28 abr 2020
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Hebreos 2: 3
Julio Cesar Benitez
Se puede perder la salvación?
seguridad de la salvación
Dice Hebreos 2: 3 que se puede perder la salvación?
Dice Hebreos 2: 3 que se puede perder la salvación?
HEBREOS 2: 3
“Cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual,
habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los
que oyeron”
¿En qué sentido podemos descuidar nuestra salvación?
¿Eso es lo mismo que perder la salvación? ¿Hace referencia este pasaje a gente
verdaderamente salva o gente que estaba conociendo el Evangelio?
La palabra salvación (σωτηριας) usada en este pasaje
hace referencia al evangelio de liberación que predicó Cristo, como luego dice
en la segunda parte del versículo 3: “La cual (hablando de la
salvación), habiendo sino anunciada primeramente por el Señor, nos fue
confirmada por los que oyeron (los apóstoles)”.
Esto implica que el autor realmente está advirtiendo a
los miembros de la iglesia receptora del serio peligro que acarrea descuidar o
desatender el mensaje de liberación o salvación que predicó el Hijo, el cual es
superior a los ángeles que mediaron en la dación de la Ley, el cual es superior
a los profetas. Descuidar este mensaje de salvación implica rechazar a Dios
mismo, quien lo confirmó con señales, milagros y prodigios obrados por el
Espíritu Santo. Y por lo tanto, la verdad implícita, es que si los que
desatendieron la Ley santa recibieron la justa retribución a su descarrío, mas
castigo recibirá aquel que rechaza el mensaje Salvador de Jesús.
La pregunta que surge es la siguiente ¿Podrá un
verdadero creyente rechazar el mensaje de Salvación, luego de haber creído?
No creo que el autor esté tratando de enseñar eso en
este pasaje. Él está advirtiendo a los judíos convertidos al cristianismo, que
si ellos rechazan el mensaje del Evangelio proclamado por Jesús, están en serio
peligro, pues, precisamente este es el mensaje proclamado por Moisés a través
de ángeles, que el hombre es incapaz de cumplir con las altas exigencias de la
santidad de Dios, y por lo tanto se requiere la mediación de un sumo sacerdote
que sea puro y él mismo sea la ofrenda. Este mensaje ha sido cumplido en la
persona de Jesús, cuyo nombre significa salvación. Rechazar a Jesús, es
rechazar la salvación.
No hay otro camino. (Juan 14:6).
La carta está dirigida a una iglesia local. Cada
congregación es exhortada a mantenerse firme en la doctrina bíblica correcta,
pues, si consciente en su seno errores conocidos, pronto toda su doctrina se
degenerará hasta convertirse, como pasó con las sinagogas judías, en sinagoga
de Satanás (las cartas de Jesús a las Iglesias en Apocalipsis advierten ese
peligro). El Señor quitará su candelero si una iglesia local degenera de manera
creciente y decadente su doctrina.
Lo mismo estaba pasando con los Gálatas. Ellos querían
tener al Salvador y también las ceremonias de la Ley. Pero el apóstol Pablo les
muestra lo absurdo de esto. No podemos ser practicantes de las ceremonias de fe
judaica y cristiano a la vez. Pues, las ceremonias, como luego nos lo explicará
el autor de Hebreos, apuntaban al gran cumplimiento de lo que ellas significan,
es decir, a Cristo. Venido el Mesías entonces debemos estar atentos en escuchar
y hacer lo que él nos viene a decir.
Otros pasajes en las Sagradas Escrituras nos advierten
respecto al descuidar la doctrina de Cristo, la doctrina salvadora, pues, las consecuencias
serán funestas:
Jesús exhorta a sus discípulos para que se guardasen
de seguir la falsa doctrina de los fariseos y los saduceos. (Mat. 16:12)
Pablo en Romanos 6:17 establece la diferencia entre
los que escuchan la doctrina y los que obedecen la doctrina. Muchos miembros de
las iglesias profesan y confiesan la doctrina, pero no la obedecen.
Romanos 16:17 habla de algunos miembros de las
iglesias que causan división y tropiezo en contra de la doctrina. Estos deben
ser expulsados de la iglesia local y los demás se deben apartar de ellos,
obviamente porque hay un peligro muy serio en permitir que las iglesias acepten
postulados doctrinados falsos.
Ahora, la salvación no consiste solamente en ser
librado del infierno y ser trasladado al cielo, la salvación también implica la
formación de Cristo en nosotros, la madurez espiritual que vamos alcanzando a
través de los dones y los medios de gracia establecidos por Cristo. El apóstol
Pablo en Efesios 4:14 dice que la verdadera iglesia es edificada por las
enseñanzas apostólicas y la labor de los pastores, precisamente para que no
seamos como niños fluctuantes llevados por doquiera de todo viento de doctrina
por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas
del error. Esto es lo que al autor de hebreos quiere conseguir en esta iglesia
local, que sean edificados con las enseñanzas apostólicas de manera que no
fluctúen en la fe depositada en Cristo.
La seguridad de la salvación eterna es una doctrina
enseñada en las Escrituras, por eso no creemos que al autor de Hebreos esté
hablando de la posible pérdida de la salvación. Escuchemos lo que la iglesia
evangélica histórica ha creído al respecto.
Primero demos una revisa a los Cánones de Dort,
refutando los errores de aquellos que creen que los verdaderos salvos puedan
perder su salvación:
REPROBACION DE LOS ERRORES
Habiendo declarado la doctrina ortodoxa, el Sínodo
rechaza los errores de aquellos:
L- Que enseñan: que la perseverancia de los verdaderos
creyentes no es fruto de la elección, o un don de Dios adquirido por la muerte
de Cristo; si no una condición del Nuevo Pacto, que el hombre, para su (como
dicen ellos) elección decisiva y justificación, debe cumplir por su libre
voluntad...
- Pues la Sagrada Escritura atestigua que la
perseverancia se sigue de la elección, y es dada a los elegidos en virtud de la
muerte, resurrección e intercesión de Cristo: Los escogidos sí lo han
alcanzado, y los demás fueron endurecidos (Rom. 11:7). Y asimismo: El que no
escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará también con él rodar las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que
murió; más aún, el que también resucitó, el que también intercede por nosotros.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rom. 8:32-35).
II.- Que enseñan: que Dios ciertamente provee al
hombre creyente de fuerzas suficientes para perseverar, y está dispuesto a
conservarlas en él si éste cumple con su deber; pero aunque sea así que todas
las cosas que son necesarias para perseverar en la fe y las que Dios quiere
usar para guardar la fe, hayan sido dispuestas, aun entonces dependerá siempre
del querer de la voluntad el que ésta persevere o no.
- Pues este sentir adolece de un pelagianismo
manifiesto; y mientras éste pretende hacer libres a los hombres, los torna de
este modo en ladrones del honor de Dios; además, está en contra de la constante
unanimidad de la enseñanza evangélica, la cual quita al hombre todo motivo de
glorificación propia y atribuye la alabanza de este beneficio únicamente a la
gracia de Dios; y por último va contra el Apóstol, que declara: Dios... os
confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro
Señor Jesucristo (1 Cor. 1:8).
III.- Que enseñan: «que los verdaderos creyentes y
renacidos no sólo pueden perder total y definitivamente la fe justificante, la
gracia y la salvación, sino que de hecho caen con frecuencia de las mismas y se
pierden eternamente».
- Pues esta opinión desvirtúa la gracia, la
justificación, el nuevo nacimiento y la protección permanente de Cristo, en
oposición con las palabras expresas del apóstol Pablo: que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados
en su sangre, por él seremos salvos de la ira (Rom. 5:8,9); y en contra del
Apóstol Juan: Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nací do de
Dios (1 Jn. 3:9); y también en contra de las palabras de Jesucristo: Y yo les
doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie lar arrebatará de mi mano. Mi
Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie lar puede arrebatar de la
mano de mi Padre (Jn. 10:28,29).
IV.- Que enseñan: «que los verdaderos creyentes y
renacidos pueden cometer el pecado de muerte, o sea, el pecado contra el
Espíritu Santos.
- Porque el apóstol Juan mismo, una vez que habló en
el capítulo cinco de su primera carta, versículos 16 y 17, de aquellos que
pecan de muerte, prohibiendo orar por ellos, agrega enseguida, en el versículo
18: Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado
(entiéndase: tal género de pecado), pues Aquél que fue engendrado por Dios le
guarda, y el maligno no le toca (1 Jn. 5:18).
V.- Que enseñan: «que en esta vida no se puede tener
seguridad de la perseverancia futura, sin una revelación especial».
- Pues por esta doctrina se quita en esta vida el
firme consuelo de los verdaderos creyentes, y se vuelve a introducir en la
Iglesia la duda en que viven los partidarios del papado; en tanto la Sagrada
Escritura deduce a cada paso esta seguridad, no de una revelación especial ni
extraordinaria, sino de las características propias de los hijos de Dios, y de
las promesas firmísimas de Dios. Así, especialmente, el apóstol Pablo: Ninguna
otra coca creada nos podrá reparar de! amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro (Rom. 8:39); y Juan: el que guarda sus mandamientos, permanece en
Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado (1 Jn. 3:24).
VI.- Que enseñan: «que la doctrina de la seguridad o
certeza de la perseverancia y de la salvación es por su propia índole y
naturaleza una comodidad para la carne, y perjudicial para la piedad, para las
buenas costumbres, para la oración y para otros ejercicios santos; pero que por
el contrario, es de elogiar el dudar de ellas.
- Pues éstos demuestran que no conocen el poder de la
gracia divina y la acción del Espíritu Santo y contradicen al apóstol Juan, que
en su primera epístola enseña expresamente lo contrario: Amador, ahora tumor
hijos de Dios, y aún no le ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es. Y todo aquél que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así
como é! es (1 Jn. 3:2,3). Además, éstos son refutados por los ejemplos de los
santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, quienes, aunque estuvieron
seguros de su perseverancia y salvación, perseveraron sin embargo en las
oraciones y otros ejercicios de piedad.
VII.- Que enseñan: «que la fe de aquellos que
solamente creen por algún tiempo no difiere de la fe justificante y salvífica,
sino sólo en la duración».
- Pues Cristo mismo, en Mateo 13:20, y en Lucas 8:13 y
siguientes, además de esto establece claramente una triple diferencia entre
aquellos que sólo creen por un cierto tiempo, y los creyentes verdaderos,
cuando dice que aquellos reciben la simiente en tierra pedregosa, mas éstos en
tierra buena, o sea, en buen corazón; que aquellos no tienen raíces, pero éstos
poseen raíces firmes; que aquellos no llevan fruto, pero éstos los producen
constantemente en cantidad diversa.
VIII.- Que enseñan: que no es un absurdo que el
hombre, habiendo perdido su primera regeneración, sea de nuevo, y aun muchas
veces, regenerado».
- Pues éstos, con tal doctrina, niegan la
incorruptibilidad de la simiente de Dios por la que somos renacidos, y se oponen
al testimonio del apóstol Pedro, que dice: siendo renacidos, no de cimiente
corruptible, sino de incorruptible (1 Pe. 1:23).
IX.- Que enseñan: que Cristo en ninguna parte rogó que
los creyentes perseverasen infaliblemente en la fe.
- Pues contradicen a Cristo mismo, que dice: Yo he
rogado por ti (Pedro), que tu fe no falte (Lc.22:32), y al evangelista Juan,
que da testimonio de que Cristo no sólo por los apóstoles, sino también por
todos aquellos que habrían de creer por su palabra, oró así: Padre Santo,
guárdalos en tu nombre; y: no ruego que los quites del mundo, sino que los
libres del mal (Jn. 17:11,15).
De la misma manera, una de las confesiones más
históricas de los bautistas declara:
1. Aquellos a quienes Dios ha aceptado en el Amado, y ha llamado
eficazmente y santificado por su Espíritu, y a quienes ha dado la preciosa fe
de sus elegidos, no pueden caer ni total ni definitivamente del estado de
gracia, sino que ciertamente perseverarán en él hasta el fin, y serán salvos
por toda la eternidad, puesto que los dones y el llamamiento de Dios son
irrevocables, por lo que Él continúa engendrando y nutriendo en ellos la fe, el
arrepentimiento, el amor, el gozo, la esperanza y todas las virtudes del
Espíritu para inmortalidad;' y aunque surjan y les azoten muchas tormentas e
inundaciones, nunca podrán, sin embargo, arrancarles del fundamento y la roca a
que por la fe están aferrados; a pesar de que, por medio de la incredulidad y
las tentaciones de Satanás, la visión perceptible de la luz y el amor de Dios
puede nublárseles y oscurecérseles por un tiempo,2 Él, sin embargo, es aún el
mismo, y ellos serán guardados, sin duda alguna, por el poder de Dios para
salvación, en la que gozarán de su posesión adquirida, al estar ellos
esculpidos en las palmas de sus manos y sus nombres escritos en el libro de la
vida desde toda la eternidad.3
1. in. 10:28, 29; Fil. 1:6; 2 Ti. 2:19; 2 P.1:5-10; 1
Jn. 2:19 2. Sal. 89:31,32; 1 Co. 11:32; 2 Ti. 4:7
3. Sal. 102:27; Mal.
3:6; Ef. 1:14; 1 P. 1:5; Ap. 13:8
Ahora, esta seguridad eterna o esta perseverancia
eterna, es solo posesión de los que verdaderamente han nacido de nuevo, no es
para todo aquel que se llame cristiano. Al respecto, la confesión Bautista de
1689 declara:
3. Esta seguridad infalible no pertenece a la esencia de la fe hasta tal
punto que un verdadero creyente no pueda esperar mucho tiempo y luchar con
muchas dificultades antes de ser partícipe de tal seguridad;' sin embargo,
siendo capacitado por el Espíritu para conocer las cosas que le son dadas
gratuitamente por Dios, puede alcanzarla,2 sin una revelación extraordinaria,
por el uso adecuado de los medios; y por eso es el deber de cada uno ser
diligente para hacer firme su llamamiento y elección; para que así su corazón
se ensanche en la paz y en el gozo en el Espíritu Santo, en amor y gratitud a
Dios, y en fuerza y alegría en los deberes de la obediencia, que son los frutos
propios de esta seguridad: así está de lejos esta seguridad de inducir a los
hombres a la disolución.3
1. Hch. 16:30-34; 1 Jn. 5:13 2. Ro. 8:l5, 16; l Co. 2:12; Gá.4:4-6 con 3:2;
l Jn.4:13; Ef.3:17-19; He. 6:11,12; 2 P. 1:5-11 3. 2 P 1:10; Sal. 119:32; Ro.
15:13; Neh. 8:10; 1 Jn. 4:19,16; Ro.6:1, 2,11-13; 14:17; Tit. 2:11-14; Ef. 5:18
4. La seguridad de la salvación de los verdaderos creyentes puede ser, de
diversas maneras, zarandeada, disminuida e interrumpida; como por la
negligencia en conservarla,' por caer en algún pecado especial que hiera la
conciencia y contriste al Espíritu,2 por alguna tentación repentina o
vehemente,3 por retirarles Dios la luz de su rostro, permitiendo, aun a los que
le temen, que caminen en tinieblas, y no tengan luz;4 sin embargo, nunca quedan
destituidos de la simiente de Dios, y de la vida de fe, de aquel amor de Cristo
y de los hermanos, de aquella sinceridad de corazón y conciencia del deber, por
los cuales, mediante la operación del Espíritu, esta seguridad puede ser
revivida con el tiempo; y por los cuales, mientras tanto, los verdaderos
creyentes son preservados de caer en total desesperación.5
1. He. 6: ll, 12; 2P. 1:5-11 2. Sal. 51:8, 12, 14; Ef.
4:30 3. Sal. 30:7; 31:22; 77:7, 8; 116:11 4. Is. 50:10 5. 1 Jn. 3:9; Lc. 22:32;
Ro. 8:15, 16; Gá. 4:5; Sal. 42:5, 11
Fuente: Foro Bíblico - Caracter Cristiano
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