9 jun 2019
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Los Pactos bíblicos. Teología pactual de los Bautistas reformados
Los Pactos bíblicos. Teología pactual de los Bautistas reformados
La Teología Federal o como
también se le ha llamado, la Médula de la Divinidad, se refiere a aquella forma
de interpretación bíblica por medio de pactos, o aquella que ve la Biblia como
la revelación de un Dios trino que se relaciona por medio de pactos con la
humanidad.
A lo largo de la historia de
la iglesia ésta había sido la manera de interpretar la teología bíblica, sin
embargo, en la Edad Media la Iglesia Católica Romana la había torcido. Y fue la
Reforma Protestante la que trajo consigo su redescubrimiento.
Y los Bautistas Particulares
del siglo XVII lucharon por el federalismo bíblico enseñando que éste era la
forma más consistente de interpretar las Escrituras.
Es nuestro federalismo lo
que nos caracteriza como Bautistas Reformados y es también lo que nos separa de
nuestros hermanos presbiterianos y de nuestros hermanos bautistas dispensacionalistas.
¿Quién es el verdadero
pueblo de Dios? ¿Está ese pueblo conformado sólo por creyentes, o está
compuesto de los creyentes y sus hijos? La respuesta a esas preguntas acerca de
la continuidad y discontinuidad y la unidad y diversidad de las Escrituras es
lo que nos hace Bautistas Reformados.
Los dispensacionalistas,
como se muestra en el cuadro, tienden a insistir en la discontinuidad entre el
Antiguo y el Nuevo pacto. Este sistema teológico enseña que Dios tiene dos
pueblos distintos, Israel y la Iglesia, un pueblo físico y un pueblo
espiritual.
Además, según ellos, Dios
tiene dos objetivos distintos, uno con respecto a la nación de Israel y otro
referente a la Iglesia. Dios había escogido a Israel en el Antiguo Testamento
para bendecirlo y hacer de él una gran nación, sin embargo, este propósito
falló.
Dios, entonces, se enfocó en
la Iglesia, el pueblo espiritual, al cual está edificando hasta su consumación.
Una vez que esto haya ocurrido Él se volverá de nuevo a Israel para cumplir las
promesas físicas que le había hecho a Abraham y a David.
Es por ello que los
Cristianos Sionistas creen que uno de los propósitos de la Iglesia debe ser
ayudar a la nación de Israel a reconstruir su templo y poseer la tierra de
Palestina.
Los presbiterianos, por el
otro lado, tienden a insistir en la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo
pacto. Para ellos existe una continuidad entre los hijos físicos de Abraham en
el Antiguo Testamento y sus hijos espirituales en el Nuevo.
Pero, ¿cómo llegan a estas
conclusiones? Bueno, afirmando que el Antiguo pacto y el Nuevo eran tan sólo
una diferente administración del mismo pacto de gracia. La razón por la cual
ellos incluyen a los infantes como miembros del Nuevo Pacto es precisamente
porque creen que el pacto de gracia fue hecho en las Escrituras, según ellos,
entre Dios y los creyentes y sus hijos.
El error presbiteriano y
dispensacionalista está en hacer de la descendencia física, ya sea el judío
incrédulo como el niño incrédulo del creyente, parte del verdadero pueblo de
Dios.
Como lo muestra el cuadro,
nosotros como Bautistas Reformados insistimos en una unidad y una
discontinuidad claras entre el Antiguo pacto y el Nuevo.
Nuestro federalismo no mira
a los diferentes pactos bíblicos del Antiguo Testamento como administraciones
del pacto de gracia, sino como la progresión de distintos arreglos hechos por
Dios con los hombres con el fin de servir, tipificar y finalmente establecer el
pacto de gracia en la obra de Cristo.
I.
Definición
Entonces, primero que todo
debemos definir algunos términos importantes para poder comprender el
federalismo bíblico. Y lo primero que debemos comprender es, ¿qué es un pacto?
Bueno, existen diversas
definiciones dadas por múltiples teólogos reformados. Meredith G. Kline,
académico reformado presbiteriano, lo definió como, “una relación bajo
sanciones.” [1]
La manera en que los
Bautistas Reformados han entendido la enseñanza bíblica con respecto a los
pactos ha llevado a la siguiente definición de pacto, “un arreglo dado
soberanamente por Dios, con estipulaciones o sanciones, por medio del cual el
hombre puede ser bendecido.” [2]
Y esa es la manera en la que
vemos consistentemente a Dios pactando en las Escrituras. Ahora, existen dos
tipos de pactos en la Biblia:
a. Pactos basados en el principio del
mérito: En estos pactos las bendiciones dependen del cumplimiento por parte del
siervo de las estipulaciones dadas por Dios. La obediencia traía bendición, y
la desobediencia, el castigo.
b. Pactos basados en el principio de gracia:
En estos pactos la relación entre el hombre y Dios se basan en lo que Él desea
darle al hombre sin basarse en sus méritos.
El otro concepto que debemos
definir es el de cabeza federal. La cabeza federal de un pacto es aquel con
quien Dios hace el pacto y quien representa a todos los que están relacionados
a él por descendencia. Adán, como veremos, fue la cabeza federal del pacto
Adánico; Abraham, la cabeza del pacto Abrahámico; David la del pacto Davídico;
y Jesús, el representante del Nuevo Pacto.
II.
Pactos Bíblicos
Cuando leemos la Biblia y la
intentamos interpretar consistentemente podemos llegar a distinguir tres pactos
divinos o tres arreglos hechos por Dios con el fin de bendecir a los hombres:
Pactum Salutis; el Pactum ad Opera; y el Pactum Gratis, como los llamaron los
reformadores. [3]
Ahora, debemos tener claro
que en ningún lugar la Biblia usa estos términos (i. el Pacto de Gracia; o
Pacto de Redención, etc.). Sin embargo, el hecho de que no se encuentren en las
Escrituras no quiere decir que su enseñanza no esté presente en ella.
Por ejemplo, la Biblia nunca
usa el término “trinidad,” y esta es una de las verdades acerca de Dios que nos
hacen cristianos bíblicos. El término es simplemente una sistematización de la
enseñanza consistente de la Biblia con respecto a la deidad.
Bueno, lo mismo ocurre con
la teología federal. El hecho de que la Biblia no emplee esos términos no le
resta a la verdad que está enseñada en ella acerca de la manera en que Dios se
ha relacionado con los hombres a lo largo de la historia humana, esto es, por
medio de pactos, distintos unos de otros, pero conformando una unidad en la
revelación del plan divino de redención.
A.
Pacto de la Redención
Este pacto se refiere al
acuerdo hecho antes de la fundación del mundo, en el espacio atemporal, por los
miembros de la Trinidad con el fin de salvar pecadores por gracia. Este es el
primero de los pactos o la fundación de los demás, y ha sido llamado por muchos
“el más grande de todos los pactos de Dios.” (4)
Sin embargo, éste no es el
que aparece primero en la Escritura, pero es inferido de la enseñanza
consistente de toda la Biblia. Por ejemplo, en el Salmo 2: 6-8 leemos lo
siguiente,
“Pero
Yo he puesto mi Rey sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová
me ha dicho: Mi Hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por
herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.”
Lo que tenemos aquí es una
conversación que David, inspirado por el Espíritu Santo, registra entre Dios el
Padre y Dios el Hijo en la eternidad, en la cual hay un pacto hecho por el
Padre al Hijo de que Éste sería resucitado luego de que fuera muerto por manos
de “las gentes” (5) y entronado como Redentor.
En Isaías 42: 5-7 el profeta
dice,
“Así
dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que
extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre
ella, y espíritu a los que por ella andan: Yo Jehová te he llamado en justicia,
y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por
luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de
la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.”
Aquí, nuevamente tenemos
registrada otra conversación entre el Padre y el Hijo, la cual puede ocurrir
solamente en la eternidad y en la que el Padre promete dar al Hijo para redimir
al pueblo.
Pero, en el Nuevo Testamento
también tenemos pistas acerca de este pacto. En Juan 6 el Señor Jesús dijo,
“Todo
lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que a Mí viene, no le echo fuera.
Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del
que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo
que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” [6]
A los fariseos les dijo en
Juan 10: 29,
“Mi Padre que me las dio [las ovejas], es mayor que todos, y nadie las
puede arrebatar de la mano de mi Padre.” En Su oración sacerdotal en
Juan 17:9 le pide al Padre, “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo,
sino por los que me diste; porque tuyos son.”
Ahora, la pregunta es la
siguiente: ¿Cuándo fue que el Padre le dio un pueblo al Hijo? ¿Cuándo fue que
el Padre comisionó a Su Hijo para la redención? Bueno, Pablo contesta esa
pregunta en su epístola a los Efesios diciendo,
“Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en
Él antes de la fundación del mundo.” [7]
Y el apóstol Pedro afirma lo
mismo con respecto a este pacto en 1 Pedro 1: 19-20,
“sino
con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.”
El estudio cuidadoso de la
Biblia, como decía A. W. Pink, nos obliga a concluir y confirmar la existencia
de un pacto eterno entre Dios el Padre y Dios el Hijo en el cual acordaron
bendecir a la humanidad con la redención hecha en Cristo Jesús, por gracia,
como vimos, y ejecutado en el tiempo por el Espíritu Santo.
En este pacto, como bien lo
aclara Blackburn, [8] el Padre requirió del Hijo dos cosas: primero, que
asumiera una naturaleza humana pero sin pecado; y segundo, que el Hijo se
pusiera bajo la Ley para pagar la pena del pecado por medio de Su muerte con el
fin de ganar la vida eterna y la justificación de aquellos que el Padre había
escogido en la eternidad.
Pero, también en este pacto
el Padre le promete al Hijo, primero, ungirlo y asistirlo con el Espíritu
Santo; segundo, apoyar la obra de Su Hijo; tercero, guardarlo del poder de la
muerte y sentarlo a Su diestra; y cuarto, enviar al Espíritu Santo para
terminar la obra edificando a la iglesia.
La recompensa del Hijo según
la enseñanza bíblica del pacto de la redención fue: primero, la preservación de
los elegidos; y segundo, un pueblo de toda raza, lengua y nación.
Lo que nos revela este pacto
y la Biblia entera es que la salvación no es un plan B de Dios, sino como dice
Blackburn, “un plan cuidadosamente diseñado por Dios en la eternidad para
salvar pecadores.” [9]
B.
Pacto de Obras
Cuando Dios creó el universo
lo hizo pensando en el bien del hombre. A él le dio tres ordenanzas: el día de
reposo, el trabajo, y el matrimonio. Y con Adán Dios hizo un pacto inicial de
obras.
Adán siendo perfecto, sin
necesidad de ser redimido, pero mutable, es decir, con la capacidad de pecar,
estaba en un pacto de obras (méritos) en donde se le exigía cuidar del huerto y
no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Además, él sería la cabeza
federal o el representante de toda su descendencia, es decir, de toda la raza
humana.
Si Adán obedecía hubiera
ganado la vida eterna para él y esta descendencia que él representaba, pero si
desobedecía lo haría bajo pena de muerte para él y sus representados (Génesis
2: 7-17).
Y lo que Génesis 2 y 3 nos
muestran es que Adán falló y rompió ese pacto inicial. El hombre desobedeció y
la maldición del pacto vino sobre él y su posteridad, y como afirma Pablo en
Romanos 5: 12, “así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.”
[10] Esta es la doctrina del pecado original; es la realidad de que por causa
de nuestra relación con Adán todos los hombres nacemos bajo el pacto de obras y
bajo su condenación. Como dijo el profeta Oseas,
“Más
ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí.” [11]
Cada persona que nace, por
su relación con Adán, es un pecador, un criminal, pues en él ha violado en
pacto de obras. Por lo tanto, cada hombre está aún, por nacimiento, o como dice
Pablo, “por naturaleza,” [12] bajo las obligaciones y maldiciones del mismo.
El hombre, ahora, estaba en
la necesidad de un Salvador, de otro que le sirviera de representante.
C.
Pacto de Gracia
El pacto de gracia es el
desarrollo histórico o temporal del pacto de la redención.
A diferencia de los
paidobautistas, como vimos antes, nuestra teología federal ve este pacto de
gracia desarrollándose en el tiempo por medio de diferentes pactos, distintos
entre sí, pero que juntos van revelando progresivamente el trato de Dios con
pecadores, preparando el camino para el cumplimiento del pacto de gracia en el
Nuevo Pacto.
Nuestra confesión dice,
“Este pacto se revela en el evangelio;
en primer lugar a Adán en la promesa de salvación a través de la simiente de la
mujer, y luego mediante pasos adicionales hasta completarse su plena revelación
en el Nuevo Testamento...” [13]
Estos diferentes pactos en
el Antiguo Testamento, entonces, no son diferentes administraciones del mismo
pacto de gracia -ciertamente hay gracia de parte de Dios involucrados en cada
uno de ellos- sino que son diferentes arreglos que son revelados
progresivamente con el fin de servir como sombras hasta el cumplimiento y
establecimiento del pacto de gracia en el Nuevo Pacto.
La unidad que vemos en ellos
es que cada uno de estos diferentes pactos forman parte de la revelación del
plan divino de redención.
Ahora, este pacto de gracia
fue hecho, entonces, entre Dios y Cristo y los elegidos en Él.
Pero, ¿cuáles son, entonces,
estos diferentes pactos que revelaban progresivamente este pacto de gracia?
1.
El Pacto Adánico o Edénico
Luego de la caída de Adán en
Génesis 3, Dios va a su encuentro con el fin de confrontarlos por su
desobediencia.
Lo primero que hace Dios es
maldecir a la serpiente, pero en medio de esa maldición, Dios manifiesta Su
gracia hacia Adán y Eva. Y lo hace prometiendo una simiente, un varón que
vendría de la mujer, que destruiría a la serpiente, pero que experimentaría el
castigo en sustitución de Adán y Eva. Dios, predicando el evangelio en Edén
dijo,
“Y
pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” [14]
Y luego Dios sacrifica un
animal para expiar el pecado de Adán y Eva. Pero, ¿qué requería Dios del hombre
en este pacto? Fe. Adán y Eva debían creer esa promesa hecha por Dios de un
Redentor que saldría de la mujer.
Esta simiente prometida es,
entonces, el inicio en esa progresión del pacto de gracia.
2.
Pacto Noéico
El libro de Génesis nos
muestra que muy pronto la humanidad se iba haciendo cada vez más perversa.
Génesis 6:5 dice,
“Y
vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo
designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el
mal.”
Dios, entonces, hace un
pacto con Noé en el cual Dios promete, después de haber matado a toda la
humanidad por causa de su maldad, no exterminar más a la humanidad ni al resto
de la creación por medio de un diluvio. [15]
¿Cuál era el fin de este
pacto? La promesa de Dios a Noé era que Él mantendría un mundo estable, con el
propósito de que el plan de redención progresara, teniendo un lugar para la
venida de la simiente prometida a Adán y Eva.
¿Qué se requería de Noé? Fe.
Él debía creer esta promesa de Dios para ser salvo.
¿Cuál fue el signo del
pacto? El arco iris. Ese signo en el cielo nos recuerda a los creyentes la
fidelidad de Dios de que Él no volvió a destruir el mundo a pesar de nuestra
creciente maldad, con el fin de traer a Cristo para cumplir el pacto eterno de
redención.
El mundo, entonces,
permanecerá hasta la consumación del Nuevo Pacto en nuestra glorificación y en
la de toda la creación.
3.
Pacto Abrahámico
Progresando en la revelación
del pacto de gracia Dios hace otro pacto. Este no es el pacto de gracia, como
creen los presbiterianos, sino un pacto dentro de la progresión del pacto de
Gracia.
Dios, con el fin de salvar
pecadores por gracia, le prometió a Adán y a Eva una simiente, luego prometió
mantener un mundo estable para que esa simiente pudiera venir, y más adelante
en la historia de la humanidad llamó a un pagano, un idólatra cananeo llamado
Abram, y hace un pacto con él [16] en donde le prometió por gracia:
a. Una gran descendencia (Génesis 17:2-6)
b. Un linaje de reyes (Génesis 17:6)
c. Ser su Dios y el de su descendencia
(Génesis 17:7)
d. La tierra de Canaán (Génesis 17:8)
e. Una simiente particular por medio de la
cual Dios bendeciría a las naciones (Gálatas 3:16)
¿Cuál era el signo de ese
pacto? La circuncisión. ¿Qué requería Dios de Abraham? Fe. Abraham debía creer
en esa promesa divina para apropiarse de las bendiciones del pacto.
Y lo que la Biblia nos
muestra es que Abraham creyó las promesas del evangelio encontradas en ese
pacto. Y él como cabeza federal de su descendencia por su fe obtuvo las
bendiciones prometidas por Dios para ellos.
Sin embargo, el Nuevo
Testamento nos muestra que los santos del Antiguo Testamento, incluyendo a Abraham,
entendieron esas promesas como algo mucho mayor.
Hebreos 11: 10 afirma que la
promesa de una tierra a Abraham era algo mucho mayor que la tierra de
Palestina. Abraham no esperaba una tierra física, sino, “la ciudad que tiene fundamentos,
cuyo arquitecto y constructor es Dios.”
Además, Gálatas 3: 8 nos
muestra que la promesa que creyó Abraham fue el evangelio. Él creyó, afirma
Pablo, las buenas nuevas de la justificación por medio de la fe en Jesucristo,
esa simiente particular que descendería de él, de su pueblo, para bendecir a
las naciones.
4.
Pacto Mosaico
El próximo paso en la
progresión de la revelación del pacto de Gracia ocurre en el monte Sinaí, en
donde Dios le da Su ley al pueblo de Israel con el fin de establecerlo como una
nación de la cual provendría el Mesías prometido. Fue, entonces, un pacto hecho
por Dios con Israel.
Esta ley incluía más que los
diez mandamientos. Lo que Dios le da a Moisés es una lista completa de
preceptos y prohibiciones que formaban las leyes morales, ceremoniales, y
civiles de Israel, y que encontramos en el Pentateuco.
Este es un pacto basado en
el principio de mérito. Es decir, el pueblo de Israel debía obedecer para
obtener las bendiciones, y si desobedecían serían castigados. Y lo que Dios le
prometía al pueblo era mantenerse en la tierra prometida si obedecían, de lo
contrario serían expulsados.
Israel, entonces, estaba
bajo el pacto Abrahámico y el pacto Mosaico al mismo tiempo. Es decir, un
principio de mérito es impuesto sobre un principio de gracia.
¿Cómo funciona esto? Bueno,
un israelita descendiente de Abraham tenía el derecho a la tierra prometida y a
ser gobernado por su rey, pero por estar en el pacto Mosaico, ese israelita
debía merecerlo; es decir, debía obedecer para mantenerse en la tierra. Israel
estaba en la tierra por gracia, pero se mantenían ahí por obras.
¿No es esto lo que vemos en
el libro de los jueces? Ellos desobedecían y eran derrotados o sometidos por
sus enemigos. Pero, cuando obedecían eran libertados de sus opresores y se mantenían
en la tierra, gozando de las bendiciones del pacto Abrahámico.
Sin embargo, Dios también
hizo este pacto con el fin de restringir la maldad, condenar el pecado, y
mostrarle a Israel su necesidad de la fe de Abraham en la promesa específica de
Dios, que estaba tipificada en el sistema sacrificial dado a Israel.
Este pacto serviría, además,
para mantener una simiente o un remanente con una religión pura hasta la venida
del Mesías prometido.
Sin embargo, fue por causa
de la violación por parte de Israel del pacto Mosaico que fueron expulsados y
estuvieron en cautiverio, sino que también fue la razón por la cual como nación
fueron destruidos por Dios en el año 70 d.C. Ellos rechazaron al Mesías y Dios
los rechazó a ellos.
5.
Pacto Davídico
De nuevo, este es un paso
más en la progresión de la revelación del pacto de gracia. Dios prometió un
varón que vendría de la mujer; un mundo estable para que se encarnara; escogió
a un hombre para ser el padre de una nación de la cual vendría el Mesías, pero
le prometió también un linaje de reyes.
Por medio de Jacob, Dios le
reveló a Su pueblo que ese linaje de reyes vendría de Judá,
“No
será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que
venga Siloh; y a Él se congregarán los pueblos.” (Génesis
49: 10)
Y este pacto es el
cumplimiento de esa promesa hecha año atrás a Abraham. Y se trata de un pacto
hecho por Dios con David –él es la cabeza federal de este pacto- en el cual
Dios le promete establecer su reino y el de su descendencia para siempre. (2
Samuel 7: 1-29; 1 Crónicas 17: 1-27)
Sin embargo, este pacto
enfocaba el pacto Mosaico sobre una persona: el rey. Es decir, las bendiciones
o maldiciones de Dios vendrían al pueblo de Israel dependiendo de la obediencia
o desobediencia del rey de Israel.
Esto lo vemos, por ejemplo,
cuando David censa al pueblo, pecando contra Jehová. Y Dios castiga el pecado
del rey enviando una peste y matando a setenta mil hombres. David le pregunta a
Dios,
“¿no
soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente
he hecho mal; pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Jehová Dios mío, sea ahora tu
mano contra mí, y contra la casa de mi padre, y no venga la peste sobre tu
pueblo.” (127 1 Crónicas 21: 17)
Dios le ordena a David
construirle un altar y por su obediencia Dios se vuelve de su castigo y retira
la peste de mortandad que estaba afectando a Israel.
Es por eso que leemos
también en los cronistas, “Y tal rey hizo lo bueno o lo malo delante de
los ojos de Jehová...”
Israel o Judá eran bendecidos
o castigados dependiendo de la obediencia o desobediencia de su rey. A él se le
requería cuidad la tierra de los paganos, proteger la adoración a Dios. Pero,
si no lo hacían eran castigados, él y su pueblo.
Ahora, ¿cuál era el fin de
este pacto? ¿Cuál era el fin del rey como cabeza federal de su pueblo? Bueno,
que viendo Israel la maldad de sus reyes y el castigo que recibían de parte de
Dios por ello, esperaran un rey que los gobernara en justicia, que los
libertara de sus enemigos y que cumpliera la ley perfectamente, pues sólo así
no serían castigados.
El pacto Davídico, como
progresión en la revelación del pacto de gracia, volvía los ojos del pueblo
hacia el futuro. Ellos habían sido entregados por Dios al cautiverio por causa
del pecado de sus reyes, sus representantes. Luego, volvieron a su tierra, pero
ya no eran gobernados por uno de sus reyes, sino que eran gobernados por
paganos. ¡Todo estaba mal! ¿Qué había pasado con el pacto hecho por Dios a
David? ¿Dónde estaba ese rey que se sentaría en el trono de David por la
eternidad?
Bueno, es esa misma
progresión la que nos lleva a responder esa pregunta. ¿Cómo? Por la revelación
del cumplimiento del pacto de gracia en el Nuevo Pacto.
6.
Nuevo Pacto
Este es el cumplimiento del
pacto de Gracia que había sido revelado progresivamente por Dios por medio de
otros pactos. Se trata de un pacto hecho por Dios con Cristo y los elegidos en
Él. Y, además, se trata de un nuevo pacto, es decir, de uno diferente en
sustancia y circunstancia.
Dios, por medio del profeta
Jeremías le dijo lo siguiente a Su pueblo,
“31
He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la
casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres
el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos
invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero
este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice
Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a
ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su
prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová;
porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”
Por causa del pecado de Su
pueblo, Dios había invalidado el pacto hecho con ellos previamente. Y en ese
momento estaba profetizando acerca de un pacto diferente, un nuevo pacto, como
lo deja claro el autor de los hebreos cuando dice,
“Al
decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se
envejece, está próximo a desaparecer.” [17]
Y este pacto consistía en
darle a Su pueblo Su ley en sus corazones; ser su Dios; cada uno le conocería
personalmente a Él; y todos serán perdonados por Dios.
Y ese pacto fue firmado con
la sangre de Cristo en favor de Su pueblo, los elegidos en Él. El Señor Jesús
dijo, “porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada
para remisión de los pecados.”
Pero, debemos entender que
se trataba de un pacto nuevo, distinto al antiguo. Y aquí es donde nuestro
federalismo ve una discontinuidad con el pacto antiguo.
El Nuevo Pacto era nuevo,
primero, en su administración. Es decir, la manera en la que Dios se
relacionaría con los hombres no tenía que ver con sus padres o con lo que ellos
hicieran (Jeremías 31: 29). Cada uno sería tratado por Dios individualmente.
Segundo, era nuevo en el sentido
de que la ley de Dios estaría escrita en los corazones de todos los miembros de
ese pacto, es decir, de todos los elegidos en Cristo. Y esto se refiere a la
regeneración.
A pesar de que en el Antiguo
Pacto esta era una realidad de algunos, no lo era para todos los que
pertenecían a Israel. Es decir, a pesar de que Dios había hecho un pacto con
Israel, no todos dentro de ese pacto eran regenerados.
Pues, bien, Dios prometió
que en ese nuevo pacto todos sus miembros serían regenerados.
Tercero, este Nuevo Pacto es
inquebrantable. Es decir, bajo el pacto antiguo los miembros del pacto podían
apostatar, sin embargo, en el Nuevo Pacto Dios promete que los miembros
verdaderos tendrán Su temor en sus corazones “para que no se aparten de Mí.” [18]
Cuarto, todos los miembros
de ese pacto conocerán de manera salvadora a Dios. Y esto fue lo que dijo Jesús
cuando en su oración sacerdotal dijo, “como le has dado potestad sobre toda
carne para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida
eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien
has enviado.” [19]
La segunda persona de la
Trinidad, entonces, se encarnó, habitó entre los hombres naciendo como judío,
sujeto al pacto Abrahámico, Mosaico y Davídico, y mantuvo la ley de Dios a la
perfección, tanto externa como internamente, con el fin de representar a Su
pueblo como cabeza federal para darles vida eterna.
En Su sangre compró un reino
y un pueblo para ese reino. Y por Su sangre el Padre aceptó Su sacrificio, lo
resucitó y lo exaltó a Su diestra, como fue acordado en el Salmo 2 en el Pacto
de la redención.
Este pacto, entonces, es el
cumplimiento del pacto de Gracia en toda su extensión, pero que había sido
revelado progresivamente por medio de promesas en el Antiguo Testamento.
Y al ser Cristo la cabeza
federal del Nuevo Pacto, entonces sólo aquellos que fueron representados por Él
pertenecen a ese pacto. ¿Y quiénes son aquellos a los que Cristo representó?
Bueno, los elegidos; los que el Padre le entregó en Sus manos para dar Su vida
por ellos.
Por lo tanto, sólo los
creyentes pertenecen al Nuevo Pacto, pues sólo ellos tienen a Cristo como su
cabeza federal. Y para esto se requiere estar unidos a Él por medio de la fe. [20]
Por lo tanto, sólo por medio de la fe puede ser una persona receptora de las
bendiciones que vienen adjuntadas al Nuevo Pacto (justificación, santificación,
adopción, reconciliación, etc.).
¿Deben ser los hijos de
creyentes considerados miembros de la Iglesia, la comunidad del Nuevo Pacto? El
argumento paidobautista es que, así como en el pacto Abrahámico se incluían a
los hijos de los descendientes de Abraham dentro del pacto, entonces así mismo
deben ser incluidos los hijos de los creyentes.
En el Nuevo Pacto no se
entra por un nacimiento físico, ni por tener padres creyentes, pues como afirmó
Jeremías, cada persona será tratada por Dios individualmente, es decir, que la
fe de los padres no ayudará en nada. Al Nuevo Pacto se entra por nacimiento
espiritual, es decir, habiendo nacido de nuevo por medio de la fe.
Es la regeneración y la
justificación lo que hace a una persona un miembro del Nuevo Pacto. Es por eso
que consideramos un grave pecado de nuestros hermanos presbiterianos incluir
dentro de la membresía de la Iglesia a los hijos de creyentes, pues la Iglesia
es el pueblo de Dios, el cual Él compró con Su sangre, a los que pertenecen
todas las promesas y bendiciones de Dios.
Conclusión
Todos los hombres, entonces,
nacen bajo el pacto de obras y por lo tanto al tener como su representante a
Adán, todos están bajo pecado, condenados y por naturaleza son hijos de ira.
Sin embargo, en Cristo entra
un pecador en el Nuevo Pacto, pues lo tiene a Él como su cabeza federal, Aquel
que cumplió perfectamente el pacto de obras, y así se apropia de las bendiciones
de Dios, incluyendo la tierra prometida a Abraham –no Palestina, sino los
nuevos cielos y nueva tierra, la ciudad cuyo arquitecto es Dios.
Son, entonces, solamente los
creyentes del Antiguo y del Nuevo testamento, el verdadero pueblo de Dios. Ni
los judíos lo son por descendencia física, como lo quieren hacer pensar los
dispensacionalistas, ni los hijos de creyentes, como lo enseñan los
presbiterianos. Sólo los creyentes son miembros del Nuevo Pacto al tener a
Cristo como su representante federal por medio de la fe.
Escribió Jeffrey D. Johnson,
“Solamente Cristo es el cumplimiento de
la simiente prometida de la mujer. Solamente Cristo es el cumplimiento del
pacto Abrahámico. Solamente Cristo es el cumplimiento del pacto Mosaico.
Solamente Cristo es el cumplimiento del pacto Davídico. Por lo tanto, sólo
estando espiritualmente unido a Cristo por fe puede una persona (judío, Gentil,
o hijo de ambos) convertirse en un verdadero miembro de la familia espiritual
de Abraham, un heredero de la herencia prometida, y por lo tanto miembro del
pacto de gracia.” [21]
Autor: Pastor Eduardo Flores
Redactado y editado por
Cesar Ángel. Evangelio primitivo
NOTAS:
[1] Meredith G. Kline. Law Covenant. Westminster Theological Seminary.
http://www.meredithkline.com/files/articles/Law-Covenant.pdf
[2] Walter J. Chantry. The Covenants of Works and of
Grace. Convenat Theology. A Baptist Distinctive. Página 91.
[3] Del latín: Pacto de la
Redención; Pacto de Obras; y Pacto de Gracia.
(4) Earl M.
Blackburn. Convenat Theology. A Baptist Distinctive. Página 25
(5) 113 Salmo 2:1
[6] Juan 6: 37-39
[7] Efesios 1:3-4
[8] Ibid. Página 29
[9] Ibid. Página 30
[10] Todo este pasaje en romanos
5: 12-21 nos muestran el federalismo de Adán en contra del federalismo de
Cristo. Al haber sido Adán el representante de toda su descendencia, todos los
hombres mueren, pues todos venimos de él. Pero, al ser Cristo el representante
de su descendencia, los creyentes, entonces, en Él todos viven.
[11] Oseas 6:7. La Biblia de
las Américas traduce el pasaje así, “Pero ellos, como Adán, han transgredido el
pacto; allí me han traicionado.”
[12] Efesios 2:3
[13] Confesión Bautista de
Londres de 1689. Párrafo 7.3
[14] Génesis 3:15
[15] Génesis 6:18 y Génesis
9: 1-17
[16] Génesis 17: 1-14
[17] Hebreos 8:13.
Literalmente dice, “ha hecho obsoleto al primero...”
[18] Jeremías 32:40
[19] Juan 17:2-3
[20] Romanos 5: 12-21
[21] Jeffrey D. Johnson. The Kingdom of God. A Baptist Expression of Covenant
and Biblical Theology. Página 30
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