Puritanos Ingleses. Siglo XVII |
13 jun 2016
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Bautistas y Presbiterianos: Más de lo que nos divide nos une
Bautistas y Presbiterianos: Más de lo que nos divide nos une
El pastor y amado hermano
Guillermo Green ha escrito una excelente reflexión en
su blog motivado, según expresa allí, por roces que han surgido entre algunos
presbiterianos y bautistas reformados sobre el tema del bautismo.
Lo primero
que deseo hacer en esta entrada es dejar claro que he tenido el privilegio de
conocer al pastor Green por más de siete años, y la iglesia de la cual soy
miembro lo ha tenido por más de diez. Puedo dar testimonio del amor que el hermano
me ha expresado a mí y a la Iglesia Bautista Reformada de Los Lagos durante
todo ese tiempo, y ha sido un gran ejemplo de madurez y amor por la Iglesia de
Cristo y por las almas de los perdidos.
Mi segundo
deseo es ofrecer una exhortación desde el punto de vista Bautista Reformado a
lo que considero roces innecesarios -en muchas ocasiones pecaminosos-,
divisivos, y, como bien lo pone el pastor Green, en la gran mayoría de
las veces de creyentes inmaduros en la fe que se afanan en ver las distinciones
antes que las doctrinas que nos unen como hermanos en la fe.
Con ese
fin deseo describir brevemente la historia Bautista con el fin de mostrar y
dejar claro que nuestros padres, tanto presbiterianos como bautistas, siempre
creyeron en la unidad del cuerpo universal de Cristo, entendiendo a la vez las
diferencias doctrinales que existían entre ellos y que de alguna manera los
separaban formalmente en iglesias específicas.
Breve
historia Bautista
Los
Bautistas en Inglaterra surgieron del movimiento puritano separatista de
Inglaterra del siglo XVII. H. León McBeth, un historiador bautista concluyó en
su libro, “The Baptist Heritage: Four Centuries of Baptist Witness,” lo
siguiente,
La evidencia muestra que los
Bautistas se originaron del Separatismo Inglés, ciertamente parte de la Reforma
Protestante.”
Esta teoría del origen de
los Bautistas, contrario a lo que afirma la teoría secesionista y la teoría de
la hermandad anabaptista, prueba que los Bautistas son protestantes en todo el
sentido de la palabra. Su origen, su pensamiento, su teología, surgieron de ese
ambiente teológico de intensa reforma que sacudió Europa y especialmente
Inglaterra, y que moldeó el pensamiento de grupos como los puritanos y los
Separatistas.
Algunos de
estos separatistas, como veremos, adoptaron el bautismo de creyentes por
inmersión; práctica que les dio el apodo de ‘bautistas.’ Entre estos surgieron
dos grupos distintos uno del otro, y sin contacto el uno del otro, que
compartían muchas cosas en el aspecto doctrinal, pero que diferían
principalmente en la doctrina de la expiación de Cristo y en la organización de
la iglesia.
El primero de ellos fueron
los Bautistas Generales. Este nombre se debió a que creían en que la muerte de
Cristo, su expiación, era general. Es decir, creían que Cristo había muerto por
todos los hombres y que lo único que logró en Su muerte fue abrir la
posibilidad de salvación para los hombres.
Sin embargo, en esos años
iniciales practicaban el bautismo de creyentes por rociamiento o poniendo paños
mojados sobre la cara del creyente.
Este grupo surgió de su
contacto con grupos holandeses. Hombres como John Smith y Thomas Helwys, fueron
los líderes con mayor influencia entre ellos. Su teología fue menos
influenciada por Juan Calvino y mucho más por Jacobo Arminio, un teólogo
holandés que rechazó las doctrinas calvinistas de la Reforma Protestante.
La iglesia más antigua
entre este grupo se formó en 1609.
El segundo grupo fue el de
los Bautistas Particulares, los antepasados de los que se denominan hoy en día
“Bautistas Reformados.” Su nombre se debía a que creían en la expiación
particular. Es decir, creían que Cristo había muerto, como dice la Escritura,
por los pecados de Su pueblo, los elegidos, y por lo tanto, Su muerte había
sido eficaz para salvar a todos aquellos por los que se sacrificó.
Su teología, como lo dejan
claro sus confesiones, era ampliamente calvinista y se convirtieron en el mayor
de los dos grupos. Su primera iglesia fue formada en 1633, y a diferencia de
los generales, se originaron del movimiento separatista inglés y adoptaron,
como veremos, el credobautismo por inmersión.
Los Bautistas particulares
se originaron, como dije, “del torbellino de la Reforma del siglo dieciséis.”
Los postulados de sola Scriptura, sola gratia, sola fide, solus Christus
y soli Deo gloria, que surgieron de los años de reflexión teológica de
reformadores como Lutero, Calvino, Zwinglio, influenciaron ampliamente a los
grupos que dieron origen a los Bautistas.
Como dice Bebbington, los
Bautistas fueron “herederos de la Reforma, del Puritanismo, y Separatismo.
Ellos adoptaron los mismos principios de lealtad minuciosa a la Palabra de
Dios, lo que les llevó al deseo apasionado de adorar a Dios correctamente, y el
deseo de reestructurar la iglesia de acuerdo a los preceptos estipulados en las
Escrituras. Sus prioridades bíblicas, litúrgicas, y eclesiásticas los llevó de
la lealtad a los Puritanos a reformar sus vidas conforme a la Palabra de Dios.
Su deseo
de mantener la unidad de los creyentes
Fueron las convicciones a
las que habían llegado después de estudiar las Escrituras las que los llevaron
a tener diversos enfrentamientos, no sólo con la Iglesia de Inglaterra, sino
con muchos presbiterianos y congregacionalistas, quienes falsamente los habían
acusado de anabaptistas.
Fue con el deseo de dar a
conocer sus convicciones bíblicas con el propósito de que sus hermanos
presbiterianos y congregacionalistas los abrazaran que formularon la Primera
Confesión Bautista de Londres, la cual fue redactada en 1643 pero impresa hasta
1644 (La segunda edición de esta confesión fue impresa en 1646, en la cual se
detalla más sobre los requisitos del bautismo por inmersión para poder tomar la
Cena del Señor).
En el prefacio de esa
confesión dicen, “Una confesión
de Fe de siete congregaciones o iglesias de Cristo en Londres, que son
comúnmente, pero injustamente, llamadas Anabaptistas; publicada para la
vindicación de la verdad e información de los ignorantes; así mismo para
deshacernos de aquellas aspersiones que son frecuentemente, tanto desde el
púlpito como impresos, injustamente echados sobre ellas.”
Tal fue su deseo de ser
vindicados y de que los hermanos presbiterianos y congregacionalistas pudieran
comprobar su ortodoxia que Benjamín Coxe, uno de los pastores firmantes de esa
primera confesión y padre de Nehemías Coxe, el editor de la Segunda Confesión
Bautista de Londres de 1677, se paró frente a la entrada de la Abadía de
Westminster en 1646 para entregarle a los Teólogos de Westminster una copia de
esta confesión con el fin de vindicar a estas primeras siete iglesias Bautistas
Particulares.
Daniel Featley, uno de esos
presbiterianos que se opusieron a los Bautistas Particulares inicialmente,
luego de haber analizado esta primera confesión escribió diciendo,
no son
herejes, ni cismáticos, sino Cristianos de corazón tierno; sobre quienes, por
medio de falsas sugerencias, la mano de la autoridad cayó pesadamente, mientras
estuvo la Jerarquía: pues, ellos no enseñan el libre albedrío; ni la pérdida de
la salvación con los Arminianos, ni niegan el pecado original con los
Pelagianos, ni rechazan al Gobierno con los Jesuitas, ni mantienen pluralidad
de esposas con los Polígamos, ni bienes en común como los del Apostolado, ni
andar desnudos con los Adamitas, ni mucho menos la mortalidad del alma con los
Epicúreos…y con este fin han publicado esta confesión de Fe.”
Fue con ese mismo deseo que
publicaron la segunda Confesión Bautista de Londres de 1677, en la carta al
lector escribieron lo siguiente,
Al cortés
lector: Son ya muchos años desde que algunos de nosotros (con otros sobrios
Cristianos que vivían entonces, y caminando en el camino del Señor, que
nosotros profesamos) concebimos estar bajo la necesidad de publicar una
Confesión, de nuestra Fe, para la información y satisfacción de aquellos que no
entendían a profundidad cuales eran nuestros principios, o que habían tenido
prejuicios contra nuestra profesión, por razón de la extraña representación de
ellos por algunos hombres que habían tomado medidas equivocadas, y así llevaron
a otros a que nos malentendieran a nosotros y a ellos. Y esto fue primeramente
presentado cerca del año 1643, en el nombre de siete congregaciones entonces
reunidas en Londres; desde entonces diversas impresiones han sido difundidas
ampliamente, y nuestro fin propuesto en buena medida respondido, entre la
medida que muchos (y algunos de esos eminentes hombres tanto por piedad y
conocimiento) fueron así satisfechos que nosotros no éramos en ninguna manera
culpables de esas heterodoxias y errores fundamentales que tan frecuentemente
nos han sido imputadas sin pruebas ni por ocasión dada por nuestra parte.”
Y más adelante confirman
que su deseo de mantener la unidad con sus hermanos presbiterianos fue lo que
los motivó a editar esta segunda confesión.
Y puesto
que como esa Confesión no es ahora comúnmente obtenida, y también porque muchos
otros han desde entonces abrazado la misma verdad que ahí es poseída, juzgamos
necesario unirnos juntos en dar testimonio al mundo de nuestra firme adherencia
a aquellos sanos principios por la publicación de esto que está ahora en su
mano. Y puesto que nuestro método y manera de expresar nuestros sentimientos en
esto puede variar del primero (sin embargo que la sustancia de este tema es el
mismo), libremente le impartiremos la razón y ocasión de esto. Una cosa que
prevaleció grandemente con nosotros para emprender este trabajo fue (no sólo
dar una explicación completa de nosotros a aquellos Cristianos que difieren de
nosotros acerca del tema del Bautismo, sino también)el provecho que podría
surgir de esto para aquellos que tienen cuenta de nuestras labores en su
instrucción y establecimiento en las grandes verdades del Evangelio, en el
claro entendimiento y firme creencia de nuestro confortable caminar con Dios, y
el gran fruto delante de Él en todos nuestros caminos, es lo que concierne más
cercanamente ; y por lo tanto concluimos necesario expresarnos a nosotros
mismos más completamente y distintamente; y también para fijar en tal método
como podría ser más comprensible de aquellas cosas que diseñamos para explicar
nuestro sentido y creencia de eso; y no encontrando ningún defecto al respecto
en aquel fijado por la Asamblea, y, después de ellos por aquellos del camino
congregacional, concluimos prontamente que era mejor retener el mismo orden en
nuestra presente Confesión; y también cuando hemos observado lo que aquellos
últimos hicieron en sus confesiones (por razones que parecieron de peso tanto
para ellos como para otros) escogimos no sólo expresar nuestra mente en
palabras concurrentes con los primeros en sentido concerniendo a todos aquellos
artículos en los que estaban de acuerdo, sino también en la mayor parte sin
ninguna variación de términos, nosotros en la misma manera concluimos mejor
seguir su ejemplo en hacer uso de las mismas palabras con ellos tanto en estos
artículos (los cuales son muchos) en donde nuestra fe y doctrina son las mismas
con las de ellos; y esto lo hicimos más abundantemente para manifestar nuestro
consentimiento con ambos en todos los artículos fundamentales de la religión
Cristiana, así también con muchos otros cuyas Confesiones ortodoxas han sido
publicadas al mundo en nombre de los Protestantes en diversas naciones y
ciudades. Y también para convencer a todos que nosotros no tenemos ningún
anhelo de obstruir la religión con nuevas palabras, sino que consentimos en esa
forma de sanas palabras que han sido, en consentimiento con las Santas
Escrituras, usadas por otros antes que nosotros; declarando así, delante de
Dios, ángeles, y hombres, nuestro sustancioso acuerdo con ellos en esa entera
doctrina Protestante la cual, con tan clara evidencia de las Escrituras, ellos
han afirmado. Algunas cosas, de hecho, están en algunos lugares añadidas,
algunos términos omitidos, y algunos pocos cambiados; pero estas alteraciones
son de aquella naturaleza como la que sin duda no necesitamos ser acusados o
sospechados de irracionales en la fe de ninguno de nuestros hermanos a cuenta
de ellos.”
El
apelativo “Bautista Reformado”
Entonces, si ese fue lo que
motivó a nuestros antepasados en la fe, tanto presbiterianos como Bautistas, no
debería servirnos de ejemplo a todos nosotros en la actualidad? Por supuesto
que sí. Sin embargo, creo que muchos de esos roces surgen por cosas sin
importancia como un nombre. A algunos les resulta inconcebible que alguien que
no se adhiera a la Confesión de Westminster se pueda llamar “reformado.” A
muchos les gustaría que nosotros removiéramos ese apelativo.
Sin embargo, aquí hay otra
historia para nuestra instrucción.
Ese nombre “Bautista
Reformado” no fue adoptado por los Bautistas que se adherían a la segunda
Confesión Bautista de Londres de 1689. Ese nombre le fue dado a un grupo de
Bautistas confesionales que estaban estudiando en el Seminario Teológico de Westminster
en la década de los 1950’s y 60’s en Estados Unidos.
Fueron los presbiterianos
de ese Seminario los que, queriendo abrazar a sus hermanos bautistas, les
pusieron ese apelativo con el fin de enfatizar su unidad con ellos más que sus
diferencias. Este es el testimonio de hombres como Walter Chantry y Reisinger,
quienes estudiaron allí durante esos años.
Como Bautistas
confesionales creemos que ese nombre nos distingue en medio de la locura
doctrinal en la que se encuentra gran parte del Protestantismo de nuestros
tiempos y son algunos los que quisieran vernos separados de los presbiterianos
antes que formando junto a ellos un frente doctrinal sólido en contra de tanta
falsedad.
El llamado, entonces, desde
el lado Bautista Reformado, es a mantener la unidad. Mostremos amor por los
hermanos, tanto bautistas como a los presbiterianos, y no seamos tan inmaduros
como los discípulos del Señor cuando viendo que un hombre estaba haciendo la
obra del Señor querían que el Señor lo amonestara porque no era uno de ellos.
Ciertamente hay cosas que
nos diferencian y que hacen de nuestras iglesias entes distintos. Tanto los
presbiterianos como nosotros los Bautistas Reformados estaos convencidos de que
nuestra Teología Federal, nuestra Eclesiología, y nuestra doctrina del Bautismo
y la Cena del Señor, son bíblicas. De lo contrario no seríamos ni Bautistas ni
presbiterianos.
Son esas convicciones
bíblicas las que nos hacen ser lo que somos, pero son esas mismas convicciones
bíblicas las que nos deben llevar a madurar y a entender que hay cosas en las
que esas diferencias no deben interponerse: en el amor que nos debemos los unos
a los oros frente a un mundo que desea vernos divididos; y en nuestra lucha por
llevarle el evangelio a un mundo pecador.
Que la historia de nuestros
antepasados sea una motivación para madurar en la fe y dejar que nuestras
diferencias sea lo que queramos enfatizar antes que nuestras similitudes
doctrinales.
Por Pastor Eduardo Flores (Iglesia Bautista Reformada Los Lagos)
Sitio web: Sujetos a la Roca
Noviembre 4 de 2015
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