Doctrinas de la Gracia

15 abr 2021

La esclavitud de la voluntad. Martín Lutero

 “Lo que enseñan las Escrituras” Las Escrituras son como varios ejércitos opuestos a la idea de que el hombre tiene un “libre albedrío” para escoger y recibir salvación. Pero bastará que incluya a dos generales en la batalla: Pablo y Juan, con algunas de sus fuerzas. 

Argumento 1: La culpabilidad universal de la humanidad prueba que el “libre albedrío” es falso. 

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. (Rom. 1: 17-19) En Romanos 1: 18, Pablo enseña que todos los hombres sin excepción merecen ser castigados por Dios: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Si todos los hombres tienen “libre albedrío” pero todos sin excepción se encuentran bajo la ira de Dios, la conclusión es que el “libre albedrío” los lleva en una sola dirección: “impiedad e injusticia” (o sea: maldad). Entonces, ¿cómo les está ayudando el poder del “libre albedrío” a hacer lo bueno? Si existe el “libre albedrío”, parece que no puede ayudar a los hombres a ser salvos porque los sigue dejando bajo la ira de Dios. Pero algunos me acusan de no seguir a Pablo tan exactamente como debiera. Afirman que las palabras de Pablo “contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” no significan que todos sin excepción son culpables ante Dios. Argumentan que el texto deja la posibilidad de que algunos no “detienen con injusticia la verdad”, o sea que reprimen la verdad con su maldad. Pero Pablo está usando una forma de palabras hebreas que no deja ninguna duda de que él se está refiriendo a la maldad de todos los hombres. Además, fíjese lo que Pablo escribió justo antes de eso. En el versículo 16, Pablo declara que el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. Esto tiene que significar que aparte del poder de Dios en el evangelio, nadie tiene fuerza por sí mismo de volverse a Dios. Pablo sigue diciendo que esto se aplica tanto a los judíos como a los griegos. Los judíos conocían en minucioso detalle las leyes de Dios, pero esto nos los salvaba de la ira de Dios. Los griegos disfrutaban maravillosos beneficios culturales, pero éstos no los acercaban más a Dios. Había judíos y griegos que se esforzaban por justificarse delante de Dios. Pero a pesar de todas sus ventajas y su “libre albedrío”, fracasaban totalmente. Pablo no vacila en condenarlos a todos. Ahora fíjese que en el versículo 17 Pablo dice que “la justicia de Dios” es revelada. Entonces Dios demuestra su justicia a los hombres. Pero Dios no es imprudente. Si los hombres no necesitaran la ayuda de Dios, no perdería su tiempo dándosela. Cada vez que alguien se convierte, es porque Dios ha venido a ellos y vencido su ignorancia por medio de mostrarles el evangelio. Sin esto, nunca podrían salvarse por sus propios medios. Nadie, en toda la historia de la humanidad, ha razonado por sus propios medios la realidad de la ira de Dios tal como la enseña las Escrituras. A nadie jamás se le había ocurrido la posibilidad de obtener paz con Dios a través de la vida y obra de un Salvador único, el Dios-hombre, Jesucristo. De hecho, los judíos rechazaron a Cristo a pesar de todas las enseñanzas de sus profetas. Parece que la misma entereza que algunos judíos y gentiles lograban les impedía buscar a Dios a la manera de él: porque estaban decididos a hacer las cosas a su manera. ¡Así es que entre más se esfuerza el “libre albedrío”, más empeoran las cosas! No existe un tercer grupo de personas que se posicione en alguna parte entre creyentes y no creyentes: un grupo capaz de salvarse a sí mismo. Judíos y gentiles constituyen la totalidad de la humanidad, y están bajo la ira de Dios. Nadie cuenta con la habilidad de volverse a Dios. Él tiene que primero mostrarse a ellos. ¡Si fuera posible descubrir la verdad por medio del “libre albedrío”, seguramente un judío en alguna parte lo hubiera hecho! Los razonamientos más elevados de los gentiles y los esfuerzos más poderosos de los mejores judíos no los acercó en lo más mínimo a la fe en Cristo (Rom. 1: 21; 2: 23, 28-29). Eran pecadores condenados junto con todos los demás. Si todos los hombres tienen un “libre albedrío” y todos los hombres son culpables y condenados, entonces este supuesto “libre albedrío” es impotente para acercarlos a Cristo por la fe. Así que, después de todo, su albedrío no es gratis.

Martín Lutero.

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