La predestinación es un tema que
siempre ha levantado controversias y discusiones, sobre todo cuando es mal
enseñado o mal interpretado. Al presentar lo que la Palabra dice sobre este
tema tan importante, es mi deseo traer un poco de luz, aunque sea de una manera
relativamente breve. Lo cierto es que para nosotros la opinión de mayor
importancia no es la de Calvino o la de Arminio, sino la opinión de Dios
revelada en las Escrituras. Él tiene la última autoridad. Muchas personas
rechazan la doctrina de la elección de Dios en la salvación; pero pasan por
alto que, desde el Génesis hasta Apocalipsis, hay un patrón de elección de
algunas personas sobre otras, por razones que nosotros todavía no acabamos de
entender. Veamos:
Abraham fue elegido por Dios
cuando él no estaba buscando de Dios. De hecho, Josué 24:2 establece que
Abraham fue escogido por Dios cuando él estaba adorando a dioses paganos junto
con sus padres. ¿Por qué Abraham y no su padre o su hermano o cualquier otro?
Respuesta: elección divina.
Israel fue elegido por Dios no
porque fuera mayor o mejor que las demás naciones, como bien especifica
Deuteronomio 7:7. ¿Por qué Israel y no otro pueblo? Respuesta: elección
soberana.
Los profetas no se ofrecieron
como voluntarios para ir, sino que Dios los eligió soberanamente. Leamos el
testimonio de Jeremías 1:4-5 “Y vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: Antes
que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te
consagré, te puse por profeta a las naciones”. ¿Por qué elegir a Jeremías desde
antes de nacer y no a otro? Respuesta: Él es Dios y tiene el derecho, la
autoridad y la sabiduría para decidir.
Cuando nos vamos al Nuevo
Testamento, Pablo también dice que fue elegido antes de nacer. De manera que,
aunque él persiguió a la iglesia por los primeros 30 años, la elección de Pablo
había sido hecha de antemano, como revela el libro de Gálatas: “Pero cuando
Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo
a bien revelar a su Hijo en mí para que yo le anunciara entre los gentiles, no
consulté enseguida con carne y sangre”, (Gá. 1:15-16). ¿Por qué? Respuesta: por
la misma razón anterior.
Los profetas, con la excepción de
Jonás, fueron todos enviados a Israel y a Judá, cuando Dios pudo haber enviado
esos profetas también a cualquiera de las demás naciones de la Tierra. Mientras
todos estos profetas estaban siendo enviados a Israel, anunciando el Mesías que
había de venir, ¡había millones de personas distribuidas alrededor del mundo
que se estaban perdiendo sin escuchar este mensaje! ¿Por qué? Respuesta: Porque
Israel fue su pueblo elegido
No solo el apóstol Pablo fue
elegido desde antes del nacimiento, sino que los 12 discípulos fueron
escogidos, hasta el punto que Juan 15:16 dice: “Vosotros no me escogisteis a mí,
sino que yo os escogí a vosotros”. ¿Por qué? Cristo quería que les quedara
claro que Dios es quien hace la selección y no el hombre. Al fin de cuentas es
Su creación; es Su plan, es Su reino; es Su gloria que está en juego, y
nosotros somos las criaturas y no el Creador.
Juan el Bautista nació lleno del
Espíritu Santo, según revela Lucas 1: 14-15, lo que implica que Juan el
Bautista “nació de nuevo” en el vientre de su madre, y por tanto “nació de
nuevo” antes de nacer físicamente. ¿Por qué? Respuesta: Dios.
Jacob fue escogido por encima de
Esaú, según revela Romanos 9. De hecho, el libro de Romanos es tan claro que
dice que cuando estos dos hermanos estaban en el vientre de la madre, y antes
de que ellos hubiesen hecho nada bueno o malo, Dios determinó que el mayor serviría
el menor. ¿Por qué? Respuesta: “para que el propósito de Dios conforme a su
elección permaneciera” (Ro. 9:11). En la cultura judía, el primero que nacía de
los dos mellizos era considerado el primogénito y poseedor de las bendiciones.
Sin embargo, Dios revela que precisamente Él invirtió los planes para que el
propósito de la elección de Dios se cumpliera.
Nosotros los gentiles fuimos
elegidos cuando nadie estaba buscando de Dios, según revela Romanos 10:20-21:
“E Isaías es muy osado, y dice: FUI HALLADO POR LOS QUE NO ME BUSCABAN; ME
MANIFESTE A LOS QUE NO PREGUNTABAN POR MI. Pero en cuanto a Israel, dice: TODO
EL DIA HE EXTENDIDO MIS MANOS A UN PUEBLO DESOBEDIENTE Y REBELDE”. ¿Por qué?
Respuesta: por todas las razones anteriores.
La Biblia habla incluso de los
ángeles elegidos, según vemos en 1 Timoteo 5:21.
Continuando con lo que es la
revelación de Dios, en términos de cómo ha ocurrido esta elección, la Palabra
de Dios nos revela lo siguiente en Romanos 8:29-30: “Porque a los que de
antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de
su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que
predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó;
y a los que justificó, a ésos también glorificó”. Si nosotros tomamos ese texto
y lo leemos desde el final hasta el principio, pudiéremos hacer las siguientes preguntas
y contestarlas según el mismo texto: a)
¿A quiénes glorificó? A los que justificó. b) ¿A quiénes justificó? A los que
llamó. c) ¿A quiénes llamó? A los que predestinó. d) ¿A quiénes predestinó? A
los que conoció... Y solo a esos. Esto que vemos es consistente con lo que la
Palabra de Dios revela también en Efesios 1:4 cuando dice: “según nos escogió
en El antes de la fundación del mundo…”.
No hay duda de que esta elección
ocurrió antes de que el mundo comenzara, de lo contrario Efesios 1:4 no tendría
ningún sentido. Ahora bien, este verso de que “Dios nos escogió en El desde
antes de la fundación del mundo” ha tenido dos interpretaciones: 1) La primera,
la interpretación arminiana, afirma que Dios en su omnisciencia sabía de
antemano quién lo escogería, y que conociendo Él que, por ejemplo, una persona
le iba a escoger en el año 1983, entonces Él, desde antes de que el mundo
comenzara, hizo esa elección; pero basado precisamente en que esa persona lo
iba a escoger en un futuro. 2) La segunda posición es que Dios nos escogió en
Él desde antes de la fundación del mundo, conociendo que nadie lo escogería.
Por razones no claras, Dios sí escogió a un grupo de personas soberanamente, y
lo hizo por gracia. Esta es la posición calvinista. Una pregunta importante en
este sentido es si el hombre después de caer permaneció con la habilidad de
escoger a Dios o si, por el contrario, el hombre al caer quedó en una condición
tal que no retuvo ya la capacidad de poder escoger a Dios. Y una vez más, lo
importante es lo que la Palabra revela. Romanos 3:10-12 dice: “Como está
escrito: NO HAY JUSTO, NI AUN UNO; NO HAY QUIEN ENTIENDA, NO HAY QUIEN BUSQUE A
DIOS; TODOS SE HAN DESVIADO, A UNA SE HICIERON INUTILES; NO HAY QUIEN HAGA LO
BUENO, NO HAY NI SIQUIERA UNO”. Note cómo la Palabra de Dios claramente revela
que nadie busca de Dios. Entonces, para nosotros decir que el hombre realmente
permaneció con la habilidad de buscar de Dios tendríamos que pasar por alto
este texto de Romanos 3.
Sabemos que en la superficie luce
cómo que individuos buscan de Dios, pero mi ilustración preferida al hablar de
estas cosas es la siguiente: Si usted toma a alguien que haya vivido toda su
vida en la jungla, que no conozca la electricidad, y mucho menos lo que es una
aspiradora, y lo coloca en una habitación donde él pueda ver a través de un
cristal lo que está ocurriendo del otro lado, usted pudiera colocar esa
aspiradora con basura en frente del tubo de aspiración, y ver la basura moverse
en dirección el tubo. Para el que no conoce lo que es la electricidad, que no
está oyendo el ruido de la aspiradora, ni sabe lo que es, él pudiera concluir
que es realmente la basura que camina y busca del tubo.
En realidad, él desconoce
precisamente que la basura está siendo succionada por la fuerza de la
aspiradora. Así sucede en la vida: Dios, a través de una serie de
circunstancias, nos va “succionando”, porque ha sido su plan predeterminado
desde antes de la fundación del mundo el salvar a un grupo, por razones que aún
no han sido reveladas. Creemos que Deuteronomio 29:29 es bastante claro cuando
dice que las cosas secretas pertenecen a Dios, pero que las cosas reveladas nos
pertenecen a nosotros y a nuestros descendientes. Eso implica que hay cosas que
nosotros vamos a poder conocer y hay otras que no. La ilustración que acabamos
de usar es consistente con lo que Juan 6:44 revela, cuando Cristo dice que
nadie viene a Él a menos que el Padre lo atraiga. La palabra traducida ahí como
atraer es en griego la palabra helkuo, y el diccionario de KITTEL dice que la
palabra helkuo significa el ser atraído por una fuerza irresistible.
Es interesante ver cómo la
palabra helkuo aparece solamente en dos otras ocasiones más. La primera es en
el libro de los Hechos 21:30, que dice: “Se alborotó toda la ciudad, y llegó el
pueblo corriendo de todas partes; apoderándose de Pablo lo arrastraron fuera
del templo, y al instante cerraron las puertas”. La otra ocasión cuando esa
palabra aparece es en el libro de Santiago 2:6 donde nos dice: “Pero vosotros
habéis menospreciado al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y
personalmente os arrastran a los tribunales?”. Note cómo aquí se utiliza helkuo
correctamente para significar arrastrar y no simplemente traer. De manera que
cuando Cristo dice “nadie puede venir a mí a menos que el Padre lo atraiga”,
realmente está diciendo nadie puede venir a mí a menos que el Padre lo
“arrastre”. Dios tiene todas las formas a su disposición para hacer esto.
Habiendo dicho todo esto todavía podríamos hacernos la pregunta: ¿Qué fue
realmente lo que Cristo enseñó acerca de la salvación? Y esto es lo que Cristo enseñó:
Juan 6:44 “Nadie puede venir a mí
si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final”.
Juan 6:37 “Todo lo que el Padre
me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera”.
Juan 6:39 “Y esta es la voluntad
del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada, sino que
lo resucite en el día final”.
Juan 17:2 “Por cuanto le diste
autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le
has dado”.
Notemos cómo Cristo dice
categóricamente: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”; no hay forma de que
el Padre le de alguien a Cristo que no venga a los pies de Cristo. Observe
cómo, entonces, Juan 6:39 caracteriza cuál es la voluntad del Padre: “esta es
la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda
nada...”. Pero la condición para que nadie se pierda es que el Padre le haya
dado esa persona a Cristo primero, y eso ocurrió en la eternidad pasada.
Finalmente, creemos que el texto de Juan 17:2 es bien categórico cuando dice:
“por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a
todos los que tú le has dado”. Él dice claramente que a pesar de que Él vino
con esa autoridad sobre todo ser humano, Él vino a darle vida eterna solamente
a un grupo, a todos los que el Padre le ha dado. La razón por la que he querido
extenderme tanto en esta explicación es porque creo que esta doctrina de cómo
vemos a Dios y cómo vemos al hombre caído tiene implicaciones monumentales a la
hora de hacer ministerio.
Hemos visto a lo largo de nuestro
caminar cristiano que el hombre de hoy, el hombre que ha recibido salvación de
Dios, muchas veces tiene una idea agrandada y sobrevalorada de sí mismo, lo que
interfiere a la hora de hacer ministerio. Bien nos dice Efesios 2:10 “somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”. Esto implica que todo
cuanto vayamos a hacer en un futuro es algo que Dios ya pensó en su mente; ya
lo programó y lo planificó, y las cosas serán como Él las haya predeterminado.
Lo único que necesitamos hacer es caminar en esas obras. Esto pudiera lucir
como que el hombre es una marioneta, pero esto no es verdad de ninguna manera,
porque dentro de ese plan de acción hay una cierta libertad que el hombre
disfruta, aunque al final siempre terminará haciéndose la voluntad de Dios.
Y nosotros vemos eso claramente
revelado en la vida de Jonás que trató, en su “libre albedrío”, de rebelarse a
los planes de Dios, y terminó Dios imponiéndose por encima de su libre
albedrío. Creemos que la mejor definición de libre albedrío, o mejor
entendimiento de lo que el libre albedrío es, nos lo ha dado Jonathan Edwards.
Él decía que si libre albedrío es la idea de que el hombre tiene la habilidad
de siempre escoger aquellas cosas por las cuales él tiene mayor deseo o mayor
pasión, que entonces el hombre sí tiene libre albedrío; pero que el problema es
que las cosas por las cuales el hombre tiene mayor deseo y mayor pasión son las
cosas del mundo o las cosas pecaminosas. Pero que, si libre albedrío es que el
hombre permaneció con la habilidad de escoger a Dios en su condición caída, que
entonces no; ese libre albedrío no existe. Creemos que Romanos 8:6-7 es bien
contundente: “6 Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente
puesta en el Espíritu es vida y paz; 7 ya que la mente puesta en la carne es
enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede
hacerlo”. Entendemos que una enorme cantidad de las malas doctrinas que vemos
hoy en día son el resultado del hombre haber llegado a creer que él puede hacer
más de lo que realmente puede hacer. Ya Cristo nos dejó saber “separados de mí,
nada podéis hacer”. En la medida que el hombre se ha crecido, en esa misma
medida ha bajado a Dios de su trono. Lo cierto es que Dios no nos necesita; Él
puede hacer todo el trabajo Él solo, y lo haría mejor que nosotros. Simplemente
nos ha permitido hacer el trabajo como una forma de ayudarnos a conocerle mejor
y para llenarnos de propósito.
Muchas veces vemos a Dios como
alguien que es soberano, pero no sobre la voluntad del hombre; y otras veces
vemos al hombre como alguien que realmente puede orquestar el futuro, cuando en
realidad ya Dios nos dejó ver que “la mente del hombre planea su camino, pero
el SEÑOR dirige sus pasos” (Pr. 16:9), y nos enseña también Jeremías 10:23, “Yo
sé, oh SEÑOR, que no depende del hombre su camino, ni de quien anda el dirigir
sus pasos…”. Somos tan incapaces que Dios es quien tiene que poner en nosotros
tanto el querer como el hacer (Fil. 2:13), lo cual es consistente con el
veredicto de Pablo cuando dijo: “Porque yo sé que, en mí, es decir, en mi
carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el
hacer el bien, no” (Ro. 7:18). Esperamos que esta breve reflexión haya podido
disipar dudas, traer tranquilidad; pero sobre todo que haya contribuido a
engrandecer la imagen de Dios en la mente de los lectores.
Pr. Miguel Nuñez
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