llamaron “abrir la
tierra endurecida” 13, “conversión de las rocas”, y
“quitar el velo”.
Ellos vieron la necesidad
exponer a los hombres al espejo de la Ley de Dios, para que puedan ver a su
condición de indigencia y puedan clamar por misericordia. Por supuesto, esto no
debe ser hecho con un espíritu de orgullo o arrogancia, y no estamos llamados a
tratar con las personas ásperamente. Dios no nos ha llamado a ser un pueblo
conflictivo u ofensivo, a pesar de que la verdad que predicamos con toda
humildad, pueda ser bastante ofensiva.
El ministerio del Aposto
Pablo no tuvo la condenación como su meta, pero hay un sentido real en el cual
él trató de condenar a los hombres con la esperanza de que ellos puedan
finalmente reconocer su ruina moral y volverse a Cristo en arrepentimiento y
fe. En el libro de Romanos, Pablo primero se propone demostrar la corrupción
moral de todo el mundo, su hostilidad hacia Dios, y su absoluto rechazo de
someterse a las verdades que conoce.14 Entonces él vuelca su
atención hacia los Judíos, y demuestra que, aunque bendecidos exclusivamente
por el regalo de una revelación especial, es tan culpable ante Dios como los
Gentiles.15Finalmente, él concluye su argumento presentando una de
las más directas y ofensivas acusaciones contra el hombre encontradas en Las
Escrituras.16 ¿Cuál es su propósito? El apóstol nos lo dice en
su argumento final:
“Para que toda boca se
cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios.”
Como Jeremías, Pablo fue
llamado no sólo a “edificar y plantar”, sino también a “arrancar y destruir”, y
para “arruinar y para derribar”18. Él estaba, en sus propias
palabras, “destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta
contra el conocimiento de Dios”19.
Bajo el ministerio del
Espíritu Santo, y a través de las Escrituras, Pablo se esforzó por acabar con
la esperanza del pagano moralista, el judío religioso y todos los que estén
entre estos.
El escribió y predicó para
cerrar la boca de los hombres para que nunca más se jactaran de su justicia
propia o justificaran el pecado. Les cortó toda otra esperanza, para que puedan
volverse sólo a Cristo.
¿Fue el apóstol Pablo un
hombre enojado y amargo con un hacha dispuesto a moler la humanidad? ¡No! Él
amó a la humanidad a tal punto que su vida fue derramada como una libación
(ofrenda líquida) a favor de los Gentiles20, e incluso quiso, él
mismo, ser maldito, separado de Cristo por la causa de sus compatriotas
los judíos21. Pablo predicó contra el pecado por la misma razón que
los doctores trabajan para diagnosticar la enfermedad de su paciente y están
dispuestos a decirle aun la peor de las noticias. Es una labor de amor para la
salvación del oyente. Cualquier otro comportamiento del doctor o del predicador
sería aborrecible e inmoral.
Sería bueno que en este
momento nos preguntáramos si nuestra predicación del Evangelio tiene este
propósito. ¿Amamos lo suficiente el enseñar la verdad, exponer el pecado, y
confrontar a nuestros oyentes? ¿Poseemos una compasión bíblica que les dice a
los hombres la verdad con la esperanza de que sus corazones sean quebrantados
bajo el peso de su pecado y ellos puedan mirar sólo a Cristo? ¿Estamos
dispuestos a coger el riesgo de ser malinterpretados o difamados con tal de que
la verdad pueda ser dicha y los hombres puedan ser salvados?
Parece haber una convicción
creciente, aun entre evangélicos, que el hombre contemporáneo de occidente ya
está tan psicológicamente fracturado y cargado con la culpa, que no nos
atrevemos a presionarlo más para no acabar con él. Este punto de vista falla al
no darse cuenta que hay una tremenda diferencia entre una fractura psicológica
y el arrepentimiento bíblico que lleva a la vida. El hombre moderno ha venido a
tener el carácter débil que tiene porque es egocéntrico y vive en rebelión
contra Dios. Esta cargado con culpa porque es culpable. Necesita la Palabra de
Dios para que ésta exponga su pecado, y lo traiga al arrepentimiento. Sólo
entonces, habrá un quebrantamiento bíblico que lleva a la vida.
Los tratos de Dios con la
nación de Israel de nos provee un maravilloso ejemplo de esta verdad.
A través del profeta Isaías,
Dios describe la condición de Israel:
¿Por qué querréis ser
castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo
corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en
él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni
vendadas, ni suavizadas con aceite. Isaías 22:5-6
La nación de Israel estaba
tan fracturada y frágil como uno la podría imaginar; sin embargo, Dios trató
con ellos para su propio bien al señalarles su rebelión y llamarlos al
arrepentimiento. Él usó muchas “palabras duras” contra ellos 23,
pero cada una fue necesaria para exponer sus pecados y para que se vuelvan de
él. 24 Identificar un mal y exponer la seriedad de este,
siempre es el primer paso hacia la cura. Un hombre que no tiene conocimiento de
su cáncer no buscará medicina, y un hombre no huirá de una casa en llamas a
menos que esté enterado del fuego.
Igualmente, un hombre no
buscará salvación a menos que sepa que está completamente perdido, y no correrá
a Cristo a menos que sepa que no hay otro medio de salvación.
A los hombres se les debe
hablar de sus pecados para que ellos lo conozcan en realidad; ellos deben ser
informados del peligro de éste antes de que huyan de él; y ellos deben estar
convencidos de que la salvación se encuentra sólo en Cristo, antes de que ellos
dejen atrás todas sus esperanza en su justicia propia y corran a Él.
Ocuparse arduamente del
pecado ya ni es considerado una opción por la mayoría de la comunidad
evangélica. Incluso parece haber un esfuerzo consciente por desaprobar tal
predicación como negativa y destructiva. Parece que se resisten a exponer el
pecado del pecador y, sin embargo, ese es el principal ministerio del Espíritu
Santo:
Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
9 De
pecado, por cuanto no creen en mí;
10 de
justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
11 y
de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. 25
Según el Señor Jesucristo,
el Espíritu Santo ha sido enviado al mundo para convencer a los hombres de
pecado, de justicia y de juicio. Traer el pecado a la luz y presionar al
pecador al arrepentimiento es uno de Sus ministerios principales. ¿No deberíamos
nosotros, como ministros del Evangelio, tener el mismo propósito? ¿No debería
nuestra predicación reflejar la misma labor? ¿Es posible evangelizar en el
poder del Espíritu Santo, cuando rechazamos trabajar con el Espíritu en este
ministerio esencial?
Aunque el Espíritu Santo no
depende del instrumento humano, Dios ha ordenado a los hombres a que vengan a
la convicción de pecado, al arrepentimiento y a la fe salvadora, a través de la
predicación. 26 Sin embargo, ¿Cómo puede el Espíritu usar
nuestra predicación si nosotros no estamos dispuestos a exponer el pecado o
llamar a los hombres al arrepentimiento?
Las Escrituras nos enseñan
que la espada del Espíritu es la Palabra de Dios, 27 pero si
los ministros de Dios usan la Palabra para dejar convicto al hombre de pecado,
sólo de mala gana, ¿No apagará esto a la persona y el ministerio del Espíritu
Santo? No debemos estar asustados de seguir el ejemplo Espíritu en el trato con
los pecadores. Si Él considera necesario convencer al hombre de pecado,
nosotros debemos unirnos a Él en esta obra. Esos predicadores e iglesias que
han encontrado un “mejor camino”, no tienen motivos para esperar que el
Espíritu de Dios esté obrando entre ellos para traer a los hombres a Cristo.28
Antes de concluir, es
importante dar esta nota final. La mayor razón para ocuparse vehementemente del
pecado es que esto exalta el Evangelio. La belleza de las estrellas no puede
ser vista en el cielo a medio día porque están eclipsadas por la luz del sol.
Sin embargo, cuando el sol se oculta, y el cielo se vuelve negro como el
carbón, las estrellas son vistas en toda la fuerza de su esplendor. Así es
también con el Evangelio de Jesucristo. Su verdadera belleza puede ser vista en
el telón de fondo del pecado del hombre. Parece que los hombres nunca se dan
cuenta de la belleza de Cristo o ni siquiera consideran Su valor, hasta que
ellos ven la depravada naturaleza del pecado y se ven a ellos mismos como
absolutamente desprovistos de mérito alguno. Hay incontables testimonios de
cristianos a través de los siglos que nunca estimaron a Cristo hasta el día en
que el Espíritu Santo vino y les convenció de pecado, de justicia y de juicio.
Fue sólo después de que ellos estaban envueltos en la implacable oscuridad del
sus propios pecados, que Cristo apareció como la estrella de la mañana y se
volvió precioso para ellos.
Es chocante que cuando
verdaderos creyentes en Jesucristo escuchan un sermón sobre la depravación del
hombre, ellos salen de la iglesia rebosantes de gozo y llenos con un nuevo celo
de seguir a Cristo. No es porque traten el pecado ligeramente o encuentren
satisfacción de su estado de ex-pecadores. Más bien, se llenan de gozo
inefable, porque ¡en su mayor oscuridad ellos vieron más de Cristo! Le robamos
al hombre de una mayor visión de Dios, porque les damos una visión de reducida
de ellos mismos
Referencias:
1 Salmo 51:5; 58:3
2 Job 15:16
3 Juan 3:36
4 Ezequiel 33:8
5 Jeremías 6:14
6 Romanos 15:23-24
7 La Harmatología es
derivada de la palabra griega que significa pecado y logos que significa palabra
o discurso. La Harmatología es literalmente un discurso o estudio del pecado.
8 Esta declaración está
basada en II Corintios 3:7-9 and II Corintios 5:17.
9 Romanos 8:1
10 Romanos 5:18
11 Romanos 7:13
12 Romanos 3:19
13 Jeremías 4:3; Oseas
10:12
14 Romanos 1:18-32
15 Romanos 2:1-29
16 Romanos 3:1-18
17 Romanos 3:19
18 Jeremías 1:10
19 II Corintios 10:5
20 Filipenses 2:17
21 Romanos 9:3
22 Isaías 1:5-6
23 Isaías 1:4
24 Isaías 1:18-19
25 Juan 16:8-11
26 I Corintios 1:21
27 Efesios 6:17
28 Le debo está perspectiva
al Pastor Jeff Noblit de Grace Life Church de Muscle Shoals, Alabama.
Originalmente publicado en
la Revista HeartCry, volumen 61, mayo/junio del 2009.
Autor: Paul Washer
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