POR DAVID CROWE
“Y si mal os parece
servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes
sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los
dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a
Jehová” (Jos. 24:15).
El derrocamiento de la
ciudad de Troya
“Por
diez largos años el asedio de Troya continuó. Algunas veces los troyanos
derrotaban a los griegos y los hacían retroceder hacia el mar, y en otras
ocasiones los griegos empujaban a los troyanos hacia su ciudad. Entonces dijo
Odiseo, el astuto griego. ‘Si no podemos tomar a Troya por la fuerza, lo
haremos con astucia’,...y así lo hicieron”.
Esto que acabo de mencionar
es una breve porción tomada de la Troya, la desafortunada ciudad que fue
derrocada y destruida por sus enemigos más encarnizados, los griegos. La
astucia de los griegos en el audaz derrocamiento de Troya, ha sido considerada
en la historia legendaria como una de las mayores perfidias jamás llevada a
cabo, convirtiéndose en una especie de alegoría, para referirse al
derrocamiento del enemigo mediante la infiltración. Para esos que no están muy
familiarizados con la historia, permítame resumírsela muy brevemente. Fue
así... Después de diez largos años en que no había ganador, los griegos se
dieron cuenta que la única forma como podían derrotar a Troya sería valiéndose
de astucia y habilidad, no por la fuerza. Se decidió que seguirían el plan de
Odiseo y que construirían un gigantesco caballo de madera. Cuando el caballo
estuviera listo, dejarían un espía, quemarían sus campos y luego pretenderían
que abordaban sus embarcaciones, desplegaban las velas y partían para su casa,
dejando a los troyanos con el caballo y con un espía para que contara la
historia. Fue así como hicieron el caballo y dentro de él se escondieron Odiseo
y los mejores guerreros griegos, su entrada fue cuidadosamente cubierta y
finalmente se hicieron todas las preparaciones. En un tiempo predeterminado se
le prendió fuego al campamento, los griegos abordaron sus embarcaciones y
procedieron a desplegar sus velas para partir a casa, todo ante la mirada hasta
cierto punto confundida de los troyanos, quienes los observaban desde sus muros
fortificados. Los troyanos no perdieron tiempo y se apresuraron a acercarse al
monstruoso caballo de madera, dejándose ganar por su curiosidad. Acuclillado
debajo del caballo se encontraba Sinon el griego. En principio Sinon pretendió
que no iba a decir nada, pero después de una golpiza les confió el mensaje
falso maquinado previamente, “De que el caballo había sido construido
por los griegos en honor a la diosa Atenas”, añadiendo: “Le
pidieron a la diosa que los llevara a salvo en sus embarcaciones, iban a
sacrificarme a ella, pero escapé y me escondí debajo del caballo, desde donde
no se atrevieron a sacarme arrastrado, fue así como me dejaron pensando que
moriría en manos de los troyanos”. “Pero... ¿Por qué hicieron el caballo tan
grande?”, preguntaban los troyanos asombrados. “Tenían miedo que si
no lo hacían así, ustedes lo arrastrarían y lo llevarían a la ciudad”,
replicó Sinon. “Sabían que si tal cosa ocurría Atenas se enfurecería y
enviaría una tormenta que destruiría sus embarcaciones”. Los ingenuos
troyanos creyeron la historia de Sinon, y sin hacer alboroto adicional,
procedieron a dispersarse y agrandar la abertura de las puertas de la ciudad a
fin de que hubiera espacio suficiente para poder meter adentro el gran caballo
de madera. El resto de la historia sigue diciendo, que los troyanos debido a su
gran fortuna y nueva libertad, comenzaron a festejar, a divertirse y “Bebieron
vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de
madera y de piedra” (Dn. 5:4), tal como hiciera el rey Belsasar la
noche memorable en que cayó el reino de Babilonia.
Después de mucha borrachera
y juerga, los troyanos sucumbieron víctimas del sopor, pero muy poco sabían que
habían estado celebrando el día de su propia muerte, y como el antiguo rey
Belsasar, se estaban engordando para la matanza. Sinon esperó pacientemente el
momento de la traición planeada en forma tan inteligente y hábil y ahora había
llegado, como dijo el Señor Jesucristo en su parábola, “mientras
dormían los hombres”. Primero se encendió una luz aquí, luego allá y al
mismo tiempo se dio la señal y una puerta especie de escotilla se abrió debajo
del gran Caballo de Troya. Odiseo y sus hombres estaban afuera ante las puertas
sin que siquiera el primer troyano se advirtiera que se avecinaba la traición.
Los griegos habían regresado en sus embarcaciones sin ser notados, amparados
por las sombras de la noche y estaban esperando a las puertas cuando el
valiente Odiseo y sus hombres las derribaron para abrirlas. Así la ciudad de
Troya fue saqueada, y como la historia en Nehemías 1:3 “el muro... (fue)
derribado, y sus puertas quemadas a fuego”. Ni un solo troyano quedó
vivo, la mayoría de ellos, soldados avezados fueron asesinados mientras
dormían, ¿y a quién podían culpar? ¿Acaso no fueron ellos mismos quienes
derribaron los muros y llevaron al enemigo adentro? Pero... ¿Qué era ese
caballo que el enemigo abandonó?
NUESTROS HOGARES Y LA CIUDAD
DE TROYA
Sin necesidad de tener mucha
imaginación, nuestros hogares cristianos podríamos compararlos con la ciudad de
Troya, y nosotros, los cristianos en el hogar, como los propios troyanos. Como
ellos, somos personas que estamos al tanto de la realidad de la guerra, aunque
la nuestra sea espiritual, pese a todo es guerra, y una continua. Los intereses
son altos, porque si perdemos la batalla la ciudad terminará por quedar
destruida e incluso nuestra propia vida.
Nuestro enemigo, como Odiseo
y los griegos hace mucho tiempo, se dio cuenta que la batalla por lo menos en
esta ocasión, no se ganará por confrontación abierta y asalto, sino más bien
por infiltración, introduciendo a alguien que luciera como un “amigo” en
el interior. Nuestro enemigo, siendo quien es, es de hecho el padre de la
mentira y la traición. “Él ha sido homicida desde el principio, y no
ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira,
de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn.
8:44). Su método es el engaño sutil y la mentira, es “la serpiente
antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo
entero...” (Ap. 12:9).
La infiltración siempre ha
sido la especialidad de Satanás, por eso pensó y planeó, cuidadosa y
astutamente una estrategia para ganar entrada en los hogares cristianos.
Mediante un Caballo de Troya del día moderno, Satanás ha ganado acceso a la
mayoría de hogares cristianos y tristemente la historia luce muy parecida a la
de los días de Troya. El caballo se yergue en un lugar central, colocado
estratégicamente para que todos lo vean y lo admiren, mientras los espectadores
encantados están lamentablemente inadvertidos de los instrumentos de muerte que
están ocultos dentro de su impresionante estructura. Los troyanos vieron el
caballo como un objeto que debía venerarse y admirarse, ciertamente era
impresionante contemplarlo, hacía que el ego se sintiera bien, al verlo allí en
todo su esplendor, como una especie de símbolo de su inteligencia superior ante
el enemigo derrotado, así pensaban ellos. Y así, “Profesando ser
sabios, se hicieron necios” (Ro. 1:22), porque se olvidaron
que “Un enemigo había hecho esto” (Mt. 13:28). “¡Oh troyanos insensatos!
¿Quién os fascinó...?” (Gá. 3:1), ¿acaso no fue vuestro enemigo,
el astuto Odiseo quien hizo el caballo y a qué precio? “Pero temo
que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de
alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co.
11:3).
Las similitudes entre el
trágico derrocamiento de la ciudad de Troya y la aún más trágica caída de
muchos hogares cristianos, son demasiado obvias para ser pasadas por alto.
Satanás hace ya mucho tiempo que aprendió, que la confrontación directa con
personas llenas del Espíritu Santo, inevitablemente lo pone en una desventaja
marcada. Lea cuidadosamente la historia de los hechos maravillosos de Dios con
su pueblo, particularmente a través del libro de Hechos de los Apóstoles y verá
que esto es cierto. Por ejemplo, dice en Éxodo 1:12 refiriéndose al pueblo de
Israel bajo persecución en Egipto. “Pero cuanto más los oprimían,
tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los
hijos de Israel”. Y ese es el mismo principio que vemos claramente a
través del libro de Hechos. Entre más la iglesia era confrontada y atacada
abiertamente, más prosperaba y crecía.
Para nuestro detrimento
espiritual, es muy poca la oposición exterior o confrontación que debemos
enfrentar hoy, podemos considerarlo como bendición, pero trágicamente para muchos
de nosotros, es de hecho una gran maldición. Hemos fallado en discernir la
presencia del enemigo que tenemos en el interior. Cuando toda la oposición
externa cesa, el pueblo espiritual de Dios haría muy bien en redoblar sus
esfuerzos para velar y orar, “Para que Satanás no gane ventaja
alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Co.
2:11). ¿O será acaso que las ignoramos? Porque si no es así, ¿cómo es entonces
que el enemigo se ha infiltrado en nuestros hogares? Se ha dicho respecto al
asedio de Troya, que una pequeña minoría se opuso en forma implacable a que
permitieran que el Caballo de Troya lo llevaran hasta el interior de la ciudad,
asegurando que “podían detectar el olor del enemigo”. Sin embargo,
esta minoría fue ridiculizada y despreciada por su ignorancia y mentalidad
estrecha, sus súplicas ante el populacho fueron acalladas. La impresionante
naturaleza y belleza del caballo había “cautivado” a
los troyanos, ¡e iban a conservarlo cualquiera fuese su costo! ¿No
le suena todo esto familiar?
LA TELEVISIÓN ES UN TEMA MUY
DELICADO
Cualquier mención que se le
haga a la mayoría de cristianos, de los peligros inherentes en la televisión,
trae consigo una hueste de razonamientos, argumentos y protestas, exponiendo
sus muchas virtudes y haciendo una sólida defensa por la continuación de su
existencia. Dicen que es el aparato más maravilloso y virtuoso, capaz de hacer
toda clase de cosas para el mejoramiento y progreso social de nuestras
familias. Algunos se sienten horriblemente insultados y ofendidos, incluso se
enfurecen cuando se les hace alusión a la naturaleza cuestionable de ver
televisión. Los cristianos que no tienen televisor y tratan de animar a otros
para que se deshagan de los suyos, los llaman y consideran necios, de mente
estrecha, orgullosos, santurrones y otra serie de obscenidades puritanas. El no
tener o tolerar la televisión, lo coloca a uno en la categoría de ser un
fanático y desconsiderado con las necesidades de la familia. También se
interpreta como orgullo espiritual y como querer mirar por encima de la nariz
espiritual a quienes optan por tener uno. Esa es una reacción típica que hay
que esperar en un día de apostasía y ceguera espiritual. “¡Ay de los
que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y
de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por
amargo!” (Is. 5:20), es la respuesta de Dios por medio del profeta
a una reacción tan antibíblica.
Retrocediendo a nuestro
punto original, la carencia de algo que se asemeje a oposición externa, nos ha
impedido que nos advirtamos de que “mientras dormíamos” (Mt.
13:25), hubo un cambio de táctica. De que la estrategia cambió de una
confrontación abierta, a esa de infiltración sutil. La amenaza mayor ya no es
desde afuera, sino desde el interior. Nos encontramos viviendo en la era de
Laodicea, la edad de la apatía, de la indiferencia, de la auto complacencia, de
la sabiduría humana y el orgullo de la vida, todo esto a expensas de una
relación correcta con Cristo, excluido debido a “esta sabiduría [que] no
es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” (Stg.
3:15).
Pero, entonces... ¿Qué
tenemos que hacer con la televisión? Muy simple, la televisión es el vehículo,
el medio de que Satanás se está valiendo para infiltrarse en nuestros hogares.
Es el amigo que Satanás tiene en el interior, su Caballo de Troya, si así lo
prefiere. El hogar, desde los días de Adán y Eva, ha sido la institución
escogida por Dios para revelar su gloria y propósito a la humanidad, así fue, y
así es en este día. Es un lugar santo, bendito, en donde el padre, la madre y
los hijos viven juntos en amor y disciplina, bajo la autoridad directa y
bendiciones de Dios, conforme revela su voluntad a ellos mediante su Palabra
escrita, la Biblia. El hogar debe ser un santuario en donde todos los miembros
de la familia sin influencias e interrupciones exteriores puedan crecer juntos
en gracia y en conocimiento del Señor Jesucristo. También es el lugar en el que
estamos libres de todas las tentaciones y perversidades.
David dijo en Salmos
101:2b: “En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa”.
Un hombre sólo se encuentra muy cerca de Dios, cuando se encuentra en su propia
casa. Cuando está alejado de la presión de los hermanos cristianos, que lo
hacen comportarse como alguien que en realidad no es. El único lugar en el
Nuevo Testamento en donde se nos ordena explícitamente que seamos llenos del
Espíritu Santo, aunque se infiera en otros lugares, es en el contexto de la
relación familiar y en la vida del hogar. Como leemos en Efesios 5:18-33: “
No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos
del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre
gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus
propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así
como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén
a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a
sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben
amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo
se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y
la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo,
de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre,
y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio;
mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de
vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su
marido”.
He dicho todo esto para
dejar claro una cosa: El hogar es el lugar en donde verdaderamente somos lo que
somos delante de Dios. No hay máscaras en el hogar. Por eso es el lugar de
verdadera evaluación espiritual. Y porque es así, el hogar es el sitio que Dios
ha escogido para trabajar en nosotros, para hacer su voluntad en nuestras
vidas. Los principios más básicos y al mismo tiempo los más profundos y
necesarios que el Señor tiene para nosotros en el reino de la vida espiritual,
no los enseña en el contexto del hogar, tal como dice en el capítulo 5 de
Efesios. Los principios de liderazgo, sometimiento a la autoridad, amor,
pureza, etc., son preceptos bíblicos que se aprenden y practican en el hogar
cristiano y nos preparan a nosotros y a nuestros hijos para librar la buena
batalla de la fe contra “el demonio, el mundo y la carne”,
pero “Si fueren destruidos los fundamentos,
¿QUÉ HA DE HACER EL
JUSTO?” (SAL. 11:3).
Si estas verdades
fundamentales no se aprenden, practican y preservan en el hogar, ciertamente no
se manifestarán en la iglesia, o como un testimonio al mundo exterior que nos
rodea, siendo su resultado una falla obvia en el entero reino de la vida y
ministerio cristianos. ¿Cómo entonces se destruyeron los fundamentos? Bueno,
temo que aquí es donde llega la televisión.
EL HOMBRE ES MÁS VULNERABLE
CUANDO SE ENCUENTRA MÁS CÓMODO
Satanás sabe que el hombre
es más vulnerable cuando se encuentra más cómodo. Conociendo esto ha buscado
una forma de esconderse detrás de las líneas a fin de aprovecharse de la
vulnerabilidad de su enemigo y aquí es donde llega el Caballo de Troya. Bajo el
disfraz de un artefacto útil para satisfacer las necesidades educacionales,
sociales y de entretenimiento de la familia, el impresionante monstruo ha
encontrado su camino en el centro de la mayoría de hogares cristianos.
Iniciando así la erosión espiritual. La televisión comienza muy sutilmente a
usurpar su autoridad sobre los miembros de la familia, su meta es dividir y
conquistar. El Señor Jesucristo dice en Mateo 12:25: “toda ciudad o
casa dividida contra sí misma, no permanecerá”. La manipulación es
lenta y difícil de detectar, y la razón principal es porque toda la familia
está siendo envenenada lentamente y por consiguiente cada miembro falla en
notar la condición pálida de los otros, debido a su propia condición. La
temperatura espiritual del hogar lentamente se enfría, cada uno excusa la
apatía e indiferencia de los otros, mientras todos continúan inadvertidos del
lento proceso de envenenamiento. Cada miembro de la familia tiene su debilidad
particular, la televisión claramente discierne estas debilidades y comienza a
tentar y provocar esa facultad en particular que es más vulnerable. Esto conduce
inevitablemente al televidente cristiano a satisfacer la carne en su capricho
particular, mientras que al mismo tiempo busca justificarse a sí mismo porque
es el único espectador, o al menos eso piensa.
VER TELEVISIÓN ES DE HECHO
PARTICIPAR EN EL PECADO.
El hecho es, que cada vez
que el cristiano ve televisión, está violando un principio de la Escritura, uno
de muchos. 1 Timoteo 5:22 dice: “No... participes en pecados ajenos.
Consérvate puro”. Al ver televisión estamos violando ambos principios
bíblicos. Ver televisión es mucho más que ser un espectador casual. Estar
observando es lo mismo que participar, cualquier persona razonable tiene que
estar de acuerdo con esto. Por consiguiente, cuando se comete un pecado en el
programa de televisión que estamos viendo, como espectador atento, de hecho
estamos participando de ese pecado. La razón es, porque al ver el acto lo
aprobamos, aunque en el corazón sabemos que está mal, al continuar viendo y
oyendo, le estamos diciendo a nuestros hijos que lo que vemos es un material
aceptable.
Si por ejemplo, usted
estuviera caminando por el parque con su familia y se tropieza con una pareja
que se está comportando en forma inmoral, ¿se quedaría parado a observar el
espectáculo, o quizá por ser demasiado crudo para los niños, los enviaría a
jugar lejos mientras usted y su esposa se quedan esperando para ver que sigue
después? ¿Cuál sería la diferencia? No hay diferencia de ninguna clase entre
contemplar un hecho pecaminoso en la vida real o verlo como espectador en la
televisión. El pecado nos rodea a diario en la sociedad y en el mundo en que
vivimos, eso es diferente a sentarse, ser un espectador y observarlo. El
observar a otros pecando por ninguna otra razón más que el entretenimiento, es
en realidad una forma de perversión. Una persona que gusta de observar a
los demás a través de su ventana por las noches, se le llama curioso, mirón,
alguien que gusta de observar la vida ajena, un pervertido, luego entonces...
¿cuál es la diferencia cuando la televisión es la ventana y yo soy el que está
observando? Aunque los caracteres sean ficticios, son personas reales cuyo
comportamiento y forma de vestirse o desvestirse no es asunto para que esté
contemplando. Estas son cosas en la que los adictos a la televisión no les
gusta pensar, porque consideran que están viendo desde un punto de vista
neutral, sin ser afectados. Honestamente creen que no hay pecado en estar
presente cuando está teniendo lugar toda esa iniquidad. David dijo en Salmos
101:3: “No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la
obra de los que se desvían; ninguno de ellos se acercará a mí” (Sal.
101:3). El patriarca Job declaró: “Hice pacto con mis ojos; ¿cómo,
pues, había yo de mirar a una virgen?” (Job 31:1). Estos hombres a
diferencia de la gran mayoría hoy, conocían su vulnerabilidad y debilidad en lo
que respecta a estímulo visual. Jeremías dijo en Lamentaciones 3:51: “Mis
ojos contristaron mi alma...” (Lm. 3:51). Aquí hay
sabiduría, lo que veo afecta mi corazón. Es imposible, sí,
literalmente imposible, ver sin ser afectados, para no decir mejor infectados.
El hombre sabio del libro de Proverbios dijo: “Sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Pr. 4:23).
El camino de acceso de Satanás al corazón es por medio de los ojos, ¿acaso el
Señor Jesucristo no dijo?: “Pero yo os digo que cualquiera que mira
a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt.
5:28).
Observar con los ojos, es
hacerlo con el corazón, porque los dos están conectados directamente. Por
consiguiente, tenga en mente este principio: ¿No afecta mi corazón todo lo que
observó en la televisión? ¡Ciertamente sí! ¿Acaso la televisión no anima más
que ningún otro medio el adulterio? Esta infiltración mental inevitablemente
conlleva al propio acto, el que terminan cometiendo incontables miles de
cristianos en todo el mundo. El deseo sexual, particularmente en los hombres,
se despierta a través del estímulo visual. Como Satanás sabe esto ha causado la
caída de muchos siervos de Dios. ¿Acaso el vergonzoso episodio del rey David
con Betsabé no ilustra nuestro punto? “Aconteció al año siguiente,
en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él
a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá;
pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se
levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio
desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.
Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé
hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y
vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se
volvió a su casa” (2 S. 11:1-4).
David en lugar de estar en
la batalla, se encontraba cómodamente en Sion, a pesar de que el profeta había
dicho: “¡Ay de los reposados en Sion, y de los confiados en el monte
de Samaria, los notables y principales entre las naciones, a los cuales acude
la casa de Israel! Pasad a Calne, y mirad; y de allí id a la gran Hamat;
descended luego a Gat de los filisteos; ved si son aquellos reinos mejores que
estos reinos, si su extensión es mayor que la vuestra, oh vosotros que dilatáis
el día malo, y acercáis la silla de iniquidad” (Am. 6:1-3). Al
encontrarse tan descansado y cómodo, paseando por el terrado de su casa,
terminó por darle pie a la tentación. Vio a la mujer sin ropa y el estímulo
visual fue algo más de lo que pudo soportar, la mirada se convirtió en
adulterio, lo demás de este hecho vergonzoso, es historia.
Muchos, como David, en el
día moderno siguen el mismo sendero de ruina moral y espiritual. Ahora es el
momento en que los cristianos que están completamente comprometidos libran una
batalla de consecuencias espirituales y eternas. Tristemente, muchos de los
hombres de Dios, como David se “encuentran reposando en Sion”.
Están solos en su hogar, van al terrado de su castillo, a la habitación en donde
tienen el televisor, y en su tiempo libre se dedican a presionar los botones
del control remoto del televisor, mirando uno y otro canal hasta que finalmente
encuentran programas que les satisfagan, y allí está, la mujer de sus sueños,
la mujer extraña de Proverbios 7:10: “Una mujer le sale al
encuentro, con atavío de ramera y astuta de corazón”, pero he
aquí “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura...” (Pr.
31:30).
Además de todo, “Mas
el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal
hace” (Pr. 6:32). El hermano A. W. Tozer se refirió a estas
bellezas en la televisión como “personas insignificantes con cuerpos
sinuosos, con el rostro de ángel, promiscuas y sin ningún tipo de moral”. Salomón
dijo: “No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con
sus ojos; porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado
de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón” (Pr. 6:25,26).
Para un hombre, ver a estas mujeres peligrosamente hermosas, vestidas para asesinar,
es una tentación que no puede resistir, “Engañoso es el corazón más que
todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”(Jer. 17:9). Ningún
hombre puede ver con sus ojos sin que el corazón se vea afectado, por muy
grandes personas que seamos sucumbimos a tentaciones menores que estas. “Huye
también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la
paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Ti. 2:22).
Esa es la Palabra de Dios para cada hombre moderno que piensa que es capaz de
ver sin caer. La pureza del corazón se mantiene huyendo de las pasiones,
recuerde la dura prueba por la que pasó José con la esposa de Potifar: “Aconteció
después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme
conmigo. Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se
preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que
tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado
sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal,
y pecaría contra Dios? Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para
acostarse al lado de ella, para estar con ella, aconteció que entró él un día
en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. Y ella lo
asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las
manos de ella, y huyó y salió” (Gn. 39:7-12). José, a diferencia
de muchos soldados de chocolate de hoy, conocía sus limitaciones, la única
esperanza para la preservación de la santidad moral era huir. Muchos hoy, en
lugar de huir de las pasiones juveniles, las provocan y estimulan al ver
televisión de continuo, hasta que terminan por convertirse en pecados
repugnantes de la carne. No asombra que la gloria de Dios se haya apartado de
nuestras iglesias cuando la mayoría de cristianos pasan más tiempo viendo
televisión que el que pasan leyendo la Biblia.
LOS ARGUMENTOS SUTILES EN
FAVOR DE LA TELEVISIÓN
El argumento obvio que surge
en este punto por los defensores ávidos de esta máquina diabólica, es que
podemos seleccionar lo que vemos, que sólo debemos ver lo que es bueno y
saludable, que no hay necesidad de exagerar y tirar el bebé con el agua del
baño. No tenemos por qué botar al bebé fuera de la casa, todo lo que tenemos
que hacer es desconectarlo. Hay violaciones a los principios de la Escritura de
principio a fin. Primero que todo es imposible ser completamente selectivo
cuando uno ve. Para comenzar, no podemos realmente saber el contenido un
programa en particular. Segundo, a menos que el programa haya sido escrito,
filmado, dirigido y editado por cristianos creyentes y comprometidos con la
Biblia, siempre habrá elementos perjudiciales en él. La única razón para que no
estemos de acuerdo con esto es “porque hemos andado en consejo de
malos, hemos estado en camino de pecadores” por tanto tiempo y hemos
sido influenciados por las filosofías humanistas en forma tan completa, que
honestamente no podemos discernir entre lo que es bueno y lo que es malo. “Pero
el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el
uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del
mal” (He. 5:14). Esos programas que parecen ser buenos en la
televisión o tal vez inofensivos, son sólo para carnada. Satanás, quien conoce
la curiosidad del hombre, ha colocado su caballo de madera sabiendo muy bien
que la mayoría no serán capaces de resistir la tentación de derribar sus
puertas espirituales a fin de hacerle un espacio en sus vidas.
LA TELEVISIÓN Y EL ÁRBOL DE
LA CIENCIA DEL BIEN Y DEL MAL
La televisión es un “árbol
de la ciencia del bien y del mal” (Gn. 2:17). Por favor, considere
este paralelo. El fruto del árbol era prohibido, así son la mayoría de
programas de televisión. El justificar o tolerar la televisión en base al poco
valor bueno y educacional que tiene, es lo mismo que decir que no hay nada de
malo con la revista Playboy, porque hay mucho en ella que no
es de naturaleza ofensiva. El material no ofensivo en la televisión es sólo una
sutil versión disfrazada de la oferta satánica original de que seremos “como
Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:5). La búsqueda por
conocimiento aparte de los medios escogidos por Dios, es de hecho una tentación
satánica. Estos medios están claramente dados así en 2 Pedro 1:5-9: “Vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a
la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto
fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os
dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es
ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”.
¿Se dio cuenta del orden
divino? “Fe... virtud [y]... conocimiento”.
Esto es de importancia vital cuando argumentamos en defensa de la televisión
como un instrumento educacional. El conocimiento que la televisión imparte está
manchado y en el mejor de los casos es “terrenal” y en
el peor “animal, diabólico” (Stg. 3:15). No añade fe,
ni mucho menos virtud, por el contrario es a expensas de
la fe y la virtud. Aunque ganemos
algún conocimiento bueno, es perjudicial y no ayuda, y tal como dice 1
Corintios 8:1, “El conocimiento envanece...” El
conocimiento ganado a expensas de la fe y la virtud,
lo cual incidentalmente es excelencia moral, no es la clase de conocimiento que
Dios quiere que aprendamos y la razón es que nos deja expuestos a una serie de
tentaciones y males. Permítame explicarle: A menudo el deseo de saber no es
otra cosa más que curiosidad pecaminosa. La curiosidad puede ser una cosa buena
y saludable, pero en la mayoría de los casos, es un deseo pecaminoso por probar
el fruto prohibido. La industria de la televisión prospera, debido a la codicia
del hombre por el fruto prohibido. El televidente es bombardeado de continuo
con escenas de las futuras atracciones, las cuales prometen satisfacer sus
sueños y deseos más desenfrenados por emociones fuertes, derramamiento de
sangre, eso sin mencionar las pasiones sexuales, la lascivia, la fascinación
mórbida por sangre, asesinatos y pandemónium.
Cada nuevo programa tiene
que ser más excitante que el anterior, para que así el televidente no pierda
rápidamente el interés, esta es la explicación obvia para el florecimiento
multimillonario de la industria del video, pero si no es más bien el reino de
las tentaciones satánicas por conocer el bien y el mal, entonces no sé qué es.
Los primeros que vieron televisión a finales de la década de 1950 y comienzos
de 1960, se impactaban por cualquiera indecencia o lenguaje cuestionable. Eso
era en los días cuando las personas todavía se ruborizaban. Hoy, esas mismas
personas se sientan por horas frente al televisor, sin que nada les afecte, o
les preocupe, ni siquiera la corriente continua de pornografía, vulgaridad,
blasfemia y sadismo, lo cual se derrama a borbollones en su sala familiar,
desde el suelo hasta el regazo de sus hijos. Pero... ¿Qué ha ocurrido?,
podríamos preguntar. La respuesta es simple: Un Caballo de Troya se encuentra
entre nosotros sin que lo hayamos detectado.
Satanás ha tenido éxito en
su diabólica maquinación. Nos ha atraído por medio de nuestro deseo de
saber “el bien y el mal”. La promesa, “seréis
como Dios, sabiendo el bien y el mal”, todavía permanece para los hijos
e hijas modernas de Adán y Eva. Aunque tal vez no nos guste la idea, hay
ciertas cosas que Dios no quiere que sepamos. Entre ellas “Qué programa
presentan esta noche por televisión”. Muchos cristianos resienten
abiertamente las restricciones impuestas por Dios en su Palabra, como por
ejemplo esta que dice: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del
mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn.
2:17). Ellos, como Adán en el huerto del Edén, han optado por creer esta
mentira, “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de
él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el
mal” (Gn. 3:4,5). Y así tristemente, multitudes han
sucumbido “en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y
dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1
Ti. 6:9). El pueblo de Dios hoy, ha optado por querer ser “como
Dios, sabiendo el bien y el mal”, en lugar de prestar atención a las
amonestaciones de Pedro, quien nos dice:
“Como hijos
obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia” (1 P. 1:14).
“Amados, yo os ruego
como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que
batallan contra el alma” (1 P. 2:11).
“Les prometen
libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido
por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2
P. 2:19). Esto nos lleva al otro mal que se origina de ver televisión.
Cautiverio y esclavitud
Cuando se demuestra clara y
bíblicamente que ver televisión no es sólo dañino, peligroso y
destructivo, sino que por encima de todo lo demás es desobediencia,
pero pese a todo, los cristianos continúan viéndola, hay que concluir que
existe un elemento espiritual de cautiverio y esclavitud involucrado. Podemos
incluso ir más allá y agregar, que para algunos, este es un territorio sobre el
cual Satanás tiene completo control en sus vidas. Quiero aclarar, que sé muy
bien que no todos los que ven televisión son necesariamente adictos. Sin
embargo, la prueba viene cuando uno es capaz de vencer o no, el hábito. Después
de orar y estudiar cuidadosamente la Escritura, sólo podemos concluir afirmando
que la televisión es un instrumento del Anticristo, colocado cuidadosa y
estratégicamente en nuestros hogares, para destruir nuestra efectividad para
Dios. Como este es el caso, el propósito de estos mensajes es demostrar que es
así, entonces podemos concluir que esos que continúan satisfaciendo la carne al
ver televisión, lo están haciendo en obediencia a otro amo, así sea terrenal o
demoníaco “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para
muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Ro. 6:16).
Hay una obediencia que es
pecado, tal como se ve claramente en el versículo que acabo de citar. Cuando
cedemos de continuo y en forma obediente a un deseo pecaminoso, dice Romanos
6:16 que somos “esclavos de aquel a quien obedecemos”.
Dice romanos 6:17-23: “Pero
gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de
corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados
del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por
vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros
miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para
santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque
cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué
fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el
fin de ellas es muerte. Más ahora que habéis sido libertados del pecado y
hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin,
la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es
vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Sólo tenemos que estudiar
este texto para demostrar que la esclavitud involucra
obediencia a un amo, no importa si es voluntaria o involuntariamente. A decir
verdad, creo que muchos cristianos saben que la televisión es mala y
honestamente desean verse libres de su esclavitud, a pesar de todo la adicción
es demasiado fuerte, los afectos y deseos han estado profundamente arraigados
por demasiado tiempo, de tal forma que la carne clama por ellos y la voz de la
conciencia es silenciada, eso sin decir que estamos apagando el Espíritu Santo.
Esto es una especie de adicción involuntaria o esclavitud, aunque hay otros a
quien nada les importa y su deseo sólo es sensual, no les preocupa las cosas
espirituales, “Estos son los. . . sensuales, que no tienen al
Espíritu” (Jud. 19). Hombres y mujeres “que goza[n] de
los deleites temporales del pecado” (He. 11:25). “Ciertamente,
si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el
conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son
vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les
hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo
conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha
acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca
lavada a revolcarse en el cieno” (2 P. 2:20-22).
La televisión no es nada más
que una ventana hacia el mundo, es un vehículo o medio, a través del cual,
miembros del pueblo de Dios que han sido comprados con su sangre, pueden una
vez más enredarse y ser vencidos por el mismo pecado de que fueron salvos.
Cuántos individuos pecadores y esclavizados han sido gloriosamente salvados,
sólo para enredarse nuevamente por ese perverso aparato que domina “Y
ejerce toda la autoridad de la primera bestia. . . ” (Ap. 13:12).
Es necesario que veamos la televisión por lo que realmente es. . .
UN INSTRUMENTO PERVERSO DEL
ANTICRISTO
El hogar cristiano, por no
decir mejor todos los hogares en el hemisferio occidental, han sido saqueados
por este enemigo, el que se encuentra entre nosotros, en un lugar estratégico,
e intenta permanecer allí hasta llevar a cabo su obra diabólica. “Por
tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el
profeta Daniel (el que lee, entienda)” (Mt. 24:15). Satanás está
preparando una generación para el Anticristo, un pueblo programado y preparado,
apto para el uso de su amo. La televisión ha hecho más que ningún otro medio,
en preparar y perjudicar a esta generación en ideología satánica. La televisión
es la voz de Satanás clamando en el desierto, “¡Preparen el camino del
señor Belcebú, dios de las moscas”. La televisión a no dudar, desempeñará
un papel importante al capacitar a la bestia, primero para prepararse y luego
para proseguir con su plan brillante y satánico de entronizarse a sí mismo como
el hombre de pecado, el hombre del 666. La televisión junto con las
computadoras, son los únicos medios de comunicación disponibles, por medio de
los cuales, toda la humanidad puede ver cualquier evento simultáneamente.
Cuando uno considera esto y luego lo que dice la Biblia acerca del reino de los
últimos días del Anticristo, es obvio que el diablo usará la televisión para
promover y luego presentarle al mundo el hombre de pecado. Considere estos
versículos:
“Vi una de sus
cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló
toda la tierra en pos de la bestia” (Ap. 13:3).
“Y adoraron al dragón
que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién
como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Ap.
13:4).
“Y la adoraron todos
los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la
vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap.
13:8).
“Y engaña a los
moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en
presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan
imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió” (Ap.
13:14).
Al leer estos pasajes de la
Escritura, es obvio que el Anticristo necesitará de varios medios mundiales de
comunicación para dictarle sus términos a “todos los moradores de la
tierra”. La televisión a no dudar desempeñará un papel de importancia
para ese tiempo cuando “. . . Hacía que a todos, pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha,
o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la
marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Ap.
13:16,17). El propósito principal de la televisión ha sido preparar por
propaganda. La indoctrinación, desensibilización y control de la mente, ha sido
la agenda por las últimas tres décadas. Uno tendría que ignorar voluntariamente
para no ver la conexión entre la aparición de la televisión y el gran colapso
moral y espiritual de esta última generación. Esto es lo que dice Proverbios
30:11-14 sobre la generación para el Anticristo: “Hay generación que
maldice a su padre y a su madre no bendice. Hay generación limpia en su propia
opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia. Hay generación cuyos ojos
son altivos y cuyos párpados están levantados en alto. Hay generación cuyos
dientes son espadas, y sus muelas cuchillos, para devorar a los pobres de la
tierra, y a los menesterosos de entre los hombres”.
La televisión ha sido el
medio de que se ha valido Satanás para lograr su propósito, en este caso para
preparar a las personas anunciando por opinión popular a la bestia y su nuevo
orden mundial, ateo y humanista. Como dice Proverbios, “Hay
generación que maldice a su padre. . . ”, Especialmente al Padre
Celestial. Esa generación es la nuestra, la de los adictos a la
televisión, la de esos hombres “amadores de los deleites más que
de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella. .
. ” (2 Ti. 3:4,5). La mente detrás de la televisión, o el cerebro
si así lo prefiere, es el mismo que está detrás de la institución de un
gobierno mundial para el Anticristo. No es otro que el propio Satanás “Y
la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca
como boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad” (Ap.
13:2).
“Y adoraron al dragón
que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién
como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Ap.
13:4). Note que estos versículos dicen que el Anticristo, la bestia, recibe su
poder, trono y grande autoridad del propio diablo. Satanás es la mente detrás
de todo esto y sus intenciones siguen siendo las mismas que tenía cuando dijo
por primera vez: “Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo” (Is. 14:14). Satanás intenta alcanzar
completamente su meta. La televisión ha desempeñado y continúa ejerciendo un
papel principal en la realización de esa conjura. Pero antes que Satanás pueda
ser entronizado, Dios debe ser destronado y la televisión ha ayudado en gran
manera a llevar a cabo esta meta. La gran mayoría de cristianos ven televisión
en una base regular, día a día, semana a semana, año tras año. Dios sin duda es
destronado poco a poco en los corazones de esas personas. La oración, el ayuno,
la lectura de la Biblia, la memorización de versículos, esto sin mencionar la
asistencia a la iglesia, todo ha venido a ocupar un segundo lugar para cederle
un primer lugar “A la bestia que sube del piso, que tiene siete
películas y diez antenas, y en sus antenas diez canales, y en cada película un
nombre blasfemo”. Antes que Dios pueda ser destronado en el mundo, primero
tiene que ser destronado en los corazones de su pueblo. Cuando la iglesia esté
en silencio porque las arterias de su corazón están obstruidas con la inmundicia
moral, entonces vendrá “El reino del Anticristo y se hará su voluntad
en la tierra como entre todos sus demonios”.
A este punto debo hacer
notar que nada de esto ha tomado a Dios por sorpresa. Hablar de destronar a
Dios, es imposible, porque es Todopoderoso, Omnisciente, Omnipresente, eso sin
mencionar que es eternamente perfecto y glorioso. Realmente a él no le afecta
para nada, todo este frenético y tortuoso clamor de Satanás. El destronamiento
de Dios es simplemente en apariencia, él en su sabiduría permite que las cosas
sean como son, a fin de revelar en forma más plena su gloria y poder en el
derrocamiento final del diablo y su reino.
“Y la bestia fue
apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las
señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la
bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de
un lago de fuego que arde con azufre” (Ap.
19:20).
“Y el diablo que los
engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el
falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los
siglos” (Ap. 20:10).
Aunque Dios es más grande
que todo esto, el punto completo que quiero dejar claro, es que Satanás desea
un reino y un reino debe tener súbditos a los cuales hay que enseñarles las
reglas, y la televisión es la regla. Es una de las más grandes tragedias
espirituales de todos los tiempos que tantos hijos de Dios, en lugar de prestar
atención a esta amonestación del apóstol Pablo, quien dijo: “No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta” (Ro. 12:2), por “el lavamiento
del agua por la palabra” (Ef. 5:26), se están conformando
sutilmente a la imagen del Anticristo, mediante la ingestión constante del
dogma malsano y dañino de la televisión. La televisión como Absalón se ha
robado los corazones del pueblo de Dios, apartándolos de su Rey verdadero.
Muchos cristianos son envenenados y corrompidos casi hasta el punto de ser
irreconocibles, porque su lealtad radica, no en el gobierno verdadero de Dios,
sino en Babilonia y su rey falsificado, “. . . la gran ciudad, que
estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de
oro, de piedras preciosas y de perlas!” (Ap. 18:16). La semejanza
de Cristo ya no se refleja en nosotros, el ver televisión nos ha sometido tanto
al mundo que ya no podemos discernir más entre la oscuridad y la luz. En lugar
de eso vivimos en un mundo de compromiso enfermizo y estamos como Sansón, quien
no “sabía que Jehová ya se había apartado de él”. La mayoría
de cristianos ya no identifican el mundo por lo que realmente es, sino que más
bien lo ven como un amigo, como un amigo íntimo, tan íntimo de hecho, que le
permitimos la entrada y lo colocamos en el lugar más íntimo y privado del
hogar, ¡en la habitación en que dormimos! ¡Y hasta en la habitación de los
niños! ¿Y cómo es el que mundo ha penetrado en esos lugares tan sagrados? Claro
está, por medio de la televisión. Tanto confiamos en el televisor, que muchos
padres ahora le han encomendado la más sagrada de todas las obligaciones
maternales, la de niñera.
¿QUÉ EFECTO TIENE LA
TELEVISIÓN EN LOS NIÑOS?
Esa es una buena pregunta,
una que cada padre cristiano necesita saber y responder. Sin consultar a los
expertos del mundo, y examinando las estadísticas, la ciencia del
comportamiento y demás, trataremos de exponer algunos de los efectos más obvios
que tiene la televisión en nuestros hijos, quienes incidentalmente son “.
. . herencia de Jehová. . . ” (Sal. 127:3) y por quienes tendremos
que rendir cuentas a Dios. No tenemos que consultar a expertos seculares, la
Palabra de Dios es completamente clara respecto al efecto que tiene el ver
televisión en nuestra preciosa descendencia. Dice 1 Corintios 15:33: “No
erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. Esto
lo resume todo en forma bien clara. La televisión impedirá el crecimiento
espiritual de los niños. Su comportamiento espiritual se corromperá por la
comunicación constante de cosas diabólicas en su sensible y pequeño
espíritu. “La mujer sabia edifica su casa; más la necia con sus
manos la derriba” (Pr. 14:1).
La televisión básicamente
deshace cada cosa que hacemos moral y espiritualmente para ayudar a nuestros
hijos. Cuando oramos por ellos, los enseñamos, amonestamos y disciplinamos, los
niños comienzan a “. . . crece(r) en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18). Pero todo lo
bueno que hacemos por medio de la gracia que Dios les imparte, se destruye de
inmediato cada vez que encendemos el receptor de televisión. Cuando los padres
permiten y aprueban la televisión, los niños se ven confrontados con valores
en conflicto. Como les permiten que se sometan al mal en la televisión,
suponen que sus padres lo aprueban y esa es la causa que rechacen los valores
espirituales como pura hipocresía. Muchos hijos ven a sus padres como religiosos
hipócritas, porque les enseñan que rechacen el mal, mientras que permiten que
lo vean de continuo en la televisión en el hogar.
A menudo cuando el mal se
escapa de las manos, en lugar de que el padre o la madre lo rechacen, mandan a
dormir a los niños quienes obedecen enojados y quejándose porque sus deseos
sexuales se han excitado por los avances cinematográficos y no pueden
satisfacer sus necesidades viendo toda la película. Esos deseos que ya fueron
estimulados tendrán que ser satisfechos de una forma u otra. Esta es la
plataforma de lanzamiento para toda clase de iniquidad en la vida de nuestros
hijos, quienes se sienten frustrados por las restricciones inconsistentes que
imponemos sobre ellos, en respuesta a la culpa que sentimos debido a la lujuria
de muchos programas. Sin embargo, a pesar de todo seguimos conservando el
televisor. “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros
hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Ef.
6:4).
La televisión, a este punto
de la experiencia de un niño, constituye una fuente de gran tentación para él.
Le promete la forma de realizarse sexualmente, ¡pero sus padres se la prohíben!
Esto es “Provo (car) a ira a [n]nuestros hijos”. Muchas
veces no es la preocupación auténtica paterna lo que obliga a los padres a
mandar a los niños a dormir, sino la vergüenza y el pudor por la naturaleza tan
pecaminosa y perversa de los programas. Así le impongamos o no reglas a
nuestros hijos para ver la televisión, el resultado es el mismo, porque de
todas maneras permitimos que se estimulen sus deseos y curiosidad, sin estar
equipado para tratar con estas cosas. Es decir que los hemos llevado de
regreso “al árbol de la ciencia del bien y del mal”. Los
niños que están expuestos de continuo al mal, imitarán el mal, incluso el viejo
dicho mundano dice “Que los niños imitan lo que ven”. Y como
nuestros queridos hijos niños son bombardeados con la inmundicia de la
televisión, llegan a contaminarse en el espíritu, sus preciosas mentes se
contaminan y pervierten. Sus cuerpos, en lugar de ser “templo de
Dios” se convierten en “. . . habitación de demonios y
guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y
aborrecible” (Ap. 18:2).
Muchos niños de hogares
cristianos están condenándose más por la televisión, que por cualquier otra
cosa. Si su niño ya se ha descarriado, pregúntese a sí mismo, ¿a quién debe
culpar? No culpe a Dios, a la iglesia o al grupo de jóvenes, ni siquiera culpe
al mundo, acuérdese de la ciudad de Troya. Los troyanos con sus propias manos
arrastraron el caballo hacia la ciudad y lo colocaron en un lugar central,
fueron advertidos, pero la naturaleza fascinante del caballo los desarmó. Ellos
mismos provocaron su propia ruina porque fallaron en discernir la mano del
enemigo. Cuántos miles de hogares cristianos están en tormento y en ruina hoy.
Cuántos de las preciosas ovejas de Dios se han estropeado de por vida debido a
los efectos ponzoñosos de los programas perversos en la televisión, ¿y quién se
atreve a decir una palabra? Los púlpitos a través del mundo permanecen
silenciosos ante el peligro obvio de una máquina tan malvada, y la razón es
porque muchos pastores del rebaño de Dios también han sido seducidos por la “extraña
que ablanda sus palabras” (Pr. 7:5). ¿Podrán nuestros hijos soportar
estos días diabólicos en que los líderes de la iglesia han sucumbido víctimas
de los cánticos seductores del mundo?
La televisión no sólo tienta
a nuestros niños y los provoca a ira, sino que los inicia en las filosofías de
la Nueva Era de sabiduría satánica, hechicería y ocultismo. Les enseña a
rechazar todo lo que es bíblico y pertenece a Dios. Delante de sus propios ojos
convierte a sus hijos en ateos, que se burlan y hacen mofa de todas las cosas
que conciernen a “. . . la fe que ha sido una vez dada a los
santos” (Jud. 3). Se convierten en escépticos y ridiculizan todo
lo que es sano y bueno ante los ojos de Dios. El humanismo crudo y ateo que
ingieren en dosis constantes termina por endurecer las arterias espirituales de
ellos hasta que se convierten en paganos y ateos quienes no desean nada más que
una vida de placer y egoísmo, terminando finalmente en destrucción y perdición.
Se tornan rebeldes e incontrolables, primero en su corazón y luego terminan
exteriorizándolo. Esto va aumentando en forma constante hasta que las cosas de
Dios les llegan a ser detestables, pierden interés en la iglesia, no leen la
Biblia ni oran, se tornan amargados porque a veces tienen que ocultar sus
verdaderos sentimientos bajo el disfraz obligado de la religiosidad, incluso
mucho más cuando el tiempo que tienen que pasar en la iglesia les usurpa la
libertad y el tiempo que podrían pasar con amigos mundanos. Algunos hasta
dicen: “Ya estamos llevando las cosas demasiado lejos, ¿cierto?”.
Pregúntele a cualquier padre con adolescentes que se han convertido en
pecadores reincidentes, que ellos podrán darle testimonio del escenario. No
todos los jóvenes responden de la misma forma, algunos son más lentos que otros
para mostrar las señales mortales, no obstante una vez que ha comenzado el
proceso de envenenamiento, continuará y llevará a cabo su mortal labor, a menos
que se le haga un alto a la ingestión diaria y el joven reciba en su lugar una
dieta espiritual sana. El ver diariamente comedias inmorales, morbosas y
blasfemas, relaciones adúlteras, asesinatos y violencia de naturaleza
demoníaca, eso sin mencionar la evolución, el humanismo, ateísmo, rebelión,
etc., es más de lo que una mente joven puede soportar sin ser afectada en forma
permanente, incluso dañada.
La televisión también
estimula la pereza y la haraganería en los niños. Sus facultades creativas
quedan en estado latente, y en lugar de ser personas constructivas que
desarrollan los talentos y habilidades que les ha otorgado Dios, se convierten
en individuos que no producen, incluso destructivos. Como la televisión es la
que piensa por ellos, se convierten en seres sin inteligencia incapaces de
adoptar decisiones razonables, programados y carentes de vida. Su creatividad
se extingue por el entretenimiento centrado en una programación no
constructiva. No se les enseña a pensar, sino que más bien que otros lo hagan
por ellos. En lugar de usar sus recursos, aprenden a abusar de ellos, muchos
van por la vida fallando incluso en reconocer que Dios les ha dado esos dones y
talentos para que los utilicen para la gloria de su Creador. La televisión les
enseña a los niños de que el mundo le pertenece a los hermosos y ricos, y
cuando comparan su existencia con la de la televisión, se dan cuenta que la
suya está muy distante. La televisión promueve de continuo el descontento en la
vida de los niños, quienes primero llegan a sentirse molestos consigo mismo
porque no pueden competir con la belleza, éxito y talentos abundantes de los
magnates de Hollywood. Un mundo de fantasía se convierte en algo real para
ellos y se engañan pensando que hay una vida tal como la que presentan en la
televisión. La vida en el hogar se torna aburrida e irreal y el niño se siente
una vez más tentado a rechazar la voluntad de Dios para él a cambio de la
falsificación satánica que les ofrece la televisión.
La mayor parte de esta
tortuosa labor se lleva a cabo sin conocimiento de los padres, incluso ni el
propio niño sabe siquiera lo que está ocurriendo, todo lo que sabe es que no se
siente contento en el hogar, y que la iglesia y Dios ciertamente no son la
respuesta para él. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Que “. . . Un enemigo
ha hecho esto” (Mt. 13:28). Bajo nuestras propias narices Satanás
se ha robado el corazón de nuestros hijos, ¿acaso no era ese el propósito del
Caballo de Troya? Penetrar en el castillo con el beneplácito de sus
propietarios y luego aprovecharse de que se le consideraba un amigo, incluso un
objeto de veneración, para llevar a cabo la traición. Qué tristeza que los
cristianos hayan fallado en detectar este gran enemigo de sus propias almas.
Pero lo que es aún más triste, es que después que el Espíritu Santo ha aplicado
la Palabra de Dios a esta herida dolorosa, muchos del pueblo de Dios todavía
permiten que Satanás siga reinando. El Señor Jesucristo le dijo a la Iglesia de
Pérgamo, “Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono
de Satanás. . . ” (Ap. 2:13). El trono de Satanás se encuentra hoy
en la parte central de los hogares de muchos cristianos que han experimentado el
nuevo nacimiento, incluso muchas veces esta imagen se encuentra en el lugar más
importante de la casa, “. . . la imagen del celo, la que provoca a
celos” (Ez. 8:3).
LA TELEVISIÓN ES EL VOCERO
DE SATANÁS
Se dice de la bestia y
también puede decirse de la televisión: “También se le dio boca que
hablaba grandes cosas y blasfemias. . . Y abrió su boca en blasfemias contra
Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el
cielo” (Ap. 13:5,6). La televisión es el vocero de Satanás.
Mediante esta moderna tecnología Satanás ha podido obtener un auditorio y una
audiencia, quien no sólo escucha regocijada a su blasfemia, sino que incluso se
divierte con ella. En la televisión se hace mofa de Dios y se blasfema su
nombre diariamente, incluso cada hora. A pesar de todo, cristianos que aseguran
amar a Dios, todavía continúan cometiendo adulterio espiritual con esta máquina
insidiosa y lo que es peor, con su maestro aún más insidioso. Vergüenza debería
sentir cualquier cristiano que continúa escuchando esta cadena interminable de
blasfemia e inmundicia. Si la iglesia estuviera donde debería estar en su
relación con Dios, los cristianos que continúan viendo televisión serían
disciplinados por la iglesia, especialmente a esos que son tan fanáticos. El
apóstol Santiago pregunta: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la
amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser
amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4).
El someternos de continuo a
la inmundicia y blasfemia de la televisión implica que nuestra relación con
ella no es de un simple conocido, sino más bien una de amistad íntima. ¿Acaso
no es esa una de las formas como el mundo prueba la amistad, siendo tolerante y
aceptando al amigo sin importar cómo se comporta? Así es como la mayoría de
personas responden a la televisión, y al hacerlo se colocan a sí mismos en
enemistad contra Dios, no sólo como enemigos de Dios sino, sino que también son
culpables de idolatría en primer grado.
LA TELEVISIÓN ES UN ÍDOLO Y
UNA IMAGEN
Si uno se tomara un tiempo
para estudiar el tema de la idolatría en la Biblia, pronto descubriría que la
veneración y la lealtad que se le da a la televisión es peligrosamente similar
a esa que muestran los paganos a sus dioses falsos e imágenes. Cualquiera que
permanezca sentado en posición de adoración en presencia del televisor debería
sentir gran temor, porque de hecho está a punto de violar los dos primeros de
los diez mandamientos. “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No
te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni
abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a
ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que
visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me aborrecen” (Ex. 20:3-5).
Un ídolo es simplemente
cualquier cosa o persona colocada en el lugar de Dios. La televisión sin duda
se ajusta a esta descripción. El televisor usualmente ocupa el lugar central en
el hogar. La habitación principal de muchos hogares cristianos está arreglados
cuidadosamente a fin de que todos puedan estar sentados cómodamente para
reverenciar a la bestia y asombrarse con gran admiración. A menudo se hace una
especie de altar o un lugar alto en su honor a fin de que ocupe una posición
exaltada y de veneración, incluso a veces está coronada con un ornamento o un
jarrón con flores para contrarrestar su apariencia mecánica no humana. A pesar
de todo el honor y reverencia que se le da, la televisión es de cierta forma un
capataz y requiere toda la obediencia de sus fieles discípulos, algo así como
el Faraón que no conocía a José. A nadie se le permite hablar mientras la
bestia está hablando, eso por el temor de que la audiencia pueda perder una
parte vital de su gran oratoria, y también nadie debe considerarse culpable de
hacer otra cosa más que estar de rodillas o sentado en un asiento mientras se
encuentra en la misma habitación, por temor de distraer a otro discípulo en una
actitud de adoración.
La televisión le demanda
puntualidad y fidelidad a todos esos que desean honrar su presencia. Y lo que
es completamente asombroso es que muchos discípulos ardientes se las arreglan
para estar allí bien adelantados para el programa, a pesar de que nunca pueden
llegar a tiempo a los servicios de la iglesia, bien raro, ¿cierto?
Tristemente, la televisión
como cualquier otro dios falso, promete mucho, pero es incapaz de impartirle a
sus seguidores cualquier cosa de verdadero valor espiritual. En lugar de eso
trae pobreza espiritual, descontento e incluso ruina, “Manteniendo
la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe
algunos” (1 Ti. 1:19). Es mucho más lo que podríamos decir con
respecto a la naturaleza idólatra de ver televisión, pero vamos a contentarnos
con este otro pensamiento adicional.
En el Nuevo Testamento, la
idolatría se define más claramente no sólo como colocar una imagen o un ídolo,
sino también como poner nuestro corazón y afecto en otra cosa más que la
voluntad de Dios. “Avaricia” es el término que usa la
Biblia para describir este pecado particular: “Haced morir, pues, lo
terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos
deseos y avaricia, que es idolatría” (Col. 3:5). Buena parte del
tiempo que se emplea en la transmisión de programas de televisión se paga con
la propaganda de personas que anuncian sus productos y servicios. La gran
cantidad de tiempo, los talentos de Hollywood, esto sin mencionar los gastos en
que se incurre para realizar estos comerciales, debería ser advertencia
suficiente para nosotros de los motivos siniestros detrás de ellos. Como los
sentidos son tentados visual y auditivamente, el corazón es engañado. Los
efectos especiales acoplados con música sensual de origen satánico, exponen al
televidente a una hueste de tentaciones sutiles. Los mensajes subliminales y
las películas son implantadas en la mente alimentando la vieja naturaleza ya
corrupta, siendo el resultado de todo, un total descontento, incluso una
rebelión absoluta en contra de la vida de autonegación a que nos ha llamado
Cristo: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).
La avaricia que fomenta en
el corazón los comerciales de televisión, está en contradicción directa con la
enseñanza bíblica, de que “Así que, teniendo sustento y abrigo,
estemos contentos con esto” (1 Ti. 6:8). El descontento con que
viven de continuo la gran mayoría de cristianos, es el fruto de su estilo de
vida idólatra. Se ha rechazado al Señor Jesucristo, el materialismo fomentado
por ver televisión de continuo, y otras asociaciones mundanas ha usurpado su
legítimo lugar en el trono del corazón. El espíritu de Laodicea está sobre
nosotros, la tibieza y la apatía han reemplazado al celo y la vigilancia.
Nuestra falla en prestar
atención a las advertencias de la Escritura, con respecto al escenario del
enemigo en los últimos días, nos ha dejado destituidos de poder y
discernimiento, incluso hasta nuestros pastores y maestros han fallado en
detectar y exponer al enemigo que se introdujo entre nosotros. Es más allá de
lo que podamos pensar, que hombres pastoreando en iglesias llamadas bíblicas,
hayan permanecido silenciosos todos estos años respecto a los peligros
inherentes en esta máquina perversa. Hombres que son completamente
quisquillosos sobre temas no esenciales, incluso hasta llegar al punto de
dividir iglesias, han evitado por completo el tema de la televisión. No es a
eso que se estaba refiriendo el Señor Jesucristo cuando dijo “¡Guías
ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” (Mt.
23:24). No son pocos los creyentes de la misma persuasión bíblica que están más
que dispuestos a argumentar de las virtudes y valores de la televisión para
mantenernos al día con los eventos y acontecimientos. Pero... ¿no hace lo mismo
un periódico o una buena revista de noticias? Con tantos que promueven sus
virtudes, ¿dónde están esos que protestan sobre su veneno? No debe asombrarnos,
porque muchos de nuestros predicadores, algunos considerados hombres enérgicos
de nuestro día moderno, creyentes en la Biblia, después de tener un duro día en
el púlpito, ven en el juego de pelota el domingo por televisión, incluyendo los
comerciales, o lo que es todavía peor, que quizá ven la película de la media
noche o algún espectáculo. La mayoría de predicadores no pueden recordar la
última vez que pasaron el día en ayuno y oración, pero no tienen problemas para
decirle quién ganó el juego la semana pasada. Nuestros púlpitos, apreciados
amigos, están silenciosos porque muchos de nuestros pastores también han sido
fascinados por la naturaleza impresionante de este Caballo de Troya.
EL SILENCIO EN NUESTROS
PÚLPITOS ES UN MAL MAYOR QUE EL PROPIO ÍDOLO
“Por tanto, mirad por
vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros
lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hch.
20:28,29).
El predicador en una iglesia
bíblica local tiene fama por clamar en contra del pecado, las herejías y todo
tipo de enseñanzas falsas. Y con derecho porque está actuando en obediencia a
versículos tales como esos que acabé de citar. Se nos dice que llegarán a las
iglesias locales muchos lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño, por esta
causa Pablo amonesta a los ancianos de Éfeso que primero “Vean por
ellos mismos” y luego “por todo el rebaño”. Una
tragedia grande y penosa ha tenido lugar en nuestra generación. Un lobo se ha
introducido entre las ovejas, sin ser detectado por nuestros líderes, y
tristemente muchos del rebaño han sido devorados, y todo lo que le queda por
hacer a los pastores, es como los pastores en Amós 3:12, “...
libra(r) de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así
escaparán...” Centenas incontables de familias cristianas, desde
creyentes en la Biblia, hasta iglesias con sana predicación cristiana, se
encuentran en estado de ruina espiritual, porque han permitido que se crea,
debido a su silencio desde el púlpito, que la televisión no es nada más que un
electrodoméstico inofensivo con tanto peligro moral como el horno de
microondas. Por la razón que sea, este silencio continuo es un gran mal y un
engaño. El pueblo de Dios debe ser advertido, lo que hagan con la advertencia
es cosa de ellos y Dios. Esto es lo que dice Isaías 58:1 sobre la
responsabilidad del pastor: “Clama a voz en cuello, no te detengas;
alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de
Jacob su pecado”.
El pastor que permanece
silencioso se compara con el atalaya de Ezequiel 3:17,18: “Hijo de
hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la
palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío:
De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea
apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad,
pero su sangre demandaré de tu mano”. Qué acusación tan tremenda contra
todos los que somos pastores del rebaño de Dios, haber sido negligentes en
advertir a las ovejas del lobo hambriento. Tristemente para algunos
predicadores el costo será demasiado alto para rectificar esta situación tan
triste. Y tendrán que acabar diciendo: He “sido heraldo para
otros, (y) yo mismo venga a ser eliminado” (1
Co. 9:27), “Mi propia familia es adicta y si hago como dice Nehemías
13:8 ‘y arrojó todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la
cámara’, acarrearé el anatema de mi esposa e hijos sobre mi cabeza,
ellos no sabrían que hacer sin la tele”. Muchos de los hombres de Dios
están en este grave apuro, porque si derriban el altar de la televisión pondrán
sus vidas en peligro, tal como le pasó a Gedeón, de quien la Escritura: “Por
la mañana, cuando los de la ciudad se levantaron, he aquí que el altar de Baal
estaba derribado, y cortada la imagen de Asera que estaba junto a él... Y se
dijeron unos a otros: ¿Quién ha hecho esto? Y buscando e inquiriendo, les
dijeron: Gedeón hijo de Joás lo ha hecho. Entonces los hombres de la ciudad
dijeron a Joás: Saca a tu hijo para que muera, porque ha derribado el altar de
Baal y ha cortado la imagen de Asera que estaba junto a él” (Jue.
6:28-30).
Obviamente esta es una forma
figurada de hablar, pero cuántos pastores, líderes de iglesias, esposos y
padres cristianos han permitido que la televisión virtualmente reine en sus
hogares sin contienda, sólo para mantener la paz, tal como dice Proverbios
29:25, que “El temor del hombre pondrá lazo...” Si este
es su caso, apreciado hermano, Dios tenga misericordia de usted y acepte el
consejo del profeta del Antiguo Testamento: “Ceñíos y lamentad,
sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi
Dios; porque quitada es de la casa de vuestro Dios la ofrenda y la libación.
Proclamad ayuno, convocad a asamblea; congregad a los ancianos y a todos los
moradores de la tierra en la casa de Jehová vuestro Dios, y clamad a
Jehová” (Jl. 1:13,14).
ESCUCHEMOS LA CONCLUSIÓN DE
TODO EL ASUNTO
Esta breve y poco
profesional serie de mensajes, son un llamado al arrepentimiento, primero para
esos en el púlpito y segundo para el resto que se sienta en los bancos.
Entiendo que para muchos este tipo de arrepentimiento será demasiado costoso.
El “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil.
3:14) es un camino estrecho para tomar en este día de complaciente libertad
cristiana, “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;
solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por
amor los unos a los otros” (Gá 5:13). Es mi más sincera oración
que algunos presten atención y tomen seriamente la prohibición de la
Escritura, “Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén” (1
Jn. 5:21) al hacerlo corten con la televisión. Si después de escuchar o leer
esta serie de mensajes el Espíritu Santo lo convence para dar un paso de fe,
por favor considere el importante principio de la Palabra de Dios. Cualquier
cosa pecaminosa que es removida de la vida de un creyente, necesita ser
reemplazado con algo espiritualmente positivo de un valor igual, a eso se le
llama principio de reemplazo. Efesios 4:22-24 es la enseñanza bíblica sobre
este tema: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del
viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en
el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en
la justicia y santidad de la verdad”.
Si va a deshacerse de la
televisión, la familia necesitará algo espiritualmente positivo que ocupe su
lugar, estamos prescribiendo 1 Tesalonicenses 1:9, que se “conviertan
de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”, por
consiguiente es necesario implementar una alternativa espiritualmente saludable.
Un tiempo de devoción familiar sería el mejor lugar para comenzar, y luego
cosas creativas para que la familia las haga unida, al igual que como
individuos. El leer la Biblia y buenos libros cristianos sería el reemplazo
obvio dado por Dios en este caso. Esta victoria no se ganará sin un gran
conflicto en el reino espiritual, no espere apoyo de otros cristianos,
probablemente no lo comprenderán, e incluso hasta podrá ser ridiculizado,
estará en buena compañía, “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento,
llevando su vituperio” (He. 13:13). El Señor Jesucristo fue
ridiculizado por su patrón de pureza, y así han sido todos los fieles que
vivieron y murieron hasta este día. Que Dios le bendiga ricamente y lo anime
para que disfrute de una libertad fructífera y renovada al dar este gran paso
de fe y obediencia.
Ya para concluir, permítame
darles una breve palabra de advertencia a esos que están pensando en usar sólo videos,
que recuerden la debilidad de la carne, si no puede confiar en sí mismo o en su
familia, de que sólo verán videos de una buena y sana naturaleza ministerial,
usted está “proveyendo para los deseos de la carne” (Ro.
13:14). Cuando un hombre clama que es guiado por algún tipo de ministerio de
videos, parecería obvio que ha equivocado su llamado. Dios no nos tienta. “Cuando
alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Stg1:13).
¿Por qué pueden hacer unos pocos buenos videos? Los apóstoles vivieron bien sin
ellos. La Escritura es clara, si un hombre no se puede reprimir, debe obedecer
a Dios y no proveer para su carne pecadora. Si la televisión es una fuente
continua de tentación para usted y su familia, ¡debe deshacerse de ella! Si
después de todo está determinado a conservarla, recuerde que tendrá que darle
cuenta a Dios si alguien, incluso por su negligencia y falta de
consideración “con el hermano más débil” sufre daño
espiritual. “Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser
tropezadero para los débiles” (1 Co. 8:9).
Autor David Crowe
Se permite el uso de este articulo sin animo de lucro y citando al autor y Evangelio Primitivo como fuente
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