15 oct 2019
La imposición de manos
¿Qué enseña la Biblia acerca
de “la imposición de manos”, y cómo debería funcionar este antiguo ritual, o
no, en la iglesia de hoy?
Al igual que la unción con
aceite, mucha confusión a menudo rodea estos signos externos que el Nuevo
Testamento tiene muy poco (pero algo) que decir.
Al igual que el ayuno, la
imposición de manos y la unción con aceite van de la mano con la oración.
Debido a la forma en que Dios creó el mundo y conectó nuestros propios
corazones, en ciertas ocasiones especiales buscamos algo tangible, físico, y
visible para complementar o servir como señal de lo que está sucediendo de
manera invisible, y de lo que estamos capturando con palabras invisibles.
Antes de volvernos a lo que
el Nuevo Testamento enseña acerca de la imposición de manos hoy, primero
debemos orientarnos al observar cómo surgió, funcionó, y se desarrolló esta
práctica en la historia del pueblo de Dios.
Fundamentos del primer pacto
A lo largo de la Biblia
encontramos significados tanto positivos como negativos de “la imposición de
manos”, así como maneras “generales” (de todos los días) o “especiales”
(ceremoniales).
“pondrá
ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío y confesará sobre él todas las
iniquidades de los Israelitas y todas sus transgresiones, todos sus pecados, y
poniéndolos sobre la cabeza del macho cabrío, lo enviará al desierto por medio
de un hombre preparado para esto”, Levítico
16:21.
Esta imposición de manos
especial (o ceremonial) es a lo que Hebreos
6:1 se
refiere cuando menciona seis enseñanzas, entre otras, en el primer pacto (“la
doctrina elemental de Cristo”) que preparó al pueblo de Dios para el nuevo
pacto: “Arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios, de la enseñanza
sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos
y del juicio eterno” (He.
6:1-2).
Mientras que la mayoría de
las menciones del Antiguo Testamento involucran sacerdotes y ceremonias del
primer pacto (como pasar la maldición al sustituto), dos textos en particular
(ambos en Números) anticipan cómo la “imposición de manos” llegaría a ser usada
en la era de la Iglesia (usada para pasar una bendición a un líder formalmente
reconocido). En Números
8:10,
el pueblo de Dios impuso sus manos sobre los sacerdotes para encargarlos
oficialmente como sus representantes ante Dios, y en Números
27:18 Dios instruye a Moisés que ponga sus manos sobre
Josué para encargarlo formalmente como el nuevo líder de la nación.
Las manos de Jesús y sus
apóstoles
Cuando llegamos a los
Evangelios y Hechos, encontramos un cambio notable en el uso típico de “la
imposición de manos”. Una pequeña muestra todavía transmite el sentido
general/negativo (el de dañar o aprovecharse, relacionado con los escribas y
sacerdotes que buscan arrestar a Jesús, Lc.
20:19; 21:12; 22:53),
pero ahora con el Hijo de Dios mismo entre nosotros, encontramos un nuevo uso
positivo de la frase, ya que Jesús pone sus manos sobre las personas para
bendecir y sanar.
La práctica más común de
Jesús para sanar es el tacto, que a menudo se describe como “imponer las manos
sobre” el que iba a ser sanado (Mt.
9:18; Mr.
5:23; 6:5; 7:32; 8:22-25; Lc.
13:13). Jesús también “pone sus manos” sobre los niños pequeños que vienen
a Él, para bendecirlos (Mt. 19: 13-15; Mr.
10:16).
En Hechos, una vez que Jesús
ha ascendido al cielo, sus apóstoles (en efecto) se convierten en sus manos.
Ahora ellos, como su Señor, sanan con el tacto. Ananías “pone sus manos” sobre
Pablo, tres días después del encuentro en el camino de Damasco, para restaurar
su vista (Hch. 9:12, 17). Y
las manos de Pablo, a su vez, se convierten en canales de extraordinarios
milagros (Hch. 14:3; 19:11),
incluyendo la imposición de sus manos sobre un hombre enfermo en Malta para
sanarlo (Hch. 28:8).
Algo nuevo en los Evangelios
es la sanación de Jesús a través de “la imposición de manos”, pero lo nuevo en
Hechos es el dar y recibir el Espíritu Santo por medio de “la imposición de
manos”. A medida que el evangelio avanza desde Jerusalén y Judea hasta Samaria,
y más allá, hasta los confines de la tierra (Hch.
1:8), Dios se complace en usar la “imposición de manos” de los apóstoles
como un medio y marcador visible de la venida del Espíritu a nuevas personas y
lugares, primero en Samaria (Hch.
8:17), y luego más allá, en Éfeso (19:6).
En la iglesia hoy
Finalmente, en las epístolas
del Nuevo Testamento, cuando empezamos a ver lo que es normativo en la iglesia
hoy, encontramos dos usos que continúan de los Hechos, y que hacen eco a las
dos menciones anteriores en Números (8:10 y 27:18), y establecen el curso para
las referencias de Pablo en 1 y 2 de Timoteo.
En Hechos
6:6,
cuando la iglesia elige a siete hombres para servir como asistentes oficiales
de los apóstoles, “A éstos los presentaron ante los apóstoles, y después de
orar, pusieron sus manos sobre ellos”. Aquí nuevamente, como en Números,
encontramos una especie de ceremonia de comisión. El signo visible de la
imposición de manos marca públicamente el inicio formal de un nuevo ministerio
para estos siete, reconociéndolos ante la gente y pidiendo la bendición de Dios
en sus labores.
Así también, cuando la
iglesia responde a la dirección del Espíritu, “Aparten a Bernabé y a Saulo para
la obra a la que los he llamado” (Hch.
13:2), luego, “después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre
ellos, los enviaron” (Hch.
13:3). Al igual que en Hechos
6:6,
esta es una comisión formal realizada en público, con la petición colectiva de
la bendición de Dios sobre ella.
Comisión al ministerio
“No
descuides el don espiritual que está en ti, que te fue conferido por medio de
la profecía con la imposición de manos del presbiterio”.
Para nuestros propósitos
aquí, el punto no es precisamente qué don recibió Timoteo (aunque tanto el
versículo anterior como el siguiente mencionan la enseñanza), sino cómo los
ancianos lo comisionaron formalmente en su papel. Timoteo fue enviado para esta
tarea específica con el reconocimiento público de los líderes reconocidos, no
solo por sus palabras, sino a través de la imposición visible, tangible, y
memorable de sus manos. Esta ceremonia pública puede ser a lo que Pablo se
refiere en 2
Timoteo 1:6 cuando menciona un don de Dios en
Timoteo “a través de la imposición de mis manos”.
Cuando los ancianos ponen
sus manos sobre un candidato para el ministerio, ambos lo encomiendan a un rol
particular del servicio, y lo recomiendan a aquellos entre quienes
servirá.
El último texto clave, y
quizá el más instructivo, también se encuentra en 1 Timoteo. Nuevamente Pablo
escribe:
“No
impongas las manos sobre nadie con ligereza, compartiendo así la
responsabilidad por los pecados de otros; guárdate libre de pecado”, 1
Timoteo 5:22.
Ahora el tema no es la
propia comisión de Timoteo, sino su parte en la comisión de otros. El encargo
por parte de Pablo viene en una sección sobre los ancianos, donde habla de
honrar a los buenos y disciplinar a los malos (1 Ti. 5:17-25). Cuando líderes como
Pablo, Timoteo, y otros en la iglesia formalmente ponen sus manos sobre alguien
para un nuevo llamado particular al ministerio, ponen su sello de aprobación
sobre el candidato y comparten, en cierto sentido, la productividad y fallas
por venir.
Imponer las manos, entonces,
es lo opuesto a lavarse las manos como lo hizo Pilato. Cuando los ancianos
ponen sus manos sobre un candidato para el ministerio, ambos lo encomiendan a
un rol particular del servicio, y lo recomiendan a aquellos entre quienes
servirá.
Dios da la gracia
Con la imposición de manos y
la unción con aceite, los ancianos se presentan ante Dios, en circunstancias
especiales, con un espíritu de oración y peticiones particulares. Pero mientras
que la unción con aceite pide sanidad, la imposición de manos pide bendición
para el ministerio futuro. La unción con aceite en Santiago
5:14 de
manera privada encomienda los enfermos a Dios para sanidad; la imposición de
manos en 1
Timoteo 5:22 recomienda públicamente al candidato a
la iglesia para un ministerio oficial. La unción aparta a los enfermos y
expresa la necesidad del cuidado especial de Dios. La imposición de manos
separa a un líder calificado para un ministerio específico, y señala su aptitud
para bendecir a otros.
La imposición de manos
separa a un líder calificado para un ministerio específico, y señala su aptitud
para bendecir a otros.
La imposición de manos,
entonces, como la unción o el ayuno u otros rituales externos para la iglesia,
no es mágica, y como algunos lo han afirmado, no concede gracia
automáticamente. Más bien, es un “medio de gracia”, y acompaña las palabras de
elogio y la oración corporativa, para aquellos que creen. Al igual que el
bautismo, la imposición de manos es una especie de signo y ceremonia inaugural,
un rito de iniciación, una forma de hacer visible, pública, y memorable una
realidad invisible, tanto para el candidato como para la congregación, y luego
a través del candidato y la congregación para el mundo.
Sirve como un medio de
gracia para el candidato al afirmar el llamado de Dios a través de la iglesia,
proporcionando un momento tangible y físico para recordar cuando el ministerio
se torne difícil. También es un medio de la gracia de Dios para los líderes que
comisionan, quienes extienden y expanden su corazón y su trabajo a través de un
candidato fiel. Y es un medio de la gracia de Dios para la congregación, y más
allá, para aclarar quiénes son los líderes oficiales a quienes procurarán
someterse (He. 13:7, 17).
Y en todo, quien da y
bendice es Dios. Él extiende y expande el ministerio de los líderes. Él llama,
sostiene, y hace fructífero el ministerio del candidato. Y Él enriquece,
madura, y cataliza a la congregación hacia el amor y las buenas obras, para
ministrarse unos a otros, y aún más al ser servidos por la enseñanza, la
sabiduría, y el liderazgo fiel del recién nombrado anciano, diácono, o
misionero.
Por
David Mathis
Publicado
originalmente en desiring god. Traducido por Diana Rodríguez
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