Doctrinas de la Gracia

12 ene 2020

Santidad en la vida cristiana…. y también ocio, películas y música



Dr. Peter Masters

¿Se ve obstaculizada nuestra continua santificación por la mundanalidad? ¿Se ha detenido la “resurrección moral” de la que habla Pablo? A continuación veremos cómo podemos volver a descubrir el poder secreto.

“Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte” (Filipenses 3:10).

Es posible malinterpretar estas palabras y pensar que Pablo está esperando el día de la resurrección futuro. Algunos han pensado que deseaba el martirio y que esto es lo que quiere decir cuando habla de conocer la participación de los padecimientos de Cristo. Pero Pablo se está refiriendo claramente a conocer el poder de la resurrección como una experiencia actual en su vida. En otras palabras, está aludiendo a la transformación continua de su propia vida a una de mayor piedad y describe este proceso como una resurrección moral y espiritual.

Novedad de vida
        El poder mismo por el cual Cristo hizo estallar las ligaduras de la muerte está funcionando en su pueblo en la santificación. Empezó a actuar en la conversión, cuando el poder de la resurrección emancipó la mente para que comprendiéramos las verdades salvíficas que con anterioridad no significaban nada para nosotros.

Tal vez un creyente que te evangelizaba te dijo alguna vez: “Todas las personas son pecadoras”, y tú no lo aceptaste. Retrocediste y respondiste: “Eso es absurdo; hay mucha gente buena”. No podías aceptar que nadie ha alcanzado la gloria de Dios y que, por naturaleza, todas las personas son depravadas pecaminosas y corruptas. Quedaste horrorizado ante la idea de que nadie merecía estar delante de Dios y que todos están condenados, perdidos.

Pero entonces, por el poder de la resurrección, el poder que da vida, tus ojos se abrieron y cambiaste de opinión. Dijiste: “¿Por qué no podía ver esto antes? Veo esa corrupción en mí mismo. Ahora la veo en todo el mundo, un mundo que no puede controlar su odio, su extorsión, su opresión y sus guerras. Veo el pecado en toda la vida comercial y privada, lo veo en mí mismo como nunca antes lo había visto”. El poder de la resurrección visitó tu mente, impartiendo un nuevo entendimiento.

Al mismo tiempo, el poder de la resurrección transformó tu carácter y te dio una nueva naturaleza, para que las cosas que te dominaban antes ya no tuvieran el mismo poder sobre ti. Seguías siendo un pecador, pero el pecado se había convertido en tu enemigo y lo odiabas, y anhelabas verte libre de él. Nuevos gustos, valores y aspiraciones fueron plantados en ti, y todo por el poder vivificador de Cristo.

Que la obra de ese poder de resurrección continúe en la vida de cada creyente, para que cuando tengamos que hacer frente a la pérdida de tiempo y a los programas impíos de televisión, o a cualquier otra atracción que no edifique, que sea improductiva y hasta pecaminosa, la voluntad renovada (nuestra toma de decisiones, nuestra determinación, la facultad volitiva) lleve nuestra mente a mejores cosas.

Pensemos por un momento en nuestros distintos pasatiempos e intereses. ¿Qué podemos hacer en este mundo? Existen muchos intereses terrenales, actividades y formas de esparcimiento que no son directamente espirituales y que son admisibles para los creyentes. En cierto modo, Dios nos ha dado todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Podemos, por ejemplo, visitar lugares hermosos. Si tenemos la energía suficiente podemos emprender actividades físicas y deportivas. Puede gustarnos visitar lugares de interés histórico o dedicarnos a la lectura histórica. O tal vez tengamos interés en la forma en que funcionan las cosas y en los triunfos del descubrimiento humano, observándolos y aprendiendo sobre ellos.

La música y la aventura
        Es posible que la buena música nos interese y hasta nos sea gratificante, y que quizás disfrutemos hasta cierto punto de la ficción instructiva, pero en todos estos tipos de cosas tenemos que estar seguros de que son saludables. No les prohibiríamos a los jóvenes exponerse a la aventura e incluso a lo espectacular. Hay muchas cosas que pueden atraer nuestra mente de un modo legítimo, ocuparnos y envolvernos. Pero hagamos lo que hagamos, tenemos que mantener estándares piadosos y poner a prueba nuestros intereses e ideas.

Asimismo, debemos racionar incluso las cosas legítimas no vaya a ser que sustituyan a Cristo y su servicio, y estorben el proceso de resurrección espiritual que se está desarrollando en nuestra vida, estropeando nuestros gustos.

La música moderna de entretenimiento de la peor especie está por todas partes, entrometiéndose constantemente en la vida. En el pasado, los cristianos ignoraban las canciones populares, las consideraban parte de este mundo y pertenecientes a la vieja vida. En torno a mediados de la década de 1950, las canciones pop cayeron en picado y su contenido moral se volvió incluso peor de lo que era antes, constituyendo una campaña obvia y orquestada contra los principios de Dios y fomentando justo la conducta opuesta. El mundo de la música de entretenimiento popular se convirtió cada vez más en un ataque sin cuartel contra la autoridad, el orden y la educación, compitiendo por una permisividad sexual sin restricciones, el narcisismo y la auto-gratificación.

Esta cultura se convirtió en un mensaje poderoso y peligroso, que se opone a todo lo santo y lo noble. Sorprendentemente, al desarrollarse, muchos cristianos rompieron con su tradición de mantenerse distantes, y se rindieron ante sus ritmos y sus letras seductores. Pero se trataba de una cultura de “propaganda” diseñada para apartar a la sociedad de Dios y hacer que se rebelara contra él. Los cristianos no deben darle cabida a lo que sus predecesores rechazaron.

Adaptar la música de entretenimiento del mundo para la adoración y adoptarla fue un desarrollo sorprendente y, ciertamente, desobediente a los mandamientos y principios contundentes de las Escrituras. Es incorrecto utilizarla en la adoración y también lo es aceptarla en el ocio y el placer personales. Algunas personas me han dicho que escuchan rock y pop, incluso siendo creyentes. Otras han reconocido que tuvieron una mala conciencia por ello cuando estaban recién convertidas, pero posteriormente lo superaron y dejaron a un lado estos pensamientos.

Diseñada para esclavizar
        Amados amigos, esto es del mundo. Es la producción del príncipe de la potestad del aire, canalizado a la sociedad desde grupos bajo los efectos de las drogas, artistas notablemente impíos y rebeldes. Fue creada para atrapar a las personas. Se presenta bajo una forma poderosamente rítmica, es una manipulación emocional, es eufórica y está diseñada para esclavizar. Si hemos sucumbido a esto en la vida de nuestra iglesia o en nuestro hogar, es vital que vayamos delante del Señor con profundo pesar y arrepentimiento, que empecemos a practicar el discernimiento y la repudiemos. Va contra todos los principios y el orden, por no mencionar la reverencia, y, ciertamente, eclipsará el privilegio de conocer el poder de la resurrección en nuestras vidas.

Recuerdo haber leído, hace algunos años, un artículo escrito por un joven que profesaba ser cristiano y que había empezado a permitirse disfrutar profundamente de la música de entretenimiento. Cuando fue a la iglesia todo empezó a parecerle extremadamente apagado y monótono. Dejó de ser a su gusto. Contaba cómo los himnos empezaron a sonarle vacíos y aburridos, y nada podía elevar su espíritu.

Evidentemente, lo que gobernaba su vida privada lo había cambiado y había dañado sus sensibilidades y sus gustos espirituales. Su espíritu buscaba ahora el entretenimiento, el impacto emocional que provoca una droga auditiva y no las bendiciones de la verdad. Resultó que este hombre se convirtió en el fundador de un grupo de iglesias carismáticas de música rock. La música de entretenimiento secular atrapó su alma.

Sin lugar a duda hay muchas cosas que podemos emplear y disfrutar en este mundo presente. Pero también hay cosas profundamente manchadas por los principios depravados de hoy como el mundo de las películas. No hay mucho en ellas que los creyentes deberían querer ver. Tenemos que preguntar siempre: ¿Es limpia? ¿Es pura? ¿Es saludable? ¿Es edificante? ¿Podría llevar al Señor allí? ¿Podría tenerle junto a mí?

Es necesario que hagamos las preguntas, que juzguemos y que sopesemos el asunto a conciencia o interrumpiremos el proceso de la “resurrección moral” en nuestra vida y deshonraremos al Señor. A menos que algo sea limpio y saludable no deberíamos verlo o escucharlo, e incluso entonces, deberíamos racionar nuestra participación en estas cosas. Las revistas cristianas y los blogs que revisan y aprueban las películas y los videos de entretenimiento muestran su desdén por la vida cristiana auténtica y la búsqueda de la santidad.

Tal vez podamos ver algo de lo que emiten en televisión, pero los principios que acabamos de mencionar deben aplicarse siempre.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿Encendemos el televisor en el Día del Señor para alguna otra cosa que no sea, por ejemplo, un boletín de noticias? Con toda seguridad, ¡no deberíamos hacerlo jamás! ¡Es el Día del Señor, amados amigos cristianos! Es el día designado para él y para su adoración y servicio. Consideremos las palabras de Pablo: “Y conocerle a él”. Se aplican de forma primordial al Día del Señor, nuestro día de dedicación, reflexión y comunión, y nuestro día para darle a conocer. No podemos “conocerle” y permitir que los medios de entretenimiento se apoderen de nuestra vida al mismo tiempo.

Nuestro versículo dice: “Y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos”. ¿Qué significa conocer la participación en sus padecimientos? Y, del mismo modo, ¿qué significa “llegar a ser como Él en su muerte”?

Deshonrar a Cristo
        Hemos observado que algunos maestros creen que Pablo tenía la ambición de ser martirizado por Cristo, pero no es probable que este sea el significado aquí. El tema es seguir conociendo el poder de la resurrección para cambiarnos y moldearnos. Recordamos que nuestro Salvador sufrió y murió en el Calvario para comprar nuestra salvación eterna, pero también para que viviéramos vidas santas aquí. Tener participación en sus padecimientos significa que vivo como para hacer que sus padecimientos valgan la pena y sean efectivos en mi vida. Está claro que serán eficaces para comprar mi alma eterna, ¿pero me motivan para luchar por la justicia en mi vida terrenal?

Permíteme ilustrarlo de esta manera. Un estudiante debe pagar ahora una matrícula muy alta para ir a la universidad en Inglaterra. (Esa matrícula es, sin embargo, tan solo una fracción de lo que el gobierno paga.) Supongamos que alguien se apretara el cinturón y ahorrara para que tú pudieras ir a la universidad y te diera el dinero, pero tú lo perdieras en el juego. ¡Increíble! ¡Alguien hizo un enorme sacrificio y tú lo malgastas en el juego!

Cristo no solo ha sufrido para asegurar nuestra salvación, sino también para ponernos en el camino de la lucha por la santidad. ¿Desperdiciamos la bendición y descuidamos el proceso de la resurrección moral? Ser participante de sus padecimientos significa que vivimos para honrarlos.

Por cambiar la ilustración, alguien nos compra una casa; no solo da un depósito, sino la suma total y nosotros la perdemos en el juego. Impensable. Es una ilustración mediocre, pero es como si
Cristo hubiera sufrido y muerto para hacerme justo y que yo desperdiciara el beneficio. Ni siquiera intento vivir una vida justa, apartada de la cultura manchada y corrupta de este mundo. Enciendo el televisor y veo cualquier cosa, incluso cosas escandalosas, aun en el Día del Señor. Cristo no solo sufrió y murió para comprar mi salvación, sino para librarme de una constante participación en obscenidades, suciedad, idolatría material y todas las demás cosas que son ofensivas para Él.

Dependientes del estado de ánimo
        Tal vez alguien esté viendo películas que son del todo inadecuadas para un creyente, y que le manchan y lo abaten. Asimismo, durante todo el día permite que el mundo incruste música beat en su cabeza. Llega a depender de ella para estimular su estado de ánimo. Realmente lo domina y lo gobierna. Parece no poder vivir sin ella. Un creyente así no está participando de los padecimientos de su Señor. No está conformándose al propósito de estos sufrimientos.

Cristo murió para hacer de mí totalmente una mejor persona, y yo lucharé con su ayuda para resistir al pecado. Esto es tener participación en sus padecimientos. Él hizo el sacrificio para que yo pudiera vivir la vida. Yo viviré por aquello por lo que él murió. Esto es “llegar a ser como Él en su muerte”.

El apóstol usa este mismo tipo de argumento a lo largo de Romanos 6, relacionando la muerte y la resurrección de nuestro Salvador con nuestra santificación.

El versículo 11 y los siguientes confirman que Pablo está hablando de la obra presente de santificación en nuestra vida, y la lucha y el esfuerzo que esto implica. Dice: “A fin de llegar a la resurrección de entre los muertos”. Es obvio que no se está refiriendo a su resurrección futura, porque no hablaría nunca de ello como si fuera algo incierto. Diría: “Sé que llegaré a la resurrección de los muertos”. Afirmaría con confianza que Cristo no lo dejará nunca ni lo abandonará. 

Pero en este versículo 11, está hablando de la resurrección presente, progresiva y moral que podemos frustrar y obstaculizar. El lenguaje es, por tanto, menos cierto: “A fin de llegar a la resurrección de entre los muertos”.

Con toda seguridad deberíamos decir, del mismo modo: “Si pudiera ejercer más prudencia en los días de esta semana que viene, más discernimiento y sopesar con mayor cuidado las cosas que hago. Si pudiera rechazar las cosas pecaminosas, inútiles, que pueden robarme mis gustos espirituales, hacerme perder el tiempo y corromperme”. 

“No que ya lo haya alcanzado”, procede Pablo a decir, confirmando más aún que ha estado hablando sobre nuestra resurrección moral presente. Observamos que es una obra progresiva. Él no la ha alcanzado en su totalidad, ni es aún completo, pero, dice: “Sigo adelante”.

Pablo parece decir con gran fervor: Mi Señor ha muerto por mí y me ha agarrado con brazos de amor. Me ha cambiado, me ha hecho suyo y anhelo asirme a Él, estar más cerca de Él, conocerle mejor y llegar a ser más conforme a sus santos principios. Así que prosigo, me estiro hacia Él”.

No podemos pasar por alto el lenguaje de esfuerzo, preocupación, diligencia y vida cristiana concienzuda. ¿Es esto cierto en nosotros? Este “afán” es tan importante que Pablo reitera (versículos 13-14): “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado [agarrado]; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás [la vieja vida con sus deleites pecaminosos, sus distracciones y cosas que no aprovechan], y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

¿Cómo somos nosotros? ¿Somos informales en nuestra vida espiritual? ¿Nos limitamos a soñar de día o nos esforzamos y nos estiramos hacia adelante? ¿Sopesamos las cosas, preguntando: ¿Es esto moral? ¿Es esto para Cristo? ¿O está promocionando al mundo? ¿Es esto toxico? (Recordamos las palabras de Pablo: “Yo no me dejaré dominar por ninguna [cosa]”). ¿Estoy viviendo de manera descuidada o con cuidado?

Nuestra promesa diaria
        Digamos: Determino ser concienzudo, esmerarme en honrar a mi Señor. Deseo el proceso de la resurrección en mi vida. Quiero conocer más de su poder. Anhelo más oración y más mediación en un ministerio de intercesión.

Muchas cosas nos son permisibles y deberíamos interesarnos en las cosas terrenales, pero necesitamos fuerza de mente para evaluarlas y sopesarlas incesantemente, y fortaleza para racionar las cosas en las que nos implicamos.

Tenemos la ayuda de Cristo. Tenemos toda su omnipotencia. Piensa en el poder que ejerció en la resurrección cuando su alma se reunió con su cuerpo, y rompió las ligaduras de la muerte, volviendo a infundir vida en su propio cuerpo; y se levantó de entre los muertos. Ese poder está disponible para nosotros y procede del Cristo vivo para renovar nuestra mente, nuestra voluntad, nuestros gustos, nuestros deseos, cada parte de nosotros. Este debe ser nuestro anhelo y nuestra oración.



Este artículo del pastor Masters ha sido traducido al español por la Iglesia Bautista de North Bergen.

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