16 jul 2016
Sermón del monte frente al marxismo
Muchos mensajes incendiarios
han afectado este mundo. El célebre «Manifiesto Comunista» de Karl Marx fue uno de ellos.
Encendió a Rusia y produjo el régimen más temido del siglo veinte. Los
incendiarios discursos de Adolfo Hitler en el Reichstag fue otro. Estos
terminaron precipitando al mundo entero hacia la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, otro ha escrito
una carta incendiaria, es Dios, sólo que la carta de Él no es de fuego
destructivo. No hace daño. No provoca dolor. No produce llanto. No hiere. La
carta de Dios es una carta de amor, de esperanza, de libertad, de salvación. Se
llama «el Sermón del Monte», y produce armonía y tranquilidad.
El Sermón del monte lo
hallamos en la Biblia. La biblia es un mensaje del amor de Dios. Este sermón,
contiene en su interior, un mensaje de perdón, de reconciliación y de
liberación. Un mensaje que si es bien comprendido, enciende los fuegos santos
de la fe, del amor, de la justicia y de la rectitud. La Biblia transmite
un mensaje de Dios, quien realiza su designio de salvación en persona del
Mesías.
Es en la biblia que hallamos
el mensaje de esperanza para el hombre que dice «que tanto amó Dios al mundo, que
dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Pero es en el Sermón del
Monte que hallamos las bienaventuranzas, frases que no se encuentran en la
mente de Marx ni por sueño.
Si todos viviésemos con las
normas del sermón del monte, creo que el mundo sería mucho más justo y no
habría tantos problemas como estamos viviendo”, dijo una persona atea una vez.
La frase clásica sobre la
crítica de la religión en Carlos Marx es una que figura en su escrito
CONTRIBUCIÓN A LA CRÍTICA DE LA FILOSOFÍA DEL DERECHO DE HEGEL, de finales de
1843 y enero de 1844. Dice Marx: “La religión es el suspiro de la criatura
oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu carente
de espíritu. Es el opio del pueblo”.
Juan
Monroy (escritor marroquí asentado en Madrid, protestante) comenta que posiblemente “Marx tuviera razón cuando
enjuiciaba un determinado comportamiento religioso. Pero esa religión nada
tiene que ver con el Cristianismo de Cristo.”
Al leer los cuatro
Evangelios concluimos fácilmente que Jesús de Nazaret se anticipó dos mil años
a Carlos Marx en la crítica a la religión y lo hizo con muchísimo más carácter
y autoridad. A tal punto que uno se queda asombrado del celo que el Señor tenía
por la fe verdadera y su antagonismo contra la hipocresía del sistema religioso
dominante.
Bastan unos textos de
muestra:
“Más ¡ay de vosotros,
escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante
de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están
entrando” (Mateo 23:13).
“¡Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por
fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos
de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23:27).
“Al ver él que muchos de los
fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de
víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?”
(Mateo 3:7).
En un arranque de
indignación, Jesús tomó un látigo y la emprendió a latigazos contra quienes
hacían de la religión una mercadería vergonzosa. “Carlos Marx no llegó a tanto”,
concluye Monroy.
Para Carlos Marx la
revolución proletaria tenía que realizarse en el país que en ese entonces había
alcanzado el mayor desarrollo industrial y el proletariado más numeroso. En
este punto la proyectada revolución se estrelló contra la concepción religiosa
del mundo. Cuando la clase obrera cree en la vida mejor en el cielo y confía en
un Dios que mitiga la violencia, no puede haber revolución. El que cree en una
vida más allá de la tumba no se arriesgará a perder la eternidad aventurándose
en esta guerra por la felicidad en esta vida efímera, especialmente si la
victoria es incierta. El que cree que Dios castiga al homicida, jamás levantará
la mano contra el explotador: dejará la venganza y la liberación de su miseria
en manos de Dios, sea que éstas se hagan efectivas ahora o en la eternidad.
Para los creadores del marxismo-leninismo la religión era un obstáculo en el
camino de la revolución y esto llevó a los maestros marxistas a luchar contra
el idealismo en general y el cristianismo en particular.
El problema principal era
que para persuadir a un hombre a empuñar las armas en protesta contra «el
sistema cruel e injusto», era necesario que aquél llegara a dos estados
psicológicos.
1. En primer lugar tenía que
convertirse en un hombre desesperado, un hombre sin esperanza en una vida de
ultratumba, para quien la vida presente se constituyera en la única
oportunidad.
2. En segundo lugar tenía
que convertirse en un hombre inescrupuloso que no creyera en un Dios que
pudiera castigarlo (o recompensarlo) y que, consecuentemente, no tuviera
problemas de conciencia al encarar la posibilidad de usar la violencia armada
contra quienes detentaban el poder material.
Los marxistas-leninistas
creían que sólo el ateísmo podría producir tal hombre. En general, estaban
convencidos de que cierta ideología produciría en el hombre un carácter
determinado, y esta convicción fundamental y de vital importancia sería
significativa para el futuro del socialismo.
Su error craso, originado de
su condición de ateos, fue el no considerar el daño que la naturaleza
pecaminosa del hombre haría a su utópico sistema político. El pecado acabó con
las intenciones del socialismo de convertirse en el remplazo ideal del
cristianismo.
Posteriormente, en los años
60’s y 70’s, apareció la teología de la liberación en el catolicismo, fue un
movimiento que se diluyó en los 80’s y desapareció en los 90’s. Fue como una
especie de socialismo cristiano, y su consigna era “una opción preferencial por los pobres” paralela a la consigna de “amor y paz”,
aquella filosofía de los hippies de los 70’s que se oponían a la guerra de
Vietnam. Produjo sacerdotes irreverentes que cantaban canciones protesta en sus
misas y que tenían el Sermón del monte como su credo teológico, pero de una
forma idealista. Detrás de este mensaje del reino, había toda una ideología que
utilizaba los evangelios para darle un matiz teológico a sus ideas subversivas.
Lejos estaba imaginarse que detrás de muchos de estos nobles conceptos
cristológicos, se escondía una hábil re-definición de los vocablos del sermón del monte por parte
de los ideólogos de la teología de la Liberación. Por ejemplo: “ama a tus enemigos”
reemplazado por “ora por tus enemigos”. Todo porque el cumplimiento de la ética
del Sermón del monte, estaba muy lejos del accionar de los curas
revolucionarios.
Cesar Ángel. Julio 16 de 2016
Bibliografía: Guillermo McGrath "El Sermón del monte"
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