14 nov 2017
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La gran tribulación
La gran tribulación
INTRODUCCIÓN
La palabra tribulación proviene
del griego thlipsis y se traduce al castellano, además de tribulación, como
aflicción o angustia. Esto quiere decir, según Cristo, que antes de su Segunda
Venida vendría una gran angustia sobre la humanidad, pero más especialmente
sobre la iglesia.
Hay algo que debemos tener
claro y es que la Gran Tribulación no debe confundirse nunca con la ira de Dios
sobre los moradores de la Tierra, ya que Dios nunca derramará su ira sobre sus
hijos (Ro 8.1; 1 Tes 5.9). Sin embargo Las Escrituras hablan claramente de que
la Iglesia estará en la Tierra “hasta el fin del mundo” y esto será después de
la gran tribulación, por tanto es de esperar que pasemos por ella (Mt
24.13-14).
El origen de la Gran
Tribulación no está en Dios sino en Satanás que, al saber que le queda poco
tiempo, se encenderá en cólera contra los moradores de la Tierra pero muy
especialmente contra la Iglesia del Señor.
“Por lo cual alegraos, cielos,
y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque
el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco
tiempo./…/ Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer
guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los
mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.” (Ap 12.12, 17).
1.
EL COMIENZO DE LA GRAN TRIBULACIÓN
Jesús comparó la Gran
Tribulación con una mujer embarazada que tendría molestias y dolores aunque su
peor momento sería al final, a la hora de dar a luz (Jn 16.16-22).
Durante el primer siglo
después de Cristo, los judíos cristianos vivieron su gran tribulación y de
hecho es que todos los apóstoles pensaron que la venida del Señor sería
inminente. El mismo Pablo pensaba estar vivo cuando viniera el Señor para ser
transformado y no resucitado.
“He aquí, os digo un misterio:
No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un
abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y
los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”
(1 Co 15.51-52).
Ahora bien ¿Qué sucedió
durante el primer siglo para que ellos consideraran que estaban en la Gran
Tribulación?
En primer lugar, y basándonos
en Mateo 24, debemos tener en cuenta que el discurso de Jesús no va dirigido a
los judíos sino a sus discípulos, es decir, a la Iglesia. Veamos el texto:
“Cuando Jesús salió del templo
y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará
aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada. Y estando él sentado en el
monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos,
¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”
(Mt 24.1-3).
En el discurso de Mateo 24
Jesús no está hablando con judíos inconversos sino con sus discípulos, es
decir, los creyentes, con una respuesta en base a la pregunta que ellos le
formularon sobre cuándo sería su Venida y el fin de esta era (v.3). Parte de su
discurso, como la destrucción del Templo y la abominación desoladora, ya
tuvieron su cumplimiento en la historia. Antes del año 70 d.C. los romanos
profanaron el Templo de Jehová al colocar en su lugar a sus dioses paganos.
Esta fue la abominación desoladora. Aquí se cumplen las palabras de Cristo
cuando dijo: “He aquí vuestra casa será dejada desierta [desolada]” (Mt 23.38).
Los israelitas al ver dicha abominación en el Templo de Jehová, lo dejaron
abandonado. Entiéndase que la Casa era el Templo.
Posteriormente, los romanos
derribaron el Templo sin dejar piedra sobre piedra en cumplimiento de lo
profetizado por Cristo en Mateo 24.1-2. La historia nos cuenta que los soldados
romanos habían recibido órdenes de romper cada una de las piedras del Templo
pensando que los judíos guardaban oro dentro de ellas. Después de esto
levantaron, en el mismo lugar que estaba el Templo de Jehová, un templo en
honor al dios más venerado por los romanos: Júpiter. También las palabras de
lamento por las mujeres embarazadas y las que criaban niños por aquellos
tiempos tuvieron su cumplimiento en la historia. Tal fue el hambre que vino
sobre la tierra de Israel que el mismo historiador Eusebio de Cesarea cuenta
cómo las mujeres tuvieron que comerse a sus pequeños para poder sobrevivir ¿No
es esto una gran tribulación? Hay quien opine que no...
Siguiendo el discurso de
Jesús, todos ellos fueron dispersados de Judea a los montes y a otras ciudades
del mundo (Stgo 1.1; 1 Pe 1.1). La ciudad santa fue desechada por Dios y
pisoteada por los paganos.
Aquí toman su cumplimiento las
palabras de Cristo al decir que Israel dejaría de ser el pueblo escogido de
Dios para darle Su Reino a la Iglesia.
“Por tanto os digo, que el
reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los
frutos de él.” (Mt 21.43).
“A lo suyo vino, y los suyos
no le recibieron [los judíos]. 12Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn
1.11-12).
Hasta aquí encontramos un
cumplimiento parcial de lo dicho por nuestro Señor, pero hay otra serie de
características de la gran tribulación o gran aflicción que tienen que ver con
la iglesia cristiana desde su nacimiento hasta el fin del mundo.
Según lo dicho por el Señor,
antes de su 2ª Venida la tribulación sería mayor. En sus palabras dice: “porque
habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del
mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt 24.21).
Pero ¿De qué manera afectaría
a la Iglesia?
2.
LA GRAN TRIBULACIÓN Y LA IGLESIA
No voy a intentar demostrar
aquí que la Iglesia pasará por la Gran Tribulación porque es algo tan evidente
que solo los ciegos no lo pueden ver, pero sí hablaré de qué manera afecta y
afectará a la iglesia del Señor.
2.1.
Atribulados desde afuera
“Entonces os entregarán a
tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa
de mi nombre.” (Mt 24.9).
El Señor dijo que el mundo
amaría a los suyos, pero el hecho de que vivamos una vida en contra de la
corriente que marca el “príncipe del mundo” hace que seamos del desagrado de
los impíos. Esto se manifestará en una clara postura hostil por parte del mundo
en contra de la Iglesia.
Este odio sería tan grande que
incluso a muchos hermanos entregarán a la muerte. Esto siempre ha sucedido a lo
largo de la historia de la iglesia, pero que suceda en este tiempo no es tan
normal.
Se habla de democracia, de
libertad de expresión, de conciencia y de culto, sin embargo podemos ver por
diferentes medios cómo muchos hermanos están sufriendo una terrible
persecución.
En países islámicos los
lugares de culto cristianos son prendidos fuego con los hermanos dentro.
Escenas de este tipo se han podido contemplar en África y la India entre otros.
En los países occidentales la
laicidad hace estragos. Los gobiernos se están convirtiendo en una potente
herramienta en manos de Satanás para intentar silenciar a la iglesia mientras
los inmorales gozan cada vez de más libertad y privilegios.
La Comunidad Europea elabora
una Constitución donde no aparezca la religión ni ninguna tradición
judeo-cristiana por ninguna parte. Vemos autobuses por las ciudades de España
con eslóganes como “Probablemente Dios no existe, así que disfruta de la vida”.
Se pueden ofender abiertamente los sentimientos religiosos de los ciudadanos
pero ¡Cuidado! No hablemos contra el pecado si no queremos ser perseguidos.
Hace poco, en nuestra muy liberal y moderna Europa, que presume de libertad y
de Derechos Humanos, mete en prisión a un Pastor de la Iglesia Evangélica
Luterana por decir dentro de su iglesia que la homosexualidad es pecado.
Esto no es otra cosa que la
acción del anticristo. El profeta Daniel dijo que al fin de los tiempos, el
anticristo, que no es otra cosa que el mismo espíritu de Satanás, cambiaría las
leyes para favorecer a sus hijos y abrumar a los santos.
“Y hablará palabras contra el
Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los
tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y
medio tiempo.” (Dn 7.25).
Nuestra sociedad, instigada
por el espíritu del anticristo, habla altivamente contra Dios y contra todo lo
que tiene que ver con Él, y los gobernantes como marionetas de este espíritu
elaboran y cambian las leyes para oprimir al justo y favorecer la delincuencia
y la impiedad. Si esto no es una Gran Tribulación ¿Entonces qué es?
El hecho de que Cristo la
llamara “Gran Tribulación”, en superlativo, es porque ya no estaría limitada a
la antigua Judea, como expliqué al principio, sino que afectaría a todos los
países del mundo. Sería como una enfermedad que no solo se agrava, sino que
además se cronifica y se extiende por toda la humanidad.
2.2.
Atribulados desde adentro
“Porque se levantarán falsos cristos,
y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que
engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.” (Mt
24.24).
Aquí el Señor nos habla de la
venida de falsos cristos y falsos profetas que se introducirán en la iglesia
con la intención de engañar, si fuera posible, aún a los escogidos.
La palabra “cristo” proviene
del griego y significa “ungido”, es decir, alguien sobre quien está el Espíritu
de Dios.
Estos falsos ungidos querrán
demostrar a la Iglesia que ellos tienen la unción de Dios de manera especial y
querrán ocupar en la iglesia el lugar del mismo Cristo. ¿De qué manera?
2.2.1. Querrán ser una
autoridad inapelable de la Iglesia y tener el control de la misma. Querrán que
todos se sujeten a ellos como representantes especiales de Dios. Esto ya
sucedió y sucede con el Papa de Roma, pero ahora está sucediendo dentro de muchas
denominaciones evangélicas con el nuevo movimiento apostólico y profético.
La intención de estas personas
es eclipsar a Cristo y a Su Palabra presumiendo de ser “profetas” con una nueva
visión, una nueva palabra profética y una nueva revelación para la Iglesia.
Algunos de ellos se atreven a hablar incluso de poner un “nuevo fundamento”.
Enseñan que los Pastores deben
estar bajo su visión y cobertura si quieren ser bendecidos reclamando de esta
manera una especie de paternidad espiritual, es decir, el “Primado de la
Iglesia del Señor”.
Ya esto estaba sucediendo en
los tiempos de los apóstoles. El Apóstol Juan escribe:
“Yo he escrito a la iglesia;
pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos
recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando
con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe
a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de
la iglesia.” (3 Jn 9-10).
Obsérvese en este caso cuál
fue la actitud de Diótrefes:
i) Quería el primer lugar en
la Iglesia. La máxima autoridad.
ii) Habla en contra de la
doctrina apostólica-bíblica.
iii) Rechaza a los hermanos
que siguen la doctrina de los apóstoles de Cristo.
iv) Se niega a que los que
están bajo su cobertura se relacionen con dichos hermanos.
v) Expulsa a los que siguen la
doctrina apostólica o se relacionan con ellos.
¿No es esto una gran
tribulación para los que aman y siguen la Verdad? Pero lo más relevante es que
este "espíritu de Diótrefes" no quedó en la historia sino que es el
mismo espíritu diabólico que utiliza a los nuevos apóstoles-Papas de algunas
iglesias mal llamadas evangélicas.
2.2.2. Estos anticristos son
además falsos profetas y como tal tienen dos características que les
identifica:
a)
Hacen milagros engañosos (Mt 24.24).
Aquí el Señor no dice que los
milagros en sí no sean verdaderos pero la fuente o el espíritu con el que
actúan no es verdadero. No es obra del Espíritu de Dios. Sobre esto el apóstol
Pablo escribe:
“[espíritu] inicuo cuyo
advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios
mentirosos” (2 Tes 2.9).
Se puede discernir que estos
milagros no son obra de Dios porque su doctrina es falsa, y en segundo lugar
porque no glorifica a Dios sino que actúan con afán de notoriedad y jactancia.
Solo buscan la fama y a ser posible “negociar” con La Palabra de Dios
presentando un mensaje falso para sacar ganancia de los creyentes.
A algunos se les puede
calificar sin rubor alguno como vendedores de milagros. Su lema es ofrenda y
diezma y Dios te sanará u oraremos por ti. Quizás estés enfermo por no
ofrendar, y así juegan con los sentimientos de los más débiles. A los que no se
sanan les juzgan de no tener fe y como si fuera poco cargar con alguna
enfermedad le ponen cargas tan pesadas como el sentimiento de culpa,
inferioridad o rechazo divino.
Estos falsos profetas, al
igual que los Papas vendedores de indulgencias de la época de la Reforma,
quieren hacer ganancia con los dones de Dios, pero la sentencia de Las
Escrituras sobre ellos es clara:
“Entonces Pedro le dijo: Tu
dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es
recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios,
si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de
amargura y en prisión de maldad veo que estás.” (Hch
8.20-23).
b)
Tienen un mensaje falso.
El Señor los describe como
falsos profetas. Un profeta es aquel que habla de parte de Dios. En la
actualidad este ministerio está en manos de los Pastores y no en base a nuevas
palabras sino en base a la Palabra ya escrita y revelada en Las Sagradas Escrituras.
Ahora bien ¿Cuál es el mensaje
falso que comunican estos anticristos? Nuestro Señor lo dejó bien claro:
“Entonces, si alguno os
dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis./…/ Ya os
lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no
salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.” (Mt
24.23, 25-26).
Lo que el Señor nos dice en
estas palabras es terrible. Nos está diciendo que el mensaje falso de estos
falsos profetas tiene que ver con su Segunda Venida y lo peor de todo, enseñan
que su 2ª Venida no será para todos sino que será una “venida secreta”.
El Señor nos advierte sobre
esta venida secreta diciéndonos dos cosas muy importantes:
1º) No lo creáis
2º) Su venida será visible y
audible para todos.
“Porque como el relámpago que
sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida
del Hijo del Hombre” (Mt 24.27).
3.
CONCLUSIÓN
Persecuciones, frialdad
espiritual, falsos profetas, falsos milagros, el intento de engañar a los
escogidos y querer tener el control de la iglesia persiguiendo a los que andan
en la Verdad son algunos ingredientes de la Gran Tribulación.
Todo esto nos indica que esa
tribulación que empezó en Jerusalén ya se ha convertido en una Gran Tribulación
que abarca a todo el globo terráqueo.
Todo esto nos indica que la
Venida del Señor está a las puertas y que tenemos que afianzarnos a la Palabra
si no queremos ser engañados y orar para recibir gracia para el oportuno
socorro.
Cristo prometió venir al final
de esta gran tribulación, así que animémonos con estas palabras.
“E inmediatamente después de
la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos
serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo;
y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre
viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus
ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro
vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.” (Mt
24.29-31).
Recuerden. El Señor vendrá pero será después
de la gran tribulación. Resta por tanto orar para que Dios nos de gracia y
fortaleza para mantenernos en pie ante semejante panorama.
Autor: Pastor Juan Sanabria
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